Debate

LAS REDES Y LA PRIMACÍA DEL YO

De la “batalla cultural” a las “querellas de microideas”

Por Astor Massetti

Imaginarios sociales de las redes. De la democracia comunicacional a la primacía del yo. Aportes para reflexionar sobre el contexto generacional como base para la discusión educativa

Pensar en complejidad para educar con pertinencia 

Como un lienzo usado en el que se lucen pocos colores, como la repetición incansable de lo mismo, la vida mediada por la tecnología transcurre pendulando entre la compulsión dopamínica y el temor del devenir irremediable del scroll; repetitiva y vertiginosa. Siempre igual, pobre: como una sucesión interminable de pequeños toboganes. Que aprisionan nuestra subjetividad, bajo la amenaza de “no ser”, de “no estar” en caso de no sumergirse en los ritos. Bajo amenaza de desaparecer, de no estar a la altura de, de desengancharse de los afectos y las vanidades que arden en el fuego de la simplicidad binaria de la codicia empresaria. ¿Esto es así? ¿En este mundo vivimos? 

La descripción de “lo que el mundo es”, es inabarcable. Por eso, y creo que es una sensación generalizada entre investigadores de la comunicación y las redes, siempre se parte de la base de que algo de inaprensible (de azar si quieren) va a arrastrar la objetivación del mundo-en-red. Y que, en tal caso, la selección de los contornos del objeto es en sí misma el objeto. ¿Qué dejar afuera? ¿A qué prestarle atención? ¿A las diversas formas en las que las tecnologías intervienen en nuestra cotidianidad? ¿A los impactos de esas formas de ser nuevas? ¿A la definición misma de novedad, de red, de subjetividad?  La complejidad es tal que hoy la carrera de Filosofía se considera una de las estratégicas en nuestro país. Efectivamente, sólo puede contenerse la dimensión del impacto de la transformación en este mundo en clave de razonamientos complejos. Volver a la raíz del pensamiento y de la ciencia se torna indispensable cuando la urgencia y la prospección de los peligros no tiene respuesta desde la técnica y el razonamiento pret-a-porter, obediente, codificado y normativizado en profesiones. 

Si mantener en funcionamiento los blockchain es inviable ambiental y energéticamente y estos son un peligro para los ya endebles sistemas financieros; si la IA empieza a amenazar la calidad e integridad de los procesos cognitivos; si las APP relacionales sobre celulares amenazan al sistema educativo y a la salud mental, definitivamente debemos darnos como generación tiempo para el debate profundo. Por supuesto que hay constricciones importantes. La primera es que estos fenómenos de dislocación cognitiva deben ser interpretados en tiempo real dado que, muchas veces, la elaboración de análisis es más lenta que la capacidad de las empresas de insertar nuevos dispositivos que circulan avivados por la ansiedad y/o por la novedad que impera en la cultura. La segunda es que las disciplinas que deben apurar estos debates (las ciencias Sociales y la filosofía) son las que menos “prestigio” tienen por su aparente incapacidad de generar rédito económico social o individual; y que parece sin embargo que todo el mundo maneja, dado que sus objetos son tan cotidianos como la experiencia y por ende cualquiera puede sentirse cientista social; y que además, dicho sea de paso, sobreviven en base a diálogos burocratizados y solipsistas. 

 Resignando la posibilidad de ofrecer una única mirada que abarque todo, y a sabiendas de que partimos de un enfoque marginal, este aporte va en ese sentido. Sin más ambición que la de servir de inventario de algunos aspectos que puedan, en definitiva, servir para comprender cuál es el contexto sobre el cual se “tecnologiza la enseñanza”. Es decir, para colaborar en una reflexión colectiva profunda sobre los alcances de las transformaciones de los trabajos que realizamos y de las instituciones que habitamos y que nos tocan vivir como generación.

Este texto juega con el contraste entre dos climas de época: el de inicio de las utopías “tecnosociales” (los años 90) y el clima previo al Smartphone (2000) con las revisiones contemporáneas. Partimos de la convicción de que la idea del AUTO (del self, del YO), de lo que referencia a sí, es central en la ideología tecnológica contemporánea. Entonces, en este artículo vamos a trabajar dos aspectos de esta ideología autorreferencial: primero, en términos de delimitación de los bordes que rodean la utopía tecnológica; segundo, a la contradicción que puede observarse entre los modelos productivos de conocimiento en red y las expectativas emancipatorias que se le achacan. Ambos aspectos son complementarios de ideas que vengo compartiendo por aquí. A las que vuelvo ahora con el deseo de que las utopías tecnofílicas no se tornen otra forma de exclusión y que las dinámicas de reconocimiento virtual no reemplacen a la solidaridad y la empatía.  

De las utopías del pasado (reciente) a las distopías actuales

En muy pocas décadas la forma en la que los seres humanos hacen común su percepción de la realidad tuvo profundas transformaciones de alto impacto civilizatorio. Algo ha cambiado y la mediación tecnológica tiene mucho que ver.  Hemos llegado a abrazar la rápida penetración de las tecnologías con base en la interconexión de redes con la alegría de quien celebra la emergencia de una nueva utopía: la de la máxima libertad individual. Que luego de dos milenios de buscar su destino en la tensión entre la moral y la ética (el agustiniano libre albedrío) encuentra hoy en la técnica las promesas de su resolución y de desarrollo personal y social. Al abrazar la técnica se edifica una nueva creencia del yo ampliado donde el nuevo Dios (Google, la corporación que todo lo sabe) acompaña cada diatriba de nuestro ser devenido en un avatar accesible a nuestros sueños.

No deja de ser paradójico que esta transformación ocurra basada en la superposición de concepciones que provienen de épocas e intereses distintos. Por un lado, una construcción legitimada en el eco de las “intenciones” y concepciones originales de los ingenieros e ingenieras que diseñaron estas técnicas de interconexión de redes (interneting), en su clima de época, en su contexto histórico contemporáneo -fin de la guerra fría. Lo que perseguían era ampliar las capacidades humanas a partir de la colaboración desinteresada y equitativa; se concebía literalmente a la computadora como un elemento “democratizador” (Hauben y Hauben, 1996). Por otro lado, éstas eran expectativas científicas de un mundo analógico, la vieja ilusión de que la “recursividad de las máquinas” (su capacidad de cómputo) como soporte vital de la civilización cedía su lugar a la “planetarización”, a la “globalización tecnológica”, que tenía que conquistar todos los “tipos de racionalidades”, todos los sistemas de conocimiento tal como apunta el Ingeniero y Filósofo Chino Yuk Hui; conquista que supone la imposición de fines, valores y ganancias propias de quienes controlan los procesos e iniciativas. Y que termina reforzando la tensión propia de la “dualidad postmoderna”: “la gobernanza mediante algoritmos y big data [es] oposición a la libertad y deseo individual” (Hui, 2023:338). Efectivamente, la cooptación, dominio y usufructo corporativo logra un control social desmedido a una escala planetaria nunca imaginada. Como dice irónicamente Žižek: “No es un gran pueblo feliz, sino que existen entresijos”. 

El yo, ese peligroso actor político

Libertad solipsista, autorrealizada en una computadora, que no es la ventana a la libertad sino un nuevo tipo de jaula. Que no se percibe como producto de una construcción comunitaria sino como microgestuales, en soledad. Libertad de consumir y ser producto; de hacer cualquier cosa, siempre y cuando no salgas de una pantalla. La redención consiste en la capacidad de reemplazar componentes en el proceso identitario como secuencias de colores y banalidades. Sigamos con Žižek:

La idea de la autorrealización (sé tú mismo) es otro enemigo. Lo siento, pero la hipocresía es la base de la civilización. Los rituales y las apariencias sí importan. Si abandonamos las apariencias y enfrentamos la realidad, esta suele ser bastante horrible”. (Žižek, 2023:44)

Byung-Chul Han, (filósofo coreano-alemán que recupera de alguna manera la tradición frankfurtiana) reflexiona que la producción de subjetividad implícita en esa idea de libertad “autorreferencial” sobre las que se basan las “sociedades del rendimiento” (Byung-Chul, 2017) conduce al “Burn out” institucional; y más grave aún: 

La ideología neoliberal de la optimización personal desarrolla caracteres religiosos, incluso fanáticos. Representa una nueva forma de subjetivación.” (…) “La permanente optimización personal, que coincide totalmente con la optimización del sistema, es destructiva. Conduce a un colapso mental. La optimización personal se muestra como la autoexplotación total” (Byung-Chul, 2022: 46).

Libre albedrío en jaula digital… Y por algún motivo, por más que las advertencias sobre la peligrosidad del uso intenso de estas tecnologías afloran por todos lados, aún mantenemos la esperanza que la redención será un gesto técnico que permitirá la liberación individual. O, al menos, la oportunidad de un consumo que nos aletargue, breve pero trascendentalmente; porque de eso se trata: de perder la oportunidad de estar presentes en el mundo, de reemplazar la politicidad por el consumo estético.

De la batalla cultural a las querellas de microideas

Un gran defensor del “eco” emancipador (individualista) de la tecnología es Manuel Castells, cuya obra, inmensa y profusa, es una referencia ineludible. En Comunicación y poder (2009), recupera una reinterpretación de la ideología tecnológica, un debate propio de finales del milenio, como la capacidad de organización de procesos políticos “autónomos”; muy influidos en su momento por la relectura de Cornelius Castoriadis que hicieran entre otres Michael Hardt y Antonio Negri, correlato de las “declaraciones de la selva Lacandona” zapatistas y el movimiento antiglobalización europeo. La idea central de entonces era que la transformación social no dependía de la “toma del palacio” tal como la concibió la teoría leninista, sino que debía crearse una nueva sociedad dentro de la vieja -“cambiar el mundo sin tomar el poder” era el slogan y título de un libro de John Holloway (2005). Italianos y españoles sobre todo, comenzaron a experimentar con las nuevas tecnologías de redes para “activar” procesos políticos y sortear la comunicación hegemónica (nuevas lecturas de Gramsci emanadas de la necesidad de interpretar la mediatización de la política, “videopolítica”, y la crisis de representación de los partidos desde finales de los 70’s). La noción de “contrahegemonía” fue ordenadora de múltiples experimentos políticos que aún tienen vigencia. 

Escribe Castells : “El análisis que presenta este libro se refiere a una estructura social concreta: la sociedad en red, la estructura social que caracteriza a la sociedad de principios de siglo XXI, una estructura social construida alrededor de (pero no determinada por) las redes digitales de comunicación. (…) Si la batalla primordial para la definición de las normas de la sociedad y la aplicación de dichas normas a la vida diaria gira en torno al moldeado de la mente, la comunicación es fundamental en esa lucha, ya que es mediante la comunicación como la mente humana interactúa con su entorno social y natural.” (Castells, 2009:24).

Se mixturan aquí varios marcos teóricos que abordan el tema de la “conciencia” o, como diríamos ahora, el tema de la “subjetividad” como problema político. La virtud de  Castells es no perder de vista la política como “actuar”. Es decir, hay una preocupación por rescatar un sujeto militante de la subjetividad en red. En esa clave, desarrolla su noción de “autocomunicación de masas”. La capacidad política de las personas sobre las plataformas digitales marca de alguna manera el alcance máximo que puede tener este complejo subjetividad-tecnología en términos de significación social. Y con ello, por supuesto, tener una medida de su impacto “pedagógico”. 

La idea de “autocomunicación de masas” que defiende Castells (2009) se basa en un tipo ideal de usuario que representa a las y los ciudadanas/os de las redes en pleno derecho. A diferencia de usuarios / usuarias o consumidores / consumidoras, es decir meros receptores en términos saussurianos, estos “ciudadanas/os” son productores de contenidos (crean, producen y editan); y su posición dentro del flujo comunicacional excede una actitud pasiva. Adquieren la centralidad del actor dentro de una perspectiva que entiende que “el proceso de formación y ejercicio de las relaciones de poder se transforma radicalmente en el nuevo contexto organizativo y tecnológico derivado del auge de las redes digitales de comunicación globales y se erige en el sistema de procesamientos de símbolos fundamentales de nuestra época” (Castells, 2009:25). Es decir, la capacidad de crear contenidos implica capacidad de transformar la realidad al “democratizar” la oferta de sentidos. Si esto es, potencialmente al menos, posible, podríamos asegurar un entorno fértil para el desarrollo de pensamiento crítico. Al menos y siempre según Castells, la “autocomunicación de masas”, “incrementa de manera decisiva la autonomía de los sujetos comunicantes” (Castells, 2009:25).

Luego de  15 años de su publicación  ha habido críticas  a las propuestas de esta obra y, lo que es más importante aún, ha ocurrido un verdadero quiebre epistémico de gran envergadura. Para avizorar este cambio me aferro a dos ideas que provienen del “optimista” Eric Sadin (2022) que ponen en tela de juicio las presunciones sobre las que se basa la radicalización potencial sobre las redes. 

Retomo el par conceptual marxiano enajenación/alienación. La propuesta de Castells parte de la concepción de la reapropiación de los medios de producción de signos; potenciada por tecnologías “democratizadoras” de la capacidad expresiva y, en cierto punto, de la capacidad de distribución de estos signos. Allí el potencial emancipador reside en desandar el efecto enajenante que detalla Marx en la acumulación originaria: la apropiación de los medios de producción pertenecientes a la raza humana por un segmento de la población. Para Castells, el acceso a las computadoras, permite la reapropiación de los medios de producción, claves en la contienda de nuestra época y que sintetiza la noción de “batalla cultural”. 

Pero han cambiado cosas desde la propuesta de Castells. La novedad es que tanto los sistemas operativos, los paquetes de software y la proliferación de dispositivos en interconexión, hasta la primera década del 2000, eran alternativos o concentrados: ahora son dominantes. Y han logrado cambiar por completo la productividad, el consumo y los perfiles del “capitalismo digital”; esencialmente centrado en dispositivos de distribución de publicidad e “infotainment”. Las y los ciudadanas y ciudadanos se han convertido en un eslabón más en el proceso de monetización de los contenidos.

Por otro lado, el “extrañamiento” o “alienación” en términos de ausencia de conciencia para sí respecto a su posición en la creación de valor en este sistema de producción simbólica altamente concentrado y con capacidad intrínseca de direccionamiento de la atención es inmensa. La “mano invisible de las empresas” en la determinación de las estéticas, el uso del lenguaje, los formatos y, más importante aún, la forma en la que circulan y se asocian contenidos (los famosos algoritmos) es determinante de lo que las redes son, de las subjetividades que generan y de las sociedades que producen. Como en mundos aislados, las y los ciudadanas y ciudadanos “transitan” cotidianamente las redes mientras adolecen de una visión técnica y política del poder “gramatical” de las corporaciones. Y los creadores, con propósito de comercializar contenidos, buscan simplemente adaptarse a las regulaciones intrínsecas para lograr el máximo de ganancia.

La “alienación”, entendida entonces como adopción de una “ideología” (una “falsa conciencia” en el sentido marxiano, una percepción de sí equivoca) libertaria o emancipadora a través de las redes lleva a un equívoco común basado en expectativas de empoderamiento que no son tales; sino que redundan en un ciclo de reafirmación identitaria, atravesado por formas de validación externa muy superficiales y que por lo general refuerzan prejuicios y valores de baja calaña. Muy interesante es la forma en que lo plantea Eric Sadin (2022): “Cada uno está resuelto a comprometerse en la batalla de su propia opinión dentro de un paisaje atomizado por donde se lo vea, y que hace que se derrumbe por donde se lo vea el principio de la batalla de ideas llevada adelante alrededor de algunas grandes causas diferenciadas.” (…) En lugar de la batalla de ideas aparece una “profusión incesante” (…) “de querellas de microideas que proliferan en todas partes y están llamadas a no conocer nunca un final” (Sadin, 2022:161).

Palabras Finales

Lejos de ejercer una distribución equitativa de la palabra, las tecnologías sobre las cuales hoy se producen las mediaciones simbólicas redundan en prácticas autoritarias que tienen como principal, pero no único interés, usufructuar con la atención y la productividad humana. Lejos de democratizar, la computadora es el entorno en el que han proliferado los nuevos movimientos de derecha a nivel mundial y sobre el que se apoyan todas las técnicas de disgregación social y amedrentamiento político que sintetizamos varias veces como “política del odio” (Massetti, 2021a, 2021b, 2022a y 2022b). E incluso, aunque aún es pronto para un registro cabal del daño o toxicidad que pueden tener (registro que quizás nunca llegue), es innegable que, en términos de autoestima, refuerzo de visiones negativas de la corporalidad, de estereotipos sexogenéricos y otras muchas cosas es evidente hoy que las nuevas formas de mediación tecnológica son de temer. China, lugar donde se inventó Tic Toc ha decidido prohibir su uso y hace fuertes campañas que hacen hincapié en el bajo rendimiento escolar de las juventudes.

¿Nuestra generación es contemporánea a un quiebre epistémico tan grande como el que significó la caída del muro de Berlín? En definitiva, entre la tecnofilia y la tecnofobia habita una sensación de derrota cognitiva, intersubjetiva y relacional que lo tiñe todo. De manera provisional, podemos asegurar que la inmersión en el mundo digital va más allá del “principio del placer” (Lustprinzip): es decir no persigue el máximo la maximización de los beneficios y la minimización de los displaceres, sino que entra como en una pendiente socioafectiva automutilante.  En este contexto es que operan las pedagogías post restricciones de circulación (ASPO-DISPO) a raíz de la pandemia. Sobre estas plataformas o en competencia con ellas es que se realiza la labor docente.

Material citado

Byung-Chul Han (2022). La sociedad del cansancio. Buenos Aires: Herder

Byung-Chul Han (2019). Psicopololítica. Buenos Aires: Herder

Carrión, Jorge (2022). Los campos electromagnéticos. Buenos Aires: Caja Negra.

Castells, Manuel (2009). Comunicación y Poder. Madrid: Alianza Editorial.

Hauben, Ronda y Hauben, Michael (1996). Netizens. Columbia University Press. Disponible en [columbia.edu/~hauben/book-pdf/]

Hui, Yuk (2023). Recursividad y contingencia. Buenos Aires: Caja Negra.

Luhmann, Niklas (1998). El sistema Social. Madrid: Alianza.

Massetti, Astor (2021a). La politización del odio. El enemigo es el otro. En Revista Mestiza [La politización del odio – Revista Mestiza (unaj.edu.ar)]

Massetti, Astor (2021b). La politización del odio II. Nada que nos limite. En Revista Mestiza [Nada que nos limite – Revista Mestiza (unaj.edu.ar)]

Massetti, Astor (2022a). La politización del odio III. Injusticia por mano propia. En Revista Mestiza [Injusticia por mano propia – Revista Mestiza (unaj.edu.ar)]

Massetti, Astor (2022)b. La politización del odio IV. La forma de la derecha postmoderna. En Revista Mestiza [La forma de la derecha posmoderna – Revista Mestiza (unaj.edu.ar)]

Sadin, Eric (2022). La era del individuo tirano. Buenos Aires: Caja Negra.

Acerca del autor / Astor Massetti

Docente. Lic. Sociología, especialista en Antropología Social y Política. Doctor en Ciencias Sociales. Investigador IIGG/CONICET. Sub Director del Observatorio de Educación Superior. Director de Coordinación, Gestión y Curricularización de Procesos de Enseñanza Territoriales y Educación Popular (SPyT/UNAJ) y Coordinador de Trabajo Social (ICySA/UNAJ).
Fue director carrera de Sociología (UNMdP), Consejero en carrera Sociología (UBA), Consejero Superior UBA, Consejero Superior (UNAJ) y Vice Director del ICSyA (UNAJ).

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