Historia

EL PRECIO DE LA LEALTAD

Franklin Lucero: Ejército y justicialismo

Por Juan Godoy

Breve biografía de un general argentino que permaneció leal a la Constitución y a Perón

Franklin Lucero nace en 1897 en una Argentina para pocos, subordinada semi-colonialmente a los designios de Gran Bretaña, y fallece en el año de inicio de la larga noche de terror en 1976. En 1915 inicia su formación militar como cadete del Colegio Militar, carrera que culmina con la obtención del Grado de Teniente General durante la década de 1940. Muy cercano al entonces Coronel Juan Perón desde junio de 1943, cumple un papel relevante en los acontecimientos que culminan en el 17 de octubre. Es parte de lo que autores como Arturo Jauretche o Jorge Abelardo Ramos consideran la línea nacional de nuestras Fuerzas Armadas, aquellos que velando por el resguardo de la soberanía nacional, con una mirada integral de la defensa y enmarcando la misma en la necesidad del desarrollo industrial como fortalecimiento de la independencia económica en virtud de ampliar la soberanía política, establecen lazos estrechos con el pueblo y ponen en cuestión el orden dependiente pugnando por romperlo.

Durante el gobierno peronista (1946-1955), ocupa un lugar primordial en relación a la cuestión de la defensa, sobre todo a partir de 1949 cuando es nombrado Ministro del Ejército (cargo que conserva hasta el golpe de 1955). Nos interesa en estas líneas abordar sus ideas en relación a la defensa nacional, la función del ejército y algunas de las medidas llevadas adelante durante el gobierno justicialista, entre otras cuestiones.

1949 es un año emblemático para el peronismo, el gobierno reforma la Constitución decimonónica, plasmando e institucionalizando en la nueva carta magna las transformaciones que se venían desarrollando en forma acelerada desde su advenimiento. Este año, en materia de defensa, se crea el Ministerio de Defensa Nacional (ocupado por Humberto Sosa Molina, el primero en América Latina), y los del Ejército, Aeronáutica y Marina. Como Ministro del Ejército es nombrado Franklin Lucero (quien desde 1946 se desempeñaba en diferentes tareas y cargos en el exterior). Vale destacar que el año anterior se había dictado la Ley de Defensa Nacional (N° 13.234), denominada “Organización de la Nación para tiempo de guerra” (la primera ley en torno a la organización de la defensa en nuestro país).

Lucero consideraba que el Ejército había sido parte de las transformaciones del peronismo por acompañar y ser uno de los pilares en su construcción, y al mismo tiempo porque los beneficios obtenidos habían impactado fuertemente en las Fuerzas Armadas en general y en el Ejército en particular. Lucero reconocía como sus maestros a Sosa Molina y a Perón. En su gestión como ministro, consigna Fabián Bosoer en un libro compilado sobre diversos funcionarios del peronismo, procura articular con las obras diseñadas (y ya en marcha) del Primer Plan Quinquenal, al mismo tiempo que le da una centralidad en su política al impulso de Fabricaciones Militares que se había creado en 1941. Asimismo incrementa el escalafón militar, agiliza los mecanismos para el ascenso, otorga beneficios a jefes y oficiales, brega por el derecho al voto de los suboficiales, la obra social, la Ley de vivienda, la Ley de autoabastecimiento, el perfeccionamiento de la Ley para el personal militar, el plan de construcción de cuarteles, barrios y otras obras por parte de la Dirección Nacional de Ingenieros, etc.

Juan Domingo Perón. Conferencia con oficiales del Ejército

Nos interesa poner de relevancia la Ley de Autoabastecimiento que se implementó bajo su conducción, a través de la cual se estableció una red de abastecimiento con proveedurías, panaderías, tambos, mataderos, etc. También promovió una política de construcción de la vivienda propia, la elaboración de ladrillos y cerámicas, la fabricación de baterías, la reparación de vehículos, la adquisición de medicamentos, la producción de vacunas, suero, etc. En estas actividades participaron unos 5 mil efectivos sobre un total de 75 mil.

Es clara y manifiesta que la Doctrina de Defensa Nacional (DDN), construida por el peronismo, y en la que se enmarca Lucero, piensa la defensa nacional en relación a la hipótesis de un enemigo externo. Sostiene Lucero que la función del Ejército “no debe apartarse de su misión específica y que jamás debe interferir el poder civil o abrogarse poderes extraordinarios por el sólo hecho de mandar soldados, hijos del pueblo y armados por el pueblo”. Destacamos en este punto que la transformación y reemplazo de la DDN por la Doctrina de Seguridad Nacional (DSN), luego del derrocamiento del peronismo tergiversa este punto orientando la defensa hacia un enemigo interno con todas las implicancias que ello tuvo, fundamentalmente en el diseño del terrorismo de estado de la última dictadura cívico-militar.

Lucero destaca y enmarca el rol del soldado afirmando que “para el soldado de ese ejército, el único árbitro legal del gobierno era el pueblo (…) Nuestro ejército sí era verdadero “brazo armado” de la patria, solamente destinado a salvaguardar los más grandes intereses de la nación”. Como ministro define algunos lineamientos sobre la función castrense en tanto pone de relevancia “la formación del ejército siempre dispuesto al sacrificio, educador de su propio pueblo y que constituyera el guardián moral de la Soberanía Nacional”.

            La Doctrina Nacional nace del sentir del pueblo, y resulta el fundamento de las fuerzas morales en virtud de la unidad nacional. Argumenta que “el adoctrinamiento castrense procuraba crear conciencia de que ella sólo puede existir cuando el pueblo está estrechamente unido por vínculos morales, bajo una misma y única bandera”. También aborda la cuestión del ejercicio de mando que tiene como pilar la “superioridad de conocimientos profesionales, de dedicación y amor al servicio”, que debe vincularse al prestigio profesional, y remarca que “mandar no es gritar ni tratar en forma desconsiderada, tampoco lo es imponerse por la fuerza o por temor al castigo; mandar no es anular, vejar y humillar al subalterno”, al contrario “mandar es orientar, dirigir y armonizar imponiendo por convencimiento una superioridad real y reconocida, es aunar esfuerzos para el logro de objetivos comunes; es afianzar y mantener la disciplina; es ejercer la autoridad con firmeza y energía, pero paternalmente; mandar es ser justo, convencer y respetar”. Y en el “Decálogo del Soldado Argentino” sostiene que las FF.AA. “no pertenecen a determinados partidos o sectores ni pueden servir de instrumento a la ambición de nadie y que pertenecen a la a la Patria, que es hogar común y que a ella se deben por entero”.

Cuando Perón es derrocado, Lucero renuncia. Se desata un furioso revanchismo y Lucero, leal al justicialismo, no escapa al mismo. Su casa es saqueada e incendiada. Primero  solicita asilo en la Embajada de Nicaragua, pero poco después decide dejarlo y es detenido. La dictadura de Aramburu lo somete a una Corte Marcial y pasa por varias cárceles, incluida la recién reabierta de Ushuaia y otras como las de Las Heras o Magdalena. En Ushuaia comparte el encierro con otros militares como Sosa Molina, Aloé y Osinde, entre otros. En 1957 el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas lo condena a tres años de prisión e inhabilitación perpetua. Recién será liberado en 1959. En 1973 (ya con Perón como Presidente), recupera su grado militar. La Corte finalmente anula la sentencia militar. Falleció poco tiempo después en 1976.

En su trabajo central “El precio de la lealtad”, dejó plasmada su visión de la función militar, la que ubica en términos históricos rescatando la línea nacional. Ese Ejército, enmarcado en esa tradición, “no fue ni quiso ser casta. Emanaba del pueblo, vivía y trabajaba junto a él, sufriendo sus dolores, gozando sus alegrías y soñando un futuro de ventura. Llevados los regimientos a todo el ámbito de la patria, sus hombres sufrieron y ampararon al paria y al arriero; sus cuarteles levantados después de la conquista del desierto tenían comedores para los changos y hasta fueron albergue para sus padres. Muchos de nuestros niños provincianos vieron por primera vez la bandera en el cuartel y en la escuelita de adobe. El oficial, el suboficial y el soldado vienen del pueblo y se honran de ello. El ejército fue pueblo armado en la conquista de la independencia y en los entreveros por la organización nacional, y lo siguió siendo en su lucha permanente contra la oligarquía, el privilegio y lo antinacional”.

Acerca del autor / Juan Godoy

Sociólogo (UBA). Dr. Comunicación (UNLP). Docente UNAJ. Dir. Especialización en pensamiento nacional y latinoamericano (UNLa). Dir. Proyecto Investigación sobre FFAA y peronismo (UNAJ)

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