POLÍTICA

LA POLITIZACIÓN DEL ODIO IV

La forma de la derecha posmoderna

Por Astor Massetti

El odio como forma de la política: Los malestares de la democracia, el quiebre del pacto en común y la reacción antiderechos

No hay dos odios iguales

¿Cuáles son las condiciones que hacen posible un “orden de cosas” capaz de naturalizar la violencia política? Pensar la politización del odio sirve como registro de una concepción de lo político que desprecia lo aprendido de las grandes tragedias autoritarias del siglo XX y que insiste en negar la necesidad de los acuerdos para el desarrollo social.

El odio es una emoción cotidiana. No es una creación ad hoc, un invento político. Está presente en la vida humana como producción, generado por múltiples factores. 

En las teorías de la izquierda revolucionaria, la “tensión” de lo “en sí y para sí” en la conciencia, la dinámica de las “contradicciones” económico/políticas, o la destrucción creativa presente en la dialéctica de la naturaleza, incorporan la violencia como eslabón necesario en la producción de sociedades más justas. Así, la “desposesión” entendida como “politización de la desigualdad”es productora de emociones (injusticia, frustración, angustia, ansiedad, miedo, etc.) que “usualmente” tienden a proyectarse como “odio” a un alter construido ad hoc. En el marco de las luchas anticoloniales, Franz Fanon, lo propuso como la emergencia política de los “marginados de la tierra”; una forma más desarrollada, fenoménica, de la “conciencia de clase” marxiana. 

Pero, ¿cómo odia la derecha? En el fascismo tradicional, también el tópico de la “otredad” aparece como motor: en tanto que amenaza, en una cruzada de preservación de élites (morales, genéticas, económicas, etc.).

Esa “fijación laclauniana”, si se me permite un chiste y un guiño a la obra de Ernesto Laclau, como dinámica de la constitución de un opuesto a combatir que aporta a mi identidad política, traza derivas teóricas que conviene mencionar. Desde Freud, puede decirse que la politización del odio es la apropiación intencional del sentido del proceso empático (libidinal) generado en la situación colectiva. Lo político del odio se entiende no como un fenómeno “patológico” o meramente individual sino una dinámica gregaria en una situación particular. Su “Psicología de las masas y análisis del Yo”, además de ser un texto básico para pensar el plano intersubjetivo, también tiene la virtud de ser la base teórica del marketing de principios del siglo XX (su sobrino Edward Bernays lo traduce al inglés, lo introduce en la sociedad norteamericana de preguerra y lo aplica en publicidad); texto que influirá en la comunicación de masas con Goebbels,  y en múltiples aplicaciones de “guerra psicológica” a partir de 1940 (hay un hermoso artículo de Ramón Carrillo al respecto); e inspirará a la “derecha gramsciana” que emerge en la década de 1960 con Alain de Benoits, fundador de la “nouvelle droite”; y que tendrá su máxima expresión actual en las ideas del oscuro Steve Bannon. 

Las fuentes del odio

¿Qué situaciones o “raíces” pueden ser “caldo de cultivo” o “situaciones” propicias (marcos) para odios politizables?

UNO. Una perspectiva que se ha difundido ampliamente en los últimos años apunta a “malestares de la democracia”. Hay algo en la insatisfacción por la gestión de las desigualdades que abona el terreno para las derechas alternativas. Desde ya, lo paradójico de las corrientes de derecha y ultraderecha es que no vienen a solucionar esos “malestares”, sino que los profundizan, dado que las recetas que proponen solo empeoran las cosas.

La interpretación del fenómeno electoral de la derecha hoy, debe ser puesta en contexto. El “pacto democrático” emergente de 1983 implicó un repudio amplio a la violencia política institucional y el reconocimiento público de que toda vida es valiosa. Lo que parece ser una novedad hoy es que esa politización opera abiertamente como un quiebre de ese “pacto” democrático: cierto crecimiento de expresiones descalificadoras, discriminatorias o estigmatizantes por parte de determinada dirigencia que reivindica otras formas de hacer política; la incorrecta, la brutal, la despreciable. Ya no está mal reivindicar lo otrora repudiable. Por supuesto todo transcurre sobre las plataformas de (in)comunicación (las redes sociales) y de propaganda (los medios hegemónicos) a las que ya nos referimos en varias ocasiones. 

DOS. El quiebre político impacta los sentidos construidos tras la larga experiencia de resistencia al neoliberalismo. Dicha resistencia implicó décadas de organización y persistencia de sentidos social y políticos, la construcción de nuevas formas de encuentro social y de nuevas discusiones sobre las formas y sentidos de la política que aparecen en los estertores del “socialismo real” y el reemplazo de los partidos de masas por la “videopolítica”. El viraje de las tradiciones revolucionarias hacia la resistencia antineoliberal en nuestro continente tuvo la influencia tanto de la experiencia zapatista (1995) como del “proceso de rectificación de errores cubano” (1993). Las críticas al vanguardismo y al economicismo fueron necesarias para la aparición de ideas fuerza que influyeron en los modelos de acumulación política (“de abajo hacia arriba” y “de lo local a lo nacional”) e hicieron posible una nueva oleada de gobiernos progresistas en la región. 

El impacto regional de esta oleada (2003/2015), que afectó los objetivos económicos de los grupos concentrados y los intereses geopolíticos de las superpotencias, ha sido una fuente de inconformidad (de financiamientos y acuerdos) que redundó en la emergencia de una clase política dispuesta a revertir aquellas conquistas populares. Para ello, la demonización de los movimientos populares, sus liderazgos y sus ideas fue la condición necesaria en la que el nuevo rol de los medios de comunicación tuvo un papel estelar. Pese a todo, la “rebelión de las élites” contra la resistencia anti neoliberal y el éxito de lo que García Linera llama la primera oleada de gobiernos populares, tampoco explica la totalidad y complejidad del fenómeno actual.

TRES. En paralelo a la resistencia al neoliberalismo prosperaron reclamos de ampliación de derechos y sus formas de organización sociopolíticas, asociadas a temáticas que habían quedado postergadas del repertorio “revolucionario” clásico. Desde los años ochenta, con la aparición de partidos “verdes” y demandas de “minorías”, asociadas a identidad de géneros y/o identidades étnicas, fueron remontando un protagonismo que tiene en la actualidad la capacidad de interpelar a instituciones, leyes, sensibilidades, relaciones interpersonales y a la propia concepción del cuerpo y del placer. Estas temáticas han prosperado más allá del devenir de la “oleada” de gobiernos progresistas. Las agendas de los feminismos tienen hoy la capacidad de problematizar múltiples aspectos de la vida cotidiana e interpelan los privilegios de género y la impunidad sobre los estragos del patriarcado a nivel micro y macro. Consecuentemente, una reacción conservadora se aglutina en torno a derechas alternativas que proponen representar al sector social que se siente amenazado por un orden de vida no patriarcal.

CUATRO. Finalmente, es destacable que las nuevas derechas responden a formas institucionales específicas. Si el fascismo tradicional se asociaba al esfuerzo represivo y persecutorio sobre la población organizada, sobre sus símbolos e ideas, los nuevos apuntan a mecanismos más “minimalistas”: “golpes blandos”, “lawfare”, “guerra cultural”, etc. Se trata de mecanismos sumamente efectivos, que no son meros intentos aislados, y que pueden entre otras cosas arrogarse el “derrocamiento” de la primera ola de gobiernos populares (2000/2015) en nuestro subcontinente. El encarcelamiento a Lula, la destitución de Dilma, de Evo, de Lugo, de Zelaya, la proscripción de Correa y la persecución política a Cristina son claras muestras de la eficacia de esta estrategia de dominación que aún hoy condiciona la organización popular. 

La combinación de desigualdad creciente, agotamiento de las representaciones políticas antineoliberales, y reacción conservadora patriarcal en un contexto de transformación de las instituciones del Estado, las organizaciones de masas y la comunicación, permite la emergencia de expresiones ultraderechistas. Estos elementos están presentes en las “derechas” contemporáneas (desde el VOX español hasta el bolsonarismo). 

La ultraderecha y el rompan todo: El “método Bannon”

Las “condiciones de vida” mínimamente dignas y las formas de circulación de la “frustración” inmanente al hecho social se han desacoplado del pacto democrático. El modelo de organización social emergente del “welfare state”, centrado en la resolución democrática del conflicto, se ve hoy puesto en duda por la incapacidad de la sociedad de proveer consenso sobre el piso de cuidados / derechos de la población más vulnerable. Ello ha generado un vacío de sentido a la gobernabilidad democrática, sólo reversible a partir de grandes acuerdos sociales. La necesidad de transformación de la sociedad requiere interpelar la base sobre la que se produjeron históricamente esos acuerdos. 

El “método Bannon” tiene como objetivo la idea de la división social. Una sociedad a la que le sea imposible llegar a un mínimo principio de acuerdo sobre aquello que sostiene su cotidianidad es una sociedad fértil para la transformación social distópica. Su objetivo es eminentemente anarcocapitalista en lo político: la destrucción de las instituciones del estado. Bannon y sus seguidores logran ampliar el viejo “miente, miente, que algo quedará”. Que ahora se resume en “mentiras, odios y bots”. Es decir, una radicalización del método goebbeliano centrado en una debilidad presente en los procesos intersubjetivos contemporáneos: el retroceso del pathos racional como estructurante de nuestras concepciones o “anclajes” (que nos permiten darle sentido a “nuestro mundo”). 

Si el fenomenológico “mundo de la vida” es un proceso intersubjetivo que se da en un continuo histórico, su quiebre es la retracción del razonamiento deductivo basado en “hechos” a favor de razonamientos inductivos basados en “creencias”. Chomsky reflexiona al respecto: el problema de la post verdad es que a nadie le importa lo que es cierto o no. Agreguemos, lo que importa, es “pertenecer” a un grupo incorpóreo que reafirma mi identidad; grupo en el cual me atrinchero en la comodidad de mis prejuicios que ordenan mi percepción del mundo. Quienes controlan los medios de producción (en este caso las redes) y el conocimiento técnico, son los que tienen mayor capacidad de orientar, como una marea, los enjambres de grupos de pertenencia que surgen espontáneamente; e incluso, capacidad de instalar grupos no espontáneos que influyan en sus creencias y accionar.

La politización del odio es un complejo que se erige sobre las ruinas de la organización social del siglo XX y se nutre del desplazamiento de la razón (la discusión sobre los fines) por la técnica (la preocupación sobre los medios). Su consecuencia es el reemplazo de las instituciones de organización de masas (partidos, sindicatos, clubes, etc.) por las técnicas de comunicación, primero de masas y luego de redes. 

La “guerra” por el sentido. Que es una guerra a largo plazo, porque en definitiva no se trata de instalar algunas ideas sueltas, sino de instalar un proceso cognitivo que impida la identidad como proyecto político colectivo, solidario y humanista. Una disputa que puede parecernos meramente gestual o simbólica, pero también es disputa por cada peso, cada metro y cada segundo de nuestro futuro. La “guerra por la eternidad”, como la conciben, es para ellos una guerra civilizatoria y total por designio de la humanidad. 

Acerca del autor / Astor Massetti

Docente. Lic. Sociología, especialista en Antropología Social y Política, Dr. en Ciencias Sociales. Ex Investigador IIGG/CONICET. Ex Director carrera de Sociología (UNMdP). Ex Consejero carrera Sociología (UBA). Ex Consejero Superior UBA. Ex Consejero Superior (UNAJ) y Ex Vice Director del ICSyA (UNAJ). Actualmente es Director de Coordinación, Gestión y Curricularización de Procesos de Enseñanza Territoriales y Educación Popular (SPyT/UNAJ), Sub Director del Observatorio de Educación Superior (ICySA/UNAJ) y Coordinador de Trabajo Social (ICySA/UNAJ).

Links a las entregas anteriores de “La politización del Odio”

Compartir

Comments are closed.