¿Qué relación puede existir entre la pandemia de coronavirus, las guerras, los fondos de inversión, los reclamos de libertad, la industria farmacéutica y el Banco Mundial? Aunque no parezca existe un vínculo directo entre estos actores, en un juego de tensiones que tiene un escenario global y un proceso de sedimentación de deudas.
Dime cómo produces y te diré como peleas
Para acercarnos a la cuestión, empecemos por la definición de Carl Von Clausewitz: la guerra es un conflicto de intereses de dos o más comunidades que, recurriendo en último extremo a la violencia, tiene una sangrienta solución. William S. Lind, Magister en historia por la Universidad de Princeton, elaboró la teoría de las generaciones de la guerra según la cual, a grandes rasgos, los pueblos hacen la guerra de acuerdo a sus formas de producción. Como resultado de las operaciones militares estadounidenses en Afganistán, cuya consecuencia fue un excesivo gasto y un alto costo de vidas, Frank Hoffman planteó hacia 2007 un nuevo escenario de conflictos bélicos que denominó guerras híbridas, que tienen como actores a los Estados y a una variedad de entidades no estatales que utilizan una diversidad de herramientas para influir y alcanzar sus objetivos.
Estas unidades políticas sin asiento territorial fijo utilizan capacidades múltiples, convencionales o no, tacticas y formaciones irregulares, actos terroristas —incluyendo coerción y violencia indiscriminada—, desorden criminal, económico y social, endeudamiento y desabastecimiento. Sus acciones operan sobre los objetivos de manera individual o simultánea en diversos campos, de forma paralela y con un criterio de daño sedimentario. El campo sobre el que las desarrollan puede ser una combinación del militar, el económico, el cultural o el psicológico.
En referencia al dominio, hace más de 40 años, Zbigniew Brzezinski planteaba la necesidad del ataque, por medio de la revolución tecnológica, contra el “recurso emocional” de un país, al que identificaba como el centro de gravedad de una sociedad. Ello posibilitaría la desintegración política mediante la creación de complejos de inferioridad, evitando sobre todo que proyectos y modelos colectivos o alternativos se consolidaran en su identidad.
En la denominada guerra de quinta generación (Concepto estratégico operacional en las intervenciones EEUU-OTAN desde 2009), no interesa ganar o perder sino demoler la fuerza intelectual del enemigo valiéndose de cualquier elemento o combinación de ellos para operar sobre el centro de gravedad de una población doblegando su voluntad al efecto de instalar el escenario necesario para la obtención de recursos. Hoy, no es necesario llevar adelante la guerra mediante conflictos armados de gran escala sino a través de un sistema de herramientas de origen público o privado que, respondiendo a intereses concretos, permitan sostener la hegemonía de poder.
Planteados los escenarios y actores en la evolución de los conflictos, hoy nos encontramos en una variante colateral de las guerras híbridas, un desafío entre los intereses de las corporaciones multinacionales versus los de los países soberanos.
Bancos, biotecnología, pandemia; sólo falta el Capitán Garfio
BlackRock World Healthscience, State Street Corp. y Vanguard Group, fondos de inversión con sede en EEUU y alcance global, representan colectivamente un promedio del 25% de las acciones votadas en las elecciones de directores de las 500 empresas estadounidenses más grandes que constituyen el índice bursátil S&P 500, lo que incluye ocho empresas de biotecnología y nueve compañías farmacéuticas que producen medicamentos humanos.
Estos grupos forman parte de los conocidos fondos distressed o holdouts, más conocidos en la República Argentina como “fondos buitre”. Estos fondos de capital de riesgo que compran deuda de economías en problemas, cercanas a la quiebra, para posteriormente presionar y cobrar la totalidad del valor más los intereses por los años adeudados, son una herramienta de control y presión sobre los Estados Nación.
La farmacéutica Pfizer, con sede en New York, fundada en 1849 por los primos Charles Pfizer y Charles F. Erhart, inmigrantes alemanes, es actualmente propiedad de los fondos de inversión Vanguard Group, State Street Corporation, Capital Research, BlackRock World Healthscience y el fondo soberano de Noruega, además de otros inversores menores.
El mundo de los negocios no repara en gastos y es así que nos encontramos que Larry Fink, CEO de BlackRock es además dueño de dos grandes empresas: Constellis Group (Ex Blackwater) y la firma Apollo Global Management. Ambas han lucrado a través de la manufactura de armas, detención de inmigrantes, cárceles privadas, y en el caso de Constellis, acciones bélicas en el rubro denominado contratistas es decir, mercenarios.
No soy de aquí ni soy de allá
Durante la actual crisis del Covid-19 estas unidades políticas sin asiento territorial, han realizado operaciones que debilitaron las políticas sanitarias de varios Estados desatando profundas crisis sobre todo en la Unión Europea y Latinoamérica, mediante el incumplimiento de acuerdos y contratos; claro ejemplo de eso es lo sucedido en nuestro país con la firma Pfizer.
El caso de Pfizer o de AstraZeneca en Europa merece un análisis comparativo con movimientos tácticos propios del escenario bélico en Siria, donde la aparición en escena de fuerzas militares rusas e iraníes hizo que el conflicto cambiara de dirección.
Más allá de las 500.000 muertes habidas por Covid-19 en la Unión Europea en un año frente a casi la misma cifra en 10 años de guerra en Siria, en Europa el ingreso de la vacuna Sputnik V y la china Sinopharm por los países del este (ante el visto bueno del gobierno alemán), implicó que la industria garante de la provisión de vacunas a los “Five Eyes” (Cinco ojos, de acuerdo a la Carta del Atlántico durante la guerra fría), Gran Bretaña, Canadá, EEUU, Australia y Nueva Zelanda incluyendo esta vez a Israel, dejara de especular y comenzara la producción para evitar la avanzada rusa y china.
Incluso en este contexto, las unidades políticas sin asiento territorial juegan sus fichas a conveniencia más allá de los acuerdos con las Naciones. Una investigación del Comisario de Mercado Interior y Servicios de la Unión Europea iniciado en la fábrica de la compañía Halix en Leiden, Holanda, sobre la capacidad de producción de los viales destinados a las vacunas (que duplicaba la cantidad de vacunas entregadas a la UE durante 2021), desencadenó el descubrimiento por parte de las autoridades italianas del acopio de 29 millones de dosis de la vacuna AstraZéneca en la planta de llenado de Anagni, Roma, que no habían sido declaradas.
Actualmente, la firma Halix forma parte de la cadena de suministro del Reino Unido. Queda claro el poder corporativo pleno aplicado en la escalada de un conflicto para obtener objetivos estratégicos de cara al futuro, por ejemplo, dominio de mercados.
Luego de los muertos, las deudas.
Un conflicto a nivel global como la pandemia dejó en evidencia las vulnerabilidades de los Estados Nación Occidentales por delegar la producción de insumos estratégicos en manos del sector privado que, no podía ser de otra manera, operó de manera especulativa. De acuerdo con el concepto de Brzezinski, se crearon expectativas a gran escala respecto de las capacidades de producción y acuerdos de compra. Dado que estas posteriormente no fueron cubiertas generó crisis en los planes de vacunación y tensiones en las sociedades por la falta de los insumos.
Clausewitz decía que el primer acto y el más decisivo de un estadista y jefe militar es saber qué guerra está librando para adaptar el objeto político a los medios a disposición. Hoy los Estados Nación Occidentales se encuentran en un estado de vulnerabilidad, sin los medios a su disposición para lograr sus objetivos, por lo que está condicionado el margen de libertad de acción de que dispone. El centro de la cuestión es la ausencia de respuestas de una industria estratégica como lo es la farmacéutica, a merced de las corporaciones internacionales y su conglomerado de grupos de inversión quienes, como buenos buitres, esperan desplegar su otro campo de acción sobre el nuevo endeudamiento de los países en vías de desarrollo.
Los organismos internacionales como el Banco Mundial han dispuesto créditos, incluso hasta el año 2023, para la compra de insumos destinados a hacer frente a la pandemia. Insumos que, como en el caso de las vacunas, no se encuentran disponibles en el circuito productivo o son materia de especulación, lo que generará fracasos en las políticas sanitarias, crisis social, un incremento de la deuda externa y por consiguiente una mayor dependencia y entrega de soberanía.
Nos encontramos entonces en un escenario en el cual hay algunos Estados Nación Occidentales con altas vulnerabilidades y limitada capacidad de acción, con poblaciones susceptibles a conflictos sociales y escenarios futuros de endeudamiento. Todo ello implicará beneficios para los fondos de inversión que actualmente son los que direccionan las capacidades de la industria farmacéutica occidental a escala global, dentro de un marco estratégico que favorece a un segmento determinado de países incluídos en la vieja Carta Atlántica, generando los escenarios para las vulnerabilidades del resto.
Acerca del autor / Daniel Symcha
Licenciado en Bellas Artes, FBA/UNLP. Maestrando en Estrategia y Geopolítica de la Escuela Superior de Guerra UNDEF. Realizó posgrados y especializaciones en Gobernabilidad y Gerencia política (UDESA), Cultura Brasilera (UDESA), Gestión Cultural (FCE UNLP), Industrias Culturales (UNTREF), Comunicación Radiofónica (FPyCS UNLP) y Cultura Islámica (USAM) entre otros.