Economía

EL PAPEL DEL ESTADO EMPRENDEDOR

¿Otro capitalismo es posible?

Por Daniel E. Novak

Acerca del porqué la teoría económica ortodoxa resulta anacrónica para entender y explicar el capitalismo moderno

En forma similar al de esta nota se titula un libro recientemente editado en castellano de Mariana Mazzucato y Michael Jacobs, dos economistas del Colegio Universitario de Londres, ella con un perfil orientado hacia el debate doctrinario crítico y él abocado a la economía ambiental. El título del libro tiene un epígrafe en tapa por demás sugestivo y provocativo: “pensar por fuera de la ortodoxia”, y es una compilación de trabajos de varios autores, tales como Joseph Stiglitz, Dimitri Zenghelis, Colin Crouch, Carlota Pérez, Stephanie Kelton y otras/os.

Vale la pena también destacar, y se tomarán algunas citas en esta nota, dos libros anteriores de Mazzucato: Misión Economía y El Estado Emprendedor. Todos los encomillados de esta nota son citas textuales de estos libros que no serán referenciados como nota al pie en cada caso sino sólo a cuál de los tres libros pertenece para hacer más ágil la lectura: OC, por Otro Capitalismo; ME, por Misión Economía y EE, por Estado Emprendedor.

La idea central

La idea central de estos trabajos es que la teoría económica ortodoxa, hoy encarnada en el neoliberalismo post Consenso de Washington, es totalmente anacrónica e inadecuada para explicar y entender el capitalismo moderno. Si bien el enfoque de estos trabajos está referido al capitalismo de los países centrales, muchas de sus conclusiones son también aplicables a los países periféricos. 

El modelo ortodoxo ofrece un marco sencillo (y, por ende, atractivo) para pensar la economía y la política. Combina la elegancia matemática de la microeconomía clásica con afirmaciones plausibles sobre la macroeconomía. El hecho de que muchas de las propuestas políticas que se derivan de este modelo favorezcan a quienes ocupan posiciones de poder económico, le garantiza un poderoso control del discurso público”. (OC, p. 45)

En ME, Mazzucato encuentra cinco mitos insostenibles de la teoría ortodoxa:

  • Sólo las empresas crean valor económico en tanto el Estado sólo debe aportar seguridad e igualdad de oportunidades.
  • El principal objetivo del Estado debe ser corregir las “fallas de mercado”, como si los mercados de competencia perfecta fueran la salud normal y los oligopólicos una alopatía.
  • El Estado debe funcionar con las mismas pautas que una empresa privada.
  • La tercerización de servicios públicos ahorra dinero a los contribuyentes y reduce los riesgos de ineficiencia.
  • El Estado debe ser neutral e imparcial en la economía y no elegir ganadores para promover.

Sólo las empresas privadas crean valor

No hay duda de que los negocios (privados) crean valor y necesitan obtener beneficios, y deberían ser libres para hacerlo. La cuestión es entender cómo sucede esto. La economía habla de la función de producción. Explica cómo se crea valor dentro de la empresa (la teoría del valor de la microeconomía) mediante la combinación de capital (tangible, como la maquinaria, e intangible, como el conocimiento), la mano de obra y la tecnología. En los estudios empresariales se entiende que el valor se crea dentro de la empresa al juntar la experiencia de gestión, el pensamiento estratégico y una división dinámica del trabajo entre los empleados (que cambia según las circunstancias). (Pero) lo anterior ignora el importantísimo papel del Estado en la creación de valor, y su asunción de riesgos en el proceso.” (ME, p. 43)

Las empresas no crean riquezas por sí solas. Hoy en día ninguna empresa puede operar sin los servicios fundamentales que proporciona el Estado: escuelas y centros de enseñanza superior, servicios sanitarios y sociales, provisión de vivienda, seguridad social, sistemas de residuos… (Así) el resultado económico es coproducido por la interacción de agentes públicos y privados, y ambos se ajustan y a la vez contribuyen a condiciones sociales y ambientales más amplias.” (OC, p. 50/51)

Según la visión económica ortodoxa, el sector privado es aquel que lleva adelante la innovación y la política estatal debería limitarse a la investigación científica básica. Pero… de hecho, el Estado moderno, …, ha impulsado la innovación en múltiples campos… Mazzucato aboga por un Estado Emprendedor que invierta en la innovación para enfrentar los grandes problemas de la sociedad, como el cambio climático y la atención médica de las personas mayores.” (OC, p. 40)

Las “fallas del mercado”

El ortodoxo “no es un modelo adecuado para entender cómo funciona el capitalismo, ya que los mercados no son estructuras simples que se comportan tal como establecen los manuales de economía, y la falla de mercado no es un concepto útil para analizar los principales problemas del capitalismo o cómo enfrentarlos. Estas teorías idealizadas ignoran muchas de las características centrales del capitalismo o las tratan como imperfecciones, en vez de características estructurales y sistémicas”. (OC, p. 45)

La noción ortodoxa de competencia entre empresas es igualmente engañosa. Muchos de los mercados más importantes del capitalismo moderno tienen la forma de oligopolio y están caracterizados por economías de escala y efectos de red que conducen a la concentración y benefician a quienes ya tienen una posición dominante.” (OC, p. 47)

En resumen, los mercados no son abstracciones idealizadas, sino resultados concretos y diferenciados que surgen de diversas circunstancias. Al contrario de los economistas ortodoxos, que afirman que las leyes de la economía son como las leyes de la ingeniería: un mismo conjunto de leyes funciona en todas partes, en la realidad hay muchas clases diferentes de comportamiento de mercado, y distintas variedades de capitalismo.” (OC, p. 48)

Pero la ortodoxia encontró su respuesta a estos planteamientos; “en las décadas de 1960 y 1970 … surgió una nueva teoría que ponía en duda cualquier corrección del mercado llevada a cabo por el Estado y abogaba por que el papel estatal fuese más limitado: afirmaba que el fallo del gobierno es más peligroso que el fallo de mercado.” (ME, p. 46) Según este planteamiento, la falla de mercado es una condición necesaria pero no suficiente para la intervención gubernamental; sólo es suficiente si los beneficios de la intervención superan a los perjuicios ocasionados por la falla del mercado.” (ME, p. 47)

Sin embargo, esta ingeniosa defensa sigue basándose en la idea de que los mercados tienen fallas cuando no se comportan como supone la teoría ortodoxa (competencia perfecta entre oferentes y demandantes, ausencia de posiciones dominantes, información transparente en ambos lados, no diferenciación de productos por marcas, etc.), características hoy estructurales de casi todos los mercados del capitalismo moderno. La que en realidad sigue teniendo fallas es la teoría microeconómica ortodoxa que no es capaz de explicar el funcionamiento de los mercados reales si no es como excepciones a una lógica hipotética inexistente.

Privatizar ganancias socializando pérdidas

Muchos autores aciertan al destacar que las crisis financieras y los subsiguientes rescates son la prueba de que estamos operando en una economía que socializa los riesgos y privatiza los beneficios, de tal forma que enriquece a las élites a expensas de todos los demás. Los rescates pusieron de manifiesto que el sector financiero actúa sobre la economía como una sangría potencialmente parasitaria que estamos obligados a aceptar. En el sector financiero, los bancos han cortado el riesgo muy fino, lo han comercializado y lo han rentabilizado tantas veces que su participación en los beneficios sobrepasa con creces la de la <economía real>. Las empresas financieras han crecido hasta alcanzar tamaños absolutamente incomprensibles y se han insertado de manera tan profunda en la economía global que se consideran <demasiado grandes para caer>; a muchos les inquieta que, con independencia de su temeridad, el hecho de que su supervivencia sea esencial les asegura que la próxima vez que colapsen el Estado las rescatará … Y sea justo o no, están situadas para ganar cuando la tendencia es alcista, pero también cuando las cosas van mal. Debería revisarse el hecho de que los tipos de interés se contabilicen en el PIB como <servicios> proporcionados por el sector de intermediación de riesgos, ahora que sabemos quién asume el riesgo real. Los intereses son, en este sentido, una mera renta. Usura.” (EE, p. 248)

La idea heredada es que los banqueros asumen riesgos muy elevados y cuando estos riesgos generan un beneficio deben ser recompensados, ya que <se lo merecen>. Una lógica parecida es la que se utiliza para justificar los beneficios desorbitados que los accionistas poderosos han obtenido en las últimas décadas, que han sido otra fuente importante de la creciente desigualdad. La lógica de este aserto es que los accionistas son los principales tomadores de riesgo, ya que sólo consiguen beneficios una vez que se ha pagado a todos los demás actores económicos… al menos esta es la teoría. (EE, p. 250) 

Un Estado protagónico y emprendedor

“Las políticas públicas no son intervenciones (del Estado) en la economía, como si los mercados existieran independientemente de las instituciones públicas y de las condiciones sociales y ambientales en las que se insertan. La tarea de las políticas (públicas) no es sólo corregir las fallas de unos mercados que de otro modo serían libres. Se trata más bien de ayudar a crear los mercados y darles la forma para lograr la coproducción y la distribución justa del valor económico. El rendimiento económico no puede medirse simplemente por el crecimiento a corto plazo del PBI (producto bruto interno), sino que requiere mejores indicadores que den cuenta de la creación de valor a largo plazo, el bienestar social, la desigualdad y la sostenibilidad ambiental.” (OC, p. 54/55)

La idea de un Estado emprendedor pone de manifiesto que para permitir el crecimiento no sólo hay que ser <inteligente>, sino también <inclusivo>, lo que requiere una identificación y una comprensión más amplias de los agentes que asumen los riesgos necesarios para que se produzca dicho crecimiento. Por ejemplo, por lógica no deberían criticarse las bonificaciones bancarias utilizando argumentos contra la avaricia y la desigualdad que producen (a pesar de que éstas generen emociones poderosas). En lugar de esto, para argumentar en su contra debería atacarse la base lógica subyacente sobre la que se asientan; es decir, que tal compensación es un reflejo del riesgo asumido en el proceso de desarrollo económico. (EE, p. 250)

Una mejor comprensión del riesgo aporta valor al sector público en las actividades innovadoras. Proporciona de inmediato una lógica para que se produzca una distribución más colectiva de los beneficios, teniendo en cuenta que la innovación es el resultado de un proceso acumulativo, colectivo e incierto (y no sólo un proceso financiero especulativo con unos tiempos bien definidos). La necesidad de identificar mejor cómo la división del trabajo innovador se corresponde con una mejor división de los beneficios es fundamental para entenderlo. (EE, p. 251)

Para conseguirlo es esencial concebir la innovación como un proceso colectivo, que implica una división del trabajo extensiva que puede incluir a muchos participantes. Como base del proceso de innovación, es el Estado el que suele realizar las inversiones en infraestructura física y humana que los trabajadores individuales y las empresas serían incapaces de efectuar por su cuenta, tanto a causa del elevado nivel costos fijos que requiere la inversión en innovación como del nivel de incertidumbre que estas inversiones conllevan. (EE, p. 252)

Conclusiones

No es sencillo sintetizar en una nota los valiosos contenidos de estos tres libros; seguramente otros lectores habrían seleccionado otras citas tan o más importantes que las destacadas acá. Lo que resulta claro de este interesante enfoque es que cuestiona profundamente la concepción ortodoxa, sustento básico de la ideología neoliberal en boga, de que el rol del Estado en la economía debe ser secundario, limitándose a intervenciones sólo en el caso de que los mercados y los agentes privados no funcionen como imagina esa teoría económica sobre la base de supuestos irreales. Si tenemos en cuenta que esos mercados y actores se comportan de una manera distinta, lo curioso es que la propia teoría llevaría a la conclusión de que el Estado debe intervenir siempre.

Pero, además, lo que plantea claramente la autora de estos trabajos es que el rol del Estado no debe limitarse a la “intervención” en el proceso económico, sino que lo considera un actor protagónico y esencial para el funcionamiento del capitalismo contemporáneo. Es decir que no defiende un rol interventor, sino que postula y propugna un Estado protagónico en el proceso de desarrollo económico sustentable ecológica y socialmente hablando. Y concluye que tampoco basta con hablar del Estado Emprendedor, sino que hay que construirlo día a día, con instituciones gubernamentales que sean capaces de crear estrategias de crecimiento sustentable a largo plazo.

BIBLIOGRAFÍA

Mazzucato, M. (2021). Misión Economía. Buenos Aires: Penguin Random House Grupo Editorial.

(2022). El Estado emprendedor. Buenos Aires: Penguin Random House Grupo Editorial

Jacobs, M. y Mazzucato, M. (2023). Otro capitalismo tiene que ser posible, Buenos Aires: Siglo XXI editores.

Acerca del autor / Daniel E. Novak

Licenciado en Economía. Coordinador de la carrera de Licenciatura en Economía de la UNAJ y Profesor asociado en Economía de la misma universidad. Fue  Secretario de Industria y Desarrollo Productivo de Florencio Varela, Coordinador de Desarrollo Inclusivo del PNUD (2004/14), Subsecretario de Coordinación Económica de la Nación (2002/2004) y Consultor Económico de Empresas Industriales (1990/2001).

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