Notas

ACERCA DE UNA ENCUESTA DE ANALOGÍAS

Atentado, medios y opinión pública

Por Marina Acosta y Florencia Montecchia

El atentado a la vicepresidenta Cristina Fernández constituye uno de los acontecimientos más graves en la historia institucional de Argentina. Por eso, nos parece oportuno plantear algunas reflexiones que nos permitan analizar algunos fenómenos preocupantes que están sucediendo en el escenario actual. 

A estas alturas, resulta tautológico postular que el hecho no debe ser sólo comprendido en su singularidad si no que resulta imperioso ponerlo en relación con un contexto de proliferación de discursos de odio, cada vez más direccionados a la derecha y que instigan, legitiman y habilitan formas de violencia indiscriminada. Recordamos tristes imágenes de personas colgando bolsas mortuorias en las rejas de la Casa Rosada con los nombres de funcionarios cuyas ideas resultan diferente a la propia. Irremediablemente, asociamos esa iconografía a un doloroso pasado reciente que no queremos que se repita. Facilitar el espacio para difundir estas acciones sin repudiarlas implica una responsabilidad, aunque sea parcial, incuestionable. 

La última encuesta de Analogías (octubre de 2022) reveló que en la opinión pública hay una clara reflexión respecto de la intensidad y tonalidad que va tomando el debate de los asuntos públicos. Dentro de los datos que sostienen la afirmación se destacan dos: a) seis de cada diez encuestados/as cree que los discursos violentos en los medios de comunicación y redes sociales provocan una violencia mayor en la sociedad; b) para la mitad de la muestra, la sociedad en general se está derechizando “mucho o bastante” en sus opiniones. 

La mirada, entonces, recae tanto en el avance y radicalización de la extrema derecha en el país como en el rol que juegan los medios de comunicación en contextos de crisis. Analicemos cada uno de esos problemas para luego observar su impacto en las percepciones de la ciudadanía respecto del intento de magnicidio. 

El avance de la ultraderecha en Argentina sigue la línea de lo que ocurre a nivel global. Quizás su expresión más clara en Latinoamérica vaya desde el bolsonarismo en Brasil hasta el finalizado mandato de Donald Trump en Estados Unidos; aquí mencionamos el asalto al Capitolio en enero de 2021 en el que un grupo de seguidores del entonces presidente irrumpió en el Congreso con el objetivo de denunciar un supuesto fraude electoral y anular así la victoria de Joe Biden. 

Mucho se ha estudiado no sólo de la consolidación de la ultraderecha en la Unión Europea sino además de su preocupante institucionalización. El reciente triunfo de Giorgia Meloni en Italia se enmarca dentro de los avances que estas ideas han tenido en otros países como España, Francia, Polonia, Hungría, Alemania y Austria, por nombrar sólo a algunos. No obstante, en nuestro país creemos que su presencia está sobredimensionada por el espacio que la prensa concentrada le brinda a sus referentes. 

Si bien en los resultados de las elecciones legislativas en 2021, la extrema derecha logró resultados relativamente favorables en la Ciudad de Buenos Aires, no creemos por el momento que logre convertirse en una fuerza nacional que pueda romper la polarización política representada por las dos grandes coaliciones (Frente de Todos y Juntos por el Cambio). 

Sin embargo, su presencia en el espacio público mediático resulta un problema en tanto su discurso primitivo, negacionista, xenófobo, homofóbico y antiderechos se vuelve peligroso para la vida institucional. Con la premisa de oír “las dos campanas” y en pos de la libertad de expresión, banalizando así su real importancia, se terminan difundiendo discursos fascistas que deben ser repudiados. A los medios hay que pedirles responsabilidad también en la publicidad y amplificación de esa discursividad. 

En su sólido análisis sobre el fenómeno de la opinión pública, Jürgen Habermas demostró que en la Ilustración la prensa desarrollaba una función democratizadora: informaba para formar opinión. Nos alejamos de las visiones conductistas que ven a los medios de comunicación como manipuladores de las audiencias pensándola como un rebaño de ovejas- tal como sostenían las primeras teorías de la Comunicación- para pensar el poder que tienen en la definición de los temas para la discusión pública. En otras palabras, en su capacidad para direccionar el debate público y hacer énfasis en ciertos aspectos de los acontecimientos que narran y comentan diariamente. Allí reside, en efecto, su verdadero poder que es, en términos de Karl Otto-Apel, la condición sine qua non para actuar con responsabilidad.

El estudio de Analogías que citamos anteriormente también reparó en las percepciones de la opinión pública sobre el atentado a la Vicepresidenta. Otra vez, dos datos nos llaman la atención. Por un lado, que una buena parte de la muestra (44%) sostenga que los medios tergiversan la información sobre el hecho. Eso podría indicar que el público puede darse cuenta que en la tematización del issue no hay ni objetividad ni neutralidad axiológica. Con todo, más nos preocupa y nos lamenta que sólo para el 43% de los/las encuestados/as el intento de magnicidio sea considerado “muy o bastante” grave para la democracia argentina.

Sería reduccionista pensar que los medios tienen una responsabilidad plena en la percepción social sobre los acontecimientos que rodearon al atentado. En la década del setenta, Elizabeth Noelle-Neumann ya advertía que la lectura que los sujetos sociales realizan de la realidad se nutre tanto de la información que se recibe de los medios como de la que se recoge de la propia interacción social; esto es, la intersubjetividad. Es de esa intersubjetividad de donde la ciudadanía deduce, tal como muestra la evidencia empírica, la “derechización de la sociedad”. Tenemos, en este sentido, como lo han planteado los teóricos de la agenda-setting (1972) que el público mezcla sus propias convicciones y pensamientos con las informaciones que recibe de los media

Más aún, resulta innegable que desde hace años la figura de la ex Presidenta es objeto de diversas expresiones de violencia por parte de los medios. Basta con recurrir al archivo para encontrar su imagen violentada tanto desde el punto de vista verbal como del visual. No nos quedan dudas de que tal tratamiento no es inocente. 

En 2009, en un gran ejemplo de democracia deliberativa, el Congreso de la Nación sancionó la esperada Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que puso fin a la Ley de Radiodifusión de la Dictadura. Durante el gobierno de Cambiemos (2015-2019), a través de dos decretos de necesidad y urgencia, el presidente Mauricio Macri limitó la aplicación de tal ley y afectó, entre otras cosas, los derechos de las audiencias. A partir de la escalada de los discursos de odio- fomentados también desde los medios de comunicación- que generan climas de elevada intolerancia social y política, nos parece saludable que la sociedad en su conjunto vuelva a debatir qué tipo de comunicación quiere para el país. Un sistema de medios que avala este tipo de discursos es un sistema de medios cómplice y ya hemos aprendido que la calidad de una democracia también se define por la calidad de su sistema infocomunicacional.

Acerca de las autoras

Marina Acosta

Doctora en Ciencias Sociales (UBA). Docente e investigadora de la Universidad Nacional Arturo Jauretche. Coordinadora del Grupo de Estudios de Comunicación Política en América Latina del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC, Universidad de Buenos Aires). Directora de Comunicación de Analogías.

Florencia Montecchia

Cursó la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación (UBA). Integra el Grupo de Estudios de Comunicación Política en América Latina del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC, UBA).

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