Cine y política, Dossier Malvinas

MALVINAS Y LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA

Sobre “Tras un manto de películas” de Mariano Ameghino.

Por Rafael Ruffo

Trabajar con el cine y otras producciones audiovisuales como fuente de investigación es un recurso muy interesante para el historiador, porque las películas contando historias pueden, a veces, contar la Historia, así, con mayúsculas. El libro de Ameghino analiza una serie de producciones audiovisuales que nos permiten descubrir los distintos modos de presentar la guerra de Malvinas y su rol en la transición de la dictadura a la democracia.

En este sentido es un libro que analiza discursos, lenguajes que circulan en la sociedad. Entre estos, los del cine argentino que dan cuenta de las disputas por el sentido alrededor de la cuestión particular de Malvinas. Cada una de las películas analizadas se presenta como un encuadre interpretativo de la misma; ellas nos dirán, alternativamente, por ejemplo: “Malvinas fue una locura militar” o “una gesta patriótica”; “los soldaditos eran pibes que pasaron hambre y frío” o “fueron verdaderos soldados que dieron la vida por la patria”; “Malvinas nos demuestra que transitamos una independencia inconclusa desde 1833” o “La derrota en Malvinas nos trajo la democracia”. 

El autor nos propone viajar en el tiempo para redescubrir los contextos en los que las producciones fueron exhibidas para poder entender a la sociedad argentina de entonces. 

Editado por Punto de Encuentro Editorial, el libro de Ameghino consta de 7 capítulos distribuidos en 182 páginas. Se revela como una investigación sociológica y se confiesa como un texto de historia. 

Para Ameghino, en un primer momento Malvinas fue la excusa para elaborar una investigación que diera cuenta acerca de cómo la interpretación del pasado reciente de la guerra había estado cimentado en las producciones audiovisuales que regaron de mensajes e imágenes a la sociedad de entonces. Sin embargo, a lo largo del proceso de la elaboración del libro, las charlas con veteranos y ex combatientes, los debates con sus compañeros, cambiaron el eje central de su investigación. Este pasó a ser Malvinas como origen de la transición democrática argentina y las películas como fuentes para entender los debates en torno de aquella.

Así, Malvinas se convirtió en el corazón del libro, descentrando al cine y la construcción de imaginarios. “De todos modos, hemos buscado una síntesis que nos permite mostrar que la fuerza de la imagen en movimiento ha sido central para dar cuenta de la puja por el sentido que el acontecimiento bélico ha tenido” sintetiza Ameghino.

Valga este ejemplo. La historia relatada en el libro comienza con una producción que se emite durante el año 1983 por Canal 13, Guerra en el Atlántico Sur. Todavía durante la dictadura militar, y a un año del acontecimiento bélico, la producción de Proartel es presentada por el presidente de la Academia Nacional de Historia, Enrique Barba, como un “documental oportuno por el patriotismo que lo anima y por el acierto en la concreción del mismo” ya que como dice Barba “el documental dice la verdad, no se ha perdido una guerra, en todo caso se ha perdido una batalla dentro de una guerra que lleva 150 años; La guerra del Atlántico Sur.” Tanto el documental como la introducción de Barba omiten las miserias de la guerra, los maltratos que sufrieron los conscriptos, y la improvisación militar y política que rodeó la decisión de entrar en el conflicto. 

Malvinas: la guerra que no vimos

Otro ejemplo interesante es el documental de Nicolás Kasanzew, “La guerra que no vimos”, que durante cinco entregas será transmitido en febrero de 1984 para la televisión por cable. Si hay que encontrar una frase que condensa el trabajo de Kasanzew en una de sus afirmaciones, esta es: “el pueblo argentino tiene que separar la paja del trigo, fue un acto de la dictadura pero fue una epopeya militar sin precedentes”. La serie se presenta como una bisagra entre lo que se decía durante la dictadura y lo que se va a empezar a denunciar ese mismo año en otras producciones que llegan a la pantalla grande.

Otro ejemplo de los primeros años fue la película “Los chicos de la guerra” de Bebe Kamín, basada en el libro homónimo de Daniel Kohn, una producción que se exhibió en las salas de cine con gran éxito y circulación. A diferencia de las anteriores, esta se encargó de denunciar los crímenes de la dictadura y a la guerra de Malvinas como uno de ellos. Fundamentalmente, el maltrato a los jóvenes en las islas que también eran reprimidos en el territorio continental. La de Kamín fue la obra que se convirtió en el discurso emblemático sobre la Guerra de Malvinas, obturando otros relatos y generando polémicas, sobre todo en torno al significante “chicos”. Para un sector de la sociedad, tratarlos como “chicos” los victimizaba y se invisibilizaba el heroísmo, la gesta y la justa lucha por la soberanía. Pero, para muchos, también fue otro crimen de la dictadura romper con la política de Estado de reclamar la soberanía en los estrados internacionales sin apelar a la fuerza, lanzando a la guerra a conscriptos mientras los profesionales de carrera militar no estuvieron a la altura de las circunstancias.

Los chicos de la guerra

Hubo que esperar mucho tiempo para poder ver un film de ficción que tratara integralmente el conflicto y contara con una realización de este tenor; ella recién llegará en 2004 con “Iluminados por el fuego” de Tristán Bauer. 

Ameghino recupera el estreno en septiembre de 1984 de la obra de Jorge Denti, “Malvinas, Historia de Traiciones”. En este documental, filmado en Londres  y Buenos Aires, se promueve la idea que la guerra fue un acto antojadizo de los gobiernos,  que las consecuencias las sufren los pueblos. Entrevistando a dirigentes sindicales de ambos países, denuncia el carácter colonial e imperialista de Gran Bretaña y Estados Unidos. Para Ameghino, el documental es una denuncia anticipada a lo que Ronald Reagan y Margaret Thatcher van a coronar como el Consenso de Washington, que en la década de 1980 condenó a los países del tercer mundo a más dependencia y hostigamiento. 

Malvinas: historia de traiciones

Ameghino se pregunta por qué este film de Denti no ha tenido tanta circulación y no es divulgado como el de Kamín. Y la respuesta es otra pregunta. ¿Acaso la sociedad de entonces estaba más apta a percibir discursos relacionados con la “teoría de los dos demonios” y la desmalvinización o la industria del cine sintoniza con el discurso dominante del momento? “Malvinas, Historia de Traiciones” propone denunciar a través de las voces de Pérez Esquivel, Madres de Plaza de Mayo y ex combatientes, el carácter colonialista e imperial de la guerra y emparenta esta lucha con la misma que entonces se estaba desarrollando en Centroamérica, en El Salvador y Nicaragua.

Luego, el recorrido histórico de producciones audiovisuales transcurre por “Argie” (1984) de Jorge Blanco que, junto a la obra de Alberto Fischerman “Los días de Junio” (1985), abordan la problemática de los militantes que se encuentran en la contradicción de apoyar la causa por la soberanía mientras el acto militar de recuperación era llevado adelante por una dictadura genocida. “Argie” representa una mirada sarcástica de lo que le ocurre a un exiliado argentino en Londres; la obra de Fischerman relata lo que acontece con militantes que sufren el exilio interno.

“Argie”

“Malvinas, Alerta Roja” (1985) de Eduardo Rotondo recupera la mirada castrense y relaciona los 72 días del conflicto bélico como parte de la independencia inconclusa que padecemos desde las invasiones inglesas de 1806, 1807, los sucesos de Vuelta de Obligado en la década de 1940 del siglo XIX, junto al bloqueo anglo francés; también enaltece el rol del coronel Seineldín. En esto dialoga con el documental de Kasanzew que también reivindica al polémico coronel, muestra de los discursos que subyacían en la sociedad de entonces.

El libro de Ameghino también analiza los fragmentos de la obra de Miguel Pérez, “La República Perdida II”, donde la voz del gobierno alfonsinista en formato de documental intenta dar una vuelta de tuerca a los acontecimientos de 1982. “Una maniobra de Galtieri para unir pueblo y gobierno”, aunque sin olvidar que el 30 de marzo de 1982 la CGT puso en jaque a la dictadura. Se subrayan los desaciertos del gobierno militar en el terreno de las negociaciones internacionales y se resalta el rol de la Fuerza Aérea. 

La obra de Miguel Pereyra “La Deuda Interna” es analizada como un film que no habla de Malvinas específicamente, pero relata la trágica historia de 20 años de nuestro país que en la vida del joven jujeño Verónico Cruz, nacido en 1962, que siempre anheló conocer el mar, tiene su primer contacto con el océano a bordo del Crucero General Belgrano y encontró la muerte en su hundimiento. El film de Pereyra muestra desde la mirada de un maestro rural de la Puna la ausencia del Estado, la desindustrialización, la violencia política y la censura. 

El análisis de Ameghino culmina con ¨La guerra que no vivimos”. Un episodio que Canal 13 emite en 1990, a ocho años de la guerra y dentro de la saga televisiva “La aventura del hombre”. El documental denuncia lo que otros omitieron: la guerra se vivió diferente en la Patagonia que en el resto del país. Prácticamente en Buenos Aires y otras grandes ciudades la vida continuó sin sobresaltos. De todos modos el documental es calificado por el autor del libro como “un collage plagado de contradicciones” ya que la producción utiliza fragmentos de aquel otro de 1983 donde se realza la gesta patriótica de los militares, mientras se entremezclan testimonios de familiares llorando a sus hijos caídos y la voz de un ex combatiente denunciando los crímenes de guerra.

Ameghino nos informa que el 60% de las obras de este período son films que nacieron en la pantalla grande, 10% emergieron bajo el formato VHS y el 30% fue pensado para televisión. Con mayor o menor circulación el 80% fueron difundidos en Argentina. Pero, las más taquilleras han sido “Los chicos de la guerra”, “La República Perdida”, “La Deuda Interna” y “Los días de junio”, en ese orden.

En seis de las diez obras, el director es además el guionista; y en siete de los diez casos se trata de óperas primas. En tres casos los directores estuvieron en el teatro de operaciones. Malvinas no pasó desapercibida para la mayoría de ellos dentro de su carrera profesional

Las películas de mayor circulación son tributarias de la imagen de los militares como represores, como ejecutores del Terrorismo de Estado y únicos responsables de la derrota bélica. Prevalece en ellas el eje de “guerra absurda”, “aventura militar” por sobre el de “gesta patriótica” o “discurso antiimperialista”. Y si bien esto es parte de la construcción que consolidó la democracia argentina en la década de 1980, también, y lamentablemente, se llevó consigo la posibilidad de resaltar el justo reclamo por la usurpación inglesa y la política colonialista de Gran Bretaña que desde 1833 ocupa territorio que no le pertenece. 

En definitiva, Malvinas y sus producciones audiovisuales nos colocan en un debate político vigente y apasionante, en el centro de “un laberinto patriótico”. Ameghino se pregunta ¿Cómo hacer para reivindicar nuestro derecho soberano sobre las Islas Australes, el Atlántico Sur con miras a la Antártida, sin enaltecer una operación militar realizada por una dictadura genocida que en todas sus políticas siguió el interés de los intereses imperiales y utilizó el sentimiento nacional para aunar fuerzas en pos de permanecer en el poder? Se trata, sin lugar a dudas, de una operación de creación de sentido políticamente necesaria, compleja e inacabada.

Acerca del autor / Rafael Ruffo

Rafael Ruffo

Profesor de Historia (UBA). Licenciado en Ciencias Políticas (UBA). Cursó Maestrías de Opinión Pública (UNSAM) y Políticas Públicas (UNSAM – Georgetown U.) Es docente titular ordinario e interino en la Universidades Nacionales Arturo Jauretche y de La Matanza. Subsecretario de Comunicación y Relaciones de la UNAJ

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