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EDIFICIOS DE LA UNIVERSIDAD

Manuel Ugarte, socialismo, antiimperialismo, peronismo

Por Charo López Marsano

Cada edificio de la universidad Jauretche tiene una placa que lo nombra. Personajes diversos.  El eco de esas vidas configuran los sentidos de la universidad. Los por qués que flotan en el aire de nuestra identidad. Historias malditas.

“Nacido en el seno de una clase que disfruta de todos los privilegios y domina a las demás, me he dado cuenta, en un momento de mi vida, de la guerra social que nos consume, de la injusticia que nos rodea, del crimen colectivo de la clase dominante y he dicho, rompiendo con todo lo que me podía retener: ¡Yo no me mancho las manos! ¡Yo me voy con las víctimas!”

Manuel Baldomero Ugarte

 

Manuel Baldomero Ugarte fue un escritor, político, periodista y pensador argentino que adhirió muy joven a las ideas socialistas aunque su principal preocupación, al igual que otros escritores latinoamericanos, fue la denuncia de la expansión imperialista norteamericana en la región. La relevancia de sus ideas radica en su propuesta de pensar la cuestión social junto con la cuestión nacional latinoamericana, los dos senderos del pensamiento que fueron esenciales a los movimientos emancipadores del siglo XX.

Nació el 27 de febrero de 1875 en cuna de oro. Sus padres eran tan ricos que cuando cumplió catorce años se trasladaron a París en ocasión de la Gran Exposición Universal, y allí se quedó Manuel para continuar con sus estudios de bachiller. En ese momento, nació en él su vocación por las letras y, a pesar de que volvió a Buenos Aires y editó aquí su primera revista literaria, a los veintidós años estaba de vuelta en Europa.

París, fin de siglo. Manuel es joven y tiene dinero en los bolsillos. Se deja llevar por la bohemia de una vida llena de fiestas y de amores fáciles, en un halo romántico que envuelve a los artistas. Ese ambiente de ideas flota en los cafés del barrio latino y lo habitan otros escritores latinoamericanos como Amado Nervo, Rubén Darío, Vargas Vila, Luis Bonafoux, Blanco Fombona y Francisco Contreras. Pero ese mundo se quiebra en 1898 con el estallido del acorazado Maine en la Habana, evidencia de la forma conspirativa mediante la cual los Estados Unidos terminan interviniendo en la guerra entre Cuba y España.

Ugarte quiere entender lo que sucede de primera fuente y en 1899 emprende viaje a los Estados Unidos y durante varios meses indaga en la sociedad norteamericana para llegar a la conclusión que publica tiempo después: “Basta un poco de memoria para convencerse de que su política tiende a hacer de la América Latina una dependencia y extender su dominación en zonas graduadas que se van ensanchando, primero con la fuerza comercial, después con la política y por último con las armas. Nadie ha olvidado que el territorio mejicano de Texas pasó a poder de los Estados Unidos después de una guerra injusta…” (El País, 19/10/1901).

Antes de regresar a Europa pasa por México y el contraste entre lo que acaba de ver y la injusticia social, la prepotencia de los “gringos” y el atropello de la ley por las empresas extranjeras lo afirma aún más en el convencimiento de que frente a la unidad de las antiguas colonias de América del Norte, solo puede responderse con el viejo sueño de los libertadores: la unidad de las naciones sudamericanas.

Vuelve a París cambiado, y al percibir ahora con más claridad el mundo convulso de ideas en que se desenvuelve la opinión francesa debido al caso Dreyfus, Ugarte se vuelca al socialismo. Dentro de ese marco lo atrae de manera particular la idea de Jean Jaurés de que “Las naciones son la condición necesaria del socialismo…La patria es necesaria al socialismo; fuera de ella no es nada, ni nada puede […] Si no se conoce profundamente la realidad nacional resulta inútil la mejor ideología” (Galasso, 1981).

Se dedica a tiempo completo a la escritura y en 1901 publica “Paisajes parisienses” con prólogo de Miguel de Unamuno; al año siguiente “Crónicas del boulevard” con prólogo de Rubén Darío y ese mismo año, “Cuentos de la pampa”. En 1903 publica “La novela de las horas y los días”, con prólogo de Pío Baroja. Colabora en las principales revistas y diarios de España y Francia y en algunos periódicos latinoamericanos.

Roto el destino familiar que le habían reservado, un Ugarte maduro vuelve a Buenos Aires en 1903 y adhiere al Partido Socialista:

“La sociedad no estará bien organizada mientras haya gentes que sufren, que carezcan de lo indispensable y vendan su vigor por un mendrugo…mientras la mujer sea una esclava y el obrero una bestia de labor, mientras junto a la privación de los unos, se alce la abundancia de los otros, mientras unos sufran para que otros gocen, mientras unos ayunen para que otros se atosiguen de manjares, mientras las gentes estén divididas en dos clases: una que vive para consumir y otra para producir; una que vive para divertirse y otra para trabajar; una que no crea nada y disfruta todo, y otra que crea todo y no disfruta nada. . .”.

Pero a poco de andar, Manuel percibe sus desacuerdos con la línea del socialismo argentino. La dirección del partido, encabezada por Juan B. Justo, ve con buenos ojos el expansionismo de los Estados Unidos en Centroamérica con el argumento del triunfo de la civilización sobre la barbarie. Una posición, si se quiere, cercana a la de los socialismos europeos que han resuelto su contradicción nacional mediante el conciliacionismo con las clases dominantes y poco a poco aceptan el colonialismo. La diferencia con la posición de Ugarte es que éste entiende que la cuestión nacional y el socialismo deben ser, en América Latina, necesariamente antiimperialistas y antioligárquicos. Momentáneamente, la cuestión se resuelve partiendo a Europa como delegado a la Internacional Socialista. Allí permanece unos años dedicado a la escritura y publica varias novelas y ensayos literarios y sociales. Participa de los congresos de la II Internacional en Amsterdam (1904) y en Stuttgart (1908).

Entre 1908 y 1909 se desarrolla en el socialismo argentino la polémica acerca de si la cuestión nacional y el patriotismo son reñidos con el socialismo o si, por el contrario, en América Latina resultan indisolubles. La publicación de un artículo de Ugarte en La Vanguardia desata el conflicto al plantear que “el socialismo y la patria no son enemigos, si entendemos por patria el derecho que tienen todos los núcleos sociales de vivir a su manera y a disponer de su suerte, y por socialismo el anhelo de realizar entre los ciudadanos de cada país, la equidad y la armonía que implantaremos después entre las naciones”. En ese mismo momento Juan B. Justo publicaba “Teoría y práctica de la historia” donde juzgaba beneficiosa la expansión norteamericana sobre México, Cuba y Puerto Rico,  puesto que “la civilización” ha llegado propendiendo al desarrollo de “ciudades florecientes” y mejorando las condiciones de esos pueblos” (Galasso, 1981). Debido a este entredicho, el partido le comunica que ya no será más el representante ante la II Internacional.

Pero de estas reflexiones surge en 1910 su aporte más recordado, “El porvenir de la América española”, en el que estudia el desarrollo desigual entre el norte y el sur americano y alerta contra la expansión del imperialismo norteamericano. Desde La Vanguardia le responden que tal peligro no existe y que “La injerencia de Estados Unidos ha comportado el progreso técnico en todos los órdenes de las actividades. Es que en el contacto de razas tienen que predominar los elementos mejores de la raza más civilizada”.

Ugarte no responde. Aun duramente cuestionado en su país, es una de las voces más escuchadas del continente y en el año 1911 emprende una gira por las principales capitales de América Latina para tener una visión de primera mano de cada realidad. En los meses siguientes recorre Cuba, Santo Domingo, México, Guatemala, Honduras, El Salvador, en Nicaragua no lo dejan bajar, Costa Rica. En 1912 es invitado a dar una conferencia en la Universidad de Columbia, luego a Panamá, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Montevideo. En todos los destinos pronuncia conferencias frente a multitudes, en estadios y teatros llenos. Su voz llamando a la unidad antiimperialista recibe el afecto y la aprobación de miles de hombres y mujeres latinoamericanas.

Pero a su regreso a Buenos Aires en 1913 surge nuevamente la polémica en el socialismo en torno a la enajenación por parte de Estados Unidos de una provincia colombiana para la construcción del canal de Panamá, del que dice La Vanguardia: “El canal de Panamá contribuirá probablemente al progreso de Colombia que entrará de lleno en el concierto de las naciones prósperas y civilizadas”. A esta altura sus diferencias son tan inconciliables que Ugarte es desplazado del partido.

En 1914, crea la Asociación Latinoamericana para luchar contra el imperialismo, y en 1915 el periódico La Patria, en el que define su posición, tanto sobre el imperialismo norteamericano como sobre el británico, y levanta un programa antiimperialista y latinoamericano, de industrialización, de nacionalismo económico, soberanía popular y cultura nacional (Galasso, 1981: 58). Ugarte declara su apoyo a la neutralidad en la guerra mundial y se desatan sobre él todas las acusaciones, germanófilo, afeminado, mujeriego: “Se llevó la injusticia hasta decir que no quiero a mi tierra. Se forzó la sin razón hasta propagar que soy el hombre que más daño ha hecho a la Patria”.

Sin embargo, cuando en 1918 los estudiantes de Córdoba se alzan contra el clericalismo y el autoritarismo, en el acto de la fundación de la Federación Universitaria Argentina, Manuel Ugarte es el orador principal después de los delegados estudiantiles. En 1919, sólo y altivo, emprende otra vez el camino de Europa. Primero se radica en Madrid y más tarde en la ciudad de Niza. Son años de calma, aunque permanece en contacto con la realidad latinoamericana y escribe para diversos medios.

 

 

Pero el dinero de su herencia empieza a escasear y su situación empeora con la crisis mundial del 1929 por lo que decide vender su casa en Niza y alquilar un departamento en París. En 1935, cuando su situación se torna angustiosa, Ugarte regresa a Buenos Aires.

Algunos amigos le piden que reingrese al Partido Socialista  y en su primera conferencia vuelve a la carga con el tema del imperialismo: el “Partido Socialista debe afrontar el problema del imperialismo…porque el imperialismo no es una ley ineludible de la especie, es un fenómeno que fluye de la organización social. La felicidad de unas porciones de humanidad no puede estar condicionada a la desgracia de otras porciones de humanidad” (Galasso, 1981: 69). Otra vez se genera una oposición a su persona, esta vez por su participación en Señales, el periódico de Scalabrini Ortiz, demasiado nacionalista para los socialistas y demasiado socialista para los nacionalistas.

Se radica en Chile y cuando otra guerra mundial reclama su postura  Ugarte levanta nuevamente la coherencia de su posición de neutralidad:

“No tengo vocación de tropa colonial y no me presto a que me movilicen en favor de intereses ajenos. Creo que debemos ser neutrales con el único ideal de preservar lo nuestro. Tenemos que crear una conciencia propia…Al terminar la guerra, cualquiera sea el resultado, correrán caballos locos sobre el mundo. Ni la neutralidad, ni la distancia nos amparan completamente. Nuestra misión no es optar entre la victoria de éstos o de aquéllos. Nuestra misión es preparar nuestra propia victoria…No hay que opinar colonialmente sino nacionalmente. Iberoamérica para los iberoamericanos”

En sus últimos años adhiere al peronismo con la convicción de que ese movimiento, sin ser socialista, representaba la revolución nacional que él mismo había postulado y regresa al país. Perón lo designa embajador en México y más tarde en Nicaragua y Cuba. Tiempo después, como Jauretche, como Carrillo, sufre la presión de los obsecuentes en el gobierno y, hastiado, renuncia al cargo pero no a las ideas que levantó toda la vida. Respecto del suceso, escribe:

“Durante sus largos años de actuación, el socialismo no fue más que un vanidoso parachoques de la burguesía. Perón ha realizado en poco tiempo, las más audaces esperanzas. Poco me importa que Perón me dé o me quite una embajada. Estoy con él por encima de todo interés, dentro del ideal superior y le acompaño en una obra superior a nuestro destino efímero”.

Vuelve a Europa, primero a Madrid y más tarde otra vez a Niza, a una casa alquilada. El 1º de diciembre de 1951 lo ven en la ciudad. Por la noche hojea el diario y hace algunas anotaciones manuscritas. El 3 de diciembre encuentran su cuerpo en la casa rodeado de un fuerte escape de gas. En Buenos Aires, aún en la muerte, los diarios se empeñan en ignorarlo comentando la noticia con breves líneas.

 

Bibliografía:

Norberto Galasso (1981), Manuel Ugarte, un argentino maldito, Buenos Aires, ediciones del Pensamiento Nacional.

Roberto Bardini, Manuel Ugarte, un profeta “maldito” y olvidado, en: http://www.elortiba.org/old/ugarte.html#Manuel_Ugarte,_un_profeta_maldito_y_olvidado__

Miguel Ángel Barrios (2007), El latinoamericanismo en el pensamiento político de Manuel Ugarte, Bilblos.

 

Obras de Manuel Ugarte

Palabras, Edición del autor, 1893.

Poemas grotescos, Edición del autor, 1893.

Versos, Edición del autor, 1894.

Serenata, Edición del autor, 1897.

Sonatina, Edición del autor, 1898.

Paisajes parisienses, Garnier. 1901.

Crónicas del boulevard, Garnier, 1902.

Cuentos de la pampa, Biblioteca Universal, Calpe, 1903.

La novela de las horas y los días, Garnier. 1903.

Las ideas del siglo, Folleto, Edición. Partido Socialista de la Argentina, 1904.

Visiones de España, Sempere, 1904.

Mujeres de París, Garnier, 1904.

El arte y la democracia,  Sempere, 1905.

Los estudiantes de París, López Editor, 1905.

Una tarde de otoño, Garnier, 1905.

La joven literatura hispanoamericana, Armand Colín Editor, 1906.

Enfermedades sociales, Sopeña Editor, 1906.

Vendimias juveniles, Garnier, 1906.

Burbujas de la vida, Sociedad Literarias y Artísticas Ollen-dorff, 1908.

Las nuevas tendencias literarias, Sempere, 1908.

Cuentos argentinos, Garnier, 1910.

El porvenir de la América Española, Prometeo Editor, 1910.

Manuel Ugarte y el Partido Socialisat, Documentos recopilados por un argentino. Edición del autor, 1914.

La verdad sobre Méjico,  Editorial “Un grupo de españoles”, 1919.

Poesías completas, Sopeña Editor, 1921.

Mi campaña hispanoamericana, Editorial Cervantes, 1922.

La Patria Grande, Editorial Internacional, 1922.

El destino de un continente, Mundo Latino, 1923.

El crimen de las máscaras, Sempere, 1924.

El camino de los dioses, Sociedad General de Publicaciones, 1926.

La vida inverosímil, Manuel Maucci, 1927.

Las mejores páginas de Manuel Ugarte, Araluce, 1929.

El dolor de escribir, Compañía Iberoamericana de Publicaciones, 1933.

Escritores iberoamericanos del 900, Orbe, 1943.

El naufragio de los argonauta, Zigzag, 1951.

La reconstrucción de Hispanoamérica., Coyoacán, 1961.

Acerca de la autora / Charo López Marsano

Charo López Marsano
Magister en Humanidades, Cultura y Literatura Contemporánea (UOC) y Profesora de Historia (UBA). Docente  e investigadora de la UBA, coordina  el área Cine e Historia del Programa PIMSEP (FyLL/UBA) y es investigadora UBACyT en Industrias Culturales (CEEED/UBA). Escribe sobre cine, política y memoria. Es coautora de los libros ¡Viva Yrigoyen! ¡Viva la revolución! La lucha armada radical en la Década infame (2017) y de El Atlas del peronismo. Historia de una pasión argentina (2019).

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