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EDIFICIOS DE LA UNIVERSIDAD

Manuel Savio, el hombre que supo cómo hacerlo

Por Gabriela Tedeschi

Cada edificio de la universidad Jauretche tiene una placa que lo nombra. Personajes diversos.  El eco de esas vidas configuran los sentidos de la universidad. Los por qués que flotan en el aire de nuestra identidad. Historias malditas.

 

 

Creo firmemente que confiar en que siempre, o alguna vez, la buena predisposición de otros pueblos pueda atenuar nuestra situación, es, sencillamente, atentar contra el porvenir argentino

General Manuel Savio

La del acero es una industria básica sin cuyo desarrollo no puede considerarse que un país ha alcanzado su independencia económica. Incluso se comprueba la verdad opuesta: cuando menor es el desenvolvimiento de esta industria, mayor es la dependencia que se tiene del extranjero, con las graves consecuencias que de estas circunstancias se derivan.

General Manuel Savio – 1946

 

El 11 de octubre de 1945 se produjo un hecho que marcaría un antes y un después en la industria siderúrgica argentina. En la provincia de Jujuy se puso en funcionamiento la primera planta industrializadora experimental de Palpalá, el establecimiento denominado Altos Hornos Zapla, confeccionado integralmente con hormigón armado a raíz de la carencia de materiales clásicos. Exhibía el primer chorro brillante de hierro, mostrando así que la primera fundición de arrabio argentino podía realizarse de manera exitosa.

El hombre que estuvo detrás de esta hazaña histórica se llamaba Manuel  Savio, un ingeniero militar, considerado como el “padre de la siderurgia argentina”, comprometido profundamente con el desarrollo industrial del país en base a la potenciación de los aspectos técnicos y científicos. La producción de acero hacía tiempo se había tornado estratégica, y Savio indicaba con claridad las políticas que debían seguirse para el desarrollo de la producción metalúrgica:

“Toda nuestra economía desarrollada sobre programas o planes de activación industrial no tendrá consistencia y presentará demasiados puntos débiles si no se asienta sobre la indispensable piedra básica constituida por la capacidad de producir acero”.

Su apuesta incansable para llevarla a cabo confluyó con los objetivos del gobierno peronista y, hacia el año 1947, resultó aprobado el Plan Siderúrgico Argentino mediante la Ley Nacional Nº 12.987, denominada también en honor a su impulsor “Ley Savio”. El objetivo era producir acero de alta calidad en el país para la industria de transformación y terminado y fomentar la instalación de plantas con exigencias de perfección técnica asociadas a los requerimientos productivos de la industria siderúrgica argentina.

Manuel Nicolás Aristóbulo nació en Buenos Aires el 15 de marzo de 1892. Su padre, Sebastián Savio, era italiano y su madre, María Grazzano, argentina hija de italianos. Entre 1899 y 1904 cursó sus estudios primarios en la Escuela de Graduados y completó su formación de bachiller en el Colegio Nacional Central de la Universidad de Buenos Aires en 1908. Al año siguiente, sorprendería a su familia con la decisión de ingresar al Colegio Militar de la Nación, de donde egresó como subteniente del arma de Ingenieros en diciembre del año del Centenario. Fue destinado al Batallón 5º de Ingenieros de Tucumán. Su primer jefe, Alonso Baldrich, quien estaba vinculado estrechamente al proyecto de desarrollo petrolero estatal de Enrique Mosconi, tendría una influencia importante sobre él. En el mes de octubre de 1913 ascendió a teniente y dos años más tarde a teniente 1º. A principios de 1917 se lo destinó al Batallón 1º de Ingenieros, convirtiéndose a partir de abril en Oficial Subayudante encargado de la instrucción de los cadetes  ingenieros del Colegio Militar. En agosto de 1920 inició su desempeño como profesor en la cátedra Metalurgia y Acción de Explosivos en el Curso Superior. Su brillante y ascendente carrera militar y su rol destacado como docente hicieron que el director del Colegio Militar, el entonces teniente coronel Agustín P. Justo, le denegara el mando de tropa que había solicitado, privilegiando de ese modo el rol de Savio en la formación de los futuros ingenieros. En noviembre de 1921 fue designado Jefe de Trabajos Prácticos del Curso Superior. Dos años después fue destinado como miembro de la Comisión de Adquisiciones en el Extranjero, con base en Bruselas, Bélgica, y encabezada por el coronel Juan Pistarini, cuya finalidad era la compra de materiales para el Ejército. Esa estadía de tres años en Europa sería fundamental en la trayectoria posterior de Manuel Savio. Tanto en Francia como en Alemania pudo observar, analizar y aprender las particularidades de las industrias asociadas con las actividades bélicas. Cuando regresó fue designado Jefe del Curso Superior y Especial del Colegio Militar y, posteriormente, profesor del Servicio de Ingenieros y de Organización Industrial Militar, de modo tal que su dedicación a la cátedra sería exclusiva.

Su primera gran obra fue la creación de la “Escuela Superior Técnica”, inspirada en el modelo de la Escuela Politécnica de Francia, lo que cristalizó su proyecto de formar profesionales que estuvieran capacitados para encarar el desarrollo de la industria nacional lo que, en definitiva, jerarquizaba y articulaba con la labor efectuada en los cursos de ingenieros.

Savio estaba convencido de que resultaba imprescindible para el país la creación de un organismo que fuera capaz de aglutinar las diversas fábricas militares existentes. En su rol de Director de Fabricaciones Militares volvió a plasmar nuevamente su visión estratégica, elevando al Poder Ejecutivo el proyecto de creación de la Dirección General de Fabricaciones Militares (DGFM).

La DGFM fue un organismo autárquico y centralizador creado por Ley Nº 12.709/41. Permitió coordinar los esfuerzos de las fábricas militares: Explosivos, Material de Comunicaciones, Acero y Pólvora, Equipos, Armas Portátiles, Tolueno Sintético, Munición de Artillería, Vainas y Conductores Eléctricos, Materiales Pirotécnicos, y Altos Hornos Zapla, entre otras.

El primer gobierno de Perón, a través del fomento de la producción de materias primas nacionales planteado en su Plan Quinquenal, le otorgó a la DGFM un protagonismo y responsabilidad considerable en lo que respecta al desarrollo de actividades de ciencia y tecnología en ese momento. El organismo efectuaba exploraciones y explotaciones en todo el territorio con el objetivo de hallar cobre, manganeso, hierro, wolframio, aluminio, uranio y berilio. Asimismo se le encargó el asesoramiento técnico-económico para los requerimientos específicos del Plan Siderúrgico, aprobándose la constitución de la Sociedad Mixta Siderurgia Argentina (SOMISA) para producir arrabio y acero en cantidades necesarias para satisfacer las necesidades del país y eventualmente para su exportación. También desde la DGFM se crearon otras compañías mixtas, como por ejemplo Atanor, Acindar y Siderca.

A pesar de los intentos en el segundo período de gobierno peronista  de impulsar el sector industrial y en particular SOMISA, el Plan Siderúrgico se vería aplazado por casi una década. Durante la presidencia de Arturo Frondizi (1958-1962) fue utilizado un préstamo de 60 millones de dólares que en 1955 el Eximbank le había concedido al gobierno de Juan Domingo Perón para financiar las adquisiciones de equipos y servicios en los Estados Unidos, con el fin de instalar de la Planta Siderúrgica “General de División Manuel N. Savio”, operada por SOMISA en la provincia de Buenos Aires.

La enfática defensa y apuesta de Savio por la industria metalúrgica local quedaría expresada en uno de sus aportes brindado en el marco del ciclo de estudios y conferencias de la Unión Industrial Argentina:

“O sacamos este hierro de nuestros yacimientos ya que los tenemos suficientemente promisorios, o renunciamos a salir de nuestra situación exclusiva de país agrícola-ganadero renunciando a alcanzar una mínima ponderación industrial, con todas las graves consecuencias que ello implicará en el futuro de la Nación”.

Manuel Savio propició a lo largo de su vida la idea de “movilización industrial” y ello implicó su apuesta constante a la organización de una industria nacional e integral como matriz fundamental de nuestro desarrollo, articulando la esfera civil, militar e industrial.

Debido a su temprana muerte, ocurrida el 31 de julio de 1948, no llegó a ver la realización plena de sus ideas. Sin embargo, su legado sería retomado y completado por el desarrollismo.

Esta semblanza de Manuel Savio nos permite reflexionar sobre algunas cuestiones de nuestra cotidianeidad. Por un lado, hasta qué punto resulta importante el factor político en la toma de decisiones para configurar la autonomía e independencia del país. La trama que implica la formación de profesionales altamente capacitados para lograr un desarrollo de carácter nacional ¿se corresponde con los programas de estudio? ¿posibilitan estos una articulación adecuada con las necesidades de este proyecto de país?.

Subyace en las actividades diversas desarrolladas por Savio el rol del Estado como proveedor del financiamiento de proyectos industriales. Ello no fue sencillo. Savio tuvo que lidiar y defender sus ideas frente a quienes planteaban que no era lícito que el Estado hiciera la inversión para el desarrollo tecnológico porque ello implicaría “competencia desleal” para los industriales.

Su obra tiene una actualidad inusitada, interpela a quienes valoran la capacidad soberana de las naciones y expone la opción del desarrollo industrial al mero sostenimiento de un modelo agroexportador que, aunque aggiornado al siglo XXI, evidencia que su grado de viabilidad parece estar en constante tensión con los objetivos que propugna inicialmente.

Bibliografía

Anales de Legislación Argentina.
Argentina-Gobierno (1946) Plan de Gobierno 1947-1951, Secretaría Técnica, Buenos Aires.
Argentina-Gobierno (1953) Segundo Plan Quinquenal, Subsecretaría de Informaciones, Buenos Aires.
DGFM (1948) En memoria del General de División D. Manuel N. Savio, Buenos Aires.
Dorfman, A (1983) Cincuenta años de industrialización en la Argentina 1930-1980, Buenos Aires, Ediciones Solar
Larra, R (1980) Savio, el argentino que forjó el acero, Buenos Aires, Ediciones Ánfora.
Rouquié, A (1986) Poder militar y sociedad política en la Argentina, Tomo I, Buenos Aires, Hyspamérica.
Savio, M. (1974). Obras del Gral. Manuel N. Savio, Buenos Aires, SOMISA.
Villanueva, R (2008) Historia de la Siderurgia Argentina, Buenos Aires, Eudeba.

Acerca de la autora / Gabriela Tedeschi

Licenciada en Historia (UNLu). Maestranda en Ciencias Sociales (UNLu). Docente de PHA y HEPSA (UNAJ) e Historia Social General (UBA-FCS). Investigadora de las políticas de ciencia y tecnología e YPF durante el peronismo (1943-1955)

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