Economía

PENSAMIENTO ECONÓMICO NACIONAL

Casilleros a completar

Por Norberto E. Crovetto

Decía Arturo Jauretche en unas conferencias brindadas en la Universidad Nacional del Sur entre el 20 y 22 de mayo de 1974, en tiempos de fuertes turbulencias entre las ideas y la realidad: “La idea de formar un país a imagen y semejanza de otros es una idea absolutamente colonial pero que no debe pertenecer a los colonizados”

Esta afirmación es significativa para el pensamiento económico: la “razón económica” sólo puede ser concebida desde una historia y una territorialidad. El nacimiento del pensamiento económico autónomo, desgajado de los contextos filosóficos, surge en plena época colonial a raíz de la consolidación del capitalismo europeo. Adam Smith es el intérprete de esta nueva realidad. Modifica el concepto de “riqueza”, que ya no será más un sinónimo de la acumulación crematística sino de una mayor disponibilidad de bienes por una Nación. Este objetivo de aumentar la producción continuamente requiere expandir la inversión, la acumulación de capital, la capacidad de producción, todos sinónimos para el pensamiento económico. Y es una razón históricamente europea que nace con la modernidad y la ilustración; se extiende como verdad planetaria a los pueblos conquistados y, así, la economía debía pensarse a su imagen y semejanza.

Pero la realidad del mundo colonial se negaba a aceptar esa verdad que no era más que un “préstamo cultural”. Si es complicado reconocer la relación entre las nuevas ideas y las modificaciones de la estructura social de la Europa de entonces, es mucho más complicado referirla a la estructura social de las colonias hispanoamericanas, donde esos cambios estaban en gran parte ausentes. El surgimiento de un nuevo dominio centrado en Inglaterra que, doblegando al Imperio Chino, organiza un sistema mundial donde ahora las colonias, en tanto tales o independizadas, forman parte de un formidable sistema productivo de continua expansión de la riqueza.

La comprensión de esa relación, el ponerle un nombre, correspondió al pensamiento nacional con Alejandro Bunge y Raúl Prebisch; su capacidad de interpretación de la realidad se potencia al abarcar a toda América Latina. Pero ese nombre, relación centro-periferia, surge de una larga evolución desde la propia etapa colonial. La primera evidencia de este divorcio entre las ideas y la realidad, como dirá después Marcelo Diamand, surge de pensadores españoles de los siglos XVI y XVII analizando los problemas que enfrentaba la economía española luego de la afluencia de metales preciosos de América. Dirá Richard Cantillon a mediados del siglo XVIII : “Cuando una abundancia demasiado grande de plata de las minas ha disminuido los habitantes de un Estado y acostumbrado a los restantes a unos gastos demasiado grandes, llevado el producto de la tierra y el trabajo de los obreros a precios excesivos, arruinado las manufacturas del Estado por el uso que hacen de las extranjeras los propietarios de la tierra y quienes trabajan en las minas, la plata producida en las minas pasará necesariamente al extranjero para pagar lo que se importa(…). Y un tiempo después, hacia fines de ese siglo, el escritor criollo Juan P Vizcardo y Guzmán sostendrá: “Desde que los hombres comenzaron a unirse en sociedad para su más grande bien, nosotros somos los únicos a quienes el gobierno obliga a comprar lo que necesitamos a los precios más altos, y a vender nuestras producciones a los precios más bajos. (…)  Y como para suplir nuestras necesidades esta tiranía mercantil podría forzarnos a usar nuestra industria, el gobierno se encargó de encadenarla”. 

Por esos años, lanzaba sus primeras ideas quien fue, quizás, el primer economista latinoamericano: Manuel Belgrano. En sus escritos, sus ideas se enfocan hacia el desarrollo productivo, primero del virreinato y luego de las Provincias Unidas del Río de la Plata, trascendiendo la “tiranía mercantil”. En sus artículos de setiembre de 1810 muestra los principios para organizar una economía productiva independiente. Es una visión anticolonial que se nutre adaptando ideas liberales, fisiócratas y tardo-mercantilistas, como sugería Jauretche.

Con la independencia consolidada, las ideas económicas oscilaron entre el librecambismo sostenido por el poder político de los sectores enraizados al sistema mundial y el proteccionismo de aquellos que veían amenazadas sus economías.

En la década de 1870, con la crisis mundial que impacta a la economía nacional en los precios de nuestras exportaciones de lana, la idea de compensar la caída internacional con una demanda interna no tardó en ser planteada. Vicente F. López fue el encargado de defender estas ideas en el Congreso con la discusión de la ley de Aduanas y fueron apoyadas por Miguel Cané, Carlos Pellegrini y otros representantes de la generación del 80. 

El acuerdo entre “el campo y la industria” centrado en la actividad textil no duró mucho. Un cambio tecnológico, el surgimiento del frigorífico, provocó el cambio hacia la producción de carne. El librecambio nuevamente comienza a ser la idea dominante. 

A raíz de los conflictos sociales de los comienzos del siglo XX. Joaquín V. González, ministro de Julio A. Roca, contrata a Juan Bialet Massé para que realice una investigación sobre “la situación de la clase obrera”. El notable informe reivindica la capacidad del obrero y el campesino argentino para producir y formular nuevas ideas y adaptaciones de tecnologías y sistema de producción venidos de los países centrales. Los eslabones del pensamiento económico nacional se continúan con Bunge y Prebisch. El primero sostendrá que se requiere una nueva Argentina industrial en un sistema-mundo en conflicto, la primera gran guerra. Y Prebisch en un artículo de 1921 (contaba con 21 años) realiza una crítica a Juan B. Justo sosteniendo que la emisión excesiva en las últimas décadas del XIX  fue el resultado del déficit comercial y de la crisis financiera mundial que exigía el pago de la deuda externa con sus intereses. Comienza la elaboración de un pensamiento crítico que dará pie a la formación del Estructuralismo Latinoamericano

Paralelamente, surge la primera organización política que tiene como propósito la construcción de un pensamiento nacional: FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina). Scalabrini Ortiz, uno de sus pensadores notables, analiza, entre otras cuestiones, cómo la crisis del centro hegemónico se “descarga” sobre nuestra economía y cómo los sectores aliados intentan aplicar ideas y políticas económicas a imagen y semejanza de las aplicadas por los países centrales, sin observar que se trata de situaciones a la vez opuestas y complementarias.

En ese periodo se alcanza una “masa crítica” de ideas propias que fue la base teórica de la política económica del peronismo. Parte de los equipos de Bunge y de FORJA fueron los que elaboraron y condujeron el proceso de industrialización. La teoría parecía interpretar nuestra realidad. Sin embargo, a poco de andar, las turbulencias originadas en la escasez de divisas y la inflación evidencian que la teoría no está completa, le falta comprender su propia dinámica. Este verdadero casillero vacío se intenta llenar en medio de un dominio creciente de las ideas ortodoxas impuestas por los países centrales. 

Surgen ideas relativas a la heterogeneidad estructural, a las causas estructurales de la inflación y a las modificaciones sociales consecuencia de la industrialización, que son marginadas de los centros académicos. Al inicio del siglo XXI vuelve a tomar fuerza la corriente nacional, inicialmente en el marco de las visiones críticas que surgían desde el centro. Se adiciona una nueva hipótesis que respeta la historia colonial de AL: la estructura productiva desequilibrada (EPD) enunciada por Diamand. La política productiva volvió al primer plano en medio de un cambio del paradigma productivo que tiene como eje a las grandes corporaciones mundiales ahora con sus objetivos de valorización financiera. La oscilación ha mutado de librecambio y proteccionismo a desequilibrio social y desequilibrio externo con inflación. El casillero sigue sin completarse. Y esto ¿de qué es producto? Y responde Jauretche en Política y Economía: “De que nuestra intelectualidad jamás pensó los problemas del país como originales, siempre se manejó con ideas hechas”.       

Acerca del autor / Norberto Crovettto

Licenciado en Economía (UBA) profesor de Historia del Pensamiento Económico (UNAJ y UndAv), de Historia del Pensamiento Económico Nacional (UNAJ) y Teoría Económica en América Latina (UndAv, CCC de Historia).

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