Economía

EN TORNO AL PROBLEMA DE LA RESTRICCIÓN EXTERNA

La ambigüedad de la inversión extranjera

Por Norberto E. Crovetto

Se sostiene que las empresas multinacionales se estarían yendo del país y al mismo tiempo se anuncia que habría un aumento de la inversión extranjera. Beneficios y perjuicios de la IED en relación al problema de la restricción externa

En la historia han sido comunes las controversias enmarcadas en teorías que, al decir de José C. Chiaramonte, son un “préstamo cultural”, y que evidencian su divorcio con la realidad. En estos días se instaló en los medios una polémica respecto de las inversiones extranjeras en la Argentina, donde por un lado se sostiene que las empresas multinacionales se están yendo del país y, por el otro lado, que hay un aumento de las inversiones extranjeras. Desde un punto de vista estadístico las dos afirmaciones pueden ser ciertas. En general, y sucede todo el tiempo, en cualquier economía hay inversiones y desinversiones; obviamente importa el resultado neto. Y esta tercera afirmación también es incompleta si el propósito es analizar la relevancia que puede alcanzar la inversión, tanto en general como específicamente la inversión extranjera directa (IED).

Para analizar sus efectos desde la perspectiva de los intereses nacionales y, si alzamos un poco más la mira, desde América del Sur, debemos observar tres cuestiones: i) el efecto de la inversión sobre la economía considerada como un todo, ii) su impacto en la estructura productiva y, iii) su dinámica en el tiempo. 

La inversión, desde la perspectiva macroeconómica, produce una expansión de la capacidad de producción y por lo tanto una mayor cantidad potencial de bienes disponibles para el consumidor. También su correspondiente aumento de la demanda de empleo, aunque no necesariamente proporcional en vista de que las nuevas “maquinarias” suelen ser ahorradoras de mano de obra. 

En segundo lugar, la inversión tratada desde un punto de vista macroeconómico, es una mirada demasiado abstracta para analizar su importancia. No tiene el mismo efecto que la inversión se realice en sectores de servicios financieros como bancos o entidades relacionadas (por ejemplo, Mercado Pago), cuyo aumento de la capacidad de “producción de un servicio” requiere de la producción de bienes. ¿Puede una mayor facilidad para hacer transacciones comerciales aumentar la demanda y con ello incentivar una mayor producción de bienes? La respuesta no puede ser unívoca; depende de otras variables, como el nivel de ingresos reales y su distribución, la política fiscal, la capacidad para importar insumos, etc. Pero distinta es la respuesta si nos preguntamos por una inversión que aumenta la capacidad de producción de vestimenta, cocinas, tractores o fertilizantes, cuyo resultado es naturalmente una mayor disponibilidad de bienes y empleo. 

En tercer lugar, se debe contemplar si dinámicamente ese aumento de la capacidad de producir y ofrecer mayor cantidad de bienes o servicios se sostendrá en el tiempo con su correlativo aumento de la demanda. Los modelos de crecimiento que habitualmente figuran en los manuales tratan de este problema, la necesaria correspondencia que tiene que haber entre aumentos en la oferta con aumentos en la demanda (modelos de Harrod-Domar, Solow, Barro, Sala i Martin, Lucas, etc.)

Desafortunadamente los países de América del Sur debemos agregar una restricción central: su impacto sobre el sector externo y la disponibilidad de divisas. La inversión aumenta la demanda de maquinarias, construcciones y servicios y por lo tanto aumenta la corriente de ingresos, gastos, y producción, cerrando el círculo inducido por la inversión. Esa mayor producción requiere de mayores importaciones para completar su elaboración. El aumento de la necesidad de divisas se consigue por dos medios: uno genuino, aumento de las exportaciones, y otro no tanto, por la deuda en divisas que genera (deuda externa), que es inconsistente a mediano plazo. Es la llamada “restricción externa”. En consecuencia, la inversión no tiene siempre el mismo efecto, depende de sus consecuencias sobre la disponibilidad de divisas.

¿Cuáles pueden ser los propósitos de la IED?  Podemos distinguir: i) sólo ofrecer bienes en el mercado interno, ii)sustituir importaciones, o iii)  aumentar exportaciones. En cada uno de los tres está la cuestión de la innovación y la transferencia tecnológica. En el primer caso su impacto agudiza los problemas de la restricción externa pues además de requerir mayores importaciones, como cualquier inversión, se le añade los pagos en divisas por el uso de la “tecnología importada” y por la transferencia de utilidades a sus “accionistas o dueños” del exterior. Por ejemplo, una IED para ofrecer el servicio de comida rápida (p.e. hamburguesas o pizzas). 

En el segundo caso, si bien la sustitución de un bien o un insumo que se importa puede producir un ahorro de divisas se debe analizar el balance en cada caso. Suele suceder que la suma de las necesidades de divisas por importación de insumos más las erogaciones por regalías y utilidades sean superiores al ahorro de divisas relativa a la sustitución. El caso típico es el de la industria automotriz, cuyo balance de divisas ha sido persistentemente negativo en nuestro país.

También en el tercer caso corresponde realizar el balance de divisas; el aumento de las exportaciones puede ser inferior a los requerimientos de las importaciones, las regalías y las utilidades giradas al exterior, como por ejemplo la explotación minera para exportar en “bruto”.

¿Qué sucede si no se considera adecuadamente el balance de divisas y las condiciones para la transferencia tecnológica? La mayor limitación en la disponibilidad de divisas impide que la economía mantenga el nivel de actividad alcanzado con la IED, perdiéndose el empleo generado por esa inversión.

Por último, suele también argumentarse a favor de cualquier tipo de IED su impacto positivo sobre el empleo. El mayor empleo se traduce en una mayor nómina salarial que será gastada en su mayor parte. En consecuencia habrá un incentivo a una mayor producción pero también de sus necesarias importaciones. Si esta mayor demanda de divisas no es compensada con mayores exportaciones el aumento del empleo quedará anulado por el ajuste producido por la restricción externa.

Por lo tanto, la discusión sobre si las empresas extranjeras invierten o desinvierten en nuestros países carece de sentido como indicador de éxito o fracaso de una política económica. Si no se realiza el balance de divisas se convierte en una pérdida de divisas similar a la “deuda externa”. Podríamos concluir, como decía Scalabrini Ortiz en Política Británica en el Río de la Plata (pág.14): La irrealidad alcanzó tal extremo, que los estadistas medían los grados de nuestra riqueza por el monto de las deudas que los banqueros extranjeros nos permitían contraer. «Nos han prestado dos millones de libras esterlinas. Es éste el mejor índice de nuestra prosperidad y de la confianza que la república despierta», decían con enormes titulares los diarios.

Acerca del autor / Norberto E. Crovetto

Licenciado en Economía (UBA) profesor de Historia del Pensamiento Económico (UNAJ y UndAv), de Historia del Pensamiento Económico Nacional (UNAJ) y Teoría Económica en América Latina (UndAv, CCC de Historia).

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