“[Para las multitudes argentinas] la lanza, el sufragio y el sindicato señalan sucesivamente los tres momentos de su historia”. Arturo Jauretche. Los profetas del odio y la yapa
En una de las abundantes notas televisivas realizadas en las concentraciones de sectores de clase media porteña afines a ideologías de derecha, los participantes muestran airados ante las cámaras la tarjeta del transporte y aclaran, convencidos de su superioridad, que a ellos nadie lo llevó, que llegaron por su propia cuenta a la concentración: «Vinimos con la SUBE. Acá nadie nos regaló un choripán» o «No quiero convencer más pobres para regalarles sánguches, choripanes y llevarlos en camiones. Quiero gente inteligente que pueda pensar y decidir». Más allá de la evidencia en el lenguaje de que los comprados con comida para asistir a las marchas son pobres -muy significativo el tema de los “camiones”- (y por contraposición ellos no lo son, ni pobres ni arreados), retengo el valor positivo a la “espontaneidad” individual.
Está comprobado que la valoración positiva de la espontaneidad en la acción colectiva se encuentra bastante extendida. Tanto en los medios de comunicación como en el sentido común del lenguaje lo espontáneo es más valorado, más legítimo, que lo organizado. Veamos algunos ejemplos de la transversalidad del sentido positivo de la espontaneidad.
En una reciente noticia de la BBC respecto del asalto al Capitolio por partidarios de Donald Trump la agencia de noticias hizo notar que había evidencias de que “el ataque no fue tan espontáneo”. Por lo que entendemos que en un primer momento había sido calificado así.
Otra noticia, de Bielorrusia, del 2020, informa que “(…) la mayoría de los bielorrusos que no temen el despido y consideran que, después del escandaloso fraude que Lukashenko cometió hace una semana, debe dimitir ya, se dieron cita de manera espontánea en otro mitin, esta vez de rechazo al todavía presidente, que reunió cuatro veces más participantes: al menos 200 mil personas frente a las 50 mil que por la mañana tuvieron que acudir al mitin de apoyo.” Doscientas mil personas reunidas de manera “espontánea” requiere una explicación más profunda acerca de qué consideramos espontaneidad.
En un marco ideológico diferente y casi antagónico se ha debatido el carácter espontáneo de la movilización obrera del 17 de octubre de 1945. Dado que la dirección de la CGT convocó a la huelga para el día 18, la polémica es sobre las características de la movilización del día 17. Y en ese sentido se ha sumado una valoración a la espontaneidad con las que las masas obreras habrían desbordado a sus dirigentes. El propio Juan Perón avaló esta perspectiva en una nota posterior firmada con el seudónimo Bill de Caledonia: “Nada de este movimiento fue organizado ni preparado (…) hasta que la clase trabajadora vio a su líder preso; después, espontáneamente, la masa se agitó y se puso en marcha (…)”. En una entrevista posterior, siempre refiriéndose al 17 de octubre, destacó el valor de la organización: “Los obreros estaban decididos a ‘parar el país’ y hacer una huelga general revolucionaria sin precedentes en la historia argentina.”
Por fuera de las confrontaciones políticas, la misma idea se aplica con una perspectiva similar. Véase esta noticia sobre el carnaval en Angola en la que se funde lo espontáneo con lo organizado: “Inicialmente, el Carnaval era un festival totalmente espontáneo, organizado por las asociaciones de los barrios de Luanda. A partir de 1975, se eligió el Paseo Marítimo de la capital como el centro donde confluirían todas las agrupaciones carnavalescas (…)”.
Hay dos maneras posibles de abordar el asunto: Una primera sería la disputa por el sentido del lenguaje que atribuye a lo colectivo/organizado un valor más devaluado respecto de lo individual/espontáneo. Se pueden organizar campos de sentidos afines que configuran una forma de identidad colectiva con referencia al opuesto. Hagamos el ejercicio desde la perspectiva dominante: espontáneo / ciudadano/ sectores medios/ individuo/ racional/ voluntario; contrapuesto a: organizado / afiliado / pobre / colectivo / irracional / forzado.
En este sentido, no es una casualidad que la díada antagónica espontáneo/organizado se halle presente en el pensamiento de Friedrich Von Hayek, el padre del neoliberalismo, con la misma perspectiva con que es tratado en el sentido común hegemónico. Hayek distingue dos tipos de orden, el creado y el espontáneo. Por orden creado entiende aquel que puede ser calificado de estructura, orden artificial u organización. Es un orden estructurado por fuerzas exógenas o ajenas al propio sistema. A este orden especial los griegos, según Hayek, le llamaron taxis. Para el autor, el orden taxis es típico en una economía planificada o dirigida. Por orden espontáneo, entiende aquel tipo de orden autógeno o endógeno y carente de fines, ya que no ha sido producto de ningún agente externo al sistema. 1
La segunda manera es tratar de identificar las distintas formas en las que se desarrolla la acción colectiva en la sociedad contemporánea para entender mejor las variadas características de la movilización social en las que están contenidos los conceptos de espontaneidad y organización.
¿Existe espontaneidad en la acción colectiva? ¿No está la misma definición de acción colectiva restringida a aquella concertada y contenciosa? ¿Es posible la confluencia inorgánica de miles de personas sin comunicación previa? En la era de la información a través de redes parece improbable. Sin embargo, son detectables acontecimientos en los que, precedidos del componente de la indignación basada en tradiciones y memorias en común, es dable observar lo “espontáneo” en la acción colectiva. La noche del 19 de diciembre de 2001, cuando el entonces presidente Fernando De la Rua decretó el Estado de Sitio, una memoria antigua de experiencias traumáticas comúnmente percibidas (violencia, represión, autoritarismo) provocó la indignación colectiva y activó una intensa movilización social en la forma de repertorios de protesta comúnmente rememorados (concentración, Plaza de Mayo, movilización, combate callejero). El evento descripto constituye la forma multitud de la acción colectiva. No se trata de la convocatoria organizada por un movimiento social preponderante (los sindicatos, por ej.) sino la confluencia de múltiples segmentos que confluyen por una demanda común, —en el caso que nos ocupa, la resultante del traspaso de una línea por parte de las autoridades que se considera un agravio, un límite a lo tolerable, enmarcado en lo que E.P. Thompson denominaría la “economía moral de la multitud”. 2
Lo que está en juego en la disputa política por el lenguaje es la confrontación con las formas de acción organizadas y formales de los movimientos sociales del pasado (sindicatos y de trabajadores de la economía popular). Y con ellos las características de disciplina, lealtad y narrativa épica en común que los caracteriza. Sus repertorios de acción están definidos por jerarquías legitimadas. Decía Arturo Jauretche que en el siglo XIX el caudillo era el sindicato del gaucho. Con la irrupción del peronismo a mediados del siglo XX, los sindicatos expresaron la mediación que estructuró ciudadanía y derechos políticos con las demandas laborales y sociales de la clase trabajadora y su identidad.
Las acciones colectivas pueden ser coordinadas de manera horizontal (lo que algunos llaman organización espontánea) o requerir la intervención de agentes externos, o ambas formas a la vez. La mirada individualista de que los pobres son arreados mediante extorsión no contempla la opción de la mediación de las organizaciones sociales y políticas en los reclamos populares.
No son pocas las personas bien intencionadas que confunden espontáneo con cierta frescura incontaminada de los sujetos colectivos: “Sin embargo, la consecuencia de esta valoración ha sido suponer que los sujetos populares actúan por impulsos coyunturales similares a los estímulos de acción-reacción, mientras lo que se oculta es la capacidad organizativa, las redes en las cuales se apoya la demanda, aun cuando esta parezca en algunas ocasiones una acción unísona, sin coordinación (…) Negar el potencial acumulado de saberes y los marcos de referencia de las acciones colectivas, solo puede ser explicado como una mirada externa a la dinámica de las mismas. 3
Las coordenadas del individualismo, con su cuota de soberbia, discriminación y racismo son atributos de la identidad de nuestros enemigos. Valorar positivamente el espontaneísmo como una suerte de virginidad ideológica de las masas, no solo niega el esfuerzo imaginativo de generaciones de organizadores populares, sino que les otorga razón a aquellos en la larga batalla por el discurso.
1 Moisés Gómez, “Crítica al concepto de “orden espontáneo” de Hayek”, revista Realidad n° 127, 2011; Hayek, F.: Derecho, legislación y libertad, Vol. I Normas y orden, Unión Ed. Madrid, 1978.
2 E. P. Thompson: Tradición, revuelta y conciencia de clase, Crítica, Barcelona.
3 Ernesto Salas. “Identidad y política”, en revista Forjando n° 1, 2012
Acerca del autor / Ernesto Salas
Licenciado en Historia, Universidad de Buenos Aires. Director del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Nacional Arturo Jauretche. Es autor de los libros: La Resistencia Peronista: La toma del frigorífico Lisandro de la Torre (1990), Uturuncos. El origen de la guerrilla peronista (2003); Norberto Habegger. Cristiano, descamisado, montonero (2011, junto a Flora Castro), De resistencia y lucha armada (2014); Arturo Jauretche. Sobre su vida y obra (Comp.) (2015) y ¡Viva Yrigoyen! ¡Viva la revolución! (2017, junto a Charo López Marsano).