En el contexto de la emergencia sanitaria provocada por el avance del coronavirus, la comunicación que está llevando adelante el gobierno es fundamental. Está enfocada al logro de un objetivo estratégico preciso: reducir la incertidumbre que provoca una crisis inédita e impensada.
Las medidas que viene tomando el gobierno de Alberto Fernández están recibiendo un importante apoyo de la opinión pública. Según el último estudio sobre información pública, comportamiento ciudadano y acción del Estado en el marco de la crisis por la pandemia del coronavirus de la consultora Analogías, la mayoría de los/las encuestados/as dijo contar con información necesaria para actuar en el caso de que sospeche que está contagiado (70%) y que además está informado sobre las medidas de prevención que tomaron las autoridades sanitarias (83%). Esto último se relaciona con la evaluación positiva que se hace sobre la comunicación que se está desarrollando (67%). Incluso el segmento que señaló estar más informado fue el de los mayores de 60 años: un 77% de ellos/ellas tuvo opiniones favorables sobre la información gubernamental.
Si bien se han observado algunas críticas al accionar del gobierno en materia de difusión de información en la etapa de prevención, sería difícil objetar lo que está haciendo en esta nueva etapa de contención de la enfermedad. Los datos empíricos permiten afirmar que la comunicación gubernamental es muy eficaz. El Gobierno nacional actúa bien en el plano comunicacional. Ofrece información oportuna y transparente pero también honesta y franca, tal como pide la Organización Panamericana de la Salud a los distintos países.
El Presidente no nos dice que tiene todo bajo control. Él y su ministerio de Salud nos explican cómo van transcurriendo las escenas de esta pesadilla y prefiguran cómo serán las que vendrán.
El estudio de Analogías también revela una gran inquietud ciudadana por el desarrollo de la pandemia. Ocho de cada diez encuestados/as dijo estar preocupado/a por las implicancias del coronavirus en la salud de la población; otros siete de cada diez cree que la sanidad pública está “poco/nada” preparada para enfrentar al COVID-19. Aún así, la mayoría asegura que en situaciones de riesgo sanitario, es el Estado el único que puede garantizar la salud pública por encima del mercado y las empresas privadas. Este dato central muestra que, a pesar de ser muchas veces criticado y atacado por las visiones neoliberales, el Estado continúa siendo una referencia insoslayable para la sociedad.
La confianza, advirtió con lucidez el sociólogo alemán Niklas Luhmann, es uno de los elementos fundamentales de los sistemas sociales ya que representa un mecanismo de reducción de la complejidad social que permite ofrecer seguridades presentes a planificaciones y orientaciones dirigidas al futuro.
La opinión pública percibe que, en esta situación inusual y que produce angustia por temor a lo desconocido, hay alguien que la está cuidando. A pesar de la incertidumbre (propia de todos los tipos de crisis), siente confianza respecto de lo que el gobierno nacional está haciendo para enfrentar a un enemigo invisible.
No se trata de una cuestión de fe. Los/las ciudadanos/as vemos que hay un Presidente que se ha puesto al frente de la crisis, que se asesora por un comité de expertos científicos y que sigue los lineamientos de una institución de gobernanza global como es la Organización Mundial de la Salud. No ha dejado lugar a las improvisaciones ni a las espontaneidades, tan características y recurrentes en la historia reciente.
Dos hechos políticos encadenados quizás estén creando la imagen de un liderazgo naciente. La inmediata y novedosa alineación de los principales medios de comunicación nacionales y, por sobre todas las cosas, el acuerdo alcanzado y sensatamente presentado con los gobernadores de todo el arco político al momento de “crear” la escena del anuncio de la cuarentena obligatoria el 19 de marzo. Una noche que quedará grabada en la memoria colectiva de los argentinos.
Alberto Fernández está mostrando un liderazgo fuerte en la conducción política de la emergencia sanitaria que, hasta ahora, resulta ejemplar. En la gestión de la crisis aparece rápido de reflejos, severo y a la vez comprensivo, como se ha podido ver con el lanzamiento de nuevas medidas sociales y económicas que buscan mitigar el impacto de la pandemia en los sectores productivos y en los segmentos socio económicos de menores ingresos.
El capital social y político que ha sabido ganar lo ha llevado a tomar una decisión drástica (draconiana creen alguno/as) y al mismo tiempo imprescindible, teniendo en cuenta la experiencia de países europeos que no han reaccionado a término y hoy se encuentran desbordados. La cuarentena social, preventiva y obligatoria sólo ha sido posible gracias al consenso que el Presidente ha logrado con los distintos partidos políticos. Pero también se debe, según sostuvo, a la irresponsabilidad de aquellos/as que aún no han mensurado los potenciales daños que el virus pueda provocar a la salud de todos/as. Cuentan que una vez el viejo y sabio Solón se dirigió enojado a los atenienses y les espetó: “Siempre son iguales. Cada uno de ustedes, individualmente, obra con la astucia de un zorro. Pero colectivamente son una bandada de gansos”.
En la Grecia antigua también nació la épica. Aristóteles se dedicó a explicarla en su famosa Poética. Allí la definió como el relato que hace un narrador de grandes hazañas que convierten a sus protagonistas en héroes. Desde que asumió el gobierno, el 10 de diciembre de 2019, muchos/as le han criticado al Presidente la falta de un relato épico que permita a los/las ciudadanos/as identificarse con su proyecto político. El tiempo, decía Heráclito, es un niño que juega con los dados. Probablemente, en estos días, esa épica se este empezando a construir.
Acerca de la autora / Marina Acosta
Doctora en Ciencias Sociales (UBA), Docente e investigadora de la Universidad Nacional Arturo Jauretche, Directora de Comunicación de Analogías