¿Cual es la mejor manera de ejecutar la política exterior? La decisión de última instancia, el error de la doble vía y las enseñanzas de Juan Perón. Una guía para entender las mejores prácticas para la defensa del interés nacional.
Al encarar el concepto política exterior normalmente nos referimos al conjunto de decisiones públicas que toma un Estado en función de la defensa de sus intereses nacionales y existió una confusión entre lo que se entendía por Política Exterior, Relaciones Internacionales, Diplomacia, etc. y también entre los que ejecutaban la Política Exterior.
Los argentinos, en especial el movimiento popular, tienen en Perón la figura que no solamente concibió una doctrina nacional sino que pudo llevar a la práctica su pensamiento y legar a las generaciones futuras un determinado concepto de ser nacional. Con la simplicidad y agudeza de su estilo, en todos sus escritos acerca de nuestro devenir, Perón remarca siempre que no olvidemos nunca que toda política es ante todo ejecución. Que de nada valen grandes enunciados si detrás de ellos no está la claridad, voluntad, equilibrio e inteligencia de los ejecutores acerca de lo que se proponen edificar. En Política Exterior esto es más complicado, por decir lo menos, pues estamos tratando con pares, países y pueblos soberanos, que son como los argentinos. A ellos se los debe respetar, pues es la única forma de ser respetados.
¿Quiénes deben estar al frente de estas políticas? Esto hace referencia de lleno al que está al frente del país, Presidente, Primer Ministro, etc. en su relación con el ministro de Relaciones Exteriores. En este punto me detengo y quiero referirme a dos ejemplos históricos que alumbran este aspecto de la conducción exterior. Digamos para aclarar que el diplomático es un negociador. También es necesario recordar que la diplomacia es una profesión esencialmente escrita. Por lo tanto la máxima conducción de un Estado debe confiar el puesto de ministro de Relaciones Exteriores al mejor cuadro de su máxima confianza. Deberá recordar siempre que el lugar del Presidente no es el de negociar; para ello ha elegido a quien lo represente, él se debe reservar para ser la última palabra. Sin embargo, en la historia muchas veces no ha sido así. Veamos:
En 1938, en pleno auge de Adolf Hitler y su ambición hegemónica en Europa, el Primer Ministro inglés Neville Chamberlain, un Tory representante de la derecha conservadora en el poder, decidió viajar y negociar con él un apaciguamiento de la situación europea. Es muy conocida la foto de Chamberlain descendiendo del avión de regreso a Londres, rodeado de periodistas al pie del mismo, declarando que estaba todo bien con Hitler y que la paz estaba asegurada. Menos de un año después, Alemania invadió Polonia dando comienzo a la Segunda Guerra Mundial. Se sabe por documentos recientes y en especial por un nuevo libro –Appeasement, escrito por Tim Bouverie-, de la poca formación que tenía Chamberlain sobre temas internacionales y en especial el hecho que fue él, como dijimos antes, la última reserva de la negociación. Para peor, trató con una contraparte que muchos ya presagiaban qué estaba pensando. Los conservadores ingleses coquetearon con Hitler en dichos momentos al igual que una parte de la realeza inglesa. En verdad, otra parte de los Tories se oponía, hay que remarcarlo, pero eran minoría.
Siguiendo con la necesidad de delegar y elegir al mejor y más confiable colaborador en Relaciones Exteriores, nos referiremos a un ejemplo más cercano. En este caso cuando la conducción superior desdobla el manejo de la política exterior. Me refiero al presidente norteamericano Richard Nixon, quien nombró a William Rogers como Secretario de Estado (Relaciones Exteriores), pero por personalidad, celos, ego, o lo que fuere, instaló al lado del Salón Oval de la Casa Blanca a Henry Kissinger. Por lo tanto, Nixon tomó todas las grandes decisiones de política exterior con Kissinger, manteniendo en la ignorancia absoluta a su secretario. Las negociaciones de la apertura con China de 1972 son un buen ejemplo. Solo un puñado de autoridades sabían de la negociación en marcha. Entre ellos, el propio Nixon, el presidente de Pakistán, Mao, Zhou Enlai, dos embajadores, Kissinger y pocos más. El operativo final, con el aval de los chinos, comenzó con una gira para confundir a todos, iniciada por Kissinger en los países bálticos y que finalizaría en Pakistán. A esa altura los periodistas que acompañaban se fueron bajando, fatigados de tanto oír en todas las capitales del mundo las conferencias. Una noche, estando en Pakistán, Kissinger alega que está descompuesto y se retira. Inmediatamente es reemplazado por un sosias e instalado en una casa pero a la vista lejana de los periodistas. Estos lo que observan es al doble de Kissinger descansando. Ello le permitió volar en secreto y llegar a Pekín sin que nadie, fuera del reducido círculo, estuviera enterado. Mientras tanto, en Estados Unidos, Nixon, por su parte, ha invitado a su Secretario William Rogers a su casa de veraneo en el oeste. Cuando están descansando, el presidente recibe la información de la llegada de Kissinger a Pekín y, recién entonces, Rogers se entera de las negociaciones con China del Enviado Especial para Asuntos de Política Exterior. Es de imaginar cómo se habrá sentido en ese momento.
A esta forma de actuar se denomina doble vía, o puerta trasera. Un arrepentido Kissinger, el mismo que con sus equipos provocó la caída de Salvador Allende en Chile, cuando asumió el puesto de Secretario de Estado en la segunda presidencia de Nixon, hizo la autocrítica de estos procederes y no las recomendó como forma de llevar adelante negociaciones.
¿Cuál es el peligro de esto? Confunde a los países con quienes se está negociando y también puede abrir dos frentes, pues las contrapartes saben de que si no consiguen algo por un lado, quizás lo hagan por el otro. Por lo tanto, un Presidente debe elegir a alguien de su máxima confianza. Si la negociación fracasa, lo mejor es reemplazar al ministro de Relaciones Exteriores pero nunca ejercitar la metodología del doble canal.
Lo mismo vale para el ministro al frente de su ministerio. Debe poner a los mejores. Aquí es necesario decir que en este tipo de conducción hay que evitar algunas enfermedades: hay que ser bueno, pero no hacer “buenismo”; hay que tener voluntad, pero no hacer voluntarismo. Perón dice -hablando de ser intransigente o no- que hay que ser intransigente sólo en los grandes principios y ser transigente en las otras cosas, ser comprensivo y conformarse con el cincuenta por ciento que uno quiere.
Entonces, ¿qué es lo que debe trasmitir el hombre argentino y por ende la política argentina hacia el mundo? La Argentina debe ser parte de la construcción de la paz mundial y de la felicidad de los pueblos. Debe defender la autodeterminación, la confraternidad, la igualdad jurídico–política de todos los Estados. El país debe manejarse con sentido de humildad y grandeza para que su voz sea escuchada y respetada en donde corresponda. Debe respetar los compromisos internacionales en el marco de la paz. Debe respetar el pluralismo ideológico y exigir reciprocidad. Debe intensificar las relaciones con todos los países del mundo, sin exclusiones. Debe ser solidario con los pueblos que aspiran a su liberación. Debe actuar unido para estructurar una Latinoamérica dentro del concepto de Comunidad Organizada. Tiene que asumir el principio básico de que Latinoamérica es de los latinoamericanos, tener una política de defensa sistemática de los recursos naturales, científicos y técnicos, colaborar recíprocamente con los esfuerzos y participar de la utilización de los resultados.
La política exterior debe estar fundada en las grandes coincidencias nacionales y al servicio del pueblo. Perón nos señaló cuales son las cualidades, a su entender, que otros hombres de diferentes países esperan encontrar en los argentinos, en el hombre argentino, y por lo tanto en las palabras que los mismos empeñen. Y también que un argentino debe ser justo, abierto, generoso y, ante todo, sincero y leal. Creo que esta es una guía para todos aquellos a quienes les resulta difícil saber quiénes son los defensores del ser nacional.
Estos conceptos de Perón provienen del texto Modelo Argentino para el Proyecto Nacional. Por otro lado, y respecto de nuestros reclamos territoriales, los argentinos tenemos en las Disposiciones Transitorias de la Constitución Nacional reformada de 1994 un mandato para los que estén al frente de los destinos de la Nación. Allí se expresa que:
“La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del Territorio nacional. La recuperación de dichos territorios y el ejercicio pleno de la soberanía, respetando el modo de vida de sus habitantes, y conforme a los principios del Derecho Internacional, constituyen un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino”.
Redundante sería agregar más sobre este texto. Creo que en el mismo están las condiciones para salir de la órbita en la cual nos encontramos girando desde hace tiempo. Lo venimos repitiendo hace décadas y lo debemos seguir haciendo: cada enero la toma por los ingleses de las islas; luego, en junio, la reafirmación de nuestros derechos; nuestro reclamo sigue más tarde en el Comité de Descolonización y finaliza en la Asamblea General de la ONU. Las sucesivas administraciones inglesas contestan con un solo argumento: que harán lo que su población decida. Es decir, una falacia. A ello debemos oponerle el ininterrumpido reclamo de todo el pueblo argentino junto a una mejor, más imaginativa y completa política exterior.
Los chinos hace unos años dieron por finalizada lo que ellos denominaron “Los 100 años de Humillación”. Los argentinos, en pleno siglo XXI, nos debemos una política que finalice con los casi 200 años de colonialismo.
Acerca del autor / Pedro Herrera
Embajador. Lic. en Ciencias, Políticas, Sociales y Diplomacia por la Univ. Jesuítica de Córdoba- Diploma de Estudios Europeos e Investigador –Univ. Católica de Lovaina, Bélgica. Diplomático de Carrera. Subsecretario Técnico, Director de Recursos Humanos y Presidente de la Junta Calificadora del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. Destinos: Berlín; Chile; París, ex Embajador en Sudáfrica; y ex Embajador en Nueva Zelanda.