Nosotres

REESCRIBIR LA IDENTIDAD DESDE LA HERIDA

Una de las otras: Gloria Anzaldúa

Por Valeria Kierbel

Gloria Anzaldúa (1942-2004) fue una lesbiana chicana feminista, escritora, ensayista y poeta, reconocida por sus aportes en distintos ámbitos de la literatura, precursora (no tan reconocida) de la teoría queer, productora y difusora del pensamiento decolonial y activista en el movimiento chicano anti-racista y en el movimiento de mujeres feministas de color.

Presentarla así, con todo esto que fue y que también es –en tanto su obra y su imagen siguen vivas y vigentes- resulta paradójico si pensamos en sus ideas en torno a la identidad, donde propone ir más allá de las categorías y etiquetas, para re-escribir la realidad y la identidad

Escribió la mayor parte de su trabajo entre los años 80 y principios de los 2000, y aún se siguen publicando trabajos inéditos curados por quien fuera su comadre de escritura, Ana Louise Keating. Sin embargo, es una autora que permanece “sub-teorizada”, es decir, que gran parte de su trabajo (que abarca géneros creados por ella misma como la auto-historia y la auto-historia teoría, la ficción, la poesía, el ensayo, tesis y libros académicos, entrevistas y conferencias) no ha sido aún comprendido ni estudiado.

Nació el 26 de septiembre de 1942 -con el sol en Libra y la luna en Aries- al sur de Texas, en la frontera entre EEUU y México, en esa herida abierta de 3140 km de largo. Los primeros diez años de su vida los pasó trasladándose con su familia como trabajadorxs migrantxs por diferentes ranchos. Aunque fue la primera de cuatro hermanxs en nacer luego de seis generaciones de americanos en Valle de Río Grande, la identidad no se trató nunca de un enunciado inequívoco relativo a la nacionalidad, sino que, como un río, es algo siempre fluctuante, siempre en movimiento.  

Desde su nacimiento, Gloria sintió lo que era no encajar, no sentirse del todo parte de ninguna de las identidades a las que por mandato o por tradición debía pertenecer. “Muy morena, muy prieta” dice una voz ante su cuerpecito recién nacido, una voz que puede ser de la madre, de la abuela, o de la cultura: lleva la marca del indio, la marca de la vergüenza. A los tres meses comienza a tener sangrados regulares y fiebre alta -una rara condición de menstruación neonatal-, y a los siete años desarrolla senos y ¡otra vez! la marca de la vergüenza. Su madre va a fajarla para que no se le note, para que no se haga evidente su rareza, su forma de ser extraña, anormal, diferente… de las otras

Ser una de las otras significa, para Gloria, que varios aspectos de su identidad serán rechazados, expulsados y condenados por la cultura: mujer en una sociedad patriarcal, lesbiana en una cultura heteronormativa, chicana en una cultura blanca y racista, intelectual en una cultura campesina y espiritual en una cultura academicista y secular. Esta herida de no pertenencia será una marca de toda su obra, donde ella la/se transforma en herramienta política y estética de búsqueda de una sociedad más inclusiva, donde las otredades de todo tipo se sientan y sean incluidas. 

La escritura, en este contexto, es un acto de supervivencia personal y colectiva “porque las opciones que teníamos nosotras eran suicidarnos, volvernos locas o convertirnos en los modelos de lo femenino que el patriarcado quería que fuéramos. Y luego había esta carrera de autonomía a través de la escritura, transformar nuestras vidas con la escritura, y este es el camino que tomé”. Y no lo tomó sola, sino que fue construyéndose en un entramado textual, erótico y teórico con otras escritoras chicanas, lesbianas, feministas (sus “comadres de escritura”) y con otras figuras de “lo femenino” invisibilizadas, como las diosas y feminidades míticas con las que trabajará en sus ensayos y escritos.  

En cualquier caso, podemos decir que Gloria nunca escribe sola (y por otra parte, ¿quién lo hace?). Como co-editora y autora junto con Cherrie Moraga de la obra colectiva conocida en español como Esta puente, mi espalda. Voces de mujeres tercermundistas en los EEUU (1981); co-editora junto a Ana Louise Keating de This Bridge We Call Home: Radical Visions for Transformation (2002) y autora y compiladora de Making Face, Making Soul/Haciendo Caras: Creative and Critical Perspectives by Women of Color (1990), participó activamente de la construcción de conocimiento y divulgación de las voces de feministas de color (término poco usado para 1980 y que pensaron cuidadosamente junto a Cherrie Moraga para incluir a todas las mujeres no-blancas). De esta búsqueda resultará el Mundo Zurdo, donde las diferencias no se eliminan sino que se celebran y se integran diversos intereses para generar el cambio. 

El libro que la consagró y por el cual es mayormente reconocida es Borderlands/La frontera, La nueva mestiza. Se trataba inicialmente de un libro de poesía de 100 páginas al que decidió hacerle una introducción en prosa de cuatro apartados. Se publicó por primera vez en el año 1987. El origen de este libro se sitúa en la Universidad de Vermont donde enseñaba. Allí se enfrentaba constantemente con el racismo y la homofobia de esa institución y esa ciudad “muy blanca”. En contacto con la sensación (una vez más) de no pertenecer a ninguna parte, de ser de otro planeta, una otredad caminante, empezó a escribir e imaginar un posible hogar en la/s Frontera/s, y una nueva consciencia, la consciencia mestiza. 

Anzaldúa redefine a la Frontera más allá de su sentido geográfico como una “herida abierta”, localizada y situada en ese espacio de colonización y violencia no sólo colectiva sino también personal, consciente e inconsciente, real e imaginaria, física y espiritual; un no-lugar en donde estos binarismos se desgranan como castillos de arena seca. Son espacios de dolor pero también con potencial de transformación. La consciencia mestiza se trata de una nueva epistemología conexionista y no binaria, y una nueva ética basada en la tolerancia a la ambivalencia y la contradicción. Re-escribir una identidad en lo que no es idéntico a nada, ser mitad y mitad: “la encarnación de hieros gamos”. 

El propósito de Anzaldúa con este libro era producir conocimiento sobre/de lxs chicanxs y personas de color en los EEUU, ser productora de conocimiento y no sólo reproductora o consumidora, disputarle la producción de saber y por tanto de valores, miradas, presunciones sobre la realidad al academicismo anglo. Pero una vez más, no lo haría sola sino invocando su lengua mestiza, su cuerpo mestizo, su espíritu mestizo. Es por eso tan importante este texto no sólo por el qué de lo que dice sino el cómo: es un texto que salta y cambia de código todo el tiempo, entre el inglés, el español, chicano, tex-mex, náhuatl; va de lo autobiográfico a lo teórico, de lo histórico a lo mitológico, de lo psíquico a lo espiritual. 

Sea como Frontera en Borderlands o como Nepantla en Luz en lo oscuro, como la antigua Coatlicue o la desmembrada Coyolxahuqui, como la Bestia-sombra en la que por momentos se transforma, Gloria Anzaldúa se enfrenta a la imaginería colonial en sus textos y dentro de sí misma a través de las imágenes de las diosas y de los espacios liminales, como figuras y espacios internos de la psique. La imaginación que conjura no es fabulación, por el contrario, es la capacidad de crear imágenes reales, de tender puentes donde había divisiones, de crear ficciones materiales que puedan (y deban tender a) cambiar la realidad de las personas exiliadas de la cultura, las minorías raciales y de género: de las otras y de lxs otrxs

En 1991, Gloria recibe el diagnóstico de diabetes de tipo 1. Con este diagnóstico iniciaría su último viaje, el que la llevará por múltiples pasajes físicos, emocionales y espirituales en búsqueda de sanación o alivio, a través de depresiones y dificultades económicas, hasta su muerte en 2004. 

Collage digital de Violeta Benialgo. Gentileza de su autora

Mi amor por las imágenes -el mezquite en flor, el viento, Ehécatl, suspirando su conocimiento secreto, las imágenes fugaces del alma en la fantasía– y las palabras, mi pasión por la lucha diaria para convertirlas en algo concreto en el mundo y en el papel, para hacerlas carne, es lo que me mantiene viva”. (Prefacio de Borderlands). 

En efecto, es su amor por las imágenes y las palabras lo que -aún hoy- la mantiene viva. Quizás sea ese amor el que se trasluce y traduce en esa capacidad de hacer su escritura carne, de escribir desde las heridas y no a pesar de ellas. Quizás sea el amor, como energía de conexión, lo que hace que leerla sea como entrar en una conversación profunda con ella, y a través de ella, con nosotrxs mismxs. 

Acerca de la autora / Valeria Kierbel

Psicóloga y docente de la UNLP. Lesbiana junguiana y feminista. Traductora junto con Violeta Benialgo del último libro de Anzaldúa, Luz en lo oscuro (Hekht, 2021). Creadora de Espacio Anzaldúa para la difusión de la obra junguiana y anzalduesca.

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