Ambiente

INCENDIOS FORESTALES Y CAMBIO CLIMÁTICO

Jugar con fuego

Por Bruno Carpinetti

Según los informes del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación, durante el año 2020 se quemaron en Argentina 1.106.621 hectáreas, es decir, un 0,29% de la superficie total de nuestro país. El 57% de la superficie quemada correspondió a las provincias de Córdoba y Entre Ríos, por lo que el 2% de la superficie de Córdoba y el 4% de la superficie de Entre Ríos sufrieron los efectos de este fenómeno. 

Durante la temporada de verano 2021 los fuegos de vegetación ocuparon los principales titulares de los medios de comunicación masivos y, según los reportes del Servicio Nacional del Manejo del Fuego, al 18 de marzo de éste año había focos ígneos activos en varias provincias y hasta esa fecha ya habían sido afectadas por el fuego unas 61 mil hectáreas. Estos eventos fueron particularmente catastróficos, especialmente en las sierras de Córdoba y los bosques Andino Patagónicos de Chubut, ya que comprometieron, además de miles de hectáreas de bosques nativos e implantados, a sectores importantes de la población local y de la infraestructura básica, con un alto costo en vidas humanas y viviendas.

Al igual que en otras regiones del planeta, en Argentina las temporadas de incendios son cada vez más largas e intensas. El aumento de temperatura y otros cambios físicos y ambientales causados por la crisis climática impactan sobre los bosques y otros ecosistemas, aumentando la probabilidad de ocurrencia de incendios de vegetación. Por otra parte, estos eventos catastróficos se producen con un costo cada vez más alto en pérdida de vidas, infraestructura, medios de subsistencia y biodiversidad.

En este sentido, el Plan de Acción Nacional de Agro y Cambio Climático (SAyDS, 2019) remarca que los principales impactos del cambio climático en la Argentina son y serán, entre otros, el estrés hídrico por aumento de temperatura en el norte y oeste del país; una potencial crisis del agua en Cuyo; el retroceso de los glaciares en la zona cordillerana patagónica; el retroceso de caudales medios de los ríos de la Cuenca del Plata; el aumento del nivel del mar (afectación de puntos del litoral marítimo y de la costa del Río de la Plata); y una alta frecuencia de precipitaciones extremas e inundaciones en el Noreste Argentino y oeste de la región húmeda.

Una mirada científica sobre estos impactos proyectados, por parte de quienes tienen la responsabilidad de manejar el fuego y sus efectos en los ecosistemas naturales, debe reconocer que muchos de estos cambios en el clima juegan un papel central en la configuración de los regímenes de incendios en escalas de tiempo prolongadas y en la generación de un clima a corto plazo favorable a la ocurrencia de incendios de vegetación. 

A partir de estas proyecciones y de los sucesivos informes nacionales sobre cambio climático producidos por el gobierno argentino, queda claro que los patrones climáticos que dan forma a los ecosistemas donde vivimos y trabajamos pueden ser alterados drásticamente en las próximas décadas. Anticipándose a tales cambios, es importante considerar cómo las estrategias de manejo de incendios de vegetación pueden permitirnos responder a un clima cambiante y reducir así las posibles alteraciones de las comunidades vegetales, los regímenes de incendios y, en última instancia, de los procesos y servicios ecosistémicos. 

En este sentido, queda claro que en el contexto del cambio climático, ya no podemos seguir “jugando con fuego” y que a la hora de revisar las estrategias con las que se ha manejado históricamente el tema de los incendios de vegetación en nuestro país y de desarrollar nuevos abordajes a tono con las demandas actuales, resulta central tener en cuenta algunas consideraciones basadas en una mirada científica sobre el tema:

  • Tanto los regímenes de incendios como los regímenes climáticos interactúan con otros procesos naturales determinando la diversidad y la estructura de vegetación en los diferentes ecosistemas.

En virtud de que el clima y los regímenes de incendios se encuentran vinculados a través de la vegetación, los cambios en el clima pueden provocar cambios en los regímenes de incendios. Los regímenes climáticos y de incendios también están directamente conectados a través de los disparadores climáticos de las igniciones como las tormentas eléctricas. Los patrones de precipitación y temperatura regulan la acumulación de combustibles, que a su vez influye directamente en la frecuencia, la intensidad y severidad, y en la estacionalidad de los incendios. En algunos ecosistemas, los años húmedos pueden promover condiciones que generen una alta productividad de biomasa vegetal, mientras que los años de sequía estimulan que esa alta productividad se traduzca en una disponibilidad extraordinaria de combustible y la quema de la vegetación produciendo eventos extremos. El fuego también puede contribuir al problema del aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero, ya que es una fuente de emisiones de CO2 y partículas que pueden afectar la calidad del aire local y regional, e incluso impactar ocasionalmente sobre el clima mundial. Tal como hemos visto, los nuevos regímenes de incendios estarían asociados entonces con cambios en la estructura y función del ecosistema y, probablemente, con cambios en la biodiversidad.

  • En muchos ecosistemas los regímenes históricos de incendios se han visto alterados en las últimas décadas.

Factores como las actividades humanas y los cambios en el uso de la tierra, las invasiones biológicas, la pérdida de prácticas de quema autóctonas tradicionales y la extinción sistemática de incendios, han llevado a cambios en algunas comunidades de plantas históricamente moldeadas por regímenes particulares de fuego. Las actividades humanas como el turismo, la ganadería o la agricultura han aumentado significativamente el número de igniciones en muchas regiones. Las cargas de combustible han aumentado en algunos ecosistemas de bosques, donde los incendios de baja intensidad fueron históricamente la norma. En determinados ecosistemas de pastizales, las especies estacionales han sido reemplazadas por pastos anuales, arbustos o árboles colonizadores. En algunas regiones del país como el Delta, las quemas intencionales producto de los cambios en el uso del suelo han aumentado la frecuencia de incendios en ecosistemas particularmente sensibles al fuego. Por otra parte, el cambio climático puede interactuar sinérgicamente con otras actividades humanas modificando aún más los regímenes de incendios, tal como pareciera estar sucediendo en el Delta donde la persistente bajante de los últimos años en toda la cuenca del Paraná agrava exponencialmente el riesgo producto de los cambios en el uso del territorio.

Situación crítica e histórica de la bajante del Río Paraná por la sequía. Comparación de imágenes satelitales entre 2019 y 2021. (gentileza del Servicio Meteorológico Nacional- Argentina) 

 

  • El cambio climático puede conducir a cambios rápidos y continuos que alteran los procesos naturales y las comunidades vegetales.

Se prevé que el aumento de las temperaturas podría producir una alteración a gran escala de las trayectorias de las tormentas, con los consiguientes cambios en los patrones de precipitación. Los datos históricos muestran que tales cambios en los últimos milenios fueron a menudo acompañados por drásticas modificaciones de los regímenes de incendios y por una importante migración y reorganización de la vegetación en escalas regional y continental. Los ejercicios de modelado de posibles respuestas ecológicas en diferentes comunidades vegetales han ilustrado la potencial complejidad de los cambios en los regímenes de fuego. Desarrollar modelos de incendios y combustibles tanto a corto como a largo plazo facilitará una respuesta más apropiada para mejorar la gestión de los fuegos y la resiliencia de los ecosistemas afectados.

  • Los cambios en el clima pueden limitar la capacidad de manejar los incendios forestales. 

Tal como sucedió en algunas regiones de Australia y en California, EEUU, en el año 2020, en escenarios futuros de sequía y altas temperaturas, los incendios pueden volverse inmanejables más rápidamente y con mayor frecuencia. De esta manera, los costos de extinción de incendios pueden seguir aumentando, mientras paralelamente disminuye la eficacia del combate en condiciones extremas. 

Finalmente, si no se toman medidas para gestionar de manera planificada y con bases científicas a estos eventos potencialmente catastróficos en función de los nuevos escenarios que nos plantea el desafío del cambio climático, es probable que los incendios de vegetación sean cada vez más difíciles de controlar y gestionar, produciendo un costo cada vez mayor en pérdida de ecosistemas, bienes y vidas humanas.

 

Acerca del autor / Bruno Carpinetti


Bruno Carpinetti es Guardaparque y Combatiente de Incendios Forestales acreditado por el Servicio Nacional de Manejo del Fuego. Se diplomó y obtuvo una Maestría en Ciencias en Biología de la Conservación en la Universidad de Kent, Inglaterra. Completó el Diploma de postgrado en Antropología Social y Política en FLACSO – Buenos Aires, y se Doctoró en Antropología Social en la Universidad Nacional de Misiones. Ha ocupado distintos cargos en la administración pública, entre otros fue director de la Administración de Parques Nacionales, Subsecretario de Coordinación de Política Ambiental de la Secretaría de Ambiente de la Presidencia de la Nación y Director Provincial de Riesgos y Emergencias del Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires. Además, se ha desempeñado como consultor de la Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas (FAO), de la Agencia Japonesa para la Cooperación Internacional (JICA) y de la Corporación Andina de Fomento (CAF) entre otros organismos. Actualmente es Profesor Titular de Ecología General y Recursos Naturales en la Licenciatura en Gestión Ambiental de la Universidad Nacional Arturo Jauretche y Profesor Titular del área de Gestión de Riesgos en la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Nacional de La Plata.

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