A pesar de que el derecho internacional obliga a los estados a dar respuesta y a velar por que cada uno de los muertos caídos en combate tenga la tumba con su nombre, estos pueden estar décadas faltando a este derecho humanitario internacional, dificultando de esta manera la posibilidad de que las familias puedan llevar a cabo los ritos funerarios necesarios para comenzar a transitar el duelo.
Durante la Guerra de Malvinas fallecieron 649 argentinos. De ellos, 237 fueron sepultados en el cementerio argentino en Darwin. De estas 230 sepulturas que originalmente tenía el cementerio, 121 llevaban la leyenda “Soldado Argentino sólo conocido por Dios” ya que al momento de ser inhumados no pudieron ser identificados por no contar con datos o documentación concluyente.
Estas 121 sepulturas fueron el objetivo del Plan de Proyecto Humanitario Malvinas, resultado del acuerdo suscrito entre los estados de Argentina y Gran Bretaña con la intermediación del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) con el fin estrictamente humanitario de identificar a los combatientes argentinos caídos en el conflicto bélico del Atlántico sur y que habían sido enterrados en el Cementerio Argentino en Darwin sin nombre.
Por los documentos disponibles de la época, como el informe realizado por quien inhumó a los combatientes argentinos en Darwin, el coronel Geoffrey Cardozo, o el informe del Ministerio de Defensa de Gran Bretaña y también por las diferentes fuentes relevadas, se sabe que al finalizar la guerra llegó el momento de rescatar los cuerpos que habían quedado inhumados de manera precaria en el campo de batalla; tarea muchas veces realizada por los mismos compañeros de trinchera. Este trabajo de recuperación fue llevado a cabo por los ingleses con mucho cuidado, dejando junto a cada uno de los cuerpos las marcas y los datos que en un futuro pudieran ayudar en su identificación, como por ejemplo las coordenadas de localización de los cuerpos, nombre de los lugares donde fueron hallados, entre otros datos.
Fueron muchas las demandas que durante décadas los familiares, excombatientes y diferentes sectores de la sociedad civil realizaron intentando poner en agenda la identificación de los soldados caídos sin identificar. Es en abril de 2012, a treinta años de la guerra, cuando el ejecutivo nacional informa que va a pedir la colaboración del CICR para llevar a cabo estos trabajos. Un trabajo que desde lo técnico podía ser perfectamente realizable y donde el único inconveniente era poder lograr el acuerdo diplomático entre los dos estados. Fue en diciembre de 2016 cuando se firma el acuerdo que permite realizar la misión forense en las islas.
El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), es una institución científica, no gubernamental y sin fines de lucro que aplica metodologías y técnicas de diferentes ramas de las ciencias forenses para la investigación, búsqueda, recuperación, determinación de causa de muerte, identificación y restitución de personas desaparecidas. Por su trabajo y trayectoria en misiones nacionales e internacionales es convocado para ser parte del Plan de Proyecto Humanitario Malvinas.
Para llevar a cabo los trabajos se crearon equipos multidisciplinarios e interinstitucionales. Uno de estos equipos conformado por el Ministerio de Justicia, la Secretaría de Derechos Humanos, el Centro Ulloa, el Ministerio de Desarrollo Social, la Escribanía General de la Nación y el EAAF fue el encargado de llevar a cabo las entrevistas, la toma de muestra a los familiares, el seguimiento y la entrega de los resultados.
Por otro lado, el equipo forense multidisciplinario que llevó a cabo los trabajos en Darwin entre mayo y agosto de 2017 estaba compuesto por representantes de diferentes países, incluidos Argentina y Gran Bretaña.
El análisis de los cuerpos, la confección de los informes, la toma de muestra de los restos que fueron exhumados, se hizo siguiendo estrictos protocolos y sobre todo con un tratamiento respetuoso y humanitario. En cada jornada el cuerpo era exhumado, llevado a la morgue temporaria acondicionada en el mismo cementerio y analizado por los diferentes especialistas. Se tomaban muestras óseas que serían enviadas al laboratorio del EAAF en Córdoba y se inhumaban el mismo día, en la misma sepultura. Si había algún objeto personal con valor identificatorio o sentimental era separado para poder entregárselo a la familia si se lograba la identificación.
Los resultados llegaron en diciembre del 2017 y fueron entregados por el CICR a los estados de Argentina y Gran Bretaña. Desde el comienzo del proyecto habían pasado un poco menos de cinco años y muchos de los familiares que desde un principio habían querido ser parte de esta iniciativa habían fallecido esperando respuestas. Esos primeros días de diciembre fueron una montaña rusa de emociones para las familias y también para quienes habíamos sido parte del proyecto. A cada una de las familias se les entregó un informe pericial integrado que daba cuenta de todo el camino recorrido, sin importar si el cuerpo de su familiar había sido identificado o no. Los mismos equipos que habían realizado las entrevistas y las tomas de muestra a las familias eran quienes comunicaban los resultados de manera clara, precisa, respetando las necesidades de la familia en cuanto a cómo, con quien y dónde recibir esos resultados.
El proceso de comunicar resultados implica dar respuestas, aclarar dudas y porque no derribar mitos. En el caso de los familiares de Malvinas hemos visto asombro en ellos al explicarles de qué manera habían sido inhumados los combatientes fallecidos. Durante décadas muchos de ellos vivieron con la idea que los cuerpos estaban en una fosa común sin ningún tipo de cuidado, simplemente arrojados allí. Haberles transmitido que habían sido inhumados en sepulturas individuales y siguiendo un tratamiento respetuoso y humanitario fue muy importante.
En esta instancia de entrega de resultados algunas familias pudieron recibir los objetos personales hallados junto a los cuerpos con una enorme emoción. Muchos de ellos reconocían en esos objetos la pertenencia a su familiar y ese reconocimiento del objeto era más convincente que recibir un informe genético positivo. Esa era la prueba que necesitaban para confirmar que efectivamente el cuerpo identificado en Darwin era el de su hijo, su hermano, su esposo.
Las reacciones de las familias frente a la posibilidad de comenzar con esta búsqueda fueron de los más variadas. Quienes trabajamos con familiares de víctimas de situaciones de violencia sabemos que es fundamental escuchar y acompañar desde la empatía los procesos que estas familias comienzan a transitar, respetando los tiempos y acompañando las emociones y las necesidades de cada uno.
El Plan de Proyecto Humanitario Malvinas fue un éxito desde lo técnico y humanitario y hoy en día es tomado como un ejemplo de buenas prácticas a nivel internacional. Permitió la identificación de 116 identificaciones de los 122 caídos exhumados en la primera etapa del trabajo forense. Pero este proyecto más allá de los alcances que tuvo a nivel técnico permitió comenzar a saldar la deuda que el Estado argentino tuvo con esas familias por más de 35 años, comenzar a tener certezas, permitió plantear cuáles habían sido sus necesidades, sus enojos, sus dolores. Dio apertura a poder hablar muchas veces por primera vez de lo que habían vivido en el momento de la guerra y en el momento posterior. También conocer la historia y a partir de esto reconstruir esa parte del relato muchas veces desconocida. Y no menos importante, les dio la posibilidad de comenzar a transitar un duelo interrumpido, no porque las familias no hayan querido hacerlo sino porque había sido negado por el Estado. Un duelo que es necesario, que es parte de nuestra constitución como seres humanos ante la pérdida de un ser querido.
La posibilidad de contar con un espacio preciso en el cual poder honrar y homenajear a un familiar caído en la guerra es una diferencia vital para las familias que habilita el movimiento, transitando la pérdida con otras herramientas y sobre la base de certezas. Y como sociedad nos interpela a pensar en nuestra historia pasada y nuestra historia reciente aportando elementos y experiencias para seguir recorriendo los difíciles procesos de memoria, verdad y justicia.
Acerca de la autora / Virginia Andrea Urquizu
Profesora Superior en Ciencias Antropológicas, Facultad de
Filosofía y Letras (UBA). Investigadora, coordinadora de la Unidad de Casos del Equipo
Argentino de Antropología Forense (EAAF) e integrante del equipo multidisciplinario e
interinstitucional que llevó adelante las tareas del Plan de Proyecto Humanitario Malvinas.