Política y deporte

FUTBOL, PANDEMIA Y HEGEMONISMO

Pasión federal, negocio centralista

Por Nehemías Zach Capdevilla

Las últimas declaraciones de Claudio “El Chiqui” Tapia, presidente de la Asociación del Fútbol Argentino, pusieron al descubierto (una vez más) que la mayor pasión popular argentina está en todos lados, pero atiende en Buenos Aires.

En pleno pico de contagios de Covid-19 y recién entrado el invierno, una de las preguntas más frecuentes que se hace el argentino de a pie tiene que ver con la vuelta del fútbol. En medio de tantos murmullos y opiniones en off, la única respuesta medianamente concreta provino del presidente de la AFA, quien afirmó que “la vuelta a los entrenamientos será cuando todo el país se encuentre en Fase 4”.

La fase mencionada toma en cuenta la velocidad de duplicación de casos: se registra la cantidad de casos del día de la fecha y se contabiliza cuántos días pasaron hasta encontrar la mitad de casos. Si el número resultante es mayor a los 25 días, se podrá pasar a Fase 4 y volver a las prácticas deportivas. Aun así, resulta difícil intentar predecir una fecha aproximada cuando el fútbol profesional argentino es uno de los pocos afiliados a la CONMEBOL (Confederación Sudamericana de Fútbol) que hasta el día de la fecha no presentó ningún protocolo sanitario para retomar los entrenamientos. 

El detalle de la cuestión es que, hasta el día de hoy, el famoso AMBA (Área Metropolitana de Buenos Aires) reúne casi el 90% de los casos confirmados. Entonces la pregunta es inevitable ¿Por qué el amplio resto del país, muchas regiones ya en Fase 4 o sin casos, deberían esperar a que el AMBA alcance la nombrada Fase? Éste no se trata de un artículo sanitario ni mucho menos, sino una aproximación a analizar el inconcluso federalismo que queda evidenciado hasta en la organización del fútbol, expresión cultural del pueblo argentino. 

Es imposible no asociar esta práctica a la política nacional. Las batallas civiles de Conformación del Estado Nacional argentino del Siglo XIX han logrado que el federalismo triunfe discursivamente, pero lo cierto es que en la praxis la hegemonía continúa siendo centralista. Todos los presidentes que asumieron su mandato frente a la Asamblea Legislativa han dedicado varios párrafos al desarrollo federal. Así como la autonomía de los gobernadores provinciales depende de la firma presidencial de cheques en la Ciudad de Buenos Aires, la acción de las Ligas Regionales de fútbol está sujeta a lo que se decida en las oficinas de Viamonte 1366.

Como la rueda de la industria debe volver a girar para garantizar las ganancias de los que han mercantilizado semejante práctica popular, también circuló la osada opción de trasladar el fútbol fuera del AMBA. La respuesta del “Chiqui”, esta vez, fue contundente: “es una locura llevar el fútbol al interior”. Imaginemos si la situación fuera al revés. Si la mayor cantidad de contagios se concentrara en Catamarca, ¿la AFA esperaría a que esta provincia alcance la Fase 4? Y ni siquiera se habla de competir, sino de regresar a los entrenamientos. 

Es necesario hacer un pequeño recorrido histórico para ver el reverso de la trama y comprender por qué la organización del fútbol competitivo en nuestro país siempre estuvo en sintonía con el centralismo político, económico y demográfico. La madre de tal configuración despareja es la que dividió a las instituciones entre las directamente afiliadas a la AFA (87 clubes) y las indirectamente afiliadas (más de 3000 clubes). Los primeros pertenecen en su mayoría a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el conurbano bonaerense, a los que se suman algunos clubes de La Plata y Santa Fe. Deben su condición a que los nacientes torneos “nacionales” solo se disputaban en la zona metropolitana. 

Por su parte, los indirectamente afiliados fueron sumándose muy de a poco a lo largo de los años y están nucleados en sus respectivas Ligas Regionales que dependen del Consejo Federal del Fútbol Argentino (CFFA). Si bien la AFA se fundó en 1893 y nuestro fútbol es profesional desde 1931, los equipos del interior del país recién tuvieron la posibilidad de participar orgánicamente de los torneos nacionales en 1967 (aunque con muy pocas plazas). Muchos han sido los intentos e iniciativas por federalizar el fútbol, con más fracasos que conquistas. Alguna vez el histórico presidente de Talleres de Córdoba, Amadeo Nuccetelli, y sus pares amagaron con conformar “La Liga del Interior”. Solo duró 1 año. 

Al respecto, hay cinco categorías que alojan a los 87 equipos metropolitanos: Primera División, Primera Nacional, Primera B Metropolitana, Primera C Metropolitana y Primera D Metropolitana. Los clubes indirectamente afiliados no cuentan con la misma contención. Los más de 3000 equipos se disputan alguna plaza en Primera División (actualmente 6) y otras tantas en la Primera Nacional (14). La exclusividad para “los del interior” comienza con el Torneo Federal A con 36 equipos participantes (tercera categoría), el Torneo Regional Federal Amateur con 189 clubes compitiendo (cuarta categoría) y finalmente las Ligas Regionales (quinta categoría) para el resto de las miles de instituciones que practican fútbol. 

Esta distribución significa que existe la misma cantidad de categorías para contener por un lado a 87 clubes, y por otro a más de 3000. Las oportunidades de participación, crecimiento y ascenso a las categorías superiores no son las mismas. Incluso es común escuchar a los futbolistas que crecen en las provincias reproducir el discurso hegemónico  que “para triunfar hay que ir a probar suerte a Buenos Aires”. Algo así como poder elegir entre un abanico de universidades donde estudiar, o viajar cientos de kilómetros para llegar a la más cercana como única opción.  

El funcionamiento interno de la AFA va en contra de los principios de racionalidad instrumental que plantea Max Weber. Merece un artículo aparte entender y explicar su lógica “democrática” (de las 3000 instituciones indirectamente afiliadas, solo votan alrededor de 20). Las asambleas y cambios de Estatuto tienen como objetivo principal conservar el poder. Y cuando entra en escena algún personaje que encarne “El Señor De Las Moscas” de la obra de William Golding, suceden hechos tan inesperados como bochornosos. Basta con recordar el famoso y ridículo “38 a 38” entre Marcelo Tinelli y Luis Segura en la elección presidencial de la AFA en 2015, cuando el total de asambleístas que votaron era 75. 

Por si fuera poco, aquellos kamikazes que alguna vez han alzado la voz contra la conducción madre del fútbol argentino han sido notoriamente perjudicados. El caso más reciente es el de San Martín de Tucumán, cuyo presidente Roberto Sagra fue demandado por el Comité de Ética de la AFA por criticar a Tapia y sus resoluciones acerca del deporte y la Pandemia. Nadie podría sorprenderse si se realiza un paralelismo entre el nombrado Comité de Ética y “Ministerio de la Verdad”, aquella institución ficticia ideada por George Orwell en su célebre novela 1984.

La discriminación se torna más evidente a la hora de repartir la torta. El dinero que entra por derechos televisivos y los porcentajes correspondientes resultan escandalosos. Hay equipos en la Primera B Metropolitana que no registran más de 700 hinchas por partido y perciben ingresos por televisación y publicidad, además de ser sponsoreados por empresas de alcance nacional. En la vereda opuesta, en el fútbol alejado de las luces, las instituciones hacen magia con la cuota de socios y la publicidad local, aunque muchas de ellas sean gigantes populares que convocan a miles de espectadores cada fin de semana.

Por último, y sólo por señalar un aspecto más que visibilice que la problemática es en gran parte cultural, es interesante analizar lo que sucede con la Copa Argentina. Por lejos el torneo más federal del país que inició en el año 2011 (en 1969 y 1970 tuvo una corta experiencia), reúne a equipos de todo el país y de todas las categorías. Lo curioso de la competencia es que cuando (rara vez) un club de Primera División se cruza con uno de los indirectamente afiliados, la conciencia colectiva hace fuerza por el más débil exaltando el miserabilismo que plantean Grignon y Passeron. Precisamente sería un error alardear las diferencias agudizadas. Lo que estas instituciones necesitan son recursos y desarrollo, no lástima. 

Todo esto quizás explique el motivo por el cual los equipos de la Liga de Fútbol de Laguna Blanca en Formosa o los de la Liga de Fútbol Sur de Santa Cruz deban esperar la habilitación de un escritorio en Buenos Aires para entrenar. Nadie propuso retomar las competencias, que en algunos casos implicaría viajes y protocolos. Sólo entrenar después de más de 100 días de aislamiento ¿Cuál sería la ventaja que sacarían estos equipos si ni siquiera hay una fecha estimada de retorno a la competencia?

La actual Pandemia ha puesto en cuestionamiento muchos aspectos intensamente arraigados en el sentido común. Lo más optimistas sueñan con inevitables cambios estructurales, mientras que en el otro extremo sólo afirman la profundización del sistema actual. Hasta el momento, el fútbol del interior viene perdiendo por goleada. 

Acerca del autor / Nehemías Zach Capdevilla

Licenciado en Comunicación Social (UNLaM). Fue becario Fullbright – Ministerio de Educación de la Nación para el programa intercultural “Friends of Fullbright” (2017). Actualmente coordina el Área de Comunicación de la Secretaria de Desarrollo Social del Municipio de La Matanza. Ex jugador de futbol profesional.

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