Edificios

NOMBRES DE LA UNIVERSIDAD

Homero Manzi. Poeta y militante

Por Ernesto Salas

Cada edificio de la universidad Jauretche tiene una placa que lo nombra. Personajes diversos.  El eco de esas vidas configuran los sentidos de la universidad. Los por qués que flotan en el aire de nuestra identidad. Historias malditas.

 

Abandoné los libros y me hice luchador.
No supe hacer distingos entre el verbo y el gesto
Peleando por la idea sin sombra de interés…
Volví a la convivencia de la barriada.
Dejé perder la gloria de mi destino grande.
Tomé la calle angosta y le canté a la luna.
Y la gente del barrio se detuvo a escucharme
Homero Manzi, Treinta años

 

Homero Manzione vivió tan sólo cuarenta y tres años, pero le bastaron para dejar entre nosotros una huella perdurable que el paso del tiempo agiganta. Para unos fue, ante todo, un militante comprometido con las luchas de su tiempo. Para todos, el genial poeta del tango, contándose alguna de sus letras como las más sublimes del género. Para sus amigos, como Arturo Jauretche, el inspirador de muchos de sus trayectos, el tipo que les abrió la cabeza con su mirada yrigoyenista antiimperialista y a favor de las causas populares. Arduo será, entonces, resumir en breves líneas su vida arrolladora y tempestiva.
Manzi nació en Añatuya, una pequeña ciudad de Santiago del Estero, el 1º de noviembre de 1907. Sus padres, Luis Manzione y Ángela Prestera, se habían trasladado a la provincia para probar suerte en las actividades rurales. En pocos años volvieron al barrio de Boedo en la Capital, pero en Homero siempre estaría presente, en su arte y en sus escritos políticos, la provincia natal.
Ya en Buenos Aires, Manzi cursó el primario en una escuela de Boedo y, más tarde, como pupilo en el Colegio Luppi, de Esquiú y Centenera, en la zona de Pompeya. Años de barrio, entre Pompeya y Boedo, en el que organiza peleas de boxeo, se hace amigo de Cátulo Castillo y se inserta, de la mano del padre de éste, en la tradición tanguera.

Militante popular
Su militancia política empieza en el secundario, como caudillo de la 8ª parroquia en la Capital y más tarde como militante universitario yrigoyenista en la Facultad de Derecho a la que ingresa en 1926. En los años de la campaña electoral de 1928, que llevaba por segunda vez a Hipólito Yrigoyen a la presidencia, Manzi participa del Partido Reformista Centro Izquierda y en la fundación del grupo Vanguardia Radical. Por estos años comienza una entrañable amistad con Arturo Jauretche quien siempre reconoció que fue Manzi el que le hizo comprender el “fondo revolucionario” que aquel veía vigente en el pensamiento del viejo caudillo.
Con el derrocamiento de Yrigoyen y el inicio de la dictadura fascista de José Félix Uriburu, la universidad es intervenida. Unos meses más tarde, los estudiantes toman las facultades. Manzi se encuentra entre los líderes de la revuelta. El 11 de febrero de 1931 es detenido por la policía y expulsado de los estudios superiores.
Con Arturo Jauretche y José Constantino Barro organizan la Juventud del Sur para resistir a la dictadura, participan en la campaña para las elecciones de la provincia de Buenos Aires –que son anuladas- y enfrentan la reorganización del partido por Marcelo Torcuato de Alvear porque éste pretendía el reingreso de los radicales antipersonalistas. Dice Jauretche: “Nos resistíamos a la fusión con el antipersonalismo por la primacía que iba a tener el espíritu liberal sobre las definiciones nacionales y sociales que había representado el yrigoyenismo”.
Durante estos primeros años muchos militantes radicales se levantan en armas produciendo un ciclo de insurrecciones con los que Manzi y sus amigos están conectados. En 1933, Arturo Jauretche decide combatir con las fuerzas que organiza el Teniente Coronel Gregorio Pomar en Brasil y participa en el intento de tomar la ciudad correntina de Paso de los Libres donde son duramente derrotados. Jauretche es detenido y encarcelado. Desilusionados de los caminos que tomaba la dirección alvearista en el radicalismo, Manzi, Jauretche, Manuel Ortiz Pereyra y otros jóvenes yrigoyenistas organizan Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina (FORJA) que se convierte en una tribuna de denuncia de la dominación del imperio británico y de la subordinación argentina a sus intereses.
Manzi será uno de los pensadores e ideólogos más importantes del grupo. En apoyo de esto, Aníbal Ford rescata tres de sus discursos. En ¿Qué es Forja? afirmaba: “…la misma rebeldía argentina se presenta favorable a los planes de las derechas. Porque hasta ahora no ha comprendido que la forma de curar el mal es tomando el problema en forma integralmente intransigente y sin ceder a la instigación de los que pretenden parcializar la lucha o encontrar puntos de contacto entre la traición y la justicia argentina”. El segundo es una conferencia que Manzi dictó y varios artículos que publicó sobre las condiciones de vida del hombre humilde del norte argentino. En ellos, analiza su Santiago del Estero natal, la destrucción de su economía por la política del ferrocarril británico y la explotación del quebracho: “esa selva, ese tesoro… fue en manos del progreso su verdadero castigo. Su riqueza atrajo a los capitales explotadores, dispuestos a arrasar no solamente contra el bosque, sino con la salud y el alma de un noble pueblo”. Finalmente, la conferencia sobre la situación en el Chaco en la que defiende al colono frente al monopolio de Bunge y Born, Dreyfus y Anderson-Clayton, y al jornalero frente a ambos: “Por eso es necesario crear la mentalidad opuesta y nacionalista que […] diga sencillamente esto: que se vayan a la puta que los parió esos accionistas” (Ford, 1971).
A fines de 1937, el Manzi militante radical solicita la baja como afiliado porque el partido estaba “en pugna con todos los principios que inspiraron a la Unión Cívica Radical” (Salas, 2001: 188)
Al dar inicio la segunda guerra mundial, FORJA optó por una posición neutralista con el argumento de que “…más dolorosa que la actual tragedia de Europa, es la agonía de los pueblos coloniales o sometidos, condenados a muerte lenta por la explotación imperialista, conciencia que nos impone como primer deber la lucha por la redención de nuestros propios pueblos” (Jauretche, 1962). Esta definición provocó el debate interno en la agrupación y el alejamiento de algunos de sus miembros. Homero Manzi se va apartando poco a poco para dedicarse a las letras de tango, el cine y el periodismo. Al decir de Arturo Jauretche “se lo fue tragando la noche”.
El ascenso del Juan Domingo Perón entre los golpistas de 1943, dividió a los militantes de FORJA entre los que consideraban que el coronel realizaba los ideales inconclusos del radicalismo y los que retornaron a las filas radicales. Manzi se mantiene en las líneas intransigentes del partido con la idea de que el radicalismo debía apoyar a Perón. En 1947, debido a una entrevista del Movimiento Radical Revolucionario con el presidente, de la que participa, es expulsado del partido. Manzi contraataca con un discurso en Radio Belgrano conocido como Tablas de sangre del radicalismo: “Perón es el reconductor de la obra inconclusa de Hipólito Yrigoyen […] Los correligionarios, después de oírnos, podrán juzgar nuestra conducta […] cuando nos vean prestar nuestro asentimiento a la política de justicia social, de reivindicación económica y financiera, de soberanía nacional […] Quienes nos tildan de opositores, se equivocan. Quienes nos tildan de oficialistas, también. No somos ni oficialistas, ni opositores. Somos revolucionarios” (Ford, 1971: 92).
En 1948 gana las elecciones para dirigir la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (SADAIC) y es reelegido en 1950. La muerte lo sorprende mientras ocupa el cargo.

 

 

Poeta de la cultura nacional y popular
Entre 1922 y 1930 -anota Aníbal Ford-, Manzi escribe la letra de algunos tangos, valses y poesías que publica en revistas literarias buscando “sin verlo todavía con claridad en la línea más precaria: la de una cultura nacional y popular. En el Boedo de [González] Castillo, de Piana, de los Sureda, en el café de San Juan y Loria […] se inserta en lo popular” (Ford, 1971). De esta época perdurará el tango Viejo ciego:

El día que se apaguen tus tangos quejumbrosos
tendrá crespones de humo la luz del callejón
y habrá en los naipes sucios un sello misterioso
y habrá en las almas simples un poco de emoción.

Personajes y lugares, la música callejera y la gente del barrio, poesía nostálgica y evocadora, en la línea de Evaristo Carriego.
Eliminada la posibilidad de ser hombre de leyes y dejando atrás el ser hombre de letras, Manzi se vuelca definidamente a los géneros populares y empieza a trabajar sistemáticamente con Sebastián Piana. Desde 1931 hasta 1934 registra dieciséis temas. Entre ellos, el vals Esquinas Porteñas, el tango El pescante, Milonga sentimental y Milonga del 900:

Me la nombran las guitarras
Cuando dicen su canción.
Las callecitas del barrio
Y el filo de mi facón.
Me la nombran las estrellas
Y el viento del arrabal;
No sé ‘pa qué me la nombran
Si no la puedo olvidar.

Entre 1935 y 1940 los temas de Homero Manzi transitan el abandono sentimental y el arrepentimiento, la sensación del error propio, de la elección de un camino que deja atrás “un amor agrandado por las sombras del recuerdo” (Salas, 2001: 178). Como ejemplo de ello, los tangos Abandono o Canto de ausencia:

El eco de tu voz volvió cien veces,
tu mano en mi portal mintió un retorno.
Brillando para mí soñé tus ojos
visión de soledad y de dolor.

Su amistad con Aníbal Troilo se afianza hacia 1941. Al año siguiente su orquesta graba cuatro temas de Manzi, Malena, Papá Baltasar, Fueye y Barrio de tango:

Un pedazo de barrio allá en Pompeya,
durmiéndose al costado del terraplén.
Un farol balanceando en la barrera
y el misterio de adiós que siembra el tren.
Un ladrido de perros a la luna.
El amor escondido en un portón.
Y los sapos redoblando en la laguna
y a lo lejos la voz del bandoneón.

En total, fueron veintiún temas los que Troilo grabó con letras de Manzi. También incursiona en el cine como director y, sobre todo, como un destacado guionista. Codirigió, con Ralph Pappier, Pobre mi madre querida y El último payador, ambas con Hugo del Carril como protagonista. Y como guionista, la lista es tan extensa como prolífica: escribió los guiones de dieciocho películas, entre ellas La guerra gaucha, estrenada en 1942 y considerada la mejor película de la época. El guión fue una adaptación de Manzi y Ulises Petit de Murat del libro homónimo de Leopoldo Lugones.
El 17 de diciembre de 1946 supo que padecía un cáncer. Fue en medio de estas condiciones que escribe Sur. Entre las ochenta y seis canciones que registra en esta época resaltan muchas de las más notables como Malena, Manoblanca, Mañana zarpa un barco, Tal vez será su voz y Discepolín:

La gente se te arrima con su montón de penas
y tú las acaricias casi con temblor;
te duele como propia la cicatriz ajena;
aquel no tuvo suerte; y ésta no tuvo amor.
La pista se ha poblado al ruido de la orquesta;
se abrazan bajo el foco muñecos de aserrín.
-¿No ves que están bailando?…
-¿No ves que están de fiesta?…Vamos que todo duele, ¡viejo Discepolín!

Al mismo tiempo hace periodismo, sketchs radiofónicos y hasta la obra teatral La novia de Arena con Ulises Petit de Murat. Murió de cáncer el 3 de mayo de 1951 a los 43 años. En el cementerio lo despidieron sus amigos en las palabras de Cátulo Castillo:

“Para hacerte una historia, hermano mío, comenzaría así: Se acercó con sus cosas que tenían la simpleza genial del propio pueblo. Un trasunto de calles orilleras, arboladas y viejas como el duende que transitó sus tangos, y que vivió en sus ojos que eran negros y tristes y profundos”.

 

Bibliografía:

Aníbal Ford (1971), Homero Manzi, Centro editor de América Latina.

Arturo Jauretche (1962), FORJA y la década infame, Corregidor

Horacio Salas (2001), Homero Manzi y su tiempo, Vergara.

 

Acerca del autor Ernesto Salas

Ernesto Salas
Licenciado en Historia, Universidad de Buenos Aires. Director del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Nacional Arturo Jauretche. Investigador de la historia argentina reciente en el campo de los conflictos sociales y políticos de las décadas del cincuenta, sesenta y setenta del siglo XX. Es autor de los libros: La Resistencia Peronista: La toma del frigorífico Lisandro de la Torre (1990), Uturuncos. El origen de la guerrilla peronista (2003); Norberto Habegger. Cristiano, descamisado, montonero (2011, junto a Flora Castro), De resistencia y lucha armada (2014) y ¡Viva Yrigoyen! ¡Viva la revolución! (2017, junto a Charo López Marsano).

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