Nosotres

ARTISTAS CORPORALES EN RED

Tatuajes y modificaciones corporales

Por Luciana Acuña

Reflexiones para visibilizar violencias de género, repensar espacios y descolonizar relatos en el mundo del tattoo

Desde hace nueve años divido mi tiempo entre mi profesión de historiadora del arte, mi formación académica y mi actividad como tatuadora. En esta última faceta, hace un par de años decidí que el tiempo que les dedico a mis clientes lo sea en un espacio seguro y de cuidados. Luego de haber trabajado en distintos lugares colectivos del ámbito del tatuaje y transitado esta particular profesión, decidí que se debía promover una experiencia de respeto hacia aquellas personas que, disponiendo de la vulnerabilidad y soberanía de sus cuerpxs, aceptan de manera consensuada la marca permanente que el o la tatuadora les realiza.

“Acomodándome la servilleta para no manchar el corpiño, me tocó toda la teta. Yo tenía 17 años.”

“Fui a tatuarme la cadera, muy cerca de mi zona íntima. Mientras tatuaba me dijo: 

-Me queda el recuerdo para la paja.

 Además, llamó a todos sus colegas para que vieran “el diseño”.

Desde una perspectiva histórica se puede afirmar que en la mayoría de las culturas la práctica del tatuaje es un hecho consolidado. El vestigio más antiguo se encontró en la momia natural congelada hace 5.300 años, llamada Ötzi, quien poseía en su cuerpo 57 marcas análogas al tatuaje curativo (esto último está relacionado con la acupuntura, ya que estas marcas se encontraban puntualmente distribuidas en zonas donde ese cuerpo posee indicios de problemas de salud). El tatuaje, en sus diversas formas de expresión, en su riqueza y calidad estética, representó distintas coyunturas sociales, históricas o políticas. Punitivas y de exclusión en algunos casos en donde esas marcas representaban que la persona que las portaba era delincuente, símbolo de estatus y distinción en otras o, como en el caso de Ötzi, portadores de un valor sanador y hasta religioso.

En nuestra contemporaneidad el tatuaje es aceptado por la gran mayoría de las personas. Sin embargo, se podría afirmar que estamos asistiendo a una reescritura de la praxis del tatuaje como tal, rompiendo con las estructuras dogmáticas que en sus orígenes prevalecían de la mano de la “cofradía” de tatuadores que pasaban sus conocimientos de uno a otro. Actualmente, los alcances de la información digitalizada a través de tutoriales de youtube, o ciertas escuelas de tattoo, posibilitan el acceso a saberes formativos de manera exponencial y por ello un cambio de paradigmas que ha superado  la exclusividad del tatuaje tradicional.  En donde los modos de llegar a esos aprendizajes siempre era de forma problemática y dogmática  ya que quedaba sujeto al criterio de aceptación de un tatuador que te ofrecía el “privilegio” de tomar un nuevo aprendiz; hoy, esta situación aún convive en el aprendizaje pero ya no representa un mandamiento a seguir.

“A los 16 años, en Arcángel Tattoo de Boulogne Sur Mer, buscaban recepcionista full time, en la entrevista uno de sus dueños, Franko Anglas, me hace saber que era mejor que fuera mujer ya que “atraen más clientes” y que me ayudaría en mi trabajo que fuera vestida con más escote porque “el palo es así”. En mi primera semana de trabajo me repitieron que venía muy tapada y que me faltaban más tatuajes y aros, fue cuando demostré interés en aprender a tatuar. Al finalizar mi día de trabajo, Franko, el dueño, esperó a que llegara a mi casa y me despidió por teléfono aludiendo que había otra chica más linda, más modelito y mejor predispuesta”.

 “Estaba en un local de tattoos comprando una máquina de tatuar. En el salón de tattoos veo que la totalidad de las personas que tatuaban eran varones, pregunto por qué no había tatuadoras mujeres en el lugar. Entre dos tatuadores se miran y riéndose afirman: – ¿existen tatuadoras mujeres? -.”

Durante nueve años trabajé como redactora sobre arte contemporáneo en las dos revistas más importantes del ámbito del tatuaje en Argentina, y esa experiencia me permitió advertir las desigualdades que atraviesan al ámbito del arte corporal. Todos los meses se realizaban convenciones de tattoo a lo largo del país y también en el exterior. Las reseñas de estos eventos que se publicaban en las revistas venían acompañadas de registros fotográficos en donde se narraba y exponían los mejores trabajos de cada disciplina, también se retrataba a los jurados que dictaminaban quiénes eran los premiados. En todos los ejemplos la mayoría de los jurados eran en su totalidad varones cis, la singularidad era representada en los casos aislados en donde alguna de las colegas mujeres formaba parte de dicha distinción. En estas manifestaciones explícitas del coleguismo en el ámbito del arte corporal, que se vislumbraban naturalizadas, pude visualizar que anida el germen de las desigualdades. Las evidencias son contundentes, las mujeres y disidencias antihegemónicxs no tenemos un lugar de representación en estos espacios en donde estamos  avasallades por el patriarcado.

 

Durante los años 2020/2021 se conformó Artistas Corporales en Red, un espacio de diálogo que mediante conversatorios, capacitaciones y acciones en redes sociales, realizan investigaciones vinculadas a las prácticas del arte corporal en ámbitos seguros. En torno a estas cuestiones, se reunió el material que dio lugar a la guía: Mi Cuerpx, Mi decisión, de acceso libre y gratuito, que brinda las herramientas necesarias para que los procedimientos del arte corporal sean correctos. Está especialmente destinada a clientes y profesionales vinculadxs al tatuaje, el piercing, la suspensión, y todas aquellas manifestaciones que incluyan modificaciones corporales. Cuenta con el asesoramiento jurídico de la abogada Mercedes Parodi formada en perspectiva de género, quien brinda las herramientas legales para aquellas situaciones de abuso que requieran una resolución urgente de denuncia y protección de la víctima.  La importancia de la creación de la Red y la guía, radica en su toma de posición fundante aquí en Argentina, ya que consolida el espacio de discusión necesario para re pensar algunos dogmas de nuestra profesión y posibilitar con ello una mirada crítica en torno a la violencia de género naturalizadas en nuestros espacios de trabajo. 

Fueron los testimonios reunidos en sus redes por  las colegas Jan Criacuervos y La Maga los que dispararon estas reflexiones. En esta tarea de visibilización,  la motivación para reunir todo el material testimonial fue la abrumadora comprobación de que todes alguna vez habíamos sido víctimas de situaciones o episodios de violencia en nuestros lugares de trabajo. 

“Último día de la convención de Ituzaingó, estábamos juntando nuestras cosas del stand, se me acerca Leonardo Fontana, tatuador y dueño de la marca Ultra Ink y me pregunta: —¿Vos no ganaste nada?—. Le respondí que no. Inmediatamente me tira encima una cáscara de banana que se estaba comiendo y se va. Años después pude contar lo que me había sucedido y pude decirle en la cara lo mal que me había hecho sentir…”

La Red puso en evidencia la necesidad de un espacio colectivo en donde mujeres y personas LGBTTTIQ+ puedan acceder al apoyo necesario ante estas situaciones de vulnerabilidad y violencias. También posibilitó el acceso a información precisa y reflexiva de cómo lograr y generar una participación activa entre clientes y profesionales en donde se promuevan los cambios que hacen falta para construir espacios seguros y de consentimiento en el ámbito de las modificaciones corporales. Gracias al aporte abierto de todes se nutrieron de miradas particulares, tanto de clientxs como de aprendices y profesionales de la salud, la psicología y el derecho.

Desde esta perspectiva y gracias a la generación de este espacio de contención y apoyo, muchas víctimas encontraron el lugar para visibilizar y narrar sus relatos estremecedores: acoso, abuso a menores, violencia simbólica, violencia racista, gordofobia y maltratos: 

“Mi primer tatuaje a los 13 años, en mitad de la sesión el tipo se me vino encima y me besó, quedé paralizada”.

 “Me hizo un tatuaje horrible, nada que ver al diseño y me echó la culpa por tener estrías”.

“Soy una persona trans aunque no parezca. Cuando me expresaba de otra forma-femenina-se me reían”.

“—Cuando vas a tatuarte/perforarte, ¿qué es lo que más te da miedo o te pone nerviosx? 

—La gordofobia-”.

“—¿Tatuás pieles marrones? En otros lados no quisieron tatuarme porque al no tener piel blanca no se iba a ver”.

A lo largo de la historia del arte occidental, la representación de la figura de las mujeres, sobre todo de su cuerpo, se visualiza de manera subordinada a la figura del hombre. Sus gestos y actitudes van a estar, iconográficamente e iconológicamente, supeditadas a la mirada masculina, porque el artista o pintor es masculino. Construye la imagen femenina para su propia contemplación. Dicho lugar y rol como objeto de contemplación define su representación como acompañamiento del hombre en un espacio tutelado. La mujer está condicionada en su “deber ser” en el mundo para ser contemplada por el OTRO, masculino. En palabras de John Berger: “Los hombres actúan, las mujeres aparecen”. Esta manera de construcción de poder es tan ampliamente asimilada que el cuerpo femenino se convierte en objeto visual. Por ende, es la representación iconológica de la promesa de ese poder ejercido a través de un poder moral, físico, económico, sexual, etc. Esta apariencia es el condicionante del modo en que este sujeto lo trate. Desde esta construcción, el hombre encarna el rol de supervisor de ese cuerpo, representado como objeto de espectáculo. 

“Me llegó por mensaje de whatsapp el video de presentación del programa de Mandinga Tv, la escena no podría ser más violenta: cuatro varones arrancándole la camisa a una mujer (parecía casi una violación), dejándola en corpiño, arrastrándola a una silla de tattoo para que luego la tatúe el dueño del local, en el brazo. Por mucho menos que esto una publicidad de cerveza fue quitada de los medios, lo peor era la mirada cómplice de la presentadora del programa que sonreía ante semejante contexto”.

La idea de una competencia donde la belleza femenina es objeto de juicio repite estos patrones, al referir los cuerpos como sumisos a la demanda de su espectador propietario. La publicidad es el mejor ejemplo del uso de los cuerpos como objeto de consumo y apropiación y el ámbito de las modificaciones corporales no es ajeno a esta mirada. Las convenciones de tattoo aún conservan las competencias de Miss Tattoo. Visibilizar esto es poner en cuestión estas construcciones patriarcales para dejar de repetir patrones discursivos de poder. Karina Mercado y Diego Aguirre propietarixs de Sudaka Tattoo y organizadorxs de la Expo Mundo Tattoo, tomaron la decisión de no realizar este tipo de competencia en el encuentro. 

En el ámbito de las convenciones de tattoo más tradicionales, la relación cuerpo/objeto es explícita en la demanda de los tatuadores, que buscan “lienzos” y “pieles blancas” para competir y ganar un premio. Hay una perpetuidad discursiva que es necesario modificar. Los lienzos son un mero soporte, su uso como objeto inerte es análogo al uso del cuerpo de las personas que exponen su vulnerabilidad con la promesa de un tatuaje competitivo. Además de proponer con ello una mirada racista y colonialista en torno a las pieles marrones consideradas como “no apropiadas”, sobre todo cuando el origen del tatuaje es culturalmente diverso y sin distinciones sobre las singularidades de los cuerpos.

Durante los días 19 y 20 de marzo de 2022 asistí como jurada a la primera convención de tatuajes de Luján. No tendría nada de particular si no fuera porque era la primera convención en donde la totalidad de sus juradxs éramos mujeres y la persona ideóloga de dicha competencia, Agustín Morales, tatuadore trans.

En espacios como Artistas Corporales en Red, la modificación de las estructuras de las convenciones de tattoo, la mirada integral hacia las mujeres, disidencias y comunidades racializadas, desde una perspectiva diversa y respetuosa (a su vez de re pensarnos en nuestro ámbito de trabajo), son fundantes. Porque proponen una nueva contemporaneidad en donde colectivizar nuevos relatos históricos y estéticos, consolidan una mirada contra hegemónica y diversa dejando de lado lo naturalizado colonialmente como tácito. Falta mucho camino por militar y  narrativas por deconstruir pero las primeras acciones ya son contundentes.

Acerca de la autora / Luciana Acuña

Historiadora del Arte especializada en Curaduría por la UMSA (Universidad del Museo Social Argentino), estudios en Artes Visuales por la UNLP (Universidad Nacional de La Plata). Fotodocumentalista formada en ArGra y Subcoop, integrante de la Red Argentina por el Derecho a la Identidad Canadá/Usa, integro la Red de Artistas Corporales. Durante años me desempeñé como crítica de arte especializada en arte contemporáneo para distintos medios nacionales e internacionales especializados en arte. Soy feminista, anti hegemónica y del campo popular.

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