En los primeros años de la década del ’30, una sucesión de levantamientos armados del radicalismo yrigoyenista se constituyeron en una verdadera resistencia a las dictaduras de Uriburu y Justo. El mayor Regino Lascano y un programa libertario casi olvidado
El mayor Regino Lascano era considerado un héroe partidario. Había participado en la revolución de 1905 y era amigo de Hipólito Yrigoyen. En aquella insurrección radical las tropas del 8 de infantería de Córdoba en las que participaba tomaron la Jefatura de Policía y proclamaron un gobierno provisional al mando del teniente coronel Daniel Fernández. En 1930, el golpe de Uriburu lo encontró como jefe del Regimiento 1 de Infantería en la Capital.
El 28 de junio de 1932, Lascano salió de una casa de Curuzú Cuatiá en medio de la noche. Hacía frío. Visitaba contactos, salía de una reunión. Llevaba y traía documentos de la revolución radical que planificaba el teniente coronel Atilio Cattáneo. Hilaba con otros la red con la que pensaban rebelarse. Ese día estaba desarmado. Había alcanzado a caminar unos pasos cuando un grupo lo abordó. Algunos vestían uniforme y eran acompañados por otros que no. Sin mediar palabra lo asesinaron de tres balazos.
Los diarios dijeron después que “en un confuso episodio había perdido la vida”, que la policía vigilaba el domicilio del sargento Cayetano Núñez, que estaba vinculado con una conspiración, que habían visto salir un desconocido y le dieron la voz de alto, que cuando intentó defenderse lo mataron a balazos. En el domicilio fueron detenidos cinco suboficiales. La noticia dice que entre los atacantes había “civiles que colaboraban con la policía”. Aunque fue público y notorio que fueron en banda a matarlo, igual fueron felicitados por el gobernador de la provincia.
Unos días más tarde, allanada la habitación del hotel que ocupaba el fusilado, se encontraron varios documentos. Se trataba del manifiesto y el programa de gobierno que iba a aplicar la revolución radical si triunfaba. Estos papeles adquieren una importancia extraordinaria por su novedad respecto del proyecto radical yrigoyenista anterior al golpe del 6 de septiembre de 1930. Y anticipan un conjunto de ideas que circularán desde entonces como respuesta a la violencia económica, política y social de las clases dominantes. Un giro radical del radicalismo, valga la redundancia. Uno de los menos conocidos programas emancipadores del pueblo argentino:
“Nos levantamos en armas contra los herederos de la nefasta tiranía del general Uriburu, nacida con el golpe de estado del 6 de septiembre de 1930, patrocinado por el imperialismo petrolero norteamericano que resucita en el país los gobiernos de castas.
El parlamento surgido de aquellas elecciones usurpa la soberanía popular, integrado en su casi totalidad por miembros de los directorios locales o empleados a sueldo de las sociedades anónimas extranjeras, en estrecha alianza con la prensa grande, mercenaria e industrial, que se arroga desvergonzadamente la representación periodística de la opinión pública, oculta esas violaciones o las defiende como parte interesada en el criminal negocio que arruina a la nación y hunde en la miseria y en la pobreza a sus habitantes de las clases medias y proletarias.
Frente a la dictadura del general Justo, las dictaduras de las compañías Standard Oil, Bunge y Born, Dreyfus, Asociación de Frigoríficos, Tranvías, Unión Telefónica, etc. Frente a esta dictadura extranjera, disfrazada canallescamente con los colores de nuestro pabellón y a la que sólo civiles y militares que han caído en la ignominia de traición a la patria pueden apuntalar, proclamamos la revolución con el fin de reconquistar para el pueblo argentino la suma del derecho y libertades ultrajadas, aherrojadas por la miserable legión de fascistas del Jockey Club y Círculo de Armas, que no han trepidado en vender la nacionalidad a cambio de satisfacer sus bastardas y ruines ambiciones personales, de orden político y comercial”.
El manifiesto terminaba con el llamado a la insurrección: ARGENTINOS: De pie, a las armas. ¡Viva la Unión Cívica Radical! Aparte de este manifiesto, la policía local certificó el hallazgo de un programa de gobierno en el que, de arranque, se anunciaba que frente a la clase social de mentalidad reaccionaria que detentaba el poder, se alzaba la revolución de los productores, la “verdadera clase útil”. Se afirmaba en primer lugar que serían respetados los derechos del pueblo contenidos en las constituciones actuales, hasta tanto “se confeccione una constitución inspirada en la Justicia Social” y el anuncio de un programa inmediato que, entre las medidas más importantes, proponía: estatizar el comercio exterior; pagar la deuda externa con productos del país; establecer una moratoria de dos años para la deuda interna; suspender el pago de los arrendamientos y revisarlos a favor del campesinado; el dictado de la administración de justicia por jurados populares; la explotación colectiva de los campos mayores a mil hectáreas; la prohibición de la exportación de monedas y piedras preciosas; la explotación exclusiva del petróleo por el Estado; el control obrero de la producción a cargo de los sindicatos; la amnistía plena para los detenidos políticos y sociales; la demolición del penal de Ushuaia; la supresión de las subvenciones a la Iglesia Católica; la formación de consejos de soldados y marineros; fijar los precios de los productos de consumo; la supresión de la especulación y la usura y la confiscación de bienes a personas e instituciones que hubieran apoyado la dictadura implantada el 6 de septiembre.
Después de los considerandos generales, seguían los decretos revolucionarios que tenían que aplicarse de inmediato. El primero convocaba a elecciones generales dentro de los treinta días de acuerdo con el art. 3º de la ley de Acefalía nº 252 para designar electores de Presidente y Vice de la Nación, Gobernadores de Provincia y Diputados al Congreso y Legislaturas Provinciales.
Como el gobierno revolucionario iba a durar el tiempo que mediara entre la revolución y las elecciones, la revolución aplicaría decretos en los que se proponía: fijar los precios para el pan, la carne y los artículos de primera necesidad; determinar el precio de los alquileres y ofrecer alojamiento a los sin techo; fijar la jornada de trabajo en un máximo de 48 horas semanales; otorgar créditos a pequeños industriales y comerciantes; crear granjas agrícolas en tierras fiscales para combatir la desocupación; crear un empréstito forzoso con el 10% de las sumas depositadas que superaran los 50.000 pesos para la realización de obras públicas, disponer la libertad de los detenidos políticos y sociales y el regreso de los deportados, borrar de los edificios públicos las leyendas alusivas al golpe del 6 de septiembre como acto de desagravio al pueblo y derogar los decretos de la dictadura sobre la cuestión universitaria y aplicar en todas las casas de estudio el estatuto reformista dictado por la Universidad del Litoral en 1930. Una de las medidas más radicales era la que proponía la eliminación del “espíritu de casta” en las Fuerzas Armadas disponiendo que los suboficiales pudieran alcanzar el escalafón del cuerpo de oficiales, reincorporaba a los que hubieran sido dados de baja por la dictadura; ordenaba la devolución del dinero que muchos habían recibido del anterior gobierno para comprar su silencio, a la vez que disponía la disolución de la Legión Cívica, grupo de derecha que había sido asimilado al Ejército por los golpistas. Por último establecía la eliminación de la vagancia mediante la obligación de los desocupados a presentarse a trabajar en la obra pública con un sueldo fijado por el Estado.
El historiador Tulio Halperín Donghi, siempre atento a encontrar el origen de los imaginarios sociales que dieron lugar al peronismo dijo del manifiesto de Lascano: “La imagen de la sociedad argentina que se trasunta en esa expresión temprana de la visión de los excluidos por el orden restaurado en 1932 tenía como rasgo esencial su división entre una angosta franja privilegiada y las restantes clases, que abarcaban la inmensa mayoría de la nación”. Sí, eso era. Las ideas del programa emancipador de los revolucionarios yrigoyenistas, su imaginario de revolución social y su marcado antiimperialismo no quedaron huérfanas de futuro.
El cuerpo del mayor Regino Lascano fue recibido por una multitud que asistió a su funeral pese a la fuerte tormenta que se descargó sobre Buenos Aires. Sus hermanas se negaron a que el gobierno fraudulento de Agustín P. Justo tratara de desentenderse del crimen y le rindiera honores militares, ya que –dijeron- había sido promovido a teniente coronel por un gobierno constitucional y que lo había privado de ese grado “el gobierno de facto de un tirano”.
Acerca del autor Ernesto Salas
Licenciado en Historia, Universidad de Buenos Aires. Director del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Nacional Arturo Jauretche. Es autor de los libros: La Resistencia Peronista: La toma del frigorífico Lisandro de la Torre (1990), Uturuncos. El origen de la guerrilla peronista (2003); Norberto Habegger. Cristiano, descamisado, montonero (2011, junto a Flora Castro), De resistencia y lucha armada (2014); Arturo Jauretche. Sobre su vida y obra (Comp.) (2015) y ¡Viva Yrigoyen! ¡Viva la revolución! (2017, junto a Charo López Marsano).