Nosotres

EL ESPAÑOL DE ARGENTINA Y EL LENGUAJE NO SEXISTA E INCLUSIVO

Hablar en nosotres

Por Mónica Inés Garbarini / Aníbal Ernesto Benítez

“Un puñadito de gramatiquerías claro está que no basta para engendrar vocablos que alcancen vida de inmortalidad en las mentes. Lo que persigo es despertarle a cada escritor la conciencia de que el idioma apenas si está bosquejado y de que es gloria y deber suyo (nuestro y de todos) el multiplicarlo y variarlo”.

Jorge Luis Borges, El idioma infinito (1926)

 

En el año 1909, la revista El monitor de la Educación Común, perteneciente al Consejo Nacional de Educación, publica la transcripción de una serie de recomendaciones dictadas por el inspector técnico Nicolás Trucco acerca de la enseñanza de la lengua. Entre las observaciones y propuestas didácticas que realiza, el funcionario se queja de que ciertos maestros se dirigían a sus estudiantes utilizando las flexiones verbales correspondientes al pronombre vos. Ese uso era considerado inadecuado frente a las formas prestigiosas y oficiales y usted que se ajustaban más, desde la perspectiva institucional, al “verdadero castellano” que debía utilizarse en el ámbito educativo. Sin embargo, la escolarización masiva podía romper hasta cierto punto con el uso familiar del voseo, ya que este estaba ampliamente extendido. Con el paso del tiempo, la presencia tan marcada del voseo dio lugar a su aceptación por parte de las “autoridades” lingüísticas hasta convertirse en norma y, en la actualidad, constituir una característica central del español de Argentina. 

El derrotero por el que transitó el voseo muestra algunos rasgos de la relación entre lenguaje, sociedad y políticas de estado. La construcción de una lengua oficial y el habla no tiene que ver solamente con cuestiones puramente morfológicas, sintácticas y semánticas ni mucho menos con la voluntad particular de cada hablante, sino que también se halla estrechamente relacionada con valoraciones sociales en donde se ponen en juego diferentes concepciones ideológicas acerca de la lengua y del mundo que nos rodea. 

Como todo cambio lingüístico incipiente que se produce en el seno de una sociedad, el lenguaje inclusivo y no sexista causa adhesiones y rechazos como en algún momento lo hizo el voseo y, por lo tanto, es necesario reflexionar acerca de cuál es la naturaleza de ambos posicionamientos, para comprender hasta qué punto esta propuesta resulta pertinente o constituye un desatino para la lengua. 

El lenguaje inclusivo y no sexista tiene su sustento en los estudios de género y la teoría queer. Desde esas perspectivas, el lenguaje tiende a perpetuar la mirada heteropatriarcal en todos sus niveles. Esto significa que el lenguaje no cumple una función de señalamiento del mundo de manera imparcial, en este caso carente de valoraciones con respecto a la diversidad sexual y de género, sino que somete al sujeto y a la sociedad a sus reglas y construye una visión de mundo relacionada con el predominio de lo masculino y heterosexual. Así, por ejemplo, el español solo permite la clasificación de los seres vivos en términos femeninos o masculinos, es decir, omite la diversidad de género que excede el binarismo imperante y privilegia el uso del masculino para designaciones universales.

El sexismo en la lengua española no se limita solamente a la paupérrima designación de la diversidad de género, sino que además se refiere a expresiones y palabras cuyo sentido es profundamente machista. Expresiones como “mujer pública” vs. “hombre público”, “zorro” vs. “zorra” (refiriéndose a mujeres y varones) muestran que los sentidos atribuidos a las palabras muchas veces están relacionados estrechamente con una perspectiva de desvalorización de lo femenino frente a lo masculino y, más aún, de todo aquello que no forma parte de la esfera de la masculinidad hegemónica.

Los debates en el seno de los movimientos feministas y de minorías y en los ámbitos académicos con respecto a cuáles son las formas convenientes para desterrar cualquier rasgo sexista de la lengua son extensos y las posibilidades de resolución variadas. Además, en la sociedad circulan diferentes propuestas, como el uso de @ (ya en declive), la -x, las reformulaciones que permiten borrar marcas de género (por ejemplo, quienes estudian en la universidad en lugar de los alumnos), la duplicación en razón de género (las alumnas y los alumnos); así como el uso de -e, actualmente el más novedoso y que más controversia y adhesión genera. Todas estas variantes poseen sus limitaciones y sus virtudes en función del objetivo que persiguen y cierto grado de aceptación en diferentes ámbitos como el educativo y el académico. 

El sentimiento de resistencia y el rechazo por el lenguaje inclusivo y no sexista se sustentan, por lo general a partir de diferentes estrategias argumentativas que en realidad esconden el trasfondo político de la cuestión, vinculado con una concepción ideológica conservadora. En primer lugar, la idea de que las lenguas son invariables, esgrimida por los detractores de estos usos, es ilusoria: la historia del español da muestras claras de esto. En segundo lugar, la aparición del lenguaje no sexista y su uso por parte de múltiples grupos sociales no constituye una anomalía dentro de la lengua. Variedades del español existen muchas; el español rioplatense, antes plebeyo y rechazado, es una. Además, dentro de cada variedad, diferentes grupos sociales desarrollan sus propios modos de expresarse. La lengua escolar y el denominado registro culto son solo una parte de la gran riqueza lingüística de un idioma y también son, en mayor o menor medida, variables. 

Otro de los argumentos constantemente presentes acerca de la supuesta inviabilidad de los cambios que se están produciendo con respecto al sexismo en el lenguaje es la opinión de la Real Academia Española. Más allá de los debates en contra y a favor de la legitimidad de la RAE como autoridad lingüística, conocer el sentido del trabajo que realiza la Academia puede ayudar a comprender hasta qué punto este argumento posee algún valor frente a un fenómeno lingüístico. Cualquier hecho lingüístico novedoso no es reconocido inmediatamente como válido por la Institución, sino que debe estar lo suficientemente asentado como para que logre entrar al acervo del diccionario, así como al de la gramática. La no aceptación de un fenómeno lingüístico basada en la expresa o tácita “prohibición” de la Real Academia Española (o de la Academia Argentina de Letras) no borra la existencia del fenómeno en sí ni impide su desarrollo. 

En definitiva, el lenguaje inclusivo y no sexista constituye en la actualidad un uso de la lengua en plena construcción, que se incorpora paulatinamente a la vida social y a las instituciones estatales, como las universidades, y que posee la característica central de no restringirse a una variedad regional, sino que abreva en las múltiples variantes de la lengua española. 

A quienes estudian la lengua, no les toca juzgar los hechos lingüísticos sino, precisamente, estudiarlos; sin embargo, tampoco están imposibilitados de adherir a determinada propuesta lingüística. El lenguaje inclusivo y no sexista se sustenta en bases sólidas que se integran a los profundos y necesarios cambios sociales actuales impulsados por el feminismo y las diferentes corrientes de diversidad sexual. Por lo tanto, existen muy buenas razones para promover su uso.

Sin embargo, la fortuna de una propuesta de tal magnitud no depende de las buenas razones que poseen sus hablantes, sino de fenómenos mucho más complejos entre los que se cuenta la masificación del fenómeno. El camino a recorrer es arduo y no resulta suficiente con  el entusiasmo de especialistas, instituciones y militantes, sino que requiere de la reflexión de todes.

Acerca de la autora Mónica Inés Garbarini

Es profesora en Letras; vicedirectora del Instituto de Estudios Iniciales (UNAJ) y directora del Programa para el Fortalecimiento de la Lectura y la Escritura (IEI, UNAJ). Se desempeña en la materia Taller de Lectura y Escritura.

Acerca del autor Aníbal Ernesto Benítez

Es profesor en Castellano, Literatura y Latín (JVG) y especialista en Ciencias Sociales con mención en Lectura, Escritura y Educación (FLACSO). Se desempeña en la materia Taller de Lectura y Escritura de la UNAJ.

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