Notas

EL LITIO Y LOS PUEBLOS ORIGINARIOS

Emociona Jujuy

Por Pablo Cingolani y Juan Pastor González

Lo que está pasando en Jujuy sacude, conmueve, emociona.

Emociona Jujuy porque es la Argentina andina la que se subleva.

Emociona Jujuy porque es la puna, la quebrada y los yungas, como una sola cosa, la que alza la voz, la que dice basta.

Emociona Jujuy porque esas voces llegan de un pasado milenario y con ecos de una resistencia heroica, la de Quera1, con las armas en las manos, y es un decir, no estamos agitando ningún demonio, o del Malón de la Paz2, sin armas, y es otro decir, para dejar claro que esos pueblos nunca se rindieron, siempre la pelearon, como ahora la pelean, y por eso emociona.

Emociona Jujuy porque fue el protagonista del éxodo que nos brindó la Independencia, porque sin su sacrificio, no había Patria, ni menos las victorias con ese pueblo jujeño luchando, de Tucumán y de Salta.

Emociona Jujuy porque es el eslabón más débil de esa cadena farsesca de un federalismo que privó a la Nación del manejo de sus recursos naturales a partir de una constitución espuria que respalda a los intereses económicos y que no representa a los pueblos que son lo mejor que tenemos, la sal de la tierra, los que nos inspiran y nos guían.

Lo que sucede en Jujuy, hay que decirlo, sacude los cimientos de ese pacto constitucional espurio de 1994 que formalizó el contrato neoliberal entre el Estado nacional y las provincias y tanto lo sacude que hace temblar ese federalismo de negocios y de dirigentes que no representan el sentir de los pueblos, sino que representan la llave de la entrega de los recursos naturales y la violación sistemática de los derechos humanos de las poblaciones locales, y en el caso jujeño, emblemático por donde se lo mire, el de sus pueblos originarios.

Conmueve, en ese contexto, la movilización popular -que va creciendo y sumando sectores a la lucha, como los docentes y los mineros-, conmueve porque era tiempo de una respuesta activa del campo popular, del pueblo mismo, sin otro atributo que ese, el de recuperar su soberanía y volver a ser el pueblo frente a tanta injusticia, tanto latrocinio, tanta complicidad con un modelo político que incluye en la letra a los excluidos -los pueblos originarios son preexistentes al estado argentino dice la constitución- pero que, en la práctica, los trata, y lo que es peor, los reprime, como parias en su propia tierra.

Emociona porque los que siempre luchamos por el reconocimiento de los derechos de esos pueblos, vemos con fervor -y con todo el dolor del alma por los heridos y los detenidos- cómo siempre se cumple esa máxima que nos guía y que dicta que sólo el pueblo salvará al pueblo. Allí está el pueblo en las calles y en las rutas, allí está el pueblo sublevado, el subsuelo de la patria, enfrentando a la represión, como siempre. Nos conmueve, a los que tenemos algunos años, porque sabemos que cuando el pueblo le pone el pecho a las balas no hay nada que lo detenga. El sacrificio del pueblo casi siempre termina en victoria porque cuando un pueblo se levanta contra sus opresores, es la verdad de la historia la que termina dictaminando el desenlace del destino. Tarda, es cierto, pero el destino de los pueblos llega, inexorable.

Y la historia de Jujuy no es otra que la historia de la Argentina andina, esa que enlaza a su pueblo con el resto de los pueblos andinos de América, que resistieron heroicamente a los contraataques coloniales. Esa América andina, hay que decirlo, hoy fragmentada en los paisitos que nos legaron nuestras oligarquías, que se beneficiaron sin haber puesto el cuerpo en la Guerra por la Independencia. 

La historia de esa América andina, y en ese marco, la de la Jujuy, está determinada por el enfrentamiento con ese poder oligárquico expoliador y arbitrario. Ese enfrentamiento en el marco regional, en el marco geo-histórico real, que no es el de los límites político-administrativos nacionales y menos el de nuestras absurdas fronteras internas, tiene dos referencias claras: el Estado Plurinacional de Bolivia, genuina construcción popular producto de décadas de lucha, y la resistencia popular a la restauración oligárquica en Perú tras el golpe que destituyó al presidente Castillo, una guerra que, dicen nuestros compañeros de Juliaca3, recién empezó.

Los sucesos de Jujuy, la resistencia popular frente a una reforma constitucional que lesiona derechos reconocidos de los pueblos originarios y de cualquiera que quiera protestar legítimamente frente a las arbitrariedades del poder, empezaron sugestivamente en vísperas del 21 de junio de 2023, día del solsticio de invierno en el hemisferio sur, día del Willka Kuti aymara y del Inti Raymi quechua, expresiones que signan ese derrotero histórico de la lucha por la emancipación de los pueblos de todo coloniaje y de toda tutela.

Hoy no sabemos todavía cómo terminará pero lo que sí sentimos y no vamos a desmentir ni negociar jamás es que este Jujeñazo muestra, en la movilización popular que nos emociona y nos llena de orgullo, que otro camino es posible, que la construcción de poder popular cada vez más real, cada vez más genuino, cada vez más nuestro, es posible, tal y como lo muestra día a día Bolivia,  y que, más allá de cualquier desatino ideológico-político, lo que le espera a Nuestra América, más temprano que tarde, es que gobiernen los pueblos, es decir que se instale finalmente en nuestros países la verdadera democracia, que es aquella en donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del pueblo.

En Nuestra América, el continente más desigual del mundo, no hay lugar, y a esta altura de la historia no debemos permitirlo, para otra cosa. Aquí las derechas no tienen sentido: sólo sirven para robar, envilecer, humillar y masacrar a los pueblos y eso debe ser desterrado y olvidado para siempre: caiga quien caiga y cueste lo que cueste.

Por eso, más allá del dolor que nos hermana con las víctimas de la represión inclemente e inevitable que ahora sucede en Jujuy, decimos que siempre, tras la batalla en defensa del terruño, batalla siempre desigual y genocida, como todas las batallas que libraron los pueblos contra el Gran Poder del Sistema que los niega, los humilla y los explota, a la larga, los pueblos vencen, los pueblos triunfan porque cuando un pueblo se alza y se pone a andar, nada lo detiene, nada puede oponerse a su fuerza avasallante, creativa y multitudinaria, los pueblos son como las montañas, son eternos e invencibles.

Por eso, emociona Jujuy.

NOTAS:

1 El 4 de enero de 1875, 800 campesinos indígenas puneños fueron duramente derrotados por 1100 efectivos del Ejército Nacional y brutalmente reprimidos tras la batalla por haberse rebelado contra la explotación y la opresión de los terratenientes de la región.

2 El Malón de la Paz fue una marcha de pueblos originarios del noroeste argentino a la ciudad capital Buenos Aires, en demanda de la restitución de sus territorios, en 1946.

3 Juliaca (en quechua: Hullaqa) es una ciudad peruana capital del distrito homónimo y de la provincia de San Román, ubicada en el departamento de Puno.

Acerca de los autores / Pablo Cingolani – Juan Pastor González

Pablo Cingolani

Escritor y periodista. Nació en Argentina en 1963 y vive en Bolivia desde 1987. Estudió historia. Su obra publicada incluye libros como ToromonasAmazonia BluesAislados y Nación Culebra, una mística de la Amazonia.

Doctor en Desarrollo Humano Sostenible, Universidad de Milano – Bicocca, Italia. Licenciado y Profesor en Ciencia Política (Universidad de Buenos Aires, Argentina). Profesor Investigador de la materia Planificación Social -UNAJ. Coordinador de la Cátedra Abierta José Martí, Instituto de Estudios Iniciales, UNAJ. Coordinador de la Red Nacional de Cátedras Abiertas José Martí de la Argentina, integrante de la Red Internacional de Cátedras José Martí promovidas por el Programa de Solidaridad Internacional José Martí de la UNESCO. Miembro titular del Consejo Comunitario para la Tierra y la Vivienda de los Municipios de Florencio Varela y Quilmes. Integrante del Consejo provincial de Tierra y vivienda por el estamento universidad.

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