Presentación del artículo del autor publicado por la Revista Problemas del Desarrollo de la Universidad Nacional Autónoma de México
La exigencia que los seres humanos provocan sobre la capacidad de la Tierra para suministrar recursos renovables y servicios ecológicos se duplicó durante los últimos 50 años. Esto se mide en función de la Huella Ecológica (HE), un sistema de indicadores cuyo contexto subyacente es el reconocimiento de que la Tierra tiene una cantidad limitada de producción biológica que sustenta la vida en ella.
La he permite analizar patrones de consumo y considera seis categorías de demanda:
- Tierras de cultivo: superficie de tierra necesaria para producir alimentos y fibra;
- Tierras de pastoreo: superficie de pastizales para criar ganado;
- Zonas de pesca: ecosistemas de aguas marinas y continentales necesarias para sostener la captura de peces y acuicultura;
- Productos forestales: superficie boscosa necesaria para el suministro de combustibles, pulpa, productos de madera;
- Suelo urbanizado: áreas biológicamente productivas, utilizadas para construir infraestructura de transporte, vivienda e industriales, y
- Huella de carbono: demanda de bosque necesario para el secuestro de carbono, excluyendo lo que absorbe el océano.
Para realizar el cálculo de la HE se toma el flujo de cosecha o producción de desechos, se cuantifica en masa por tiempo y se traduce en hectáreas globales (gha). Para cada tipo de uso de la tierra se utiliza un factor de equivalencia, que es la proporción de la productividad global promedio de un tipo de tierra dado, dividido por la productividad global promedio de las superficies productivas de todo el planeta. Esto permite comparar la tierra utilizada para una determinada categoría de producto con el promedio mundial, dada las diferencias de productividad marcadas que existen en todo el planeta.
Luego se compara con el área natural que existe para satisfacerla, que se define como la Biocapacidad de la Tierra y de manera similar a la HE, contiene estas categorías y se puede medir en hectáreas globales a cualquier escala.
A nivel mundial, para el año 2018 y con una biocapacidad per cápita disponible de 1.58 gha, la he per cápita fue de 2.77 gha, es decir, se consumió más de lo que el planeta puede regenerar. En otras palabras, sólo en el corto plazo se pueden talar árboles a mayor velocidad de lo que maduran, capturar más peces de los que el océano puede restablecer, o emitir más carbono en la atmósfera del que bosques y océanos pueden absorber. En el mediano y largo plazo esto provoca la degradación de los servicios ecosistémicos y, con ello, la capacidad del planeta de restablecer las condiciones de producción y de reproducción social. En otras palabras, de sostener la vida en el planeta.
Este era un aspecto que la economía política clásica tenía en cuenta. La viabilidad de los ecosistemas, los niveles adecuados de ozono atmosférico, la calidad del suelo, el aire y el agua, fueron contempladas en la categoría marxiana definida como condiciones físicas externas, una de las tres condiciones de producción capitalista. La fuerza de trabajo que poseen las personas trabajadoras, es definida como las condiciones personales de producción, por un lado, y las condiciones comunales, generales de la producción social, por el otro, completan estas tres condiciones de producción capitalista en las que están implícitos los conceptos espacio y ambiente social. Es por ello que una de las diferencias entre la ortodoxia económica y la heterodoxia, es que esta última se centra en el proceso de producción y permite identificar que, con el avance de la crisis socioambiental, lo que se degrada son las condiciones de producción capitalista en sus tres categorías.
Por el contrario, la economía ortodoxa aborda el deterioro del ambiente mediante el concepto de externalidad. Desde su óptica, en el proceso productivo se tienen efectos involuntarios que no son contabilizados e incorporados en los precios, generando así una errónea asignación y que, sostenidos en el tiempo, pueden provocar la extracción desmedida y el agotamiento de un recurso específico, la contaminación o destrucción de un ecosistema, el depósito en la atmósfera de gases de efecto invernadero, entre otros efectos. La corrección del sistema de precios, unas preferencias del consumidor más sustentables y las mejoras en los procesos productivos corregirá paulatinamente este problema. Al mismo tiempo que considera al proceso económico como un circuito continuo entre la producción y el consumo. En otras palabras, un proceso mecánico, autosostenido e ignorante de los aspectos físicos de la actividad productiva, la cual se considera dentro de un sistema aislado, sin ambiente.
En el contexto de este debate, en el trabajo que se cita al final se identifica en el neodesarrollismo, o al menos en economistas de referencia en Argentina, un abordaje de la problemática ambiental más vinculada a la visión neoclásica que a la heterodoxia, en el que se evidencia la creencia de que se puede mejorar la calidad de vida de las personas optando por actividades que al mismo tiempo deterioran el soporte físico donde sucede la vida y la producción. Construyendo, al mismo tiempo, un modelo de crecimiento que consolida el lugar de Argentina como proveedora de materias primas para el mercado mundial, amplificando con ello la fuga de divisas y la restricción externa y, consolidando, a contramano de lo que el neodesarrollismo esperaría, el poder económico y político de la cúpula empresarial exportadora, asociada a las actividades primarias y contraria a todos los esfuerzos que históricamente se han intentado por modificar la estructura productiva nacional.
A su vez, en el análisis de los argumentos neodesarrollistas se refleja no sólo el desconocimiento respecto al actual deterioro del estado del ambiente y los conflictos socioambientales en el territorio, sino también, la negación de un aspecto fundamental para la planificación del desarrollo. Esto es, la necesidad de eliminar o reducir al mínimo posible los desequilibrios de poder económico y político entre los distintos actores que hacen parte de este proceso.
Para encontrar una salida a este laberinto, se propone construir una opción postdesarrollista. En contraposición a estas ideas, y reconociendo un largo camino por delante, el postdesarrollismo acepta los condicionamientos a la actividad económica que impone una base de recursos limitadas, es decir, los límites biofísicos, no reduce la crisis socioambiental estrictamente al cambio climático y la emisión de gases de efecto de invernadero, y no abona al mandato exportador como condición necesaria para salir de la crisis que atraviesa la Argentina y la humanidad.
De esta forma, el trabajo aquí presentado, publicado por la revista Problemas del Desarrollo, órgano oficial del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, se estructura de la siguiente manera. En primer lugar, contiene un análisis comparado entre las formas de introducir la dimensión ambiental que presenta la ortodoxia y la heterodoxia económica. Esto permite, en una siguiente sección, introducir elementos de la economía ecológica y la ecología política a fin de elaborar un marco integral para abordar la crisis socioambiental. La cuarta sección analiza en profundidad las formas en las que el neodesarrollismo argentino pretende atender el problema socioambiental y avanzar hacia el desarrollo, consolidando un laberinto sin salida; mientras que la quinta sección introduce claves para plantear una salida postdesarrollista.
Se puede acceder a este trabajo con el siguiente enlace:
https://www.probdes.iiec.unam.mx/index.php/pde/article/view/70023
Acerca del autor / Juan Carlos Travela
Licenciado en Comercio Internacional y candidato a Doctor en Desarrollo Económico por la Universidad Nacional de Quilmes. Docente de las materias Desarrollo Económico y Política Económica Argentina en la UNAJ. Co-dirige el proyecto de investigación “Blockchains y Tecnologías de Contabilidad Distribuida. Transformaciones productivas, cambios en la administración pública y la sostenibilidad socioecológica de su estilo de innovación y desarrollo”.