¿Quién has sido

en todas esas escenas?

Nació en Berazategui en 1983, hijo de una docente y un bancario, estudió Letras en la Universidad Nacional de la Plata y ejerce como docente en distintas escuelas de la zona. Entre sus publicaciones podemos mencionar: Fin del enigma (editado por Ediber), Hiedra (La luna que), y Esa trampa de ver (Añosluz Editora), y algunos cuadernillos y plaquetas. Además escribe textos críticos para diversas revistas argentinas y latinoamericanas como Jámpster, Op. Cit. y Transtierros.

Diego L. Garcia es tercera generación de inmigrantes españoles que se instalan en Berazategui a principios de siglo XX y comienzan a trabajar en la fábrica Rigolleau (1), como la mayoría de los pobladores pioneros de Berazategui.

Los inicios

Mis inicios con las letras, se remontan a los primeros libros que encontré por cuenta propia, en la primera adolescencia, once doce años, libros que estaban en la casa de mis abuelos, que nadie me los dio y tomé por curiosidad. Libros que no eran específicamente para niños. Incluso me ha pasado con esas primeras lecturas que me quedaron por años en secreto, yo pensaba que eran libros que solo yo había leído y nadie más, y después con el tiempo me di cuenta que eran Los tres mosqueteros, poemas de Juana de Ibarbouru (2), El último Mohicano, La Ilíada y algunos otros clásicos que estaban allí. Ese fue el germen.

De traductor a poeta

Después empiezo a estudiar traductorado de inglés en la Universidad, y ese año en la carrera, se cruzan tres materias comunes con la carrera de Letras, y me terminan volando la cabeza, mucho más que inglés.

Al otro año me anoto en Letras, dejo inglés, y finalizo haciendo Letras.

Mi carrera tiene como objeto dedicarme a la docencia y a la crítica. Pero de alguna manera un poco casual, me encontré con algunos poetas, que me  descolocaban con respecto a lo que venía leyendo en la carrera. Sobre todo chusmeando en la biblioteca de la universidad. Siendo de Berazategui me ocurría que no tenía los horarios organizados. Así que entre cursada y cursada me quedaban huecos de tiempo que pasaba en la biblioteca. Ahí empecé a encontrar autores que para mí fueron novedosos. Encontré una edición de Árbol de Diana de Alejandra Pizarnik, una primera edición del poemario, gastado, una edición un poco estropeada que estaba ahí en la Universidad. Y me descolocaba que un libro le dedicara toda una hoja a un poema de 3 o 4 líneas. Y empecé a encontrar en la poesía un escape al discurso tan duro de lo académico, a la crítica, de ahí empiezo a encontrar esa sensación de libertad en poetas contemporáneos. Uno de ellos Amadeo Gravino (3). Lo conozco comprando libros (porque también es librero, y de los buenos, esos que te recomiendan joyas) y él me regala alguna de las publicaciones que hacía, que eran una plaquetas muy breves. Eso sería el año 2005. Ahí me di cuenta que había algo que tenía que ver con la literatura que estaba por fuera de la facultad. Por fuera de esos textos obligatorios que me perseguían. Había otra cosa que iba por fuera y que, en mi caso, resultó a ser la poesía.

Sus primeros pasos en la poesía

A partir de estas lecturas empiezo a escribir poesía, con los compañeros de la carrera. Circulábamos lo escrito entre nosotros. Y mi primer libro lo publico en el año 2011, que es un conjunto de  poemas de esas épocas anteriores que venía acumulando.

La municipalidad de Berazategui tiene una editorial municipal (Ediber), y a mediados de 2009 envío algo, una especie de libro a medio armar y en 2011 se comunican conmigo y me dicen que les interesaba editar lo que les había mandado. Ediber trabajaba con un equipo muy profesional. Siempre valoraron mi idea de la edición.

Estilo

A mí me interesa una poesía ensayística. Es un término complejo, pero la idea sería apuntar a una poesía que proponga más un pensamiento que emotividad. Trabajar desde el poema un lenguaje que nos permita tanto a mí como al lector entrar en una zona de reflexión sobre los discursos.

Mi último libro es una crítica a la mirada. Una crítica a la mirada estandarizada. El discurso hegemónico se vuelve tan potente que no solo reproducimos el contenido sino su forma. Y creo que la poesía es un medio que permite correrse de ahí, confrontar esa lógica.

El discurso y el conurbano

Territorializar el discurso es un poco embromado. Porque uno es del conurbano y a su vez no es. No quiere decir que en el conurbano no vayan a consumirse discursos globalizados. No hay una especie de encerramiento en el que podamos quedarnos como si el color local fuera una representación del lenguaje de este territorio. Yo no creo. Sé que hay gente que labura con una especie de representación o arquetipo discursivo que podría representar a un sector territorial, pero me parece que, si vamos a eso, desde mi opinión clausuramos otras posibilidades y la poesía justamente tiene que ver con lo contrario, con no encasillarse.

Notas

  1. Empresa que fabrica objetos de cristal fundada por Gastón Rigolleau, la cual en 1906 se instala en Berazategui hasta hoy día.
  2. Poeta uruguaya del siglo XX conocida como Juana de las Américas.
  3. Poeta, crítico y autor de teatro, nació en Buenos Aires en 1945, publicó más de 20 libros de poemas, recibió numerosas distinciones e integra las principales antologías del país.

Acerca del autor/a / Martin A. Biaggini

Martín Biaggini

Profesor en Historia (ISSJ), Licenciado en Artes (UNLa), Especialista en Educación (UNSaM) y Maestrando en Educación Lenguajes y Medios.  Se desempeña como docente investigador en la UB, UNLa, UNLaM y UNAJ.

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