Dossier Movimientos sociales

ENTREVISTA A MARCELO GÓMEZ

Cabecitas negras del capitalismo globalizado

Por revista Mestiza

Licenciado  en  Sociología (UBA), Máster  en  Ciencias  Sociales  (FLACSO),  Doctor  en  Ciencias Sociales  (IDES/UNGS). Profesor Titular en la Universidad Nacional de Quilmes y Profesor Adjunto en la Carrera de Sociología de la UBA. Investigador  en  temas  de  sociología  de los movimientos sociales y la acción colectiva.  Publicó numerosos libros  y artículos  sobre  conflictividad  social,  sobre educación y  mercado  de  trabajo, y sobre clases sociales y acción colectiva. Ha publicado los siguientes libros: Los movimientos sociales dicen (2009); Movilizaciones, protestas e identidades en la Argentina del bicentenario (en coautoría, 2010); El movimiento de desocupados en la Argentina (2012); El regreso de las clases. Clases, movimientos sociales y acción colectiva (2014) y Los movimientos sociales de la década ganada (comp. En coautoría) (2017)

 

MESTIZA: ¿Cuál es la realidad material de los movimientos sociales de desocupados hoy?

Es difícil la estimación de la cantidad de miembros, adeptos, integrantes orgánicos y demás. Los movimientos no publican ni incluyen datos específicos sobre este punto.  El tamaño de las bases de estos movimientos son fluctuantes dependiendo de las prestaciones que vehiculizan, cooperativas que contribuyen a organizar y formar y que les responden, asistentes a comedores y merenderos, etc. En los barrios populares la concurrencia o la participación está sujeta a diversas condiciones y es común que personas y familias vayan de un comedor o de una cooperativa de una organización a la de otra o que una misma cooperativa contenga integrantes de distintos movimientos. Mucho más importante desde el punto de vista del análisis es la cantidad de  militantes activos identificados con el movimiento y que realizan actividades organizativas, y sobre todo la capacidad de convocatoria para la movilización y la lucha, que es su activo organizacional más importante. En este sentido, las capacidades de movilización son bastante amplias. Marchas como la del siete de agosto de 2016 en donde participaron las 3 organizaciones principales (Evita-CTEP, CCC, Barrios de Pie más otras menores) muestran una notable cantidad de militantes y miembros de las organizaciones movilizados, del orden de las 80 mil personas propias de las organizaciones convocantes. Otros indicadores son por ejemplo los Congresos del Movimiento Evita que convocan entre 5 y 7 mil personas, o el plenario de la Provincia de Buenos Aires con 12 mil militantes. La estructura nacional del Evita con presencia y desarrollo organizativo en 21 provincias, más declaraciones de los dirigentes hacen una estimación razonable de 4 mil personas con responsabilidades organizativas, de representación política (concejales, diputados provinciales, etc) y de gestión dentro del movimiento.  El “Evita” gestiona 600 comedores y merenderos. La CCC y Barrios de Pie/Libres del Sur, son bastante más chicas y de menor cobertura territorial pero tienen una capacidad de movilización de unas 15 mil personas cada una.

También es importante la cantidad de beneficiarios de Planes que las organizaciones gestionan: el más importante lejos es el Argentina Trabaja, que tiene actualmente 178 mil beneficiarios que cobran la mitad del salario mínimo (4800$) al integrar las cooperativas (los capataces cobran 15 mil y los asistentes 7 mil). Las 2/3 partes están en la Pcia de Buenos Aires. Aumentó el 67% de los beneficiarios desde el 2015 cuando había 107 mil beneficiarios. Tiene un presupuesto de 15 mil millones, el más grande de la cartera de Desarrollo Social y un alto grado de ejecución.

Según material de la CTEP, las bases potenciales de representación del núcleo duro de la informalidad económica son enormes: los ocupados en tareas de mejoramiento barrial y del hábitat comunitario, cooperativistas de vivienda social, micro emprendimientos de subsistencia, cartoneros, vendedores ambulantes estaríamos en torno al millón de trabajadores.

En definitiva, si se hace una estimación intuitiva, el espacio multiorganizacional de los movimientos sociales de base territorial popular urbana aglutina no menos de 150 mil personas y no más de 250 mil.

 

¿Por qué se ha impuesto el significado “trabajadores de la economía popular” por sobre “movimiento de desocupados”, “la CGT de los excluídos”?

Tanto los MTD (Movimientos de Trabajadores Desocupados) de fines de los 90 y primeros años del 2000 como la actual de Trabajadores de la economía popular, reivindican la tradicional identidad de trabajadores. Las organizaciones ya no representan simplemente en los territorios a aquellos que han perdido el trabajo, sino que patrocinan e impulsan estructuras de producción y reproducción de la vida social y entramados económicos populares que garantizan la subsistencia y las oportunidades de obtener ingresos. Los documentos de la CTEP son muy claros: el capitalismo dependiente es incapaz estructuralmente de dar trabajo a la totalidad de las clases populares, la exclusión de las relaciones de trabajo capitalistas está asumida como una condición fundante del capitalismo actual y por tanto, buena parte de las clases populares, un tercio del total de la población, tiene que autoorganizarse y lograr mediante el poder social y político, fundamentalmente su capacidad de lucha y organización, conseguir apoyo estatal para preservar el estatus de sujetos económicos productivos y garantizarse condiciones de vida e ingresos.

Ya no se pretende legitimar ante la opinión pública y el poder político la necesidad de dar respuesta al desempleo, sino la de fortalecer una forma de organización económica y productiva diferente a la empresa privada. En el lenguaje de Pérsico: pretenden representar y organizar y dar poder a los “descamisados del Siglo XXI”, a los “cabecitas negras del capitalismo globalizado”.

 

¿Cuál es el modo de construcción de liderazgos en estos movimientos?

Los liderazgos de los impulsores y fundadores abrevan en las décadas del 70: Pérsico, Tumini, Alderete, Ardura, etc. provienen de la experiencia de las organizaciones revolucionarias. Sin embargo, las necesidades de participación política en un contexto de democracia estable han modificado el perfil de los referentes: Victoria Donda, Chino Navarro, al que se pueden agregar Juan Grabois, Gustavo Vera o Daniel Menéndez tienen improntas de otro tipo: juventud, ductilidad discursiva y política en un intento de llegar con el mensaje a públicos más amplios, deshacerse de toda imagen asociada a la violencia, etc. La llegada de Macri y el alejamiento del kirchnerismo han sido respondidas con un acercamiento notable a la figura del Papa Francisco  que constituye un paraguas legitimador importante frente a gobiernos potencialmente represivos.

La cuestión del aborto, recientemente puesta en juego por el propio gobierno, va a generar tensiones dentro de los movimientos recostados en el Papa, donde los componentes de las luchas feministas son muy importantes.

 

¿Existe un frente entre CCC, Barrios de Pie, Movimiento Evita, CTEP?

Todo indica que a nivel territorial el “Evita” y “Barrios de Pie” compiten entre sí y no forman un frente más que en el sentido gremial y reivindicativo.  La CTEP impulsada por el Movimiento Evita se ha convertido en un poderoso atractor de estructuras organizativas de diversos orígenes.

La base de la pirámide organizativa es la trama de merenderos, obradores, emprendimientos, cooperativas, centros educativos o de salud, etc.  

El Evita tiene un tipo de gestión centralizada en una Mesa Nacional Ejecutiva encabezada por Pérsico e integrada por sus principales figuras políticas. Hacia abajo funcionan con Plenarios y mesas por distrito. Barrios de Pie tiene un coordinador nacional, Daniel Menéndez, y una estructura descentralizada. Libres del Sur es un partido político con sus estructuras estatutarias. La CCC no es una central sindical sino una agrupación que disputa espacios tanto en la CGT como en la CTA y no tiene expresión política.

 

¿Qué tipo de relación tienen con el Estado? ¿Qué tipo de relación con la política?

El “Evita” tiene una gran capacidad de presión e incidencia sobre los poderes públicos de las áreas sociales. A tal punto que el actual gobierno reconoció la personería social a la CETEP en diciembre pasado por el Ministerio de Trabajo por la que había estado bregando varios años antes.  

El “Evita” y “Libres del Sur” son movimientos sociopolíticos dado que participan activamente con presencia en los poderes estatales ya sea en la gestión o en la representación electoral. Ambos movimientos tienen pequeños bloques de diputados nacionales y provinciales y multitud de concejales y consejeros escolares. En algunos casos tienen también funcionarios de gestión incluso con gobernadores “oficialistas” como Cornejo en Mendoza donde “Libres del Sur” integra la alianza de Cambiemos o cercanos al oficialismo como Bordet de Entre Ríos que tiene en la subsecretaría general de la gobernación a un militante del “Evita”.

La CCC tiene una posición anti electoral y anti política burguesa al igual que otros movimientos menores como el MTD Darío Santillán o el Movimiento La Dignidad.

La nueva estrategia es un Frente de movimientos sociales de trabajadores formales (CGT) y los movimientos de la economía popular (Evita/CETEP, Barrios de Pie, CCC, La Alameda, Frente Darío Santillán y otros menores).

 

Cuestiones de clase: ¿excluidos o explotados?

El “Evita” siempre tuvo una estrategia de acercamiento al movimiento obrero institucionalizado y cultivó buenas relaciones con la dirigencia gremial especialmente con el moyanismo y las vertientes socialcristianas. Desde el “MTD Evita” en 1997/98 ha sido interlocutor y participante en movidas de la CGT. La unidad de la clase trabajadora es una bandera del “Evita” que lo diferencia un poco de la CTA. En cambio Barrios de Pie y la CCC fueron mucho más críticos de la dirigencia sindical.

El sector sindical peronista socialcristiano (Moyano, Schmid, Plaini) ve con buenos ojos la inclusión de los “trabajadores informales organizados” pero no se ha realizado una propuesta de inclusión orgánica. Este acercamiento se enfrió en 2012/13 de la mano del eje puesto por la CGT moyanista en el impuesto a las ganancias que lo llevó a cuestionar los planes sociales.

La unidad, o al menos la convergencia, es hija de la debilidad y la necesidad de enfrentar los poderes amenazantes de la gran burguesía y el gobierno actual. La contradicción entre el trabajador formal de la economía y el del sector informal subsidiado no se reduce a la cuestión explotación/exclusión, ya que en condiciones de flexibilización la rotación entre ambos sectores aumenta y el riesgo de los primeros en caer en los segundos también.  Sin embargo, la segmentación de la clase trabajadora formal entre un sector moderno integrado, más estable, con ingresos y oportunidades significativamente altas, educación privada para los hijos, patrones de consumo superiores, etc. y un sector precarizado con riesgo de rotación con el sector informal y necesidad de ser subsidiado, parece algo más compleja y aguda que se puede reflejar incluso en patrones de comportamiento político diferentes.

La precarización de los ocupados y la inestabilidad laboral abre la posibilidad que los poderes clasistas de los colectivos obreros se desplacen del lugar de trabajo y el sindicato al barrio y a los movimientos sociales como ya había ocurrido en los años 90.  Estos procesos también tienen implicancias en cuanto a la formación de identidades y predisposición a la acción colectiva y de interés por la política que seguramente van a redundar en el mediano plazo en la aparición de nuevas formas de liderazgo y cambios internos en las organizaciones gremiales en donde la cuestión de género y la participación femenina tiene un enorme potencial de desarrollo.

Otro aspecto en el que es necesario detenerse con atención es la emergencia de movilización contra las relaciones de subordinación, opresión y exclusión de género y de etnia. Fenómenos masivos con altos niveles de legitimidad como el del feminismo y otros no tan masivos pero no menos potentes y significativos como la defensa de los derechos (especialmente a la tierra) y las identidades de los pueblos originarios, permiten atisbar un panorama donde la articulación entre movimientos de base clasista (sindical y movimientos sociales de clases populares de excluidos urbanos) y de base extraclasista (feministas, indígenas, contra la represión y la violencia institucional, juveniles, etc.) pueden generar novedosas formas de interconexión o puentes organizativos y simbólicos.

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