El Rusito, cuando tenía siete años, veía cómo todas las noches el Pata se pasaba de la cama de su madre a la de su hermanita Giselda con apenas cinco años más que él. La Vieja, que siempre había tenido su fiestita antes, sólo decía sin mucha convicción y bastante sueño: “dejala a la Gisy que mañana tiene colegio”, y se daba vuelta en la cama sin hacer nada más. La Gisy se quedaba llorando la mitad de la madrugada y al otro día no lo miraba al Rusito hasta que volvían del colegio.
Eso era en los días tranquilos; cuando el Pata venía mamado o le había fallado algún atraco más valía quedarse calladito en un rincón. La Vieja la ligaba por cualquier pavada y la mayoría de las veces quedaba tan amoretonada que no podía hacer los mandados por una semana. La Gisy también cobraba y esos días le daba por adelante y por atrás. Un día que el Rusito lo amenazó con la pala de punta casi lo muele a golpes y tuvo que dormir en la casilla del Colorado un mes seguido para que no lo rematara del todo.
El Pata lo puso a laburar en tareas logísticas con la distribución de merca cuando todavía no había cumplido los siete. Le hacía llevar ravioles y fasos a otros pibes de la villa mayores que él pero no mucho. El día que no le pudo cobrar a uno que lo apuró con una faca el Pata lo fajó para que aprendiera a defender su trabajo.
Hacía un par de semanas que el Rusito ya intentaba largarse por su cuenta, arrebatando celulares a los chetitos que iban al colegio privado del country de la zona, cuando al saltar la valla que divide las dos manos de la autopista, escapando de la persecución de los chetitos, me lo llevo puesto con el auto a 120 km por hora. Cuando vuelvo corriendo los 300 metros que me llevó frenar el auto, manchado con su sangre al romper el parabrisas, veo que los pibes del country lo estaban pateando, muerto y reventado en el piso. Al llegar al lugar del impacto los pibes, con sus camisas blancas y corbatines bordó, empezaron a vivarme y tratarme como a un héroe por haber terminado con otra lacra de la villa que asuela a la gente decente.
La causa judicial se caratuló inicialmente como homicidio culposo en ocasión de fuga y fui sobreseído por el atenuante de la imprevisibilidad de la acción de la víctima, cuyo cadáver no fue reclamado por ningún familiar.
Acerca del autor/a / Daniel Enrique Novak
Daniel Enrique Novak es Licenciado en Economía. Es Subcoordinador de carrera de Licenciatura en Economía de la UNAJ y Profesor asociado en Economía de la misma universidad. A su vez se desempeña como Secretario de Industria y Desarrollo Productivo de Florencio Varela. Ha sido Cooordinador de Desarrollo Inclusivo del PNUD (2004/14), Subsecretario de Coordinación Económica de la Nación (2002/2004) y Consultor Económico de Empresas Industriales (1990/2001).