Cine y política

UNA VIDA DEDICADA AL CINE Y A LA EDUCACIÓN

Entrevista a Luis Pietragalla

Por Martín Biaggini

Luis Pietragalla es docente, crítico y realizador audiovisual. Ha sido pionero en nuestro país en educación audiovisual desde el Departamento de Tecnología Educativa Audiovisual de la Escuela de Arte Cinematográfica (Avellaneda). 

Fue director del Instituto de Cine de Avellaneda, la Escuela de Cine de Guayaquil (Ecuador), y coordinador de la carrera de Licenciatura en Audiovisión de la UNLA. En Japón fue jurado internacional del festival de cine educativo. Fue director en televisión del programa “Telescuela técnica” y del programa infantil “Recreo satelital” (Canal Infinito), pionero en el uso de internet en televisión.  Su última película, el largometraje documental “La Tapera, boleto para soñar”, filmada en la zona oeste del conurbano, recorrió más de veinte festivales nacionales e internacionales.

Empecemos por tu infancia

Nací en Buenos Aires en 1945, en una familia compuesta por padre italiano, madre argentina, siendo el menor de varios hijos. Cursé mi primaria en tres lugares distintos, pero recuerdo mi primer grado inferior en un colegio público, el Albarracín de Sarmiento en Caballito, en donde aprendí a leer y escribir rápidamente.

Me hice peronista a los 7 años sin darme cuenta. Había un libro que se llamaba “Niños felices”, y a mí me gustó lo que ponían sobre la solidaridad y sobre los derechos de la vejez. El secundario lo hice en el Carlos Pellegrini. A los 16 años yo quería hacer cine, y en los 6 años de escuela secundaria que tenía, se ponía denso. Era un comercial de primer nivel y no me lo banqué. Terminé yendo a un comercial nocturno especializado en letras, malísimo, pero yo me quería recibir, y de ahí, en vez de ir a la escuela de Cine de La Plata, fui a la Universidad Católica. En filosofía, al segundo año, cuando por fin iba develar cómo era el tema del espíritu santo, el hijo y el padre, quedé convencido definitivamente gracias al cura que había tres dioses. ¿Qué aprendí en la UCA? Aprendí griego y latín. Por lo cual aprendí castellano. Era una base mejor de lo que tenía en el Pellegrini.

¿Cómo te acercaste al cine?

A los 19 años fui al curso del Instituto de Cinematografía que  hacía Manuel Antin y empecé a filmar en 8 mm. Me compré una cámara de 8 mm horrorosa, con un solo lente, hice cortitos de adolescentes, uno inspirado en 8 y ½ de Fellini, pero me salió solo el ½. Un día paso por un negocio y veo una cámara Volex 16mm  a un precio de oferta. Fue en aquel momento que  mi hermano me dijo:
– Ahora debes trabajar en el taller (era la fábrica de mi viejo).

Terminé filmando una película en el taller (que era una fábrica que abarcaba toda la manzana), sobre un joven que iba a trabajar allí. Salió muy desprolijo. Lo editamos en “Sucesos Argentinos” a un precio muy bajo. Un tiempo después el montajista Hugo Primero  trató de arreglar ese corto.

¿Cuándo das el paso del cine a la televisión?

Un compañero me dice: el futuro es la televisión. Entonces empecé a estudiar en una escuela de televisión. Era muy curioso. Era privada. Había dos escuelas de televisión, una en Tucumán y Callao y la otra la Universidad del Salvador.

En mi juventud milité en el Partido Comunista, llegué a ser subdelegado en la Fede. Me fui del PC porque no me gustó el manejo que hacían. En mi juventud pude disfrutar desde el punto de vista cultural esa época maravillosa que fue entre los años 1958 y 1966. La calle Corrientes y el cine Lorraine. En ese cine, en los intervalos vos vivías lo que llamábamos “la portación de libros”, en la cual cada uno exponía, bien visible, los libros que leía. Y yo iba a ver películas, alguna no entendía una goma. Vi todo … y mientras, iba filmando como podía y pensando que era fácil y que yo era un genio.

Intenté estudiar derecho. Creo que me banque un cuarto de clase. Y empecé con la docencia a los 16 años, porque me llamaron para darle clase a estudiantes secundarios de contabilidad. Yo tenía la contabilidad del Pellegrini, y me salía fácil la docencia. 

A los 22 años, palanqueado por mi hermano, entré a canal 9 a trabajar. No era el canal fino que a mí me gustaba (que en esa época era el 13). Aquel era un peligro real, sin broma, a nivel de la inseguridad eléctrica que había. Una anécdota: en vez de tener luces en el techo, se utilizaban luces al lado de las cámaras, entonces eran faroles. En una ocasión, una cámara se pegó a un farol y a un un compañero que era eléctrico y estaba ahí lo tiró para atrás. El pibe se recuperó, pero todos los pelos de rulos que tenía pasaron a ser pelo lacio. Al día siguiente estaba de nuevo trabajando.  El inspector, curiosamente, cuando venía al canal, entraba a la parte administrativa, y luego se iba. 

¿Estuviste presente en el primer programa de Mirtha Legrand?

Si, el 3 de junio de 1968 hice cámara en el programa Almorzando con Mirtha Legrand en canal 9, primer programa de la conductora. Al año siguiente comienzo a hacer sonido en vivo. Hasta que un día empieza un ciclo rarísimo con Narciso Ibáñez Menta. Yo pido estar ahí como microfonista, yo quería aprender, y aprendías a las patadas. El ciclo se llamaba “El hombre que volvió de la muerte”. Era una superproducción a dos estudios. Los ciclos de Ibañez Menta se grababan en trasnoche de domingo al lunes, y un miércoles a la mañana y a la tarde. Había un sonidista que fue mi maestro, Carlos Claveria, que me enseñó cómo manejar los planos de sonido. Todo era así de verbal y el resto tu intuición. Canal 9 era el que más laburo daba porque eran casi todos programas nacionales y en vivo. Un día Carlos Claveria no pudo venir a hacer sonido, y me lo propusieron a mí. Ese día hice mesa de sonido en el programa de más rating del canal. A partir de ese momento se empezó a correr la bola de que yo era muy buen sonidista. 

En junio de 1970, que fue el primer autogolpe militar, que lo patearon a Ongania y que después subió Levingston, había que conectarse con radio nacional. Esto era una emergencia y nadie sabía manejarlo. Entonces salvé las papas. Salió todo muy bien. Pero no me ascendían a sonidista. Entonces en un momento me enoje y renuncie. 

Por los caminos audiovisuales

Empecé a trabajar con un amigo, en una empresa que llamamos “Imagen y Sonido”. Teníamos cámara Súper 8 y empezamos a filmar casamientos. Una de esas filmaciones era la del casamiento de la hija de un magnate. Cuando terminamos de filmar, revelamos la cinta en la casa de un amigo y cuando vimos la cinta, eran todos pieles rojas, porque así había salido la filmación. Nos querían matar. Para esa época no había arreglo de nada.

En aquel momento ya me puse en técnico.  Con Pablo Alarcón hice la fotografía y la cámara de varias películas. La última no tuvo estreno en Argentina porque se filmó en 1975 en el estudio del actor y docente Martín  Hargemian. Y a este amigo se le ocurrió hacer una película más larga. Fue en el 75. Había peronismo, había comida, había industria, pero había muchos asesinatos. Era una época difícil. En ese momento hacemos esta película sobre un tipo que va al laburo y un Ford Falcón se lo lleva. La filmación del exterior, la escena en donde lo secuestran, se filmó en Caballito. En pleno rodaje llegó la policía. Nos asustamos, pero como estaba Pablo Alarcón, su esposa Claribel Medina y otros actores, les  dijeron a la policía que la película era para Canal 9. No solo no fuimos en cana, sino que nos prestaron el Falcón y todo para la filmación. 

Poco tiempo después viene la dictadura. Días antes, este amigo con la esposa se van a Italia, y a mí me dejan el negativo para que lo guarde, para que haga la segunda copia de ese mediometraje. Yo voy a Techno Film para chequear que la copia esté bien el 22 de abril de 1976. Cuando terminamos de chequear mi amigo estaba pálido porque no sabía la temática de la película. Pablo me manda una carta desde Italia, y me pide que queme la película, cosa que no hice. Queme la copia y deje el negativo en mi casa, en un lugar más o menos fresco. Cuando él volvió, me llevó a su casa, estaba haciendo un asado. Agarró la película, y empezó a desarmarla y la quemó.

IMEPA y la EDAC

Durante ese tiempo no tuve mucho trabajo, hasta que en 1978 un colega me lleva a trabajar en  una escuela en Avellaneda que enseñaba educación por el arte. Ahí fui al Instituto Municipal de Educación por el Arte (IMEPA). Trabajaba con chicos y adolescentes, con fotografía fundamentalmente. Fui el primero que hacía filmaciones en 1978. Se compró una cámara súper 8. Los chicos más grandes (11 a 13 años) hacían cámara. Y filmamos una hermosa película que se llamó “El cielo entre los durmientes” del escritor Humberto Constantini. Y también comencé a trabajar en el Instituto Labardén en la misma temática.

Trabajaba ahí y simultáneamente para televisión en los estudios de Argentina Sono Film, para distintos canales. Luego me llaman a otra parte de Argentina Sono Film, a  una empresa que se llamaba RZS TV Color, que era el sistema NTSC que grababa programas para el exterior. Hice programas con Alejandro Doria. Era una productora, con estudios de quince metros de altura, en donde sabíamos que a las 7 de la tarde pasaba un avión y teníamos que parar. Yo me llevaba muy bien con los hermanos Rozas, creo que ahora están en Miami. Yo tenía las 6 horas reglamentarias más las extras. Ganaba mucha plata y como sonidista estaba muy firme. Ahí realizamos un programa en color para canal 9 que se llamó “El Fortín Quieto”, conmemorando el centenario de la conquista del desierto. Era una superproducción entre Sono film, con decorados de la puta madre, filmamos en Campo de Mayo con camión de exteriores, debía estrenarse en 1979, lo dirigió Roberto Denis.

En 1980 me voy, porque hasta ese momento era una empresa en donde éramos todos una familia. Luego tuvieron que cambiar y empezaron a venir otros canales, gente que no tenía tecnología para filmar en color. Y se empezó a pudrir. Y yo me fui a Avellaneda a dar clase.

Era la época de la dictadura militar, y Rodolfo Hermida convirtió la escuelita de Cine en una verdadera Escuela de Cine. Eso era un mundo aparte. Mientras en el Instituto de cine había un comodoro que lo manejaba y cada vez que entraba a la clase los alumnos debían pararse a saludarlo, en Avellaneda había un aire de libertad que hizo que comenzaran a aparecer nuevos alumnos. Teníamos que tener cuidado. Sabíamos que teníamos un espía. Creíamos que era uno, pero no era. Al final era una mujer, que resulta que [Raúl] Tosso se la encuentra con el traje de milico en San Juan. En la escuela había un grupo de la izquierda B (izquierda Boluda), o más conocida como izquierda S (Suicida): un día empezaron a tirar papelitos en la escuela, y Hermida y yo apurados comenzamos a juntarlos y esconderlos. Un día  nos llega una copia de la “Naranja Mecánica” en estado deplorable, sin subtítulos, y un viernes a la noche cerramos la puerta y nos pusimos a ver el film sin entender una goma. Todos viendo ese film prohibido en Argentina. Esos niveles había.

Jorge La Ferla escribe en su libro “El Cine hace escuela” sobre aquel espacio mítico de Avellaneda: “En relación con las cuestiones más formales, la carrera tenía una duración de cuatro años. En el último, los estudiantes debían optar por el género documental o ficcional para su especialización. El cuerpo docente de aquella época estaba constituido por Luis Pietragalla, Jorge de León, Oscar Gamardo, Humberto Ríos, Susana Tozzi, Rodolfo Sáenz Valiente, Oscar Carvallo y Luis Sepúlveda, entre otros. Raúl Tosso, Juan José Campanella, Jorge Nisco, Carlos Torlaschi, Hugo Colace, Lucrecia Martel, Juan Pablo Zaramella, Juan Taratuto, Sebastián Pivotto, Ernesto Ardito y Virna Molina fueron algunos de los alumnos que hoy son excelentes profesionales”.

¿Qué pasaba con el director de cultura del municipio? Era del teatro Colón. Estudiaba arte. Era un tipo bastante abierto. Hay una anécdota con Rodolfo Hermida, que cuenta que en un momento llega un [Ford] Falcon con gente que dice que hay una película subversiva en la escuela (se referían a “El acorazado Potemkin”), y el director de cultura les dijo: – ¡Pero si es un clásico del cine!  

Y se fueron.  Fue una época feliz. Estuvimos en una isla. Pero no una isla desconectada. Yo a partir de ahí empecé a hacer filmaciones más profesionales para televisión. Armamos un grupo con alumnos avanzados con los que hicimos un programa de televisión: “Pasado y presente del cine argentino”. Para el año 1982 ya estaba en decadencia la dictadura, se aflojaba un poco. Hicimos un programa piloto de una hora. Nunca me voy a olvidar una anécdota: estábamos en el Instituto de Cine y yo pedí una película de Torre Nilson “La casa del Ángel”. Yo quería filmar la escena de la discusión en el Congreso ahí mismo. Mientras grabábamos apareció la noticia de que intentaban clausurar la revista Humor, y automáticamente dije: – Ahora filmemos otra parte de la película.

No nos podíamos arriesgar, pero se te podía ir la vida. Hicimos un ciclo que se llamaba “Cine independiente”, que se pasó en canales locales (el rescate lo hizo el director de fotografía Carlos Torlaschi). Vino la democracia y empezaron a aparecer dentro de la escuela cosas muy muy feas. 

En Avellaneda se fundó el Departamento de tecnología educativa audiovisual, proyecto del cual surgió el video “Las distancias cinematográficas”, grupo pionero en la tecnología educativa en nuestro país.

A partir de 1984 se cambió de Escuela a Instituto. Yo quedé como director del Instituto. Yo había empezado a trabajar en la Facultad de Medicina (UBA) en donde empezaron a aparecer varios recursos. Yo estaba encargado del ciclo básico, a cargo del gabinete audiovisual. 

[CONTINUARÁ]

Autor de la entrevista / Martín Biaggini

Martín Biaggini

Profesor en Historia (ISSJ), Licenciado en la Enseñanza de las Artes Combinadas (UNLA), Diplomado Superior en Mediación Cultural, Arte y Tecnologías (UNA/CLACSO), Especialista en Educación, Lenguajes y Medios (UNSaM), Magister en Educación y Medios (UNSaM), Doctorando en Ciencias Sociales (FLACSO). Se desempeñó como profesor en la Universidad Nacional de la Matanza, la Universidad de Belgrano y la Universidad Nacional de Lanus. Coordina el Programa de Estudios de la Cultura (UNAJ), es coordinador general de las Jornadas Internacionales de Arte, Cultura y Política (PEC) que se realizan anualmente desde 2015, es co-coordinador del Simposio Internacional Literaturas y Conurbanos y coordina la Catedra de Estudios de la Cultura Popular Diego A. Maradona (USI) desde 2020. Forma parte del comité editorial de la Revista Cadernos de Estudos Culturais de la Universidad Federal de Mato Groso do Sul. Es director editorial de la colección “Crew”, colección que reúne libros sobre la temática rap y hip hop de editorial Leviatán.

Compartir

Comments are closed.