Acerca del impacto en Argentina y en el comercio mundial de granos del resultado de la guerra Rusia – Ucrania
En la Argentina algunos prefieren seguir creyendo que la guerra entre Rusia y Ucrania por el control del Mar Negro y las llanuras adyacentes es afortunadamente un acontecimiento lejano. Más aún, existen quienes difunden la creencia de que se trata de un conflicto beneficioso en el corto plazo pues retira del mercado de cereales a un competidor.
Sin embargo, sus últimos desarrollos deberían encender una luz de alerta para nuestros intereses nacionales. Se acerca el final del conflicto bélico y va quedando claro que sus consecuencias impactarán directamente en la economía del sector más dinámico e importante para el ingreso de divisas de la Argentina, “el campo”.
Desde la caída del régimen soviético el principal problema geoestratégico para la Federación Rusa es su imposibilidad para integrarse en el comercio mundial a partir de puertos situados en mares de aguas templadas.
El Océano Ártico, el Mar Báltico y el Océano Pacifico, en su porción oriental norte, son espacios marítimos fríos que no resultan una salida adecuada y dinámica para el comercio ruso y la proyección de su influencia.
Su extenso territorio, pensado y usado siempre como una “faja de seguridad” frente a sus poderosos vecinos, determinó una continentalidad mediterránea y una política exterior bicéfala; un ojo puesto en Europa y otro en Asia.
La razón estratégica de la actual guerra con Ucrania es el control del Mar Negro, el que, si Rusia emerge victoriosa, solamente compartirá con Turquía. Se trata de una directriz vigente en la política exterior rusa desde que Catalina la Grande y el gobernador Gregorio Potemkin decidieron poner entre paréntesis los eternos problemas con Prusia y sus aliados y mirar al sur. A pesar de ser un mar interior ubicado en su frontera sur, es un mar de aguas templadas. Y desde allí podrá proyectar su influencia al Mar Mediterráneo y a los pasos interoceánicos como Gibraltar y Suez.
Dibujemos en nuestra mente un mapa con una línea continua que una el Mar Mediterráneo – Mar Egeo – Mar Negro – Mar de Azov y veremos que en verdad se trata de un área estratégica en la que confluyen de los intereses y disputas de varias potencias; Rusia, Turquía, Grecia, Francia, Italia, Reino Unido, Estados Unidos, España, Portugal, Egipto, Israel, Argelia y Marruecos, entre ellas.
Sumemos a los nombres de este mapa una novedad. La necesidad actual de los EEUU de trasladar el peso y las cargas del antiguo centro y eje franco/alemán de la OTAN hacia la periferia regional. París y Berlín suelen tensionar su relación con Washington, quien responde fortaleciendo los bordes geográficos de su alianza. Es decir, está usando la periferia como plataforma para controlar una región que le permitiría sostener la doctrina vigente desde Kissinger en adelante de dividir, junto a la India, el pivot euroasiático Moscú-Beijing. Es por ello que EEUU no solamente apoya económica, militar y diplomáticamente a Ucrania sino que también respalda la proyección de Italia hacia Libia, bilateraliza la relación militar con Polonia y Rumania, apoya a España en su política hacia Marruecos, tramita la incorporación de Suecia y Finlandia a la OTAN, trata de limitar la obra del gasoducto Nordstream 2 perjudicando a Alemania y le quita a Francia los contratos para la construcción de submarinos para Australia.
Es necesario comprender que el resultado de la disputa bélica entre Rusia y Ucrania tendrá importantes consecuencias geopolíticas; en primera instancia en la península euroasiática y más tarde a nivel global. Ellas se materializarán en el comercio, la economía, la geopolítica, en los cambios en el desarrollo de material bélico de uso dual y en las doctrinas de defensa.
Hoy, Rusia proyecta su estrategia global apoyada en la idea de convertirse en un exportador de granos a escala mundial y en una potencia agroalimentaria y energética. El control del Mar Negro es un punto fundamental en esa línea geográfica estratégica que antes mencionábamos.
Las fuerzas rusas están consolidando el control de los territorios de las provincias del este de Ucrania. La historia nos enseña que una estrategia de “guerra larga” siempre beneficia al país contendiente que posea una mayor cantidad de recursos humanos (soldados) y recursos económicos (capacidad de producción).
Es el caso de Rusia. Ella combina, además de una mayor población con una legendaria capacidad de tolerancia social al dolor, unas fuerzas armadas cuantiosas y una industria bélica propia. Es decir, todo lo que Ucrania le pide a OTAN para defenderse Rusia ya lo tiene, y lo está usando para atacar y consolidar sus posiciones en los territorios ocupados.
Como argentinos tenemos que observar con detenimiento este escenario, para interpretar de qué manera la consolidación de Rusia en el Mar Negro y su proyección afectará nuestros intereses. Sobre todo los económicos, ya que en materia agrícola Rusia será un competidor de mercados y se transformará en un actor central en la fijación de los precios de los cereales a escala global.
No se trata solamente del control de los puertos de agua templada. Una vez asegurado el territorio en disputa, la Federación Rusa habrá incorporado una extensa llanura esteparia altamente productiva que posee la particularidad del suelo chernozem (25 cm de humus), que se sumarán a los más de siete millones de hectáreas de similares características de su actual territorio.
Se trata de una geografía lindante al Mar Negro, que cuenta con puertos cerealeros que se extienden desde Crimea al Mar de Azov. La producción de granos se complementará con la de la energía, con la de la industria metal mecánica y con la biotecnología para la producción de fertilizantes, que la transformaran en una potencia determinante como exportador de proteínas.
Si a esta realidad le agregamos sus capacidades militares para defender sus exportaciones, los controles de enclaves portuarios a escala global y una consolidación en el continente euroasiático como potencia regional, tendremos una presencia rusa en el concierto intencional mucho más relevante que la actual.
Biden y Putin se reunieron en Ginebra en el 2021. Dicen que Putin salió de ese encuentro con la idea de que los EEUU consideraban a Rusia solamente como una potencia regional. ¿Es inapropiado preguntarse si la invasión a Ucrania en febrero de 2022 fue una respuesta a esta alegada irrelevancia global? Hace poco tiempo, cuando el mensaje de apoyo a Ucrania se extendía en los medios de comunicación argentinos, un comentarista de política internacional afirmaba que la Rusia de hoy era solamente una gigantesca estación de servicio protegida por unas fuerzas armadas obsoletas.
Ganada la contienda contra Ucrania, Rusia volverá a mirar al centro de Europa como lo hace desde hace más de 300 años, más allá de los diferentes regímenes políticos. Siempre se vio a sí misma como una nación bicéfala, con una mirada europea y otra asiática. Y culminada la guerra su sofisticada diplomacia hallará el modo de reconciliarse con occidente.
Es necesario entender el mundo que se avecina para encarar sus desafíos. Debemos contemplar las capacidades de nuestro sector agroindustrial para afrontar el futuro y determinar acciones que coloquen a la Argentina, con los recursos económicos y tecnológicos disponibles, en una situación capaz de capitalizar los beneficios y evadir los perjuicios de un mundo próximo cada vez más competitivo.
Acerca de los autores
Horacio Lenz
Profesor de Geografía. Ex Director de Relaciones Internacionales de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación.
Rafael Ruffo
Profesor de Historia (UBA). Licenciado en Ciencias Políticas (UBA). Es docente titular ordinario e interino en las Universidades Nacionales Arturo Jauretche, de La Matanza y Almirante Brown. Subsecretario de Comunicación y Relaciones de la UNAJ.