(…) “Los trabajadores de plataformas tenemos que organizarnos. Si esta es la economía del futuro ¿cómo puede ser que trabajemos en condiciones tan precarias? Si este es el futuro de la economía, vamos a tener que construir los sindicatos del futuro. Si no lo hacemos, los miles y miles de trabajadores que vendrán a trabajar en las plataformas no tendrán quién los defienda.”
Asociación de Personal de Plataformas
El trabajo basado en plataformas y aplicaciones informáticas representa una de las tendencias más recientes y más publicitadas del mercado laboral. En el Programa de Estudios del Trabajo -Análisis Críticos de la Flexibilización Laboral- (PET-UNAJ), estamos comenzando a estudiar el fenómeno y encarando una reflexión sobre los conceptos que recorren el debate acerca de las nuevas relaciones laborales que emergen de la dinámica actual de cambio tecnológico.
Las transformaciones tecnológicas en curso se plasmaron inicialmente en la popularización de la economía colaborativa, en cuyo marco todos los recursos se compartirían eficientemente -de particular a particular- por Internet, gracias a nuevas formas de coordinación y cooperación, mediadas por el avance de las nuevas tecnologías y de los teléfonos celulares. En ese marco, comenzamos a hablar de la noción economía de plataforma, que hace referencia al intercambio de bienes y servicios, entre usuarios y consumidores, a través de internet y del uso de aplicaciones (APPs), y a la apertura de enormes mercados digitales de servicios a pedido, particularmente en los sectores de logística, transporte, comercio minorista, alojamientos, restaurantes y supermercados (on demand economy). Pero el optimismo en torno al trabajo colaborativo tambalea frente a lo que dio en llamarse, gig economy -economía de los pequeños encargos- con contratos puntuales para trabajos esporádicos. En este punto, la proclama de libertad de la economía digital se cristaliza en un batallón de trabajadores ofreciéndose para realizar todo tipo de servicios tratando de ganar un sueldo o un dinero extra, pendientes de su aplicación informática y siempre disponibles durante un tiempo prefijado, pero a quienes sólo se retribuye por cada servicio asignado y efectivamente realizado.
Más allá de las características específicas de cada una de estas nuevas maneras de organizar la actividad económica, hay un elemento en común entre todas ellas. El potencial que demuestran para cambiar rápidamente la forma en que se organiza y realiza el trabajo y para alterar el contenido y la calidad de los empleos. ¿Cuál es el signo de esa transformación? Ciertamente, el calificativo de colaborativo/a -trabajo y economía-, es al menos inapropiado para caracterizar al conjunto de relaciones laborales y económicas que se sirven de aplicaciones y/o plataformas informáticas.
En un Informe de este mismo año, la Organización Internacional del Trabajo, describe la situación de diferentes tipos de trabajadores de la economía gig, que trabajan arduamente para gigantes plataformas tecnológicas y apenas llegan a cobrar el salario mínimo de sus países. El informe, que se enfoca en los trabajos menos calificados que se realizan exclusivamente a través de la web (Amazon Mechanical Turk (MTurk) y sus competidoras), concluye que durante el período que abarcó el estudio (2015-2017) el trabajador promedio en cinco de esas plataformas ganó US$ 4.43 por hora, o solo US$ 3.31 por hora si se tiene en cuenta todo el tiempo no remunerado. En Estados Unidos, casi dos tercios de los trabajadores de MTurk ganaron menos que el salario mínimo federal de US$ 7.25 por hora, y solo el 7% de los alemanes en la plataforma Clickworker ganaron el salario mínimo legal de 8.84 euros (US$ 10.40) por hora (OIT, 2018: xvi).
Los repartidores de las plataformas de pedidos son otro de los grupos que mejor caracterizan los cambios que provoca la digitalización del mundo del trabajo en la actualidad. Sus ingresos exactos son difíciles de estimar ya que varían, por ejemplo, según el tipo de servicio, los días de la semana, las horas pico, la ciudad, el rankig de los trabajadores y las tarifas y pagos variables que fijan unilateralmente las empresas. La experiencia de las ciudades europeas y, más reciente, de las latinoamericanas, demuestra que los ingresos de los trabajadores son muy bajos en plataformas como Rappi, Glovo y Deliveroo y que no están garantizados cuando se cobra por comisión. Frecuentemente, las jornadas de trabajo se alargan, pero no siempre se consigue un ingreso suficiente para vivir dignamente (Eurofound, 2018) Mientras que en los países de la Unión Europea los riders pueden ganar, como ingreso bruto, 7€ por una hora de repartos en bicicleta y casi 9€ cuando trabajan en moto, en Argentina, los repartidores reciben por pedido de $35 a $50, a lo que se debe sumar la eventual propina.
En nuestro país, se ha producido una rápida expansión del trabajo en plataformas. Uber Argentina cuenta actualmente con 35 mil choferes (“socios”) activos que transportan a dos millones de pasajeros, tan sólo en Capital Federal y Gran Buenos Aires. El crecimiento de choferes -entre 300 y 400 nuevos registros por día-, podría parecer descontrolado si no supiéramos que esa es una de las claves del éxito, disponer de una elevada cantidad de “prestadores de servicios”. Sólo en ciudad de Buenos Aires, plataformas de delivery como Rappi y Glovo, que comenzaron a operar en 2018, capacitaron a más de diez mil personas que se registraron como repartidores. El objetivo es contar con una flota inmensa de riders, hasta tener casi más oferta que demanda. Así, la competencia entre trabajadores queda asegurada y también, según los trabajadores que hemos entrevistado, la efectividad de la política de incentivos basada en “premios y castigos”. Flexibilidad laboral, pura y dura.
Hace unos meses, los propios trabajadores empezaron a buscar una solución para sus problemas, desafiando las restricciones existentes para hacer valer su libertad de asociación y peleando por el reconocimiento efectivo de su derecho a la negociación colectiva, como trabajadores de la economía gig, es decir, sin relación de dependencia y reconocidos formalmente como monotributistas.
En julio de este año, los repartidores porteños de la plataforma de envíos a domicilio Rappi, comenzaron a organizarse para reclamar por el mejoramiento de sus condiciones de trabajo y protagonizaron la primera protesta de trabajadores de plataforma de Argentina cuando, la noche del 15 de julio, decidieron dejar de aceptar pedidos en horario pico y se congregaron en la puerta de la empresa. Entre los reclamos queremos destacar un tema que volvió a aparecer un par de meses más tarde en las protestas de los repartidores de Glovo, en la ciudad de La Plata: el pedido de cese de la práctica abusiva que habilita pagos más altos a los nuevos glovers y rappitenderos, perjudicando a los trabajadores más antiguos. En palabras de los propios trabajadores, “precarización en su máxima expresión”. En el caso de los glovers platenses, las protestas del mes de septiembre fueron también por un seguro contra accidentes -luego que un repartidor fuera apuñalado- y por el cobro de un monto fijo por hora, independientemente del flujo de los pedidos. Con estos mismos reclamos, también se registraron bloqueos en la entrada de Mc Donald´s, organizados por repartidores de PedidosYa, Glovo y Rappi, en la ciudad de Buenos Aires.
La capacidad de los repartidores para desarrollar alianzas intra-plataforma, se plasmó en la creación de la Asociación de Personal de Plataformas (APP) que formalizó el pedido ante la Secretaría de Trabajo para inscribir el primer sindicato de trabajadores de plataformas móviles del país. Sin duda, se ha conseguido un logro en el plano de la organización colectiva, queda planteado el desafío de garantizar que el uso de plataformas digitales no sea a costa de las condiciones de trabajo y de la precarización de sus trabajadores.
Bibliografía:
OIT (2018). Digital labour platforms and the future of work: Towards decent work in the online world, International Labour Office – Geneva, ILO.
Eurofound (2018). Employment and working conditions of selected types of platform work, Publications Office of the European Union, Luxembourg.
Acerca de la autora / Andrea Del Bono
Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con sede en el Instituto de Ciencias Sociales y Administración (ICSyA), Universidad Arturo Jauretche (UNAJ). Directora del Programa de Estudios del Trabajo y de Análisis Críticos de la Flexibilización Laboral (PET-ICSyA-UNAJ).