Lo que estará en juego en las próximas elecciones de octubre y un dato para analizar, la persistente popularidad de Cristina Fernández de Kirchner, en una nota del Director de la consultora Dicen.
El triunfo de Mauricio Macri en las elecciones presidenciales de 2015 impulsó a muchos a pensar que Cristina Kirchner, más lenta o más rápidamente, desaparecería de la política argentina. Aunque hoy pueda sonar como una idea antojadiza, algunos creyeron que su poder e influencia se iría apagando como las brasas después de una fogata. Sin embargo, si retrocedemos un año en el tiempo y lo analizamos desde una mirada que asuma al “poder” como una sustancia corporizada en algunas objetivaciones (dinero, armas, capacidad institucional para que una decisión, siempre algo discrecional, deba ser acatada) más que como una relación social, la idea podría parecer más razonable.
Sea por ese u otros motivos, con el ascenso de Macri a la presidencia, distintos actores de la escena política recalcularon sus horizontes. En el caso de los detractores del kirchnerismo, quizás porque les pareció un momento propicio para avanzar en una nueva agenda que expresara el cambio en el humor social y permitiera dar vuelta la página que ellos siempre despreciaron. Macri en persona eligió a Sergio Massa para acompañarlo a la reunión de Davos 2016 donde lo presentó como el nuevo jefe del peronismo. A su turno, el propio Massa habló repetidamente de CFK como un personaje del pasado que sólo le quedaba por delante transitar los pasillos judiciales. Y cierto periodista también se refirió a ella como una “vieja, sola y amargada”.
Esta destitución del kirchnerismo del terreno del lenguaje también fue recorrida por muchos de quienes hasta hace poco lo habían acompañado. Quizás para ponerse a resguardo de la amenaza de ser arrasados por el cambio recalcularon el modo de perdurar en los años por venir. Aunque no sea imprescindible organizar aquí un listado de ellos, ni conveniente entenderlos de manera monolítica, podríamos mencionar no sólo a casos emblemáticos como Bossio o Lino Barañao, sino también a Urtubey, Manzur, Pichetto, Randazzo, Domínguez, Katopodis, Insaurralde, Ishii, el movimiento Evita y SMATA, entre otros gobernadores, intendentes, legisladores, sindicalistas o dirigentes otrora kirchneristas, que públicamente manifestaron la necesidad de dar vuelta esa página.
La idea central que sostenemos aquí es que tanto unos como otros pueden haber incurrido en errores de cálculo al iniciar prematuramente los funerales del kirchnerismo.
Aún con vida
En los primeros meses del año 2001 Gerardo Adrogué y Melchor Armesto publicaron Aún con vida1, un artículo que discutía con ciertas corrientes que decretaban el fin de los partidos políticos. Con ese objetivo, los autores indagaron sobre los determinantes del voto en Argentina y, en particular, la relación entre las imágenes personales de los dirigentes políticos y la simpatía partidaria como motores del voto. Analizando encuestas previas a las principales elecciones entre 1997 y 2000 encontraron un “patrón que se repite elección tras elección en todos los casos analizados: la imagen del candidato y la identificación partidaria con la fuerza política a la que pertenece ese candidato son causas de primer orden en la explicación y predicción del voto”.
A partir de ello los autores se preguntaron si era posible sustentar empíricamente la existencia de “una dimensión estrictamente partidaria en la conformación de las imágenes de los candidatos”. Para ello echaron mano del análisis factorial (una herramienta de interdependencia estadística que busca explicar la correlación entre numerosas variables con otras “latentes”) y lograron establecer que las imágenes de los dirigentes de un mismo espacio político están fuertemente correlacionadas entre sí. Menem, Duhalde, Pierri, Cavallo y Ortega en un caso; Terragno, Alfonsín, Storani y De la Rúa en otro; y Fernández Meijide y “Chacho” Álvarez en un tercero, resultaban subsidiarios de lo que los autores llamaron “campos de significación partidaria” del justicialismo, del radicalismo y del Frepaso respectivamente. Y lo explicaron afirmando que “en la percepción pública tener una imagen positiva de un político cualquiera, corresponde con tener una imagen positiva de los otros políticos que se inscriben en el mismo campo partidario” y concluyeron: “creemos que en la Argentina los partidos políticos están aún con vida también desde el punto de vista de su capacidad para estructurar las percepciones que los sujetos se hacen de las personalidades que dominan la escena pública”.
A la luz de estos hallazgos repetimos el mismo ejercicio para el contexto posterior al triunfo presidencial de Macri. Consideramos para ellos tres encuestas2 del año 2016 realizadas en el municipio bonaerense de San Martín en febrero, en Avellaneda en julio y en toda la provincia de Buenos Aires a principios de marzo.
Adelantamos nuestra hipótesis para facilitar la interpretación estadística: en el contexto actual del país y de la provincia de Buenos Aires particularmente, lo que se mantuvo “aún con vida” fue la distribución bimodal y antagonista de la sociedad en torno a dos campos de significación partidaria opuestos, uno con centro en el kirchnerismo y otro más reciente que se fue estructurando en torno al macrismo. Así, la Argentina que emerge luego de las elecciones de 2015 sólo habría implicado un cambio de roles entre oficialismo y oposición y seguiría siendo una versión recargada de la sociedad simbólicamente fracturada que emerge en los últimos años del kirchnerismo. Esto no niega la existencia de electorados y dirigentes por fuera de la lógica polarizada, pero sí que su heterogeneidad, independencia y/o indefinición impediría la conformación de un tercer espacio político y, paradójicamente, los transformaría en el elemento desequilibrante que terminaría definiendo cambios y continuidades según hacia dónde se inclinen. En segundo lugar, sostenemos que, bajo la lógica de la polarización política, será predominante en el polo opositor el actor que mejor encarne ese papel y logre ubicarse lejos del oficialismo.
Los datos
Vayamos directo a la tabla 1. Allí se incluyen como columnas la correlación de cada variable con los factores surgidos del análisis estadístico3. Se puede observar que en todos los casos la polarización aparece como principal factor que da cuenta de las imágenes de los dirigentes y de la cercanía con las identidades políticas mensuradas. Por polarización entendemos al fenómeno por el cual quienes consideran positivamente a un espacio político y sus dirigentes perciben, casi en espejo, negativamente a los del espacio opuesto. Lo relevante de este fenómeno no es sólo que exista, sino que sea el eje principal para dar cuenta de la mayoría de las opiniones.
En el caso de San Martín, vemos que el 70% de las opiniones sobre Macri, Cristina Kirchner, Massa y Scioli, y la cercanía política con el peronismo, el kirchnerismo y el PRO pudo ser resumido en un único factor. Éste encaja claramente con el formato de polarización que definimos: son altamente negativos los coeficientes de las variables oficialistas o antikirchneristas (Massa incluido) y altamente positivos los vinculados al peronismo kirchnerista y opositor.
En el relevamiento de Avellaneda hacia julio de 2016, el mayor número de variables incluidas facilita la aparición de un segundo factor, pero la polarización se mantiene y es el factor principal con 38% de la varianza explicada. Aquí se ve a CFK, Daniel Scioli y al intendente local Jorge Ferraresi con altos coeficientes positivos y a Macri, Massa, Carrió y Vidal, con altos negativos. La inclusión de dirigentes peronistas con posiciones políticas híbridas respecto el gobierno lleva a la conformación de un segundo factor (que representa un 34% de toda la varianza), que aglutina a los cinco dirigentes peronistas evaluados y, a la vez, divide y atenúa el antagonismo con el oficialismo.
Por último, en marzo de este año en la provincia de Buenos Aires vemos nuevamente que la polarización emerge como el principal factor, captando el 50% de la varianza total y donde CFK, Scioli, Máximo Kirchner, Martín Sabbatella, el Frente para la Victoria, el partido justicialista e, incluso Florencio Randazzo, se agrupan con coeficientes positivos mientras que Macri, Vidal, Carrió y Cambiemos, lo hacen con altos valores negativos. Sin embargo, esta vez ocurre con Massa algo similar a lo que ocurría con Randazzo e Insaurralde en Avellaneda: su imagen pasa a organizar junto con la de Ricardo Alfonsín y Margarita Stolbizer, un segundo factor que suma el 20% de la varianza y que también se correlaciona fuerte y positivamente con las variables del oficialismo macrista. Para simplificar la interpretación de los datos bonaerenses, el gráfico 1 ubica a todos los dirigentes según su correlación con cada factor representado en los dos ejes ortogonales.
En síntesis, se ve en los tres casos que la polarización política entre oficialismo (de núcleo macrista) y oposición (de núcleo peronista-kirchnerista) funciona como viga maestra del imaginario político, aquello que Adrogué y Armesto resumían como campos de significación partidaria.
La segunda cuestión a considerar sería la consecuencia electoral de la polarización. El gráfico 2 compara tres escenarios electorales, según si el candidato del PJ-FpV es Randazzo, Scioli o Cristina Kirchner. Y analiza también la composición del voto de cada candidato según la aprobación al gobierno nacional. Con Carrió de candidata, Cambiemos varía entre 21 y 27% según el escenario, siempre con un peso claramente mayoritario de quienes aprueban a Macri. La fórmula Massa-Stolbizer, por su parte, se muestra estable con valores entre 18 y 20%. Las variaciones realmente importantes ocurren entre los posibles candidatos del PJ-FpV. Con Randazzo como cabeza de lista, el peronismo obtiene menos votos que Cambiemos: 23% contra 27%. Si en cambio, el candidato es Scioli el PJ-FpV gana con 32% contra 24% de Carrió. Finalmente, si CFK encabeza el triunfo es rotundo: 43 contra 21% de Cambiemos y 20% de Massa y Stolbizer.
Lo más interesante es dónde radica la diferencia entre los candidatos peronistas. A simple vista, se observa que la mayor variación es la de la barra azul del gráfico (desaprobadores de la gestión del gobierno nacional) entre los candidatos del PJ-FpV. Es decir, la diferencia la provoca el grado de captación del voto opositor de cada candidato. Del 48 al 52% que desaprobó la gestión de Macri en la provincia de Buenos Aires, Randazzo capta sólo el 18%, Scioli un 28% y CFK 36%. A su vez, Si se observan las barras de “otros” y de “ns-nc” vemos que la migración de opositores ocurre principalmente a expensas de esas categorías.
A modo de cierre
En estas líneas intentamos mostrar que quienes apostaron a la jubilación política de Cristina Kirchner erraron sus cálculos. Luego de analizar la interdependencia de las imágenes de dirigentes (factorial) resulta claro que ya desde febrero de 2016 el electorado bonaerense estaba fuertemente polarizado y que el corazón del núcleo opositor era ocupado por CFK. Cuando la desaprobación a Macri comenzó a crecer, la ex presidenta quedó ubicada como el símbolo más claro de la oposición al presidente y, entonces, en el mejor lugar para captar los enojados con Macri. Y eso comenzó a ocurrir.
Un segundo elemento parece indicar que el 2017 será más amigable con la oposición que con los simpatizantes del gobierno. Mientras el electorado opositor se cohesiona en un mismo espacio, el antikirchnerismo ahora oficialista, se divide entre quienes votan a Cambiemos y quienes prefieren a Massa. Eso dificulta más aún la posibilidad de concentrar todo el voto oficialista. La conjunción de mal humor social y electorado oficialista más disperso que el opositor, arman un combo difícil de desarmar para el macrismo.
Por qué los actores políticos habrían incurrido en errores de cálculo, excede el alcance de este trabajo. Solo nos animamos a señalar que las concepciones del poder que llamamos “sustancialistas” suelen menospreciar el peso de la opinión pública. Esa mayoría popular, a veces silenciosa y otras veces no tanto, observa y revisa sus posiciones políticas cotidianamente. Y más tarde o más temprano, actúa en defensa propia.
NOTAS
(1) Adrogué, G. y Armesto, M. “Aún con vida. Los partidos políticos argentinos en la década del ‘90” en Desarrollo Económico – Revista de Ciencias Sociales. IDES, Buenos Aires, vol. 40, Nº 160, enero-marzo 2001 (pp.619-652).
(2) Las encuestas fueron realizadas por la consultora Dicen. La técnica de recolección de datos fue telefónica automatizada (IVR), la metodología probabilística y la cantidad de casos fue de 747 en San Martín, de 1436 en Avellaneda y de 1007 en la provincia de Buenos Aires. Los márgenes de error fueron, considerando un 95% de confianza, de +/- 3,6%, 2,6% y 3,1% respectivamente.
(3) Para explicar simplemente qué es una correlación, digamos que es la versión estadística de lo que en la escuela se aprende como “relación directa e inversamente proporcional”: cuando la relación es perfecta y directamente proporcional, la correlación es 1; cuando es perfecta e inversamente proporcional, el valor es -1; y cuando es perfectamente independiente, el valor es 0.
Acerca del autor/a / Hilario Moreno
Licenciado en Ciencia Política y doctorando en Ciencia Política (UNSAM). Especializado en investigación en opinión pública por medio de técnicas cuantitativas avanzadas y cualitativas, y su aplicación en el diseño, planificación y evaluación de estrategias en políticas públicas, marketing de gobierno y campañas políticas. Director de la Consultora Dicen y coordinador del área de generación de información primaria del SInCA, dependiente del Ministerio de Cultura de la Nación.