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ESTRATEGIAS COMUNICACIONALES DEL FEMINISMO

EnRedAdas

Por Marina Acosta

El uso de las nuevas tecnologías de la comunicación por parte de los movimientos sociales ha ampliado y potenciado no solo la acción colectiva específica de sus demandas locales sino que permitió que el ejemplo argentino del #NiUnaMenos se expandiera a otras experiencias.

Las formas comunicacionales del feminismo se están  transformando. Las plataformas digitales posibilitan a los actores sociales nuevos espacios de manifestación pública y se convierten, en muchos casos, en epicentro de protestas y demandas.

Un grupo de acontecimientos que tienen a las mujeres como protagonistas muestran que las redes sociales empiezan a constituirse como ámbitos que propician el desarrollo de fenómenos de tecnopolítica. Es decir, la capacidad política que tienen los actores sociales para combinar participación y organización en red mediada por la tecnología.

Los casos que repasamos a continuación representan ejemplos paradigmáticos de multitudes vigilantes, como las llama Manuel Castells, que se organizan y desarrollan al calor de las posibilidades que ofrece la sociedad red y obligan, muchas veces, al Estado y sus instituciones a atender las cuestiones reclamadas.

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El #NiUnaMenos representa un parteaguas en la lucha feminista. Todo comenzó en Twitter. El nacimiento de las indignadas argentinas, en 2015, significó la aparición de un nuevo actor en defensa de los derechos de las mujeres. El movimiento se unía al concierto de los movimientos sociales que desde las plataformas digitales irrumpían en el espacio público. Por cierto, el fenómeno que se dio en nuestro país presenta similitudes con otros movimientos que se activaron en el mundo tales como #MeToo (una campaña estadounidense por los derechos de la mujer) y #TimesUp (campaña contra el acoso sexual en la industria cinematográfica).

Como había ocurrido en otras latitudes, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) permitieron la amplificación del mensaje del #NiUnaMenos.  El 3 de junio de 2015 se registró -no sólo en la ciudad de Buenos Aires sino en los principales distritos del país- una movilización masiva y sin precedentes de alrededor de 300 mil personas.

El #NiUnaMenos logró visibilizar un tema preocupante para la sociedad argentina y definió una agenda de demandas por cambios institucionales y culturales tendientes a revertir el maltrato cotidiano al que muchas mujeres están sometidas. Catalizó, en este sentido, la preocupación y el hastío de la sociedad frente a la violencia machista. Como señala la socióloga Dora Barrancos, gracias a él se produjo una ruptura en mujeres que hasta entonces no estaban interpeladas por el feminismo. Incluso la novedad de este movimiento también estuvo dada porque fue capaz de activar un conjunto de frames para explicar la lucha de las mujeres para avanzar en la conquista de derechos.

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Durante 2018 la democracia argentina asistió al debate sobre el aborto, hasta entonces postergado. El espacio público argentino experimentó un nuevo fenómeno de opinión pública discursiva; es decir, un proceso de  conversación social mediante el cual los actores sociales asimilan, interpretan y dan sentido a la información y las experiencias que surgen en el espacio público. En rigor, el debate formal sobre el tema se dio en el Congreso de la Nación pero la autocomunicación de masas (donde los individuos generan su propio sistema de comunicación y se convierten en productores y destinatarios de los mensajes que circulan en las redes eludiendo a los medios tradicionales) se convirtió en el centro de esa discusión histórica en tanto propició un potente fenómeno de democracia deliberativa.

Bajo el hashtag #AbortoLegalYa en Twitter y la página de Facebook de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito (CNDALSG) se organizó la exitosa campaña tecnopolítica a favor de la interrupción voluntaria del embarazo.Tanto aquella movilización de 2015 como la de 2018 que tuvo al aborto como protagonista representaron casos inéditos de acción colectiva.

Aún cuando no se alcanzó la ley, el despliegue del colectivo feminista en el espacio público obligó a la opinión pública argentina a hablar de lo que estaba silenciado. Una amplia porción de la sociedad civil protagonizó la demanda por la despenalización del aborto y se sirvió de las plataformas digitales como herramientas de socialización y debate. La CNDALSG hizo evidente el reclamo de la ciudadanía acerca de la necesidad de legislar sobre un tema de salud pública.

La frustrada sanción de la ley de la interrupción voluntaria del embarazo no debe ser considerado un fracaso del movimiento feminista. Al contrario, el camino que allanó la CNDALSG ha sido importantísimo; sin ir más lejos, ha motivado un movimiento de derechos reproductivos en toda América Latina. Quizás porque la nueva discursividad que espoleó la acción colectiva actuó como motor expansivo del reclamo.

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El 1 de febrero de 2019, el diario La Nación publicó un editorial titulado Niñas madres. Fiel a su línea editorial, justificaba allí que las niñas de trece o catorce años se convirtieran en madres y criticaba a aquellos padres que veían al aborto como posibilidad. Su idea se insertaba en el contexto de la discusión por la despenalización del aborto que se había dado en el año anterior a raíz del debate parlamentario que finalmente no llegó a sancionar la ley.

El editorial se propagó rápidamente en las redes sociales y despertó una ola de repudio en Twitter que llegó desde distintos sectores sociales y políticos, incluidos los trabajadores y trabajadoras del mismo medio. Hasta Unicef y Amnistía Internacional, desde sus cuentas, condenaron el texto y advirtieron que no había que “admirar” a las niñas que quedan embarazadas por violaciones- tal como planteaba el diario- sino protegerlas.

Durante enero de ese año, en la provincia de Tucumán, la madre de una niña de 11 años abusada sexualmente pidió la aplicación de la Interrupción Legal del Embarazo (ILE). Sin embargo, la decisión de la justicia tucumana fue dilatada. Lo que siguió luego fue una serie de irregularidades (inadmisibles e ilegales) que derivaron en una cesárea a la niña que entonces cursaba 23 semanas de embarazo.

Otra vez, desde las redes sociales, llegó la indignación. El hashtag #NiñasNoMadres arropó la opinión de miles de mujeres que se mostraron enojadas y preocupadas por el caso de Tucumán. Como había ocurrido con otras cuestiones relacionadas a la violencia de género, en general, y al aborto en particular, Twitter se convirtió en el escenario de la protesta de las mujeres teniendo siempre como telón de fondo la necesidad de consensuar una norma para el aborto legal, seguro y gratuito.

En la conversación digital los conceptos que se reiteraron fueron violación (42.286 repeticiones) y tortura (27.877 repeticiones). Hubo reproches al Estado nacional y provincial y a la Iglesia.

La Oficina para América del Sur del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH) señaló el 7 de marzo de 2019 que en el caso de la niña tucumana obligada a ser madre hubo “tortura y malos tratos”. Varios días antes, como hemos visto, en el intercambio discursivo digital la palabra tortura ya aparecía como unos de los principales términos que las usuarias utilizaban para posicionarse frente al caso.

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Las redes sociales se han convertido en el escenario de la protesta de las mujeres. A través de campañas de tecnopolítica, el feminismo proporcionó marcos interpretativos (frames) que activaron un intenso proceso de discusión pública sobre la violencia de género y la necesidad de contar con una ley que despenalice el aborto. Esos marcos crearon una nueva narrativa que tuvo a las palabras violencia, derechos, lucha, libertad e igualdad como protagonistas de una nueva y esperanzadora discursividad.

Desde el modelo clásico vertical de la comunicación masiva entre emisor-receptor se ha pasado a un sistema en el que múltiples actores se convierten en productores de mensajes que se amplifican por las redes horizontales de comunicación social en niveles globales y locales.

La sociedad de la información y el conocimiento, entendida como nuevo paradigma de las teorías de la comunicación, permite mostrar cómo el uso de las TIC resulta una fértil herramienta de activación política ciudadana.  Los casos que hemos expuesto nos permiten afirmar que el feminismo y el movimiento de mujeres en general recurre a las plataformas digitales como un instrumento más de la protesta. En las redes politiza sus demandas y canaliza sus reclamos.

Desde las plataformas digitales se puede luchar por los derechos, visibilizar temáticas y organizar la acción colectiva en el espacio público tradicional. Porque el feminismo ahora sabe que las estrategias y sus tácticas se pueden (también) gestar y consensuar en las redes pero las revoluciones se hacen (como siempre) en las calles poniendo el cuerpo.

Acerca de la autora / Marina Acosta

Marina Acosta

 

Doctora en Ciencias Sociales (UBA). Magíster en Comunicación (Universidad Iberoamericana Ciudad de México). Licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA). Docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, del Instituto de Ciencias Sociales y Administración de UNAJ y del Departamento de Derecho y Ciencia Política de la UNLaM. Miembro titular de FLACSO España.

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