Nosotres

MUCHO MÁS QUE UNA MÉDICA GENERALISTA

Débora Ferrandini

Por María Pozzio

El sistema de salud de la ciudad de Rosario cambió por influencia de Débora Ferrandini, una médica generalista que transitó en la huella de los modelos de atención primaria de la salud y sostuvo la equidad en la utilización de los sistemas, la escucha, el sostenimiento de un vínculo interpersonal y la flexibilidad de la institución para atender las heterogéneas necesidades de la comunidad. Esta nota rescata su figura y su vida.

Cuando se habla de salud pública, se tiende a pensar en médicos varones célebres cuyos aportes tienen que ver con “descubrimientos” científicos o con obras y políticas, como construcción de hospitales y campañas de vacunación. Ejemplos de ello son Bernardo Houssay y Ramón Carrillo. Si bien ambos se encontraban en las antípodas en cuanto a su pensamiento político, compartieron cierto espíritu de época por el cual las mujeres debían conformarse con ser las fieles asistentas de los médicos. Sin embargo, con el correr de los años y las luchas, esto fue cambiando. Dentro del campo del pensamiento en salud, aquel que reflexiona en torno de las condiciones socio-históricas de producción de la salud y la enfermedad, de las posibilidades, limitaciones y articulaciones de las formas de atención, de la política y las políticas de salud y bienestar, son varias las mujeres -médicas, enfermeras, historiadoras, psicólogas- que, en América Latina y Argentina, se han ganado un lugar importante. La historia de estas mujeres y su contribución a la salud pública, la medicina social, la antropología médica, la salud colectiva y comunitaria, aún se está escribiendo. En esta ocasión me voy a detener sólo en una de ellas, cuya biografía entreteje las restricciones y posibilidades comunes a todas las mujeres con las singulares oportunidades que cada historia personal abre en el mundo social. Quiero contar la historia de Débora Ferrandini.

Débora nació en Rosario en 1962. De un hogar de gente trabajadora, varios hermanos y madre viuda, desde muy joven mamó la ética del esfuerzo y el compromiso con el estudio. Su madre se recibió de médica siendo ya mayor y Débora -al igual que su hermano más chico- estudió medicina en la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Hizo su residencia en Medicina General, especialidad fuertemente inclinada al trabajo en la comunidad y la promoción de la salud, y trabajó en Centros de Atención Primaria de Rosario y alrededores.

Su impronta en la atención de la salud ya iba dejando huella y, cuando Hermes Binner asume como secretario de salud del Municipio de Rosario (entre 1989 y 1995), le otorgan una beca para estudiar en el Instituto Nuhtfield de Salud de la Universidad de Leeds, en Inglaterra. Luego de un año afuera del país, Débora vuelve a una ciudad que se había propuesto desarrollar un modelo de atención universal de la salud como una política municipal central. En ese marco, una reconocida pediatra y sanitarista, Ena Richiger asume en la recién creada Dirección de Atención Primaria y convoca a Débora para ser su sub-directora. Comienza una etapa de expansión única del sistema de salud de Rosario y, en el recuerdo de todes quienes participaron, Ena y Débora consolidaron una dupla de trabajo que contribuyó con su liderazgo a construir una mística acerca del proyecto político transformador. Se multiplicaron los centros de salud; se unificaron las residencias de medicina general y, a instancia de Débora, se creó la especialización en Medicina General de la Universidad Nacional de Rosario, donde debían formarse quienes serían les profesionales y trabajadores de un sistema de salud que, en contextos de exclusión, debía trabajar para incluir, con el propósito de la salud colectiva. La gestión de las políticas fue innovadora: se basaba en colegiados de gestión, una propuesta de democratizar las decisiones y reflexionar sobre los procesos de trabajo donde, en palabras de quienes acompañaron el proceso, “se hacía teoría en acción y se escribía de manera colectiva” y se fomentó como nunca la participación en salud.

En el recuerdo de les compañeres de entonces, Débora era una más, pero a la vez, conducía el proceso y se destacaba por su condición docente, polémica, reflexiva y su capacidad de trabajo. Sin desanudar lo intelectual de la práctica, proponía que trabajar en atención primaria debía producir “prácticas específicamente dirigidas a garantizar la equidad en la utilización de servicios de salud según necesidad. Estas tareas podrían definirse como el desarrollo de posibilidades de escucha, sensibilidad, diálogo y flexibilidad de la institución en relación con las heterogéneas necesidades de la comunidad; prácticas amplias y contextualizadas de atención de la salud, que permitan la efectividad del diagnóstico y las respuestas ofrecidas en la realidad social y cultural en la que se desarrolla el proceso de salud y enfermedad, asegurando la integralidad y continuidad del abordaje de cada problema de salud, entendiendo el trabajo clínico como el desarrollo y sostenimiento de un vínculo interpersonal en el que el equipo terapéutico es continuamente responsable por el proceso de atención , aun cuando éste incluya interconsultas o referencias a otros niveles” según escribió en un documento utilizado para la discusión al interior de los equipos  de la Secretaría de Salud de la Municipalidad de Rosario en el año 2003 (texto publicado en febrero de 2017 en Capacitasalud.com).

En este período, Débora formó a quienes luego serían sus discípules y tocó intereses que muchas veces iban en contra de la aplicación de la Atención Primaria. Algunos la recuerdan convocando a cientos de personas en un predio de la sociedad rural para debatir sobre la participación en salud, otros  por la paciencia y cariño con que trataba a sus pacientes de la guardia de los domingos en el hospital provincial; y los más, como la jefa comprometida que en medio de las balas de la represión de 2001 salió a buscar a sus colegas en los centros de salud del Gran Rosario.

En 2004, luego de un conflicto gremial, se vio obligada a renunciar. No volvería a la gestión hasta que Hermes Binner, ya como gobernador de Santa Fe (2007), la convocó a ser vice-ministra de salud, con la idea de llevar “el modelo Rosario” a todo el territorio provincial. Comienza una nueva etapa donde algunos compromisos se mantienen y surgen nuevos, como el apoyo que brindó a las interrupciones de embarazos, por ejemplo, en el caso de Ana Acevedo, una joven santafesina de 19 años a la que diagnósticaron un cáncer de mándibula y poco tiempo después supo que estaba embarazada. Cuando medicos del Hospital Iturraspe se negaron a practicarle un aborto, que no era punible, corriendo peligro su vida de continuar con la gestación, Ferrandini tuvo una  dura postura con los objetores de conciencia -a pesar de ser ella profundamente religiosa-.

Siendo vice-ministra recorrió la provincia entera, “se la pasaba arriba del auto”, y hasta llegó a “ir en persona a descacharrar cuando hubo un brote de dengue en Ersilia”, recuerdan sus amigas y colaboradoras, quienes le recomendaban que descansara, y que alguna vez se tomara vacaciones. Ferrandini daba clases, atendía pacientes, era invitada a Congresos y trataba de ejecutar un modelo universal y equitativo de salud en una de las principales provincias de Argentina. Además, leía poesía, disfrutaba de sus amigues y trataba de cenar todas las noches con su madre.

En 2011 comenzó a participar en el colectivo de intelectuales “Carta Abierta” y su manifiesta simpatía por el kirchnerismo, en el momento en que Binner se postulaba como candidato a presidente, forzaron su salida del gobierno socialista en 2011. Apenas un año después, y con apenas 50 años,  falleció en Rosario producto de un cáncer fulminante. Sin embargo, dejó fragmentos de una obra intelectual muy interesante para pensar la gestión colectiva en salud y la atención desde la noción de clínica ampliada; una obra que es fruto de la reflexión teórica nacida del fragor del trabajo, de un compromiso profundo con los otros y de una pasión docente que ha multiplicado su escuela, haciendo hoy de ella una bandera, un linaje, un modelo a seguir en la medicina general. Y, me atrevo a decir, en todo el pensamiento en salud.

Acerca de la autora / María Pozzio

Docente-investigadora de ICS-UNAJ, miembro del Programa de Estudios de Género (PEG-UNAJ) y autora de “El sanitarismo en femenino: la trayectoria de Débora Ferrandini”, capítulo incluido en Mujeres, saberes y profesiones. Un recorrido desde las Ciencias Sociales. Argentina, siglo XX. Coordinado por Karina Ramacciotti, Ana Laura Martin y Graciela Quierolo, editado por Biblos, de pronta aparición.

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