Resulta hasta innecesario presentar a Luisa Futoransky por su enorme producción y presencia. Pero es interesante enmarcar su trabajo en las variadas actividades en las artes y en la escritura en particular, lo que explica su estilo todo terreno, sus miradas, perspectivas, y lugares tan variados que notamos en su escritura, dice Fabián Banga de la Universidad de Berkeley, en esta Conversación Mestiza.
Luisa Futoransky estudió música con Catulo Castillo. En la Biblioteca Nacional ―Argentina― siguió a Jorge Luis Borges en su curso y estudios de poesía anglosajona. Participó en el Programa de Escritores Internacionales de la Universidad de Iowa y en la Universidad de California en Berkeley, también como escritora invitada. Es abogada. Estudió poesía contemporánea en Roma y está radicada en Francia donde trabajó por muchos años en el Centro Georges Pompidou y en la agencia de noticias France Presse.
Escritora feraz, publicó en L’Ane, Página/12, Clarín, El Correo de la Unesco, World Fiction, Hispamérica, Secousse, Recour au Poème. Cuenta con una lista enorme de libros de poesía, ensayos, novelas y traducciones. Con el fotógrafo José Antonio Berni colaboró en una serie de propuestas que se tradujeron en exposiciones y libros: DesAires y Devociones. Su último libro es Pintura rupestre de Editorial Leviatán, 2014, y la última traducción de uno de sus libros es Nettles ―Ortigas―, traducción de Philippa Page y editado por Shearmans books del Reino Unido, 2016.
Peregrina constante que va dejándonos imágenes y relatos de viajes en sus escritos, nos concedió esta generosa entrevista virtual desde su casa en Paris.
Fabián Banga: Hemos notado Luisa que en tu blog (lfutoransky.org) estás trabajando mucho el tema de las imágenes, lo que no es algo nuevo en tus trabajos. Momentos que vas encontrando y plasmás en fotos. ¿Hay un dialogo entre estos proyectos y tu trabajo de escritura? Es decir ¿los ves como procesos distintos o hay una esencia que continúa en el proyecto fotográfico? Porque en tu escritura hay mucho de imágenes cotidianas, sobre todo cuando trabajas tus viajes.
Luisa Futoransky: Hasta entrados los ochenta la imagen fotográfica y más la elegida y capturada por mí, muy poco tenían que ver conmigo. El mero hecho de toparme con gente agrupada frente a algo o alguien apretando sin ton ni son el disparador de una cámara me alejaba con reprobación. Yo no integraba la manada de turistas de la vida. Así, pasé por años incluso de vivir en Japón, paraíso, purgatorio e infierno de la foto sin implicarme para nada en tal expresión. Creo que fue justo en Japón, el imperio de esto no se dice y si se dice hay que guardar formas y protocolos cuando descubrí “la foto” y con ella el fotógrafo que me abrió por vez primera el mundo del foto periodismo, Eugene Smith, al entregarme esa imagen emblemática de la madre bañando a su hijita deforme a causa de los vertidos de mercurio en el agua de Minamata. Después vinieron, Capa, Taro, Koudelka, Kertez, Model, Arbus, Meier, y tantos, tantos otros que me dieron, me dan “el momento decisivo” que a veces es tan pero tan difícil captar o lograr en el poema o en el texto en general.
Ahora combino esto con reflexiones sobre la luz y el sonido.
Hace poco en un texto afirmé, sin poder precisar de dónde me venía tal certeza: La luz es una de las razones mayores para el canto.
Es decir, se puede hasta prescindir del tema, pero nunca de nuestra mirada sobre la luz porque evidencia las respuestas. Lástima que como es muda no las pregone y nos toque a cada uno proporcionar sus infinitas variedades. En suma, que el blanco revela y el negro oculta, o sea que la foto, volviendo al blanco y negro, como el poema evidencian. A veces hasta el límite de lo soportable.
El tecnicolor lo dejamos para otro día.
FB: Hace algún tiempo en una clase en la que te leíamos aquí en Berkeley alguien mencionó el tema de los silencios en tu poesía, pero no como algo simplemente basado en la técnica. Sino que cuando se lee tu poesía, hay cosas que no se mencionan del todo, pero están latentes y hasta llegan a tomar un espacio predominante en el poema. ¿Tenés presente esto a la hora de trabajar un poema?
LF: Ese alguien que te mencionó el silencio tiene mucha razón. El silencio es indispensable en la música, en el poema, sobre todo en la respiración.
Fijate que el silencio en música tiene grafía y se corona en italiano con la palabra fermata y en castellano con el calderón.
Hay un refrán que dice que el diablo reside en los detalles, yo diría que en los pliegues y repliegues, los silencios poblados de tábanos de nuestra vida que es la memoria.
Sin el silencio no hay asombro, no hay panorama, no hay impulso para “darse cuenta”, por tanto, no hay poema.
FB: Contanos algo sobre tu proceso de escritura. ¿Cómo escribís? ¿cuándo escribís?
LF: Hay ciertas cosas en mi vida, quién sabe es lo bueno, que no puedo ubicar cómo nacieron. Escribir es una, por qué vivo en París es otra.
En cuanto a mi proceso técnico de escritura es cotidiano. Tengo una amiga música, solista de viola, que hizo suya y a su vez yo hago mío cuanto le dijo su maestro. Cuando no estudio, es decir no toco dos días yo lo sé, tres; lo sabe el público.
No sé por qué tenemos que admitir como dogma que una bailarina tiene que practicar en la barra todos los días y un escritor tiene que escribir cuando se siente “inspirado”. ¿Por qué, por quién o quiénes? ¿Dónde encuentra fuente tal antigualla?
Personalmente escribo todos los días y de mañana. En la más absoluta libertad porque no tengo obligación alguna con el mercado ya que no vendo como para acatar sus normativas.
Mis relaciones con la noche se han vuelto con la edad un poco más embrolladas. Las imágenes que me proporciona no anclan dentro, las del amanecer sí. Cuando digo amanecer digo las primeras luces, de las cinco y media de la mañana en adelante. Es el espacio que dedico “a lo nuevo”, después corrijo lo que me cae entre manos, lo de ayer, lo de hace diez años. La tarde mayormente no me es muy propicia.
Faltó preguntar dónde escribo. De chica de un tirón y en cualquier parte. Para que me leyera, aprobara, quien fuera más cercano. Faltó también preguntar sobre escritura y seducción. Para otro día.
FB: Te pregunto entonces sobre escritura y seducción.
LF: Creo que buena parte de cuanto construimos está vinculado de alguna manera a la seducción. Para aplacar a los dioses, para que crean nuestras buenas intenciones, nos venguen de los entuertos padecidos o que creemos haber padecido, para seducir los elementos que hasta hoy no controlamos. Testigos: Stonehenge, Empire State, Torre Eiffel. Cada “tribu” según sus medios y fines, pero en el vértice solo uno: que nos amen, que estén cautivados, seducidos, por nuestros logros.
El vocablo es mucho más complejo que la definición, bastante negativa, por cierto, que dan diccionarios como por ejemplo el de la Real Academia o el Tresor de la lengua francesa.
Para mí tiene bastante que ver con la atracción, el querer ganar con tus propósitos la atención del cómplice más amado, en el caso de la escritura, el lector. Para ello tenés que empezar por convencer lo más hondo que puedas a tu espejo más severo: vos. Vasto, sisifesco programa. Con cada página, al menos en poesía, volvés a fojas cero. Detrás queda el camino con tus propias piedritas y adelante, pura niebla, un mero signo de interrogación.
FB: ¿Vos crees que el escritor y el artista en general, puede escribir lo que quiera, producir lo que quiera o crees que hay límites en el proceso de escritura? Pensaba en Adorno cuando habla de la poesía después de Auschwitz. Y te pregunto esto porque estamos viviendo momentos nuevamente muy difíciles en el mundo.
LF: No tengo suficientes bases filosóficas como para fundamentar estas líneas. Así que te respondo con mis convicciones nacidas de la intuición y arraigadas en mi propia ética y estética. Sí, pienso que el artista, el escritor puede y debe producir sin límites. Su propio horizonte es el confín. Por principio estoy contra la censura. Después viene la ley y qué hace con lo producido y cuando cree que da lugar, sanciona. En general lo hace con la apología del crimen, la incitación al odio racial o de género. Los latrocinios. Las lesiones al cuerpo y al ser de quienes no tienen posibilidad de elección alguna como los niños.
Aparte. Claro que escribir después de Auschwitz plantea cuestionamientos grandes como los que quedan abiertos después de los genocidios de los que tenemos conocimiento y con ellos heridas y temas sin resolución como el perdón, tan bien explorado por Vladimir Jankélévitch. “El perdón murió en los campos de la muerte”, dijo. El perdón puede ser, el olvido no.
FB: ¿Y sobre la poesía?
LF: Para mí un poema nos queda dentro cuando más allá de los rigores inevitables de la técnica, las trampas de la memoria, la luz, la seducción estética o la compasión atrapa, sin alarde, lo invisible. El signo de admiración silencioso. La pulsión que extirpa la banalidad del instante y, sin mayor esfuerzo (aparente), palpa el viento.
En mis últimos libros de poemas, casi todo está escrito fuera. La casa, las ciudades, graffiti sin fronteras. ¿Inscripciones o tatuajes? ¿Qué gritan? ¿Qué denuncian?
Después del poema ¿qué nos queda entre manos? Nos queda, abrir postigos y ventanas de nuestra propia disponibilidad y descifrar el sol, el alfabeto, este fragmento que es la vida. Saltar sobre lo indecible y a veces disponerlo al alcance de la mano. Esto de prolongar con
la mirada el brazo, la voz, el ojo, y el corazón te convierte en esponja, alga a merced de cualquier roca o reina del tiempo.
Acerca del autor/a / Fabián Banga
Es profesor y el Presidente del Departamento de Lenguas Modernas de Berkeley City College en Berkeley, CA. Tiene un doctorado (2004) y M. A. en Lenguas y Literatura Hispanos (2000) de la Universidad de California, Berkeley, y B.A. en Lengua Española y Literatura también de Berkeley. Es co-presidente del Comité de Tecnología para el Coordinador de Distrito de Universidades y Educación a Distancia Peralta Comunidad desde 2007 en Berkeley City College. Ha sido miembro del Comité Ejecutivo de la Asociación de habla no inglesa del norte de California desde el año 2000. También es el Presidente de FLANC desde junio de 2014. Fue investigador estudiante de tercer ciclo para el Programa de Tecnología Educativa (ahora llamado Educational Technology Services ) y consultor del Grupo de interés de Humanidades de la Universidad de Berkeley, de 1999 a 2002. Ha ganado el Premio del Presidente de 2007 (Peralta Colleges Fundación), el Premio del Presidente, 2013 y 2015 (Berkeley City College), Premio de Reconocimiento, 2013 (Oficina de Servicios Educativos, Peralta Colleges), Premio becas Disertación, 2002 (División de Graduados de la Universidad de California, Berkeley), Facultad Premio del Salón de la Fama, (Asociación de Padres y Estudiantes 2001, Universidad de California, Berkeley), Premio Programa de Oportunidad de Graduados, 1998 (Universidad de California, Berkeley), graduado con honores, 1998 (Universidad de California, Berkeley ), Estudiantes de Honor: primavera de 1997, el otoño de 1997, la primavera de 1998. (Universidad de California, Berkeley), Beca John K. Walsh Memorial, 1997 (Departamento de español y Portugués de la Universidad de California, Berkeley) y el Estudiantes de Honor Académico, 1995 (Vista Community College).