Las luchas políticas nunca estuvieron ausentes en la formación institucional del fútbol argentino. En algunos momentos los grandes clubes fueron los protagonistas excluyentes; en otros, la construcción fue de carácter radial. Siempre estuvo de por medio el manejo de grandes cifras en medio de una pasión que convoca a millones de argentinos. Desde el fallecimiento de Julio Grondona, quien la presidió por mas de tres décadas, la AFA ingresó en un pasillo de inestabilidad cuya luz final aun no parece asomarse
Nadie puede negar la importancia que tiene el fútbol para la sociedad argentina. Desde chicos y chicas (el fútbol es un reducto machista pero las mujeres lo practican cada vez más y ganan mayores espacios para hacerlo, por suerte) que aprendieron a correr detrás de una pelota hasta estadios y bares llenos para ver un partido, el fútbol es un hecho que naturalizamos y tenemos incorporados a nuestra vida.
Sin embargo, pese a toda la visibilidad e influencia que tiene en la sociedad, los manejos institucionales suelen estar reducidos a una considerable minoría, alejada de los hinchas y ámbitos públicos. La política de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) se esconde detrás de un manto de oscuridad. Es más, se suele hablar de las “mafias de los dirigentes”, haciendo un mayor hincapié en el carácter de mafioso que de dirigente, de político. Si bien es probable que muchas acciones y formas de proceder de personajes influyentes del mundo del fútbol sean cuestionables o “turbios”, reducir las disputas y actores a mafias reniega de la política (y de ahí cualquier posibilidad de cambio profundo).
Esto no es un signo de nuestros días únicamente. Un recorrido histórico desde comienzos del siglo XX muestra un patrón que se repite. Las disputas por cuál asociación representaba al fútbol argentino, la discusión sobre el amateurismo o no, o las intervenciones desde el gobierno nacional, por ejemplo, ocurrieron lejos de los hinchas de un deporte que ya era el más popular del país.
Pero para entender la AFA de nuestros días no se puede no analizar la larga gestión y la personalidad de Julio Grondona. Mucho se ha dicho sobre él, su anillo “Todo Pasa” y su manejo paternalista; que la AFA era una mafia, que nadie se atrevía a oponerse; son algunos de los discursos comunes sobre su estancia en la institución madre del fútbol argentino. Si bien estas afirmaciones no son totalmente falsas, tampoco analizan el fondo político en el cual se manejó.
Lo primero que se destaca es que es el dirigente que más tiempo estuvo a la cabeza del fútbol argentino (1979-2014); quien lo sigue es Raúl Colombo que dirigió desde 1956 hasta 1964. Otro dato que llama la atención es que nunca tuvo que enfrentar una oposición real en elecciones. Sólo en 1991 se presentó el ex árbitro Teodoro Nitti (obtuvo sólo un voto). En el 2011, Daniel Vila se autoproclamó presidente electo por representantes del interior, mientras que dentro del edificio de la calle Viamonte todo transcurría con normalidad. Es decir, se confirmaba a Grondona para otro período al frente de la institución.
El escándalo mediático que se montó en torno a Vila en aquel entonces nos permite ver una de las tensiones que siempre estuvieron al interior de la AFA y que Grondona supo manejar en su favor. Porque esa es la clave: no las eliminó, sino que construyó de forma tal que él pudiera ser siempre la cabeza y a nadie le conviniera desafiar su liderazgo. La hegemonía institucional en el fútbol siempre estuvo en Buenos Aires. Los equipos de Santa Fe se incorporaron a partir de 1939 y los de otras provincias recién lo harían con los Torneos Nacionales entre 1967 y 1985. Esa diferencia sigue hoy en día con los equipos directamente afiliados a la AFA, que son los que compiten en la B Metropolitana, la C y la D) y los indirectamente afiliados, que juegan los Torneos Federales. Grondona supo construir su alianza con clubes y ligas del interior, proveyendo recursos a cambio de lealtades y votos.
Este manejo, que podría analizarse como clientelar, dio pie al lema “AFA rica, clubes pobres”. Pero para que la AFA y Grondona tuvieran recursos para repartir, se necesitaron de aliados. Por un lado, el auge de la televisación a nivel mundial y local introdujo un nuevo actor con gran peso económico que permitió incrementar exponencialmente los ingresos. No sólo los contratos por los derechos de transmisión, sino también la publicidad trajo nuevas inversiones al mundo del fútbol. Por el otro, la negociación directa entre la AFA y las empresas televisivas (o el Estado) concentró el poder en Grondona a la vez que le facilitó recursos económicos. Los adelantos de monto de dinero a clubes con dificultades para pagar los sueldos fueron uno de los mecanismos usados para lograr lealtades.
Con el programa Fútbol Para Todos, en 2009, el Gobierno retomó el centro de la escena en la disputa política del fútbol argentino. En realidad, nunca había estado ausente ya que, dada su popularidad desde comienzos del siglo XX, los líderes de Estado comprendían que no podían ser ajenos a esta institución. Es por eso que hubo interventores puestos por el poder político y participación directa en la realidad de los clubes. Grondona asumió en plena dictadura militar con Jorge Rafael Videla y continuó hasta su fallecimiento en Julio 2014 y mantuvo buenas relaciones con los distintos gobiernos y partidos en el poder. Para lograr esto requería de control al interior de la AFA, pero también capacidad de negociar constantemente, marcando límites y también cediendo según conveniencia.
Finalmente, otra fuente de legitimidad y recursos fueron la Conmebol y la FIFA como entidades rectoras del fútbol sudamericano y mundial. En la FIFA, Grondona fue una figura clave para asentar un modelo de negocios y de política, siendo la mano derecha de Joseph Blatter, presidente de la entidad desde 1998 hasta 2015. La poca transparencia de estos organismos y el control de las finanzas le permitían el manejo discrecional de recursos en favor de la AFA en caso de ser necesario, además de negociar contratos y amistosos de la selección desde una posición ventajosa.
En este escenario, Grondona se ofrecía también como un límite al dominio de los “clubes grandes”, quienes por recursos y convocatoria se consideraron siempre con derecho propio a manejar el fútbol. Sin embargo, la mala administración de sus recursos fueron debilitando su independencia política mientras Grondona reforzaba su poder, por lo que también ellos quedaron, en el mejor de los casos, subordinados a la posición de aliados.
Sin embargo, los actores cambiaron a partir del 2014. Grondona falleció el 30 de Julio de aquel año quedando un vacío de poder. Luis Segura quedó al mando de la Asociación pero sin legitimidad como conductor real. También estalló en la FIFA el escándalo por corrupción, el “FIFAGate”, produciéndose una renovación en las cúpulas internacionales. Ello fue contemporáneo a la elección de Mauricio Macri como presidente. Desde su presidencia en Boca Juniors, Macri siempre estuvo involucrado en el mundo del fútbol con aliados propios e intereses particulares. Finalmente, los clubes grandes ordenaron sus finanzas con nuevas dirigencias responsables que les permitieron recuperar independencia política y ser nuevamente actores de peso.
Todo este recorrido lo que busca es mostrar que al interior de la AFA hay política, y mucha. No se trata de peleas entre personalidades o mafiosos, sino que hay proyectos, distribución de poder y actores involucrados que merecen un mejor análisis. Sólo así se puede entender la situación y también intervenir, desde el lugar de hincha, socio o académico, para lograr un mejor fútbol argentino. Las peleas entre Tinelli, Tapia, Angelici y Moyano hay que leerlas en esta lógica. Sin ir más lejos, Tapia representa esa alianza de clubes chicos del ascenso frente a los grandes de Primera, necesaria para ganar el control de la AFA.
El gobierno nacional también sigue activo interviniendo en la política de la AFA. Macri tiene proyectos propios sobre cómo modificar el fútbol argentino: mediante la creación de las Sociedades Anónimas Deportivas. Los hinchas y los clubes, por ahora, le dijeron que no. Por el contrario, con el fin del Fútbol Para Todos impuso su voluntad haciendo quedar a los clubes como principales responsables. Queda claro que va a jugar fuerte durante todo el período junto con su mano derecha, Daniel Angelici.
El escenario todavía está definiéndose. La SuperLiga va a traer nuevos cargos y distribución de poder. La dupla Tapia-Angelici tomó ventaja haciéndose con el control de la AFA. Todavía hay mucha política que hacer para ser los dueños del fútbol argentino.
Acerca del autor/a / Juan Martín Ramírez Bolaña
Licenciado en Ciencia Política (UBA). Maestrando en Gobierno (UBA)