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A CIEN AÑOS DE LA REFORMA UNIVERSITARIA DE 1918

La Reforma universitaria y el peronismo

Por Anabela Ghilini

¿Cuáles sentidos abrió la reforma universitaria de 1918? ¿Existió una controversia entre el modelo universitario de los reformistas y los proyectos universitarios del peronismo? En el aniversario de la rebelión universitaria de Córdoba, analizamos los caminos que recorrió la reforma a lo largo de un siglo.

 

Los sucesos de Córdoba de 1918 por la democratización y renovación de las universidades fueron el puntapié inicial de un movimiento insurgente que se extendió en el resto de nuestro país y también en América Latina. Los estudiantes levantaron la voz para denunciar, por un lado, el carácter elitista del sistema de gobierno universitario y, por otro, hacían referencia al atraso científico de las casas de altos estudios. Ellos propusieron cambios en la organización y en la forma de gobierno de la universidad,  promovieron la renovación del profesorado y la modificación de los planes de estudios.

Ahora, ¿fue la reforma universitaria “un mero episodio estudiantil”? Si bien en base a estos acontecimientos se conformó un modelo de gestión universitaria que perdura hasta hoy -basado en la autonomía, el cogobierno estudiantil y la libertad de cátedra- el legado de la reforma va más allá de lo estrictamente universitario. Ya en sus orígenes la potencia democratizante de este movimiento mostró la tentativa de transformar el orden social y de avanzar en la emancipación económica, política y cultural de los pueblos latinoamericanos. De hecho, las primeras controversias en el movimiento estudiantil enfrentaron a quienes querían limitar la reforma a demandas puramente académicas y quienes consideraban la necesidad de avanzar en la construcción de un movimiento que se propusiera la reforma social y política.

En Argentina, en junio de 1918, la reforma consiguió el apoyo y la solidaridad de la Federación Obrera de Córdoba y se conformaron comisiones mixtas entre estudiantes y obreros. La consigna que promovía la unidad obrero-estudiantil constituyó en uno de los pilares fundamentales del ideario reformista. Sin embargo, a pesar de ello, pronto llegaron las limitaciones con las que se enfrentaría la reforma para el caso nacional. Deodoro Roca –quien fue el autor del Manifiesto Liminar– dirá: “La reforma fue todo lo que pudo ser. No pudo ser más de lo que fue, en dramas y actores. ¡Dio de sí todo! Dio pronto con sus límites infranqueables. Y realizó un magnífico descubrimiento. Esto solo la salvaría: al descubrir la raíz de su vaciedad y de su infecundidad notoria dio con este hallazgo: reforma universitaria es lo mismo que reforma social”.

Al respecto, es frecuentemente recordado el aciago desencuentro que se produce en 1945 entre los trabajadores y los estudiantes universitarios quienes se posicionaron en la trinchera opuesta. Al decir de Juan C. Portantiero, fue en ese momento cuando “se hace pedazos la consigna reformista de unidad obrero-estudiantil”. El sociólogo analiza que la reforma universitaria en Argentina eligió reconocerse en el liberalismo e identificar a Perón con el fascismo, ignorando las medidas significativas que este gobierno había tomado para democratizar la sociedad. Incluso, pasando por alto las medidas democratizantes que estaban dirigidas específicamente hacia las universidades. Los estudiantes universitarios quedaron atrapados en su origen de clase y en una postura reaccionaria frente al peronismo.

Más allá de este desencuentro, y aun considerando ciertos aspectos controversiales que tuvo el peronismo en materia universitaria como la limitación de la participación política de los estudiantes, fue entonces cuando se concretaron algunas de las demandas que planteaban ya hacía tiempo los reformistas. Entre ellas, la supresión del arancelamiento a las universidades  (la gratuidad de la educación superior se estableció por decreto en 1949 aunque recién se hizo efectiva en 1952), la eliminación de las restricciones al ingreso y la ampliación de los beneficios sociales para los estudiantes. Todas estas medidas ampliaron el acceso a la universidad y efectivamente aumentó la matrícula universitaria modificando relativamente la base social del estudiantado a partir del ingreso de los sectores populares.

Luego, con el golpe de 1955 de la “Revolución Libertadora” se inició una etapa en la cual la universidad nuevamente se limitó a funcionar como una “isla democrática” en la que los sectores medios reivindicaban su propia esfera de poder a pesar de la proscripción política que sufrían los trabajadores identificados mayoritariamente con el peronismo. Esta situación se modificó a partir del golpe de 1966 el cual decretó la intervención a todas las universidades nacionales. Desde entonces, docentes y estudiantes universitarios con un ideario político radicalizado revisaron los sentidos de la reforma y posibilitaron el cruce entre reforma y movimiento popular en Argentina. En este proceso, la influencia de la revolución cubana será central. Allí la reforma universitaria se vuelve popular permitiendo el cruce entre la cuestión nacional  y la cuestión social, movimiento que llevó a Fidel Castro al poder. El éxito del caso cubano constituyó, sin dudas, un horizonte de expectativas para los jóvenes universitarios.

Un emergente cultural de ese clima de ideas fueron las llamadas “cátedras nacionales”, experiencia universitaria que potenció el encuentro entre los universitarios y el peronismo. En ella participaron jóvenes sociólogos –algunos de ellos recién graduados- que tenían un importante compromiso militante como Roberto Carri, Alcira Argumedo, Roberto “Quique” Pecoraro, Susana Checa, Jorge Carpio, entre otros. Fue precisamente el proceso de acercamiento al peronismo, junto con la denominada “nacionalización” de las clases medias, lo que posibilitó una unidad en la acción, la cual tuvo su máxima expresión en las jornadas de protesta del Cordobazo y en el ciclo de movilización social y política que se inició allí. Diversos actores del ámbito universitario junto con los trabajadores lograrán conformar una “gran oposición” y resistencia a la dictadura del general Juan C. Onganía. Desde entonces y con la expectativa del retorno de Perón al poder, se formó un amplio movimiento contestatario que reivindicó las potencialidades revolucionarias del peronismo.

Con la vuelta a la democracia, con la asunción de Héctor Cámpora y la designación de Jorge Taiana como ministro de educación y de Rodolfo Puiggrós al frente del rectorado de la UBA en 1973, se inició un proceso de transformación de la universidad bajo un clima de fuerte efervescencia política. En ese momento, la reforma era considerada un hecho consumado y los esfuerzos estuvieron dirigidos hacia el intento de forjar una “nueva” universidad que dejara atrás su perfil “colonialista”. Este proceso contó con el amplio respaldo de estudiantes, docentes e intelectuales. La Juventud Universitaria Peronista (JUP) y la Asociación Docente Universitaria Peronista (ADUP) fueron dos agrupamientos claves a la hora de delinear las políticas universitarias que buscaban renovar los contenidos de enseñanza, superar la dependencia académica en cuanto a la investigación y ampliar las tareas de extensión universitaria en la búsqueda de acercamiento de la universidad y el pueblo.

Lamentablemente estas iniciativas se vieron rápidamente clausuradas frente al avance de una restauración conservadora que se puso en marcha cuando Oscar Ivanissevich asumió el Ministerio de Educación. Esto fue acompañado por la creciente violencia y represión que terminó en un nuevo vaciamiento de las casas de estudio y el encarcelamiento y desaparición de muchos profesores y estudiantes. La dictadura cívico-militar de 1976 consumó la derrota pero muchas de estas cuestiones serán retomadas y resignificadas con la vuelta a la democracia. Las preguntas acerca de los diversos sentidos de la reforma universitaria, las tensiones entre la reforma, la cuestión nacional y el peronismo permiten repensar los diversos modelos de universidad que estuvieron en juego en el transcurso de nuestra historia y que siguen hoy suscitando debates. A cien años de la Reforma la cuestión central sigue siendo qué universidad para qué proyecto de país.

Acerca de la autora Anabela Ghilini

Profesora y Licenciada en Sociología, Universidad Nacional de La Plata. Docente de la materia Introducción al Conocimiento Científico y Metodología de la Investigación de la Universidad Nacional Arturo Jauretche.

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