Sergio Mercurio. (Conurbano sur, 1968) es escritor, actor de teatro, cineasta y formador. Pero prefiere decir: no sé quien soy y no me siento bien enumerando cosas que he hecho, porque me obliga a afirmar que uno es lo que ha hecho y realmente no creo en eso.
Ella
De todas las formas de la crueldad
lo que más se extraña
es la infancia.
Vos
El modo siempre fue el mismo
fue mantenerte ocupado
si estás ocupado
sos cómplice
(de su novela inédita La Historia del Hermano)
Herculiano Tambasco podía, si así lo deseaba, pasar el día entero en la biblioteca, dormir y ser llevado por otros a dejar de estarse quieto. Fue él quien me señaló este horizonte. Fue el mundo que él encontró el que ahora piso. El mundo que aunque no hiciera nada se mueve. Entre todos los libros que había leído, donde podía mezclar tragedia e insurgencias, pastoreo y milagros, Herculiano había preferido, ya, definitivamente, los ensayos de Montaigne. De entre todo lo grandioso, eligió al conde enano, el que ríe de sí mismo, de la pequeñez de su hombría, de su desgano. Herculiano se había sentido tocado por un hombre que era lo más lejano a él mismo, pero que por las letras lo había conocido habida cuenta de que el hombre de acción nada conoce en particular aunque todo lo sepa. Herculiano se sentía descifrado por el francés pequeño. Y dijo que fue por él que cierto día devolvió el pez al agua para nunca más. Cómo es posible, decían todos, que Herculiano haya colgado su red en el hombro y por vez primera, el grandioso, haya limpiado su red en el agua. Pero fue así que lo contaba el pueblo. No pescó más. Se retiró entonces a la biblioteca central de Sicilia donde lo sacarían muerto según dijo. Herculiano afirmó que ya nada le decía el mar, que los pescadores sólo escapan, y que hubo un día que comprobó que los peces venían a su red. Que ya nada hacía, que los peces venían; por eso, al sacarlos, miró sus ojos y le parecieron cientos de niños, pero que fue uno en especial, un pez grande, en el que vio su misma mirada.