Notas

CULTURA Y SABERES

El Taller de Escritura Creativa de la UNAJ

Por Leticia Otazúa

Desde el año 2011, con distintas modalidades, se realizan en la UNAJ encuentros en forma de taller que desarrollan, entre docentes, estudiantes y vecinos, la iniciación o perfeccionamiento de la escritura creativa. Con la certeza de que el arte es un factor relevante de integración y cohesión comunitaria, los talleres han intentado un doble movimiento, desde  la institución hacia la comunidad mediante una oferta abierta y gratuita, y desde la comunidad que aporta los saberes de autores, estéticas y miradas al interior de  la universidad.

 

Desde los inicios de la UNAJ en 2011 tanto alumnos como docentes plantearon la necesidad de organizar espacios para trabajar la escritura creativa. En un principio, la idea fue abrir dos talleres diferentes: uno, en la sede de la UNAJ y otro, al que llamamos itinerante, en distintas organizaciones sociales del territorio con las que nos proponíamos un intercambio cultural. Los talleres itinerantes funcionaron durante breves períodos. Sin embargo, es de destacar el de escritura creativa para docentes de nivel primario y secundario, que se ofreció como perfeccionamiento docente en el marco del programa “Colectivo Cultural en barrios”.

A partir del año 2015 se unificaron los talleres de Escritura Creativa que se desarrollaban en el Centro de Política y Territorio (CPyT) y en el espacio Universidad para Adultos Mayores Integrados (UPAMI, también dependiente del CPyT), lo que enriqueció considerablemente la tarea.

El uso de herramientas digitales permitió la publicación de las lecturas utilizadas en clase así como los escritos de los asistentes, lo que ha permitido hacer relecturas, compartir opiniones y estimular nuevos desarrollos. Los alumnos que, por algún motivo, no pueden asistir un cuatrimestre, continúan el trabajo desde la red social.

Los talleres son gratuitos y están abiertos para alumnos, docentes y no docentes de la UNAJ y para la comunidad toda (con o sin experiencia previa en talleres).

Se trata de encuentros cuatrimestrales de dos horas semanales de duración. La tarea se plantea desde un lugar de placer y la continuidad en la asistencia y el compromiso con la propia escritura es una decisión personal. Aunque en el taller se parte de un trabajo que es coordinado por un docente, se consideran las necesidades particulares de cada asistente.  Un “taller” es un lugar de trabajo artesanal que, en este caso, se vincula con la práctica de la escritura. Se trabaja en base a consignas que estimulan y orientan la producción de textos (recurrir a la lectura; al uso, apropiación o transgresión de reglas; a la memoria de las experiencias personales; a experiencias narradas por otros; al relato de hechos periodísticos; a la investigación personal o ajena; a la transformación de textos ajenos, etc.). La tarea del orientador consiste en hacer sugerencias desde su propia concepción del hecho literario para propiciar el debate, la confrontación acerca de tradiciones a seguir o a modificar, diversas formas de leer y analizar los textos escritos.

El Taller es visitado por escritores de reconocida trayectoria y profesores del aérea que dan clases especiales. Las siguientes crónicas narrativas  fueron escritas luego de la clase del docente Marcelo Peralta.

 

Textos de una comunidad Mestiza

 

REENCARNADOS

Por Mirta Pinolli

Hoy los esqueletos de los indios y presidiarios muertos se pasean libres por las noches, por las oscuras y heladas calles de Ushuaia, tanto por las orillas de las aguas turbulentas como del puerto;  recorren en manadas las vías del tren que antes los llevaba hacia  el bosque para hachar, conseguir la leña para calentarse y madera para construir, para cocinar alimentando las calderas.

Ahora los castores juntan los trozos de ramas que roen y taponan en los veranos los hilos de agua del deshielo, formando pequeñas represas; cuando los ven, disparan a esconderse en sus madrigueras.

Estos esqueletos vagan, quieren venganza, según dicen, son de los indios yamanas  y onas que fueron invadidos por los blancos, como también las calaveras de los presos  de “La Siberia Argentina” como llamaban a la Cárcel del Fin del Mundo. Presos como “El Petiso Orejudo”, “El Mejicano”, “Los Hermanos Godino” y otros que murieron tratando de escapar.

Según dicen los pobladores, después de deambular toda  la noche, al amanecer, estas calaveras se transforman en perros, que más se parecen a lobos, que siguen padeciendo el hambre como en aquella época y que cuando ven a los humanos, atacan en conjunto, buscando su venganza.

En las noticias de la pasada semana, rezaba un titular: “Una mujer en Ushuaia salió a caminar como todos los días y fue atacada por una jauría de perros”.

 

ANIVERSARIO DE SAN ANTONIO OESTE

Por Elena Larrede

 

Jamás  hubiera imaginado que el fantasma de Fukuyima, tan lejano en el tiempo y la distancia, sobrevolaría la costa marítima de la provincia de Río Negro. Cada 10 de julio, la comunidad de San Antonio Oeste festeja el aniversario del nacimiento de la pujante ciudad portuaria  ubicada en la costa de esa provincia.  Región de inmigrantes y colonos europeos, conserva una magia especial que nos transporta a los orígenes de la ciudad. Debido a la amplitud de sus mareas, durante la bajamar los barcos pesqueros quedan varados en la arena  semejando gigantes dormidos, que despiertan con la pleamar para volver a  salir hacia el océano.

Todo en esas costas es un regalo para la vista, desde sus aguas transparentes que nos invitan a soñar y  a disfrutar hasta la cordialidad de su gente que nos impulsa a regresar. Esto involucra también a los habitantes de Las Grutas, hermoso balneario patagónico bañado por las cálidas aguas del Golfo de San Matías, el golfo azul. El pueblo se niega a ver  vulneradas la quietud y la belleza de sus paisajes,  que lo han convertido en uno de los destinos turísticos más apreciados de los últimos años.

Aprovechando  la presencia del gobernador de Río Negro y altos funcionarios en los festejos del 112º aniversario de San Antonio Oeste, los vecinos han organizado una movilización para manifestarse en contra de la instalación de una planta nuclear en sus costas. Los 430 Km. de litoral marítimo de Río Negro son  la tentación del Gobierno Nacional y los impulsores de esta iniciativa, quienes se encontraron con la férrea e inquebrantable oposición de los pobladores al proyecto. Durante la protesta mostrarán un pueblo unido, responsable y preocupado por continuar viviendo en comunión con la bella naturaleza que los rodea, preservándola para el futuro de sus hijos y nietos, ya que el agua utilizada para enfriar el reactor sería vertida al mar.

Durante la celebración, los habitantes de la zona estarán codo a codo no sólo para  compartir los festejos sino para defender las bellezas naturales de su tierra, manteniéndola libre de contaminación.

 

CRÓNICA DE UN PUEBLO DESANGELADO,

Por María Inés Moralejo

 

Juan, Ema y sus cuatro hijos (dos niños y dos pre adolescentes) caminaban hacia un exilio indeseado e incierto. Sus rostros curtidos, dolientes, miraban a su alrededor con desolación y desesperanza.  Llevaban consigo unos pocos bultos, una jaula con dos o tres pollos, y los niños un gatito en brazos. Por la calle, llena de baches, se encontraron con un perro que los miraba como con pena y que finalmente los siguió acompañando y acompañándose.

Atrás quedaban el esfuerzo de toda una vida, las ilusiones, los sueños de enviar  algún día a sus hijos a la Universidad para que pudieran forjarse una vida mejor. A su paso comprobaban con tristeza y desesperación, cómo aquel pueblo pujante que una vez fuera Quilpo estaba totalmente en ruinas.

Este pequeño pueblo, ubicado al sur de Cruz del  Eje, Córdoba, se formó alrededor de la mina CEFA.

Juan había trabajado toda su vida en la calera por un magro sueldo, que era “engordado” por los pocos pesos que Ema ganaba limpiando casas de los empleados de mayor rango, y de la huerta familiar y el gallinero que aportaban alimentos frescos a la mesa diaria. Así, la economía familiar se equilibraba y podían llegar a fin de mes sin holguras pero con las necesidades básicas cubiertas.

Con el esfuerzo de todos los pobladores  habían conseguido construir,  con mucho amor y entusiasmo, la iglesia y una canchita de futbol que pronto se convirtió en el centro de encuentro, diversión y esparcimiento de chicos y grandes.

A poco de iniciarse el año 2016, comenzó a enrarecerse el ambiente con el despido de trabajadores de mayor sueldo. Pronto se fueron de Quilpo. Ema perdió su trabajo.

En la tanda siguiente Juan y muchos otros fueron echados de la calera sin aviso ni explicación alguna.

A principios de 2017 sólo quedaban setenta trabajadores en la calera, quienes tenían la orden de demoler TODO lo edificado en el pueblo, cancha e iglesia incluidas.

Las mazas y los picos de la patronal cayeron como bombas arrasándolo todo. Hasta las casas que hasta hacía pocas horas habían habitado los mineros se transformaron en ruinas.

Cuando Juan y su familia emprendieron la mudanza, sólo diez trabajadores quedaban juntando escombros y restos de la destrucción.

La empresa conseguía, sin contemplación, aviso ni negociación previa, despejar el espacio  impidiendo que la gente pudiera quedarse allí  e  inclusive vender sin problemas. Por otra parte, con lo ahorrado en sueldos, mantenimiento y servicios, podía comprar bonos, dólares… entrar en la “bicicleta financiera” que le daría pingües ganancias sin gastos.

En tanto, los habitantes de Quilpo se convirtieron en un pueblo errante. Hambreados, sin trabajo ni vivienda, totalmente desamparados, sin NADA, partieron en busca de una posibilidad que les permitiera sobrevivir.

Nadie se acercó a ellos para ofrecerles una solución, una ayuda, un paliativo para enfrentar la dramática situación que les tocaba vivir. Intendente, gobernador, representantes del gobierno nacional… AUSENTES.

El pueblo… desangelado, fantasmal es el producto de las políticas neoliberales llevadas a cabo. CEFA es un claro ejemplo de ello.

 

CRÓNICA NARRATIVA

Por Silvia Edith Molina

 

Un llamativo pasacalles anunciaba la venta de terrenos en el Barrio La Rotonda de Florencio Varela. La publicidad era tentadora, la financiación  accesible y la posesión,  inmediata.

Cristian y Gisel, entusiasmados por el discurso del vendedor subieron al colectivo que los llevaría a conocer el lugar. Cuando los asientos se completaron partieron hacia “el paraíso prometido”.

Había pasado más de media hora cuando el vendedor anunció  – Estamos entrando al barrio. Pueden observar que se han instalado fábricas, éstas representan progreso y trabajo seguro, especialmente para los que vivan aquí.

-¡Es lo que buscábamos, podríamos trabajar cerca de casa! – dijo Gisel con una enorme sonrisa que le iluminaba el rostro; los ojos de Cristian brillaban, la abrazó.

El colectivo se detuvo, bajaron expectantes, el vendedor los reunió y luego de un convincente discurso los invitó a recorrer el lugar para elegir, entre los terrenos disponibles, el más accesible para el “bolsillo de cada uno”.

Entusiasmados, Cristian y Gisel optaron por uno cercano a una fábrica. De regreso no dejaron de hablar, sus sueños se hacían realidad  Ese mismo día firmaron el contrato de compraventa.

Se mudaron cuando terminaron una habitación (dormitorio – cocina)  y el baño.   A Cristian lo emplearon en la fábrica de pesticidas que está ubicada casi a orillas del arroyo Las Conchitas que atraviesa el barrio.

Pasó el tiempo, el barrio fue creciendo, llegan a 4.500 los habitantes, de los cuales 2.100 son  niños. Se instalaron en la zona residencial 22 industrias. Curtiembres, fábricas de pinturas y pesticidas, una recicladora de baterías dedicada a la recuperación y refinamiento de plomo.

Una noche Martín, el hijo de Cristian y Gisel, de apenas  16 meses, se puso morado, no podía respirar. Desesperados, los padres lo llevaron al  Hospital Gutiérrez donde quedó internado. El médico se acercó a los padres

-Martín tiene una enfermedad respiratoria, va a necesitar controles periódicos-, dijo. Uno de los  estudios que se le realizaron  dio como resultado 23,5 microgramos de plomo en sangre-.

Hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas, y continuó

– El aire está contaminado por partículas de plomo que las industrias expulsan por las chimeneas, algunas quedan en el aire y al respirar ingresan al organismo y otras se depositan en el suelo. Los niños son los más vulnerables.

Cuando le dieron el alta a Martín, no tuvieron más alternativas que regresar a su casa.

-¿Qué hacemos?, no tenemos dinero para mudarnos, estamos atrapados en este lugar – dijo Cristian desolado, mientras su mujer entre sollozos repetía –Tenemos que hacer algo…

Al día siguiente, Gisel habló con sus vecinos, les contó de la enfermedad de su hijo, de lo que el doctor les había explicado. Quedó sorprendida al enterarse que su hijo no era el único, había más de 40 niños muy enfermos.

Gisel recorrió el barrio, convenció a las mujeres  para organizarse y reclamar mientras los hombres trabajaban en las fábricas que enfermaban a sus hijos. Enviaron cartas a distintos organismos pidiendo que las industrias pusieran en práctica medidas de seguridad, volantearon, y  como última instancia  cortaron calles aunque fueron reprimidas por la infantería.

Meses después se declaró la emergencia ambiental y se creó el Comité de Crisis Ambiental, integrado por vecinos, funcionarios comunales y representantes de las fábricas. A los 9 meses de su funcionamiento fue disuelto por la Secretaría de Política ambiental.

Según estudios realizados por el Hospital Garraham, la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA, a pedido del Hospital de niños Sor María Ludovica de La Plata, el plomo en sangre de los 40 casos de niños de 1 a 15 años alcanza niveles de hasta 23,5 miligramos por decilitro, produciendo diferentes enfermedades, asma, bronco-espasmos, dermatitis, úlceras en la piel, cáncer,  convulsiones, retardo mental y alteraciones de memoria.

El efecto de la contaminación es irreversible y acumulativo. Sólo unas pocas  industrias comenzaron a cumplir con la normativa.

Gisel y Cristian siguen encabezando la  lucha codo a codo con sus pares.

 

FUTURO

Por Mirta Pinolli

 

Carmela es una pequeña niña de siete años, se salvó de un cuadro de gastroenterocolitis que según los médicos contrajo por consumir aguas contaminadas.

Ayelen, de su misma edad, tuvo  una enfermedad parasitaria llamada hidatidosis, aparentemente contraída por estar siempre con su mascota, un perrito que se crió en el campo, por lo tanto siempre estuvo cerca de las carneadas de las ovejas y comió muchas veces vísceras crudas, quien le habría contagiado la enfermedad cuando le lamía la carita a la niña.

Ambas se conocieron estando internadas, al igual que sus papás quienes, pasando semejante trance, pronto trabaron amistad.

De las charlas en el hospital, cuando las niñas estuvieron fuera de peligro, sus progenitores se pusieron de acuerdo en mudarse a un lugar tranquilo donde sus niñas no corrieran riesgos y estuvieran  cerca de la Capital por cualquier problema de salud.

Compraron dos terrenos, uno al lado del otro en Ingeniero Allan, edificaron sus casas y ambas familias se mudaron allí.

Transcurrían los meses, las pequeñas iban a la misma escuela y la amistad fue creciendo hasta ser casi familia.

Un día cualquiera se enteraron de la triste noticia:  el pueblo estaba convulsionado, decían que el Concejo Deliberante de Florencio Varela al que pertenecían  había votado por mayoría el 7 de julio próximo pasado, crear una planta de tratamiento de residuos en la localidad de Ingeniero Allan. El Intendente del Partido haría una inversión de 60 millones de pesos en conjunto con el Municipio vecino de Berazategui y, según argumentaron, se crearían 120 puestos de trabajo a compartir. Los dos municipios deberían hacerse cargo de las 500 toneladas de basura que se producirían por día.

Cerca se encuentra el Acuífero Puelche ¿Será que los líquidos lixiviados irán a parar allí, de donde se saca agua potable para consumo? Y ¿los gases que genera la basura en descomposición no dañarán a la población? Estas y otras preguntas se hacen los vecinos.

Nuevamente, los papás de Carmela y Ayelen viven aterrorizados por esta nube negra que empaña el futuro que tanto les costó construir.

Acerca del autor/a / Leticia Otazúa

Profesora y Licenciada en Letras. Cursa la Maestría en Diversidad Cultural en la UNTREF. Es ETR (Equipo Técnico Regional) en el área de Prácticas del Lenguaje, da clases en escuelas de nivel secundario, en profesorados y en  la Universidad Nacional Arturo Jauretche, donde también coordina el Taller de Escritura Creativa y conduce un programa radial. Recibió menciones y premios por sus obras dedicadas a la literatura infantil. Participó en obras teatrales desde el lugar de  la actuación, la coordinación de grupos y la dramaturgia.

 

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