Hace unos años el historiador Perry Anderson sostuvo que Italia no era una anomalía en Europa, como afirmaban algunos analistas, sino que estaba mucho más cerca de ser un concentrado de Europa. Suponiendo que esa afirmación hubiese sido correcta ¿ sigue siendo válida? Por décadas se retrató a Italia como un laboratorio que anticipaba tendencias políticas que traspasaban sus fronteras. Pensemos en el fascismo de entreguerras, la innovación de Antonio Gramsci en el marxismo-leninismo, la importancia en el movimiento obrero occidental del Partido comunista italiano (Pci), el desembarco en las democracias de empresarios devenidos políticos como hizo escuela Silvio Berlusconi en los años 90s y primeros años de este siglo.
Italia comparte con otros países del viejo continente algunos denominadores comunes del sistema político. Pero, así como resulta de las recientes elecciones parlamentarias europeas del 26 de mayo pasado, se destacan con mayor énfasis en la península tres fenómenos concurrentes: la crisis de los grupos y partidos socialdemócratas y progresistas; el surgimiento y afirmación de las fuerzas llamados soberanistas y antiinmigrantes de derecha y extrema derecha; la difícil consolidación de los movimientos políticos de reciente formación, esquivos a las clasificaciones por sus políticas oscilantes y su organización partidaria laxa. Nos referimos en primer lugar a la pérdida de gravitación demostrada por el Partido Democrático (PD) de centro izquierda; en segundo, al fuerte avance de la Liga en todas las regiones del país y por último al retroceso sufrido por el joven Movimiento 5 Estrellas (M5E)
Sostendremos en estas líneas que, como en Europa pero de manera más acentuada, el debilitamiento del progresismo, en este caso Partido Democrático es clave para descorrer el velo sobre el recorrido de los otros dos componentes del sistema político italiano. También nos detendremos en los desafíos que enfrenta el progresismo peninsular.
El sistema político
Heredero del otrora poderoso Pci, el PD, devenido socialdemócrata entre los años 80s y 90s, retrocedió del 40 por ciento de las elecciones europeas de 2014 a poco más del 22,7 por ciento en mayo de 2019. Su punto más bajo, sin embargo, había sido en las últimas elecciones parlamentarias de marzo de 2018 cuando obtuvo un escaso 18,7 por ciento. Por qué ocurrió? Desde la segunda mitad de los años Noventa y hasta 2018, alternándose con los conservadores de Berlusconi, los gobiernos de centro izquierda conducidos por el PD ejecutaron políticas de reforma de mercado dirigidas al aumento de la competitividad y la modernización de la infraestructura, proceso que se dio a la par de la extranjerización de algunos importantes segmentos de su industria, por ejemplo la compra por capitales chinos de Pirelli, una de las joyas de la primera industrialización italiana. Fueron los gobiernos llamados técnicos, apoyados en el Parlamento por la izquierda, los que iniciaron las privatizaciones de los años 90s y la primera década de este siglo, los que reformaron el sistema previsional extendiendo la edad jubilatoria, y pusieron en marcha políticas de contención salarial y precarización laboral. Fueron también los que aumentaron los impuestos regresivos al consumo, así como a los bienes personales de las clases medias. Finalmente durante el gobierno de Matteo Renzi (2014-2016) el PD atravesó una barrera simbólica cuando restringió derechos laborales históricos contemplados en el Estatuto de los Trabajadores. El debilitamiento de los sindicatos a la par del estancamiento económico, la desregulación y la financiarización resintió la vinculación entre la izquierda y el trabajo con derechos. Aumentó la pobreza- sobre todo en el sur- y el desempleo entre los jóvenes y por primera vez desde la posguerra aumentó la desigualdad social.
El descontento de amplios sectores sociales se dirigió a los gobiernos de centro izquierda y a la burocracia de la Unión Europea por la rigidez en la aplicación de los acuerdos de la zona Euro. La queja fue asumiendo tonos “soberanistas” que pronto se concentraron en las políticas europeas de puertas abiertas a inmigrantes y refugiados. A lo que se sumó en Italia el desentendimiento de la Unión por la reinserción en Europa de parte de los contingentes de inmigrantes que llegaban al territorio italiano a través de la isla de Lampedusa. Así un escándalo humanitario se transformó en una bandera xenófoba y de oposición al progresismo.
Mientras la izquierda fue perdiendo sintonía con el mundo del trabajo, acomodándose en la defensa del status quo, la derecha más extrema comenzó a hablarle a la heterogeneidad social italiana en términos de pueblo, cuyos problemas sabía cómo solucionar. Como venimos sosteniendo, las consecuencias de las decisiones tomadas en los últimos veinticinco años por la socialdemocracia, fueron un terreno fértil para el nacimiento y fortalecimiento del M5E y la Liga. Un importante ex dirigente del PD, Luciano Violante, reconoció que derecha e izquierda se intercambiaron los roles: la izquierda optó por convivir con la realidad y la derecha por transformarla desde sus propias convicciones ideológicas conservadoras. El progresismo se preocupó de los derechos individuales, con foco en los derechos LGTB y el antirracismo a la vez que relegó la defensa de los derechos sociales. Paradójicamente hubo una sustitución de clases de referencia. Los grupos más cultos, sofisticados y acomodados, que tienen escaso o nulo contacto con los problemas de las grandes periferias de las ciudades, pero sensibles a los derechos individuales, comenzaron a votar a la izquierda. Los sectores trabajadores, sobre todo los que trabajan por cuenta propia, y los sectores medio bajos, que se vieron golpeados por el desempleo, el estancamiento, y con necesidad de mayores certidumbres frente a los cambios provocados por la globalización, se volcaron por el M5E y la Liga en busca de respuestas.
La Liga y el M5E
Para avalar estas observaciones resultan interesantes los datos de Youtrend sobre la distribución de los votos en las recientes elecciones europeas en Italia -estudio hecho sobre los “boca de urna”. En las comunas de hasta 5 mil habitantes la Liga obtuvo 40,9 por ciento, contra 18,1 por ciento del PD y 14,6 por ciento del M5E; en las de 50 mil, 31,6 por ciento, 22,2 por ciento y 19,8 por ciento, respectivamente. En las ciudades medianas y grandes de más de 300 mil habitantes el PD obtuvo 31,2, la Liga 23,9 y el M5E 18,1 por ciento (no está demás recordar que la mayoría de los italianos habita en pueblos pequeños y medianos). Y dentro de las grandes ciudades el PD es el partido de los centros históricos, el de las zonas más ecológicas y de tránsito reducido a residentes. El PD se estacionó como el partido de los ancianos aún fieles a la pertenencia ideológica, de los profesionales y las élites culturales de los barrios acomodados, con números menguantes entre los trabajadores y en los barrios de frontera con la marginación. La Liga, heredera de la vieja secesionista Liga del Norte, expresa a la clase media, franjas de trabajadores, pequeños empresarios y emprendedores autónomos, así como a la periferia social, como ocurre en Europa en gran medida con el Brexit Party di Nigel Farage , que triunfó en toda Inglaterra menos en Londres, y en una escala menor por el Rassemblement National de Marine Le Pen en Francia.
A su favor la Liga cuenta en su activo un liderazgo fuerte como el de Matteo Salvini, que pudo agregar a la insatisfacción un enemigo como el de la inmigración: los inmigrantes como presunta causa de la inseguridad y la UE del estancamiento económico. En un año la Liga pasó del 17,4 por ciento de los votos al reciente 34,3 por ciento y al 38 por ciento en una medición posterior al decreto de endurecimiento de las penas por “favorecimiento de la inmigración clandestina”. Su universo ideológico, que abreva en las ideas del ex estratega de Donald Trump, Stephen Bannon, es la agitación permanente contra el igualitarismo social, el “marxismo cultural” y el solidarismo de raigambre cristiana, en especial contra la prédica del Papa Francisco. En Europa sus aliados son las derechas nacionalistas y autoritarias que gobiernan Hungría y Polonia. Los líderes más admirados por Salvini: Vladimir Putin por su conducción personalista de los asuntos públicos y Trump a quien parece emular en su campaña contra el multilateralismo y la militancia anti derechos. Su propuesta económica es una reforma tributaria, la popular flat tax, una alícuota plana de 15 por ciento para los ingresos individuales hasta 50 mil euros anuales que corresponden al 80 por ciento de los contribuyentes y para las empresas, bajo el supuesto que tal reforma se traducirá, como lo presumía la curva de Laffer durante la Reaganomics de los años 80s, en un fuerte crecimiento económico.
El M5E nació en la última década como protesta contra la política profesional, los altos salarios de los legisladores, la corrupción post Mani Pulite, el ambientalismo y la crítica a la globalización por la precarización laboral y el desempleo. Alejado del progresismo neoliberal del PD, así como de la vieja izquierda pero también de nuevos grupos como Podemos en España, el M5E se presentó como el representante de demandas de honestidad, ambientalismo, desarrollo autónomo y justicia social, en parte abandonadas, o en parte ajenas, a las administraciones del PD. Pero en una muestra de escasa sagacidad política, Luigi Di Maio, el joven líder del M5E, inesperadamente formó gobierno con la Liga. A cambio de apoyo para la ley de ingreso ciudadano para los desocupados y la adhesión italiana a la Iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda impulsada por China, el M5E terminó opacado por el protagonismo de Salvini y sus políticas xenófobas. Pero las dificultades encontradas para implementar el ingreso ciudadano, su pobre gestión de la alcaldía de Roma, así como el protagonismo de Salvini, redujeron sus votos del 32,7 por ciento al actual 17,1 por ciento. ¿Será 5 Estrellas otro partido flash, de corta duración, como tantos en el mundo? No se puede decirlo aún. Pero le espera decidir si continuar su alianza con la derecha o proponerse como alternativa a la Liga. Y a la vez echar luz sobre la nebulosa de su estructura partidaria de decisiones y elección de candidaturas que se realiza a través de una plataforma informática, bautizada como Rousseau, sobre la que no hay datos válidos sobre su funcionamiento para elegir candidatos y dirigentes.
Eppur si muove?
Los sondeos son todos favorables a la Liga. Sin embargo hay que tener en cuenta que la derecha tiene sus propias limitaciones. No es difícil vaticinar que, como señala el politólogo Gianfranco Pasquino, el discurso de Salvini se debilitará “según pierda peso el debate sobre seguridad e inmigración”. Por cierto esta derecha es autoritaria pero no propone un nuevo régimen fascista, sino que debe enfrentar las urnas, el control de los magistrados y la prensa que no son adictas. Al mismo tiempo, cabe aguardar que el aumento del IVA previsto para compensar los menores ingresos que generará la introducción de la flat tax, llevarán a una caída del poder adquisitivo y mayor empobrecimiento. Por último las alianzas derechistas en Europa no son garantía de constituir un frente homogéneo, por su propia condición “soberanista” que avizora contradicciones entre partidos que no aceptan lo que otros quieran hacer.
La centro izquierda podría reconstruirse como una fuerza alternativa sobre la base de una convergencia entre el M5E y el PD. Cómo representar la fragmentación y la multiplicidad de intereses e identidades? El PD tiene delante el desafío de representar a los sectores de trabajadores formales, con sus sindicatos – la capacitación en las nuevas tecnologías para el empleo – y a los profesionales; el M5E, por su parte, el de poner en valor sus posiciones comunes con los partidos verdes europeo. En caso de elecciones anticipadas para el año próximo habrá que preguntarse en Italia: ¿hay 2020 para una nueva centroizquierda?
Acerca del autor / Franco Castiglioni
Profesor titular de Introducción a la Sociología de la Universidad Nacional Arturo Jauretche.