Notas

ARTE Y OTREDAD

El arte como rajadura

Por Alejandra Luciani

Los conceptos, las categorías, las marcas, tienen historia, están enlazados a otros conceptos, otras categorías, otras marcas, otros catálogos… remiten a complejidades tejidas con el hilo de los paradigmas, las ideologías… Los conceptos guardan bordes irregulares que en ocasiones se diluyen en su permeabilidad o resisten cualquier embate; las definiciones de arte y de jóvenes en situación de… (pobreza, extranjeridad, discapacidad, calle, etc.) no son la excepción.

 

Creamos mundos, les otorgamos sentido, construimos redes de significación que sostengan lo creado. Todo resulta comprensible, habitual, sabido; actuamos bajo la invisible prescripción de protocolos que aprendemos en el contexto de las prácticas familiares y de nuestras inscripciones institucionales; el orden preestablecido se desmorona ante la presencia de lo excepcional; la visibilización de lo no contemplado en el diseño del mundo, familias viviendo en la calle, niños y niñas que “no aprenden” o “no se adaptan” a la escuela, centenares de refugiados traspasando fronteras en busca de un destino, jóvenes agrupándose bajo las marcas filiatorias de la violencia y el delito, nos obliga a pensar, a poner en riesgo, el diseño del mundo y sus conceptos; pensar no sólo los nombres que dan entidad a los excluidos sino también pensar y sacar a superficie las políticas que justifican y dan sentido a tales exclusiones o dicho en otros términos, la necesidad de identificar a quienes ostentan el poder de representar, es decir, de atribuir identidades que serán objetos de sistemas de relaciones y prácticas.

El arte entre la prevención y lo nuevo

Cuando revisamos las propuestas de política pública cuyo objetivo es actuar desde el arte en la “atención” de lo “excepcional”, es decir, de aquellos niñ@s y jóvenes que desbordan  los conceptos, las ideas del mundo predecible, hallamos que las propuestas artísticas ( sean estas talleres de títeres, obras de teatro, producciones audiovisuales, coros, murgas, etc), se montan sobre el mandato de la prevención o la rehabilitación. Prevenir conductas indeseables  o rehabilitar aquello que se juzga alterado, anormal. Tales propuestas (siempre bien intencionadas) resultan propuestas clausurantes para los sujetos infantiles y juveniles dado que refuerzan las estigmatizaciones que sobre estos grupos se construyen. Se reorientan los intereses de los niñ@s y jóvenes valiéndose del arte y de las propuestas artísticas como artilugio para garantizar la aplicación de programas de prevención o rehabilitación. Extranjeros, pobres, anormales son considerados no como sujetos de derecho sino como sujetos de tutela, y por tanto, destinatarios de programas que utilizan el arte para enmascarar intervenciones de disciplinamiento, vigilancia, asistencia y  orientación. Procesos de colonización y dominación que ponen en relieve otra característica de las políticas públicas en torno al arte; en tanto acciones orientadas a la prevención y/o rehabilitación, convierten a los sujetos infantiles y juveniles en sujetos de asistencia y control, como ya lo hemos señalado, a  los artistas y/o militantes y/o voluntarios, en agentes sanitarios y a las propias políticas públicas en torno al arte, en un compendio de propuestas artísticas vulgarizadas y didactizadas que no escapan a los mandatos de los viejos patronatos de modelación de las clases populares y desviadas. Sin embargo, el arte en tanto arte y no en tanto herramienta de o para puede ser pensado desde otras perspectivas.

Gilles  Deleuze cita un texto de Lawrence “violentamente poético” que ejemplifica el modo en que los hombres construyen artificios que permiten resguardar los conceptos; el artificio está representado en la idea de un gran paraguas …” en cuya parte inferior (los hombres), trazan un firmamento y escriben sus convenciones, sus opiniones; pero el poeta, el artista, practica un corte en el paraguas, rasga el propio firmamento para dar entrada a un poco del caos libre y ventoso y para enmarcar en una luz repentina una visión que surge a través de la rasgadura , primavera de Wordsworth o manzana de Cézanne, silueta de Macbeth o de Acab. Entonces aparece la multitud de imitadores que restaura el paraguas con un paño que vagamente se parece a la visión, y la multitud de glosadores que remiendan la hendidura con opiniones: comunicación. Siempre harán falta otros artistas para hacer otras rasgaduras, llevar a cabo las destrucciones necesarias, quizá cada vez mayores, y volver a dar así a sus antecesores la incomunicable novedad que ya no se sabía ver”- Puede entonces ocurrir, que bajo circunstancias poco habituales, un navajazo sobre la superficie del paraguas nos permita otras visiones, otras representaciones del mundo, otros conceptos. Navajazo capaz de romper lo habitual, de deshojar los catálogos, de obligarnos a salir de la comodidad de las ideas preestablecidas y los juicios conocidos, de invitarnos a crear sentidos. No escribimos, no pensamos, no pintamos sobre hojas en blanco, las hojas ya han sido cubiertas, contienen las marcas de agua de los preconceptos, de las ideas del mundo. Si deseamos hacer del arte una experiencia  habilitadora de algo nuevo para l@s niñ@s y jóvenes, es necesario tachar, limpiar, rasgar.

Alguien de los llamados en situación encuentra una palabra, descubre su voz en un taller de juego dramático, la plaza desierta de un conurbano cualquiera se llena de niñ@s que despliegan sus ”dibujos” en un tendedero de hilos improvisados que asaltan y detienen la mirada de los vecinos; los tambores de una murga invita a un grupo de jóvenes a bucear por primera vez en un ritmo colectivo que los compromete con alguna idea de lo común, de lo grupal, de la pertenencia creativa; Iván declara en  el minúsculo e íntimo espacio de un ascenso, “soy actor”, sustituyendo su otrora presentación de “soy frágil X”; muros tomados por asalto trazan un laberinto de murales que logran voz propia, un grupo de niños refugiados pintan retratos que se mezclan con los  retratos de decenas de niñ@s del mundo creando nuevas migraciones sin la sobreimpresión del dolor. Son experiencias en y con el arte que sólo buscan ser experiencias en y con el arte. No hay frases contra el consumo de drogas sobreimprimiéndose a los colores del mural, no compone un personaje de un joven down el actor down, los retratos no llevan epígrafes de la injusticia del abandono y las guerras aberrantes que todo lo anulan… son experiencias en y con el arte sobre las tachaduras, las marcas de agua de los conceptos, las ideas que imprimen sentidos estancos, segregatorios, colonizadores. Son, en definitiva, experiencias en las rajaduras.

Las rajaduras son transitorias, seguramente la posibilidad de lo nuevo será rápidamente objeto de remiendos… no desaparecerán los paraguas, estarán allí, reproduciendo la ideología hegemónica de las demarcaciones de territorios de los normales y los excepcionales; diseñando políticas de intervención sobre las amenazas… sin embargo, cada vez que se abre un tajo, que nos aventuramos a otros posibles, entonces, sólo entonces, la búsqueda de navajas se convierte en un imperativo.

 

Acerca del autor/a / Alejandra Luciani

Profesora nacional especializada en discapacitados de la audición, y Profesora nacional especializada en discapacitados mentales y sociales. Realizo posgrados en “Constructivismo y Educación”, Universidad Autónoma de Madrid y FLACSO y “Jovenes en dificultad” Universidad de Paris VIII. Gano numerosos premios nacionales, y es autora de numerosas publicaciones sobre la temática. Forma parte del Grupo de Trabajo Internacional “Estudios Críticos en Discapacidad” CLACSO UNAJ.

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