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JUANA MANUELA GORRITI. LA PRIMERA NOVELISTA ARGENTINA

Desarraigo y transgresión

Por Karin Grammático

Vidas singulares en la trama de una historia colectiva. Una historia común construida con acciones disidentes. Breves biografías de mujeres que desafiaron su época.

 

Cuenta en algunos de sus relatos que tuvo una infancia libre y salvaje. Si como dicen, los años de infancia marcan una vida, en el caso de Juana Manuela Gorriti, algo (o mucho) de eso se cumple. Escritora multifacética, sus trabajos son piezas preciosas de la literatura argentina y latinoamericana del siglo XIX. Para algunos, ilustre, para otros, desconocida, Juana Manuela vivió atravesada por el desarraigo y sus convicciones. 

Algunos de sus biógrafos afirman que nació en el año 1818, en Horcones, Salta. Séptima de ocho hermanos, sus padres fueron José Ignacio Gorriti –luchador por la Independencia junto a Manuel Belgrano y Martín de Güemes, delegado salteño en el Congreso de Tucumán que la declaró y varias veces gobernador de su provincia – y Feliciana de Zuviría, destacada dama de la sociedad norteña. Se crió en la estancia paterna de Miraflores. Además de la vida al aire libre y andar a caballo, a la pequeña Juana le gustaba escuchar las historias que las sirvientas contaban en la cocina y los peones, en el fogón. Preocupada por el andar libertario de su sobrina, una de sus tías tomó la decisión de enviarla a una escuela conventual. Pero el encierro no se condijo con el espíritu de la niña que enfermó al poco tiempo de su arribo. La experiencia de educación formal resultó muy breve pero pareció alcanzarle para desarrollar una avidez por la lectura y las letras. 

Las labores políticas y militares de su padre la obligaron a su primera partida. Por su condición de unitario, y tras la derrota de su ejército a manos del caudillo riojano Facundo Quiroga, José Ignacio y su familia debieron exiliarse. El destino fue Tarija, Bolivia, uno de los destinos habituales para los emigrados del Rosismo. Allí, se enamoró sin reservas de un atrevido, apuesto e impetuoso militar boliviano, diez años mayor que ella y sin prosapia: Manuel Isidoro Belzú. La condición plebeya del candidato resultó razón suficiente para que la familia Gorriti rechazara la elección de la jovencita. Sin embargo, su determinación por vivir ese amor se impuso y en 1833 el noviazgo culminó en matrimonio. Juana Manuela tenía quince años y antes de cumplir los dieciocho se convirtió en madre de Edelmira y Mercedes. 

Jóvenes, lindos y con estilos arriesgados, la pareja fue objeto de maliciosos comentarios que los involucrados no se esforzaron en contestar. Sin embargo, puertas adentro, los celos mutuos, las andadas militares y amorosas del marido y los modos desprejuiciados y seductores de la esposa, mellaron el vínculo. 

Por razones políticas, Belzú debió abandonar su país. La familia completa se instaló en Perú, primero en Arequipa, luego en Lima. Otra mudanza, otro comienzo para Juana Manuela. 

En la capital peruana se decidió a encarar una vida como escritora. En 1845, la Revista de Lima publicó –por entregas– su novela La quena, una historia de amor entre una princesa inca y un español. Esta publicación le valió el título de primera novelista argentina

A medida que su compromiso con la escritura se afianzaba, la relación con su esposo se deterioraba más y más. En 1848, se separó definitivamente. Ese mismo año, Belzú asumió la presidencia de Bolivia, cargo que ocuparía hasta 1855. 

Juana Manuela se quedó en Lima con sus dos hijas. Para sostener su hogar, fundó una escuela de niñas en su propia casa. A la par que preparaba clases, consolidaba su perfil de escritora profesional. Antes que Virginia Woolf, supo la importancia de contar con un “cuarto propio” para construir su autonomía. Prolífica narradora, sus cuentos y novelas se publicaron tanto en revistas peruanas (El liberal, Iris, La Revista de Lima) como argentinas (Revista de Buenos Aires y Revista del Paraná) y circularon también por Chile, Ecuador, Colombia, París y Madrid. En 1865 se publicó en Buenos Aires Sueños y Realidades –una compilación de novelas cortas y ensayos– que recibió críticas muy elogiosas en el país y le hizo ganar fama como “escritora argentina”, aún cuando hacía varias décadas que no residía en el país. Incomparable anfitriona, fue dueña, además, de uno de los salones literarios más importantes de la época. Lo frecuentaban destacadas personalidades de la cultura peruana como Ricardo Palma, Abelardo Gamarra, Carolina Freire de Jaimes y Clorinda Matto. El amor no le fue esquivo durante su estadía limeña. Sin formar parejas estables, fue madre de Julio y Clorinda, de cuyos padres poco se sabe.

Juana Manuela regresó a La Paz en los primeros años del 1860 para visitar a sus hijas mayores, afincadas en su tierra natal desde hacía tiempo. Estando allí, el 23 de marzo de 1865, recibió la noticia del asesinato de Belzú a manos de su enemigo político, Manuel Melgarejo. Ella se encargó personalmente de reclamar el cuerpo de su ex marido y de organizar, juntos a las huérfanas, el entierro del que participaron miles de personas. Incluso llegó a liderar una fracasada revuelta popular contra Melgarejo para vengar la muerte de Belzú. La escritora retornó a Lima mientras sus hijas emigraron a Europa. 

La noticia del sitio del Callao por las fuerzas españolas, los primeros días del mes mayo de 1866, no le resultó indiferente. Formó parte de la resistencia actuando como enfermera y rescatista poniendo en riesgo su propia vida para salvar la de otros. La valerosa actuación en combate le valió la Estrella del 2 de Mayo, la condecoración más alta otorgada por las autoridades de Perú. 

La decisión del Estado argentino de otorgarle una pensión por los servicios cumplidos por su padre como luchador de la Independencia, la trajo de regreso al país. Entre marzo y septiembre de 1875, Juana Manuela vivió en Buenos Aires. No era una desconocida para los circuitos literarios porteños lo que le permitió rápidamente hacer nuevas amistades y encarar nuevos proyectos. Desde entonces y hasta su regreso definitivo a la Argentina, diez años después, Juana Manuela vivió entre Lima y Buenos Aires. El ajetreo de estar en tránsito no detuvo su escritura –publicó Panoramas de una vida, Peregrinaciones de un alma triste, Misceláneas–, tampoco su rol de gestora cultural: en una y otra ciudad versionó su Salón literario en las exitosas “Veladas literarias”. Y hasta se embarcó en la fundación del periódico La Alborada del Plata en la que la propia Gorriti escribió notas dedicadas a reflexionar sobre la capacidad, los derechos y la educación de las mujeres. 

Una de las mayores alegrías de Juana Manuela en tierra argentina fue volver a sus lugares de infancia. En 1886, subió al ferrocarril y viajó hasta Salta. La felicidad del reencuentro con aquellos paisajes –que por cierto, siempre la acompañaron– quedó plasmada en La tierra natal publicado en 1889. 

Un año después, logró la edición Cocina ecléctica, una obra singular y excéntrica en la trayectoria de Gorriti. Se trata de un libro de cocina confeccionado con las recetas que amigas y conocidas le enviaron desde distintos puntos del Cono Sur. Un homenaje de la autora a la cultura americana, pero también una excusa maravillosa para acercar a las mujeres al mundo de las letras. Así, las recetas son la guarnición para el plato principal: la escritura femenina. Juana Manuela, con este texto, resignificó el espacio de la cocina –tradicional bastión adjudicado a las mujeres por la cultura patriarcal– para convertirlo en el medio a partir del cual abrir a las mujeres el mundo de la escritura y la literatura –dominados ambos por voces masculinas. 

A la vez que preparaba la edición del recetario americano, daba forma a Lo íntimo, una suerte de diario de su intensa vida que había comenzado a escribir en 1874. No llegó a verlo publicado. La muerte la alcanzó, en Buenos Aires, el 6 de noviembre de 1892. En 2006, sus restos fueron trasladados del Cementerio de la Recoleta al Panteón de las Glorias del Norte, ubicado en la Catedral Basílica de Salta. 

Juana Manuela Gorriti, a través de sus decisiones y su escritura, habilitó nuevos lugares para las mujeres latinoamericanas del siglo XIX. Como lo señaló la investigadora María Gabriela Mizraje, fue la última de una gesta de hombres, la primera en una tradición de mujeres. 

Acerca de la autora / Karin Grammático

 

Historiadora. Docente e investigadora de la UNAJ. Integrante del Programa de Estudios de Género (IEI-UNAJ).

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