Cada edificio de la universidad Jauretche tiene una placa que lo nombra. Personajes diversos. El eco de esas vidas configuran los sentidos de la universidad. Los por qués que flotan en el aire de nuestra identidad. Historias malditas.
Se llamaba Alejandro Mayol. Era un hombre sensible. Fue públicamente conocido como “El padre Alejandro”, entre otros por su amigo Carlos Mugica. Se conocieron en la Acción Católica en la Parroquia del Socorro y luego cursaron juntos en el Seminario Metropolitano de Buenos Aires. Estudiaron Teología y Filosofía. Se ordenaron en diciembre de 1959.
Alejandro había nacido en Buenos Aires el 1º de junio de 1932 y era descendiente de Osvaldo Magnasco, aquel político que modernizó el sistema de educación pública, especialmente la secundaria y técnica durante el segundo mandato de Julio A. Roca.
A comienzos de los sesenta, empieza con la creación musical. Los temas que compone tienen su anclaje en lo religioso pero sus fuentes abrevan en lo popular. En ese momento, Carlos Mugica asesora la JUC -Juventud Universitaria Católica- en Medicina y Mayol en la Facultad de Farmacia. Esto lo hace tomar contacto con el Secretario General de Sindicato de Farmacia, Jorge Di Pascuale, enrolado en lo que se conocería como “sindicalismo de liberación”.
Desde 1961 realiza el programa de televisión “Trampolín a la vida” en el canal 7, en el 9 y en el 11. La jerarquía de la iglesia no lo ve con buenos ojos. Entre sus temas más conocidos están “La Creación” que después grabó Piero y recorrió el mundo: “Todo era frío, sin vida y tenebroso/ cuando de pronto se oyó la voz de Dios…”.
Sus canciones volcaron a los jóvenes a una Iglesia renovada
En 1964 le propuso a Ariel Ramírez la idea de hacer la música de una misa con ritmos folclóricos sobre un esquema litúrgico que le proveyó. Esta fue la base de la que partió “La Misa criolla” que hasta hoy sigue difundiéndose por todo el mundo.
En 1965 se realiza en Quilmes una reunión de 80 sacerdotes de distintas diócesis de Buenos Aires. Es el antecedente de lo que en 1968 se llamará Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. La reunión de Quilmes congrega a curas de la Capital y el Gran Buenos Aires y animan esa reunión dos obispos: Jerónimo Podestá y Antonio Quarracino. El encuentro dura dos días y es coordinado por tres teólogos importantes, Lucio Gera, Miguel Mascialino y Carmelo Giaquinta. Elaboran un documento de 40 páginas en el que plantean su compromiso con la renovación de la iglesia que implica entre otras cosas, la liberación de los oprimidos.
La idea había surgido de la Asociación de Jóvenes de la Acción Católica –AJAC– en julio de 1964 pero tenía su origen en la reunión de “los 12” que promovió el padre Alfredo Trusso con distintos curas, entre los cuales es de destacar al Obispo de Goya Alberto Devoto. Este primer grupo sufre una fractura cuando dos sacerdotes intentan privilegiar lo litúrgico por sobre el compromiso social concreto hacia los pobres. Este núcleo crece, primero, con el aporte de los “curas obreros”, aquellos que trabajan y comparten el sufrimiento de sus hermanos trabajadores, donde se destacan los curas franceses con su pastoral obrera en Avellaneda, y más tarde con la incorporación de Alejandro Mayol, Carlos Mugica y Pedro Geltman, todos ellos integrantes de la Juventud Universitaria Católica. Geltman era editor de la revista Tierra Nueva. Dice Alejandro: “En ese momento formábamos un grupo en el que todos los curas tenían la misma idea, desde las páginas de Tierra Nueva que tenía esa línea y se publicaron tres números”.
Alejandro Mayol y Piero en los años setenta
Alejandro Mayol avanza no solo como el creativo, el músico, el animador, sino también con su formación filosófica y teológica. Toma contacto con Norberto Habbeger y Flora Castro jóvenes dirigentes de la Democracia Cristiana.
En febrero de 1966 el sacerdote colombiano Camilo Torres muere en Colombia como miembro del grupo guerrillero Ejército de Liberación Nacional (ELN). En el prólogo del libro de Norberto Habbeger, “Camilo Torres: El cura guerrillero” (1967), de A. Peña Lillo editor, Alejandro Mayol nos advierte: “Cristo no murió. Lo asesinaron, Camilo también. El clima existencial de los profetas es la violencia. Y violenta también su muerte. Los profetas no mueren por casualidad, nos recuerdan que la historia es guerra”. Y termina con un afecto transformador por su amigo: “Norberto: los que soñamos con todas las ganas en un mundo distinto, te lo agradecemos”.
Tapa del libro de Norberto Habegger con prólogo de Mayol
En esos momentos, sin saberlo, Alejandro estaba en la mira del fundador de la Concentración Nacional Universitaria –CNU-. En carta a Perón fechada en la ciudad de La Plata, 24 de julio de 1967, Carlos Disandro, denunciaba lo que denominó “operación vaticanista” que atribuía a un grupo de sacerdotes como, “el padre Mayol (del grupo bolche Tierra Nueva y que tiene entrada en la CGT), coaliga esta tendencia varios grupos izquierdistas (laicos y clericales, como por ejemplo el de Tierra Nueva, Cristianismo y Revolución, grupo Camilo Torres, etc.”.
En 1969 Alejandro solía saludar con una pregunta mayólica “¿Hay amor o no hay amor?” y el amor lo llevó por sus propios caminos. Pide la reducción laical y se casa con Beatriz Braga, su gran amor, con quien funda una familia con sus cuatro hijos, Lorena, Ramiro, Matías y Emmanuel.
Beatriz Braga y Alejandro Mayol
Escribió en “Los católicos posconciliares en la república Argentina”:
“El mundo moderno está marcado por el desarrollo del poder económico. El poderoso Caballero organiza una sociedad nueva donde el valor y la capacidad de decisión se identifican con el poseer. La Iglesia, frenadas sus instancias de crítica por su verticalismo, se adecuará sumisamente al nuevo sistema de relaciones humanas que fabrica el capitalismo en ascenso. Abrirá bancos como la banca vaticana del Santo Espíritu cuyas cotizaciones se exhibirán en la Bolsa. Invertirá su dinero en empresas donde se enriquecen con la compra a bajo precio de trabajo nacional y extranjero. Abrirá colegios y universidades para los beneficiados con la usura. Recibirá donaciones para los pobres, del mismo sistema que fabrica a los pobres. La Iglesia se desarrollará desigualmente siguiendo el compás de desarrollo desigual de la expansión capitalista, y su presencia sacralizará la desigualdad”.
Estudia Sociología en la UBA. Participa de las famosas “Cátedras Nacionales” de la mano de Roberto Carri, Alcira Argumedo, Amelia Podetti, Gonzalo Cárdenas, Justino O´Farrell, Norberto Wilner, que fueron una experiencia de construcción político-intelectual que se propuso trasladar al campo académico la resistencia a la dictadura de la llamada Revolución Argentina, desarrollando el “pensamiento nacional” (Scalabrini Ortiz, Hernández Arregui, Jauretche, etc.) en la carrera de Sociología entre 1967 y 1972.
Comenzaba el camino en la lucha por la Liberación Nacional que lo encuentra en 1973 como director de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires del gobierno de Oscar Bidegain. Son famosos los trenes culturales que recorrían los pueblos de la provincia e incluso su participación en el “Operativo Dorrego” de 1974 organizado entre la Juventud Peronista (Regionales) y las Fuerzas Armadas. El evento estuvo dirigido por uno de sus futuros verdugos, el general Albano Harguideguy. En ese operativo compartieron la responsabilidad en la reconstrucción de dieciocho partidos de la provincia de Buenos Aires inundados en junio de 1973. Fueron 5.000 efectivos militares y 900 militantes de JP que trabajaron desde el 4 hasta el 23 de Octubre de 1973.
Respecto del asesinato de Mugica, Alejandro aparece en un documental sobre la historia de los “Curas del Tercer Mundo” recordando al padre Carlos, con lágrimas en los ojos por su amigo asesinado por la Triple A diciendo “era un santo”.
Pasada la larga noche de la dictadura con la secuela de muertos y desaparecidos, vuelve Alejandro Mayol. Fue secretario de cultura municipal en Florencio Varela desde 1983 hasta 1995 realizando los jardines de infantes comunitarios y un rescate de la cultura en los barrios de nuestra localidad. Allí se produce en Alejandro la idea creativa de sus “Óperas Cancheras”, como fenómenos populares, sea la relación del pueblo con Dios en su camino de la liberación o el camino del movimiento nacional y sus luchas. Ejemplo de ello fueron “La pasión según San Juan” en la cancha de Vélez Sarfield, el espectáculo “Emanuel” en la plaza Roberto Arlt y “La Patriada” en el Cruce de Florencio Varela. Los actores eran los obreros y empleados de la Municipalidad. Hoy el nuevo Polideportivo municipal lleva el nombre de “La Patriada”. Esta última se representó en salas de la Capital Federal y más de veinte municipios de la provincia de Buenos Aires.
En 1990 compuso la obra “El Hálito”, música y letra sobre Pentecostés. Esta obra fue representada en el anfiteatro de la ciudad de Posadas ante cuatro mil espectadores en oportunidad de realizarse el Encuentro Nacional de Misioneros. En 1992, el sello Odeón grabó la comedia musical El “Cachuzo Rantifuso”, con letra de Alejandro Mayol y música de Piero, interpretada por Juan Carlos Baglietto, Piero, Marilina Ross, y la participación de Patricia Sosa, Adrián Noriega, Alejandro Mayol, Lorena Mayol y dibujos de tapa de Carlos Nine, creador del personaje. También crea “Fe Tropical”, una obra con ritmo de cumbia interpretada por músicos tropicales de la escena local y en diciembre de 1999, se representa la Navidad del Milenio en el Obelisco de Buenos Aires, con Pedro Aznar, Teresa Parodi, Julia Zenko, Opus 4, Abel Pintos, Guillermina Béccar Varela y Chango Farías Gómez. Alejandro nos dejó el 3 de febrero de 2011 rodeado de quienes lo querían, había en su vida amor.
Mayol y sus compañeros creían, soñaban e impulsaban en una peculiar versión del cristianismo. No lo conmovían los purpurados sino el Cristo irredento y rebelde. No se prosternaba ante jerarquías facciosas e intolerantes, amaba al pueblo cristiano. Su imaginario hecho canción se tornaba rápidamente trinitario: ese pueblo cristiano era pueblo a secas y, en su versión local, pueblo peronista. El pueblo se entroncaba a la fiesta, a la alegría compartida, a la música. “Cuando se canta a coro se comulga”, me explicó una vez (o creo que me explicó o pudo explicarme, tanto da) y le creí para siempre.
Mario Wainfeld
Alejandro se nos fue y al mismo tiempo sigue presente allí –como él hacía– donde hay lucha y compromiso con los humillados y desheredados de la tierra; allí donde se proclama, anuncia y denuncia desde el Reino de Dios y su libertad y donde la creación artística se hace sensible con el corazón y la pasión de cada hombre y cada mujer. Cuando se avanza en derechos, se elimina una injusticia, una oración se eleve al Dios Padre y Madre y se recuerde que “Al crear la vaca, Dios hizo la leche, hizo el dulce ’e leche, todo lo hizo bien” allí estará Alejandro con su guitarra, su voz y sus sonrisas mostrando las ganas y la alegría de vivir porque amó e hizo lo que quiso.
Fortunato Mallimaci
Acerca del autor / Guillermo Daniel Ñañez
Profesor en Historia. Especialista Superior en Historia -UTN- 2007. Magíster en Derechos Humanos y Democratización para América Latina -UNSAM- 2012. Periodista. Investigador. Miembro de Historia a Debate. Integrante del Centro de Estudios “Felipe Varela” (N. Galasso). Profesor de la Universidad Nacional “Arturo Jauretche” -UNAJ-. Director de Derechos Humanos, Municipalidad de Florencio Varela.