Notas

A 60 AÑOS DE LA TOMA DEL "LISANDRO DE LA TORRE"

PATRIA SÍ, COLONIA NO

Por Ernesto Salas

Ricardo los vió desde el portón. Se había trepado con otros compañeros del sindicato cuando le avisaron que venía la represión. Afuera, a punto de embestirlos, había cuatro tanques del ejército. Ricardo, en su inconciencia, creyó que iban a arremeter contra ellos pero que lo iban a parar. Pero el primer tanque derribó el portón y detrás entró la policía. Se había juntado una fuerza militar que los medios describieron como impresionante. Luego de tres horas de resistencia y algunos heridos el gobierno retomó el control del Frigorífico Lisandro de la Torre, que los obreros habían ocupado días atrás.

 

Durante la segunda mitad de enero de 1959 la ocupación del frigorífico “Lisandro de la Torre” y su posterior desalojo por fuerzas militares y policiales desencadenó el estallido insurreccional del barrio de Mataderos y el inicio de una huelga general nacional que puso en jaque la fragilidad institucional del gobierno de Arturo Frondizi. Hoy, a sesenta años de producidos, estos hechos son poco conocidos para muchos argentinos, pero en las dos décadas inmediatamente posteriores serían parte de los relatos transmitidos oralmente y un antecedente de los estallidos urbanos de finales de la década de 1960.

En los primeros días de enero, el presidente Arturo Frondizi ajustaba los detalles de su visita a los Estados Unidos; sería el primer mandatario argentino en visitar oficialmente la potencia dominante de la posguerra. Su política reciente había dado muestras sobradas de alineamiento: los contratos petroleros, la Ley de Radicación de Capitales y, a fines de diciembre de 1958, el anuncio al país de la aplicación del primer Plan de Estabilización elaborado a partir de las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional.

En este contexto, el 10 de enero de 1959, el Poder Ejecutivo envió a las cámaras un nuevo proyecto de Ley de Carnes que contemplaba la privatización del frigorífico nacional que, situado en el barrio de Mataderos, abastecía el consumo de la Capital Federal. El objetivo manifiesto era venderlo a la C.A..P. (Corporación Argentina de Productores), un ente mixto controlado por los ganaderos. El interés de estos en la posesión de establecimientos frigoríficos era reciente, pues el mercado internacional para las carnes argentinas había  decaído y ahora el negocio residía en quién abastecería el mercado interno.

 

EL SINDICATO

El 7 de diciembre de 1958, los trabajadores del Lisandro de la Torre eligieron una nueva comisión directiva sindical, mayoritariamente peronista, encabezada por Sebastián Borro, un jóven dirigente forjado en los duros años de la resistencia. Lo acompañaban algunos militantes que, como Héctor Saavedra, habían regresado recientemente al país luego de sufrir cárcel y exilio por su participación en los comandos peronistas. A ellos se sumaba un cuerpo de delegados representativo en el que participaban en minoría algunos delegados comunistas. No era la primera vez que los obreros del frigorífico se enfrentaban a un gobierno: en 1948 y en 1956 sendos conflictos habían terminado en fuertes combates callejeros con la policía.

El 12 de enero, alertados por el inminente tratamiento de la ley, la comisión directiva del sindicato se entrevistó con el presidente de la Cámara de Diputados, el Dr. Gómez Machado, quién se comprometió a darles una respuesta el día siguiente. A la salida, Sebastián Borro expresó al diario Clarín que los obreros estaban dispuestos a luchar hasta el fin para evitar la privatización y, si esta se producía, afirmó: “…le diremos a usted algo que no le hemos dicho al Dr. Gómez Machado. En camiones cargaremos los escombros del frigorífico…”. Para el día siguiente, en que la ley sería tratada en Diputados, el sindicato convocó a una concentración en la Plaza del Congreso y el gobierno los recibió apostando la Guardia de Infantería para reprimirlos. La columna de dos mil obreros se movilizó con un ternero en el que le habían pintado: “Señores Diputados, no me entreguen, quiero ser nacional”. Para calmar los ánimos, Gómez Machado les informó que al otro día serían recibidos por Frondizi. En la plaza, mientras esperaban el resultado, los trabajadores improvisaron antorchas y cantaron las estrofas del Himno Nacional. Pero contra lo que les habían prometido, esa noche la ley fue sancionada. Era la madrugada de la última sesión del año. En la Cámara de Senadores se aprobó sin debate: todos los legisladores eran del oficialismo.

LA OCUPACIÓN DEL FRIGORÍFICO

El miércoles 14 de enero, después de conocer la decisión de Frondizi de no recibir a la Comisión Directiva el cuerpo de delegados convocó a una asamblea general. La noticia había corrido y Mataderos y los barrios aledaños se encontraban convulsionados por los acontecimientos. El jueves 15 los obreros fueron a trabajar, pero no abandonaron el edificio. A una nueva asamblea masiva concurrieron ocho mil trabajadores que decidieron mayoritariamente mantener la toma y realizar un paro por tiempo indeterminado. La bandera del frigorífico fue izada a media asta. En tanto, Frondizi recibió finalmente a la comisión y a representantes de las “62 organizaciones” que le solicitaron que vetara la ley, pero éste se negó. Cuenta Sebastián Borro, que tomó la palabra y le dijo: “La ley se aprobó engañando a los trabajadores […] nosotros le damos soluciones al problema, y a usted le interesó entregar la carne a una empresa privada antinacional, pero no se lo vamos a permitir [… ]Usted habrá leído […] mucho más que yo, tendrá más intelectualidad, pero para traicionar al pueblo y no para defender los intereses del país, y nosotros que somos simples trabajadores, con una mediana cultura, tenemos eso que le falta a usted, conciencia en defensa de la patria […] váyase a Estados Unidos, entregue la riqueza del país, el pueblo le responderá”. Uno de los participantes contó su sensación del resultado de la reunión : “Entonces se preveía que iba a haber represión, los obreros para atrás no íbamos a ir”.

Por la noche, la organización de la toma del frigorífico  y la vigilia se extendió a los familiares quienes, en gran número, se nuclearon sobre las rejas perimetrales. Previendo la represión, no se apagaron las calderas y se prepararon los bretes para largar la hacienda. El viernes 16 recibieron a los periodistas. La emisión de una entrevista a los dirigentes le costaría un mes de suspensión a Radio Rivadavia:  Sebastián Borro contó con detalles el intento de soborno que había recibido del presidente de la C.A.P.; como fondo se escuchaban los bombos y, por primera vez, el grito de “Patria sí, colonia no!”. Ese día, Frondizi designó como mediador en el conflicto al jefe de la Policía Federal, el capitán Ezequiel Niceto Vega. Obviamente no había lugar para un acuerdo, la confrontación era un hecho. Para afirmar esa postura, esa noche el ministro de trabajo Alfredo Allende declaró ilegal las medidas de fuerza y ordenó desalojar el establecimiento a las 3 horas del día sábado. Una hora después del plazo, se desencadenó la represión.

EL DESALOJO

Los piquetes de guardia en las esquinas del frigorífico fueron los primeros en dar la alarma. Lo que vieron fue una poderosa fuerza represiva que avanzaba hacia el establecimiento: 22 ómnibus cargados con agentes, carros de asalto de la Guardia de Infantería, camiones de bomberos, patrulleros, cuatro tanques Sherman del Regimiento de Granaderos a caballo y varios jeeps con soldados provistos de ametralladoras, estos últimos al mando del Teniente Coronel Alejandro Cáceres Monié. La fuerza así reunida era de unos dos mil hombres. A las cuatro de la madrugada llegaron refuerzos de Gendarmería y un tanque ocupó posición frente al portón. Los obreros en grupos, se treparon a los muros y a la puerta de entrada. Ricardo Barco, delegado comunista que observaba la escena, la cuenta así: “Avanzan los tanques. Estábamos colgados de los portones, porque un poco en la bronca y otro poco de inconsciencia, lo que pensamos es que iban a meter la arremetida pero que lo iban a parar […] Yo, desde el portón, cuando el portón pegó el cimbronazo, pasé por arriba de los árboles y fuí a caer en un cantero allá como a cinco o seis metros…y todavía allí cayeron otros […] En medio de eso, que el tanque entra, avanza, la gente se da vuelta, se para en el mástil y empieza a cantar el Himno Nacional…no hay palabras para decir lo que siente uno en ese momento.”

La resistencia duró tres horas, aunque la mayoría de los obreros saltaron los muros y se refugiaron en su barrio. Desde el cuarto piso, un grupo tiraba con todo lo que tenía al alcance. A las siete de la mañana la policía retomó el control: 95 obreros fueron detenidos y nueve resultaron heridos. El plenario de las 62 organizaciones reunido esa noche declaró un paro por tiempo indeterminado que apoyaron los otros dos nucleamientos sindicales.

La indignación por lo ocurrido incendió el barrio. Durante varios días obreros y vecinos libraron duras batallas contra las fuerzas de seguridad. Mataderos se convirtió en el barrio de las barricadas, se hacían con adoquines sacados de las calles, vías del tranvía, cubiertas de ómnibus de línea incendiadas y clavos miguelitos aportados por la Juventud Peronista. Por la noche los activistas cortaron el alumbrado y la policía fue recibida a pedradas desde las azoteas. En tanto, el gobierno allanó varios sindicatos y detuvo a varios dirigentes, entre ellos al “lobo” Augusto Vandor, John William Cooke, Susana Valle y Felipe Vallese. Además declaró “zona militar” a las ciudades de La Plata, Berisso y Ensenada y ordenó su custodia con tropas militares. Entre tanto, Sebastián Borro y otros dirigentes de gremios chicos como Jorge Di Pasquale organizaban la huelga. Desde los Estados Unidos, Frondizi declaró: “…la conducción del país la tiene el gobierno y no los gremios”. Luego de tres días el movimiento de fuerza se debilitó: los colectiveros trabajaron el martes y los nucleamientos comunistas y “democráticos” abandonaron la huelga. El miércoles 21, las 62 Organizaciones decidieron el cese de las medidas de fuerza.

El sindicato del “Lisandro de la Torre” nunca levantó la huelga; luego de varios meses y con Borro capturado, 5000 obreros fueron cesanteados. El frigorífico fue vendido a la CAP. Una investigación realizada en 1974 por una comisión de la Cámara de Diputados descubrió que la CAP había pagado sobreprecios a sus asociados durante años y que los quebrantos, que eran enjugados con fondos públicos,  habían constituido una virtual estafa.

Acerca del autor / Ernesto Salas

Ernesto Salas

 

Licenciado en Historia, Universidad de Buenos Aires. Director del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Nacional Arturo Jauretche. Es autor de los libros: La Resistencia Peronista: La toma del frigorífico Lisandro de la Torre (1990), Uturuncos. El origen de la guerrilla peronista (2003); Norberto Habegger. Cristiano, descamisado, montonero (2011, junto a Flora Castro), De resistencia y lucha armada (2014) y ¡Viva Yrigoyen! ¡Viva la revolución! (2017, junto a Charo López Marsano).

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