Qué puede tener la astrología de interés para un economista. Una respuesta fácil sería la cita que se le atribuye a J. P. Morgan, fundador del gran imperio financiero internacional del mismo nombre, quien habría dicho que “los millonarios no hacen mucho uso de la Astrología, pero los billonarios sí”.
Más allá de la veracidad de la cita, es bastante sabido que personas muy poderosas, económica y políticamente hablando, suelen no tomar decisiones trascendentes si no es luego de alguna consulta astrológica.
Por otro lado, si la Economía es una ciencia social, y vaya si lo es, es porque se dedica a estudiar una parte importante del comportamiento humano, tanto individual como colectivo y, siendo así, cómo no se va interesar por un fenómeno tan ancestral, difundido y remozado, que influye tanto sobre la conducta humana en diversos aspectos de la vida en comunidad, incluyendo los económicos.
La Astrología es uno de los saberes más antiguos de la humanidad, anterior a casi todas las religiones actuales y también a la Astronomía, a la que contribuyó a crear y de la que hoy se nutre en gran medida. El desarrollo de la Astronomía le da hoy a la Astrología un sustento científico del que carecía antes de la Edad Media y eso, junto con la tecnología informática, ha dado lugar a la necesidad de encarar estudios muy intensos y prolongados para acceder seriamente a los conocimientos astrológicos en la actualidad. Al margen de que en todas las disciplinas siempre hay chantas y charlatanes, hoy para saber Astrología hay que estudiar muchos años y leer un abundante material bibliográfico.
Sin embargo, esa “cientificidad” de la Astronomía no llega a darle a la Astrología un carácter científico in totum, ni tampoco lo pretende. En ese aspecto, la Epistemología ha introducido últimamente muchas dudas sobre la veracidad y la objetividad perennes de la ciencia en general, por lo cual va ganando terreno la idea de que los hechos y las cosas son los únicos elementos objetivos y la ciencia no es más que la interpretación que puede hacer la humanidad de los mismos, según el desarrollo que haya alcanzado el conocimiento en distintos tiempos y lugares.
Aun admitiendo que la Astronomía es el estadío científico más desarrollado y objetivo con respecto a los astros del Universo y asumiendo que la Astrología de hoy no sólo no la contradice sino que se apoya en aquélla sin contradecirla, interesa desentrañar en qué punto ésta pasa de ser un “saber” objetivo a ser una “creencia”.
En Astrología la creencia comienza cuando plantea que el devenir “energético” de los astros no sólo influye, sino que determina, en gran medida, las características y la personalidad de los seres humanos. Esta creencia es tan indemostrable, a favor o en contra, como la existencia objetiva de Dios. Que todos quienes hayamos nacido bajo el mismo sol, la misma luna y las mismas constelaciones podamos ser identificados bajo las mismas características de personalidad es una creencia indemostrable e imposible también de refutar objetivamente. Es, como la creencia en Dios, una cuestión de fe, y eso no es poco, ya que sabemos que la fe mueve al mundo desde siempre, para bien y para mal.
Es importante aclarar en este punto que el término creencia no es de menor jerarquía que el término saber; en todo caso, la creencia es muchas veces el primer paso para llegar al saber. La humanidad fue desarrollando sus conocimientos a partir de creencias que se fueron refinando y poniendo a prueba con el tiempo para luego ser confirmadas o desechadas a medida que se fueron transformando en saberes. La ciencia fue y es una herramienta útil en ese sentido, siempre y cuando no pretenda ser indiscutible y eterna. Las creencias siguen siendo imprescindibles para seguir avanzando en los conocimientos, allende las fronteras de la ciencia.
Por otra parte, las creencias y no las ciencias son las que fueron consolidando la organización y cohesión de la humanidad en grandes grupos sociales. Como bien lo describe Yuval Noah Harari en sus libros De Animales a Dioses y Homo Deus, la creencia en “construcciones imaginarias colectivas” es lo que permitió que Homo Sapiens fuera la única raza humana en condiciones de conformar y consolidar comunidades de más de 200 miembros, cosa que no lograron las demás razas humanas que desaparecieron.
Esa creencia toca la frontera de lo admisible en la Astrología “predictiva”, que no sólo plantea lo de las características de la personalidad en función de la energía sistémica y sinérgica de los astros, sino que además pretende hacer predicciones sobre sus conductas y/o sus destinos personales. Si bien en la actualidad la variante predictiva ha perdido peso y seriedad dentro de la Astrología misma, persiste en ella la idea del determinismo en la personalidad y sin eso no tendría sentido como saber independiente de la Astronomía.
Más recientemente la Astrología, luego de ir abandonando progresivamente la variante predictiva, se fue enfocando hacia una terapéutica orientada a la “sanación”, en el sentido psicológico del término. Esta puede ser una alternativa interesante, siempre y cuando medie la magia de la fe en ese aspecto determinante de la personalidad, propio de la Astrología, tanto por el lado consultante como por el consultado. Y aun no mediando esa fe, muchas veces la persona consultante se siente identificada y reconfortada con las interpretaciones y recomendaciones astrológicas.
El componente “fideísta” de la Astrología es posiblemente menos desafiante que el de algunas religiones, en el sentido de que no requiere de una convicción dogmática a prueba de la razón, como lo es el fenómeno de la transubstanciación en la liturgia de la eucaristía católica. Quizás ese sea uno de los motivos del resurgir reciente de este saber ancestral, en sociedades más apegadas a lo racional que a lo puramente emocional. Después de todo no resulta tan inadmisible que la conjunción de la energía de los astros (la energía cósmica) pueda tener efectos importantes no sólo en algo tan inanimado como el clima sino también en el comportamiento de los seres vivos.
Desde este punto de vista “fideísta” se podría decir entonces que la Astrología, más allá de su fuerte componente científico asociado a la Astronomía, es una suerte de religión que no necesita de la existencia de Dios, aunque tampoco la niega; algo así como una religión agnóstica. Se puede tener fe en la Astrología creyendo que el Universo fue creado por Dios o creyendo que fue un accidente cósmico inexplicable producto del azar. Pero no por no requerir de la existencia de Dios deja de ser asimilable a una religión, ya que requiere de la fe para confiar en que nuestra personalidad y nuestro comportamiento están determinados por la sinergia de los astros.
Si estamos convencidos de esto entonces puede resultarnos útil y bueno saber cómo son esos determinantes previos para tratar de aprender a manejarnos con ellos, potenciando sus aspectos positivos y neutralizando los negativos. Pero si no estamos convencidos, si no tenemos esa fe, todo el saber astrológico no pasará de ser un juego de coincidencias graciosas, y a veces no tanto, con el que podamos amenizar algunas reuniones.
Acerca del autor / Daniel Enrique Novak
Licenciado en Economía. Subcoordinador de la carrera de Licenciatura en Economía de la UNAJ y Profesor asociado en Economía de la misma universidad. Fue Secretario de Industria y Desarrollo Productivo de Florencio Varela, Coordinador de Desarrollo Inclusivo del PNUD (2004/14), Subsecretario de Coordinación Económica de la Nación (2002/2004) y Consultor Económico de Empresas Industriales (1990/2001).