Notas

DESDE ESTOS LADOS DEL MUNDO

Archipiélagos: la Nación, el Estado y lo público

Por Jorge Moscato

Comentarios a partir del otorgamiento del título de Doctor Honoris Causa por la Universidad Nacional de Rosario

 

Cuando en un acto universitario se entrega un Doctorado Honoris Causa, previo a la conferencia de fondo, la ceremonia comienza con un laudato donde un profesor o profesora de la casa de estudios hace un listado de los méritos del candidato adecuado al cargo y a la circunstancia. En mi caso, la presentación estuvo a cargo de la Doctora en Arquitectura Bibiana Cicutti, profesora de la Universidad Nacional de Rosario, quien por cierto hizo una exposición –en mi opinión- muy pertinente. Tanto es así, que Bibiana –para mi sorpresa- terminó su presentación citando una entrevista que hace algún tiempo me hizo la revista Mestiza, en donde se resume mi posición sobre como analizar la cuestión cultura en Argentina y América Latina, tema del que quiero explayarme en este breve artículo:

“El eclecticismo es lógico en América. Nuestra cultura siempre tiene que ser ecléctica porque somos una cultura de guerrilleros, que en la guerra cultural no actuamos desde el centro, actuamos desde el costado. Robamos elementos y los transformamos en valores propios. Nos robamos el marxismo y lo dimos vuelta, y nos robamos el cristianismo y lo dimos vuelta. Con el Papa Francisco, el cristianismo –podemos decir- va de América a Europa. Lo mismo sucede con la arquitectura”.

Gracias a Mestiza y a Bibiana Cicutti, antes de comenzar a dar la conferencia se había hecho explícito al público el centro de mi discurso. Y la cuestión no es menor, ya que este es el punto desde donde me paro –al igual que muchos miembros del campo nacional y popular- para reflexionar sobre la cultura. Durante 500 años hemos sido culturas espejos que reflejaban cosas que otros en otras latitudes habían pensado (obviamente, en los países centrales). No estaba mal. Pero esto nos hacía pensar con categorías que no nos representaban y que -en general- no nos servían. 

Nicolás Bourriaud, ensayista y crítico de arte francés, dice en su libro Estética Relacional que al final de la Guerra Fría (que caracterizó al siglo XX) el mundo se dividió en un sistema de partes en equilibrio y se ha recompuesto en un conjunto de archipiélagos -que agrupan tanto a naciones enteras como a un fragmento de ellas- que se relacionan entre sí con una impensada autonomía estableciéndose sistemas de valoración propios, sin una hegemonía evidente.

Por primera vez, el norte desarrollado de Europa Occidental y Estados Unidos ha perdido la hegemonía cultural, el poder de convalidación de las ideas y el dominio de la historia. El siglo XX pasa  a ser el último siglo eurocéntrico. En el nuevo siglo que recién comienza, la llegada de un Papa no europeo (argentino) a la catedral de Pedro, implica que ellos han renunciado, o mejor dicho, que los hemos hecho renunciar al rol de ser los jueces morales de la humanidad.

El siglo XXI ha llegado con características propias: por vez primera podemos pensar de modo autónomo, sin tener que alinearnos automáticamente con una corriente de la cultura central. Son grandes novedades para los artistas, arquitectos e intelectuales. Significa el fin de la necesidad de convalidación de nuestras obras y pensamientos, en particular para las de arquitectura que eran juzgadas por las estrictas ortodoxias de la disciplina (¡que siempre nos miraban mal!). 

Es más, en ciertos casos, podemos afirmar que algunos de estos antiguos sistemas de pensamiento –los ideológicos, pero también algunas arquitecturas- vuelven a adquirir continuidad y vigencia por el vigor de nuestras culturas de estos lados del mundo y los nuevos archipiélagos. Parafraseando a Frei Betto, dejamos de ser culturas espejo y comenzamos a actuar como culturas fuente.

Aclarado el tema de nuestra posición en el mundo, lo que sigue entonces es la búsqueda de la Nación dentro de esos archipiélagos. Esta búsqueda es parte de mi práctica profesional que elaboré -junto a Rolando Schere- desde joven; en parte inspirado por el gran escritor peronista Leopoldo Marechal –el poeta depuesto– cuando en la obra “Megafón, o la guerra” hace que el protagonista le cante a las distintas regiones-culturas que conforman la Argentina, ese territorio diverso e inmenso. Es bueno entender la relación entre cultura y territorio, para tomar dimensión que el elemento clave de esta relación es el Pueblo que como sujeto cultural construye la Patria. La Patria está en los hombres y mujeres que la habitan; y en particular, en los pobres que son los que cierran las diferencias entre Patria y Nación, sociedad y territorio (y las distintas arquitecturas que hacemos).

Entonces, desde mi práctica puedo decir que buscando la Nación encontré al Estado como el instrumento necesario para construir la sociedad. Es el Estado el que construye lo público, pero sólo es verdaderamente público cuando está en lo que se construye la presencia del Pueblo. Sin este elemento fundamental, el Estado es sólo un ente banal, lo que se construye es un conjunto de trivialidades, las culturas locales sólo son exotismos y simplemente no está presente la Nación.

Proyecto Universidad Nacional Arturo Jauretche

En mi experiencia profesional la Nación hizo una síntesis explícita y favorable con el Estado y lo público a través de las obras realizadas en las nuevas universidades nacionales del conurbano bonaerense. Primero con la Universidad Nacional de Lanús que marca una etapa histórica para las universidades nacionales: la resistencia a la devastación social e industrial del territorio de las periferias urbanas para comenzar el proceso de reconstrucción del mismo. Más cerca en el tiempo, las obras en esta querida Universidad Nacional Arturo Jauretche donde el modelo ya no es la resistencia sino el desarrollo, etapa acorde con la llegada de los gobiernos populares que la crearon. Es decir, la construcción de una Patria que construya una prosperidad para todos por medio del conocimiento avanzado; que se encuadre en este proyecto global de esa mitad de la humanidad que era espejo y ahora es fuente, de ese archipiélago latinoamericano en que vivimos, de la Nación y de la cultura propia, lo que incluye la Arquitectura con mayúsculas.

Acerca del autor / Jorge Moscato

Arquitecto. Doctor Honoris Causa Universidad Nacional de Rosario

 

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