Mientras que en nuestro país hemos logrado sostener la gratuidad de la educación superior, en el Reino Unido profesores y alumnos se ven amenazados por recortes neoliberales en el marco de una universidad “al servicio del cliente”
Sesenta y cuatro universidades en el Reino Unido atraviesan el paro más largo de su historia: 14 días durante 4 semanas. La causa inmediata de la huelga es una reforma drástica del sistema de jubilación, que flexibilizará las condiciones laborales y reducirá su jubilación anual por un promedio de £10,000 (USD$14,000). Sin embargo, es necesario entender este conflicto dentro de un proceso cada vez más intensivo de privatización (o neoliberalización) de la educación. En este sentido, es un momento clave para el país.
Hasta hace pocos años, la educación era un bien público en todo el Reino Unido, sin costo alguno para sus estudiantes. Trabajos permanentes y relativamente estables eran lo común y el ethos universitario era calidad siempre por delante de cantidad. A partir de las reformas en el Estado durante los largos años de la primera ministra Margaret Thatcher (1979-1990), las universidades empezaron a caer en la lógica del mercado y el bien público se fue convirtiendo en un bien privado. A finales de los años 90, el gobierno de Tony Blair introdujo los primeros pagos para los alumnos y luego, en el gobierno de la coalición Cameron-Clegg (2010-2015), se impuso un precio de £9,000 (USD$12,5000) al año para residentes de Inglaterra y Gales (los gobiernos de Escocia e Irlanda del Norte tienen cierta autonomía).
Al mismo tiempo, las universidades han visto un aumento importante en contratos flexibles (de corto plazo e inestables) y un fuerte proceso de marketización de la investigación bajo un sistema cada vez más métrico, que intenta medir y cuantificar todo “output” de los académicos. Desde 2017 no solamente se miden las publicaciones y el “impacto” de los académicos sino también su “performance” en el aula. En un contexto en el cual los alumnos están pagando precios importantes por su educación, el efecto es un giro hacia una experiencia de “servicio al cliente” en el cual lo primero y principal que busca el alumno es una licenciatura como puente hacia el mundo competitivo del trabajo. Aprender y pensar sobre el mundo de manera crítica se está perdiendo como objetivo.
Este es el contexto en el cual hay que entender la lucha en las universidades hoy. En muchos casos es la primera vez que los trabajadores (tantos académicos como empleados administrativos y de gestión) están de paro. Nadie quería llegar a esta situación. Perder la mitad del sueldo de un mes es inimaginable para muchos. Pero frente a la posibilidad de perder un promedio de £200,000 (USD$280,000) en su jubilación no les queda otra opción.
Con todo, ningún académico está de paro solamente a causa de la reforma jubilatoria. Si bien la jubilación es algo que afecta a la mayoría (aunque no a todxs) y tiene un valor unificador en la lucha, el rechazo integral a las reformas en el sistema universitario también es un eje importante. En este sentido, hay mucho para aprender desde Argentina. ¿Como puede ser que un país supuestamente “desarrollado” como el Reino Unido no “pueda” garantizar una educación superior gratuita para su población cuando Argentina, con todos sus desafíos económicos, lo sigue haciendo hasta hoy? Seguramente, habrá varias respuestas, pero una es que el pueblo argentino ha luchado para mantener este derecho ciudadano. Ni siquiera Menem, en los años en que implementó la reforma del Estado, lo pudo tocar. No sabemos aún qué pasará en este sentido con el presidente Macri, pero es notable que, a pesar de la existencia de facultades privadas, instituciones como la UBA –universidades públicas y gratuitas– siguen siendo de las más prestigiosas e importantes del país. A su vez, las nueve universidades públicas creadas desde 2003 en Argentina cumplen un rol central como mecanismos de inclusión y acceso a los estudios superiores.
El paro universitario en el Reino Unido está teniendo un efecto importante. Día tras día las negociaciones siguen. El “Universities UK” (el grupo de tomará las decisiones sobre las reformas jubilatorias) ha decidido dialogar con el UCU (el sindicato de los académicos). También, por la primera vez en años, los trabajadores universitarios se están juntando y organizando, hablando de sus intereses en común y el tipo de educación e instituciones que desean y necesitan para el futuro. En cada piquete, las charlas públicas y asambleas se multiplican.
Los movimientos obreros y sindicalistas son débiles en el Reino Unido, todavía dañados por los grandes ataques del gobierno de Margaret Thatcher. Sin embargo contienen una potencia contagiosa que, junto con el crecimiento del partido laborista (que por primera vez en años cuenta con un líder que no representa a las clases dominantes) representa un momento de esperanza.
Acerca del autor/a / Sam Halvorsen
Docente e investigador, Queen Mary, Universidad de Londres