La “montañez” es una de las facetas menos destacadas de la personalidad y el pensamiento de Perón. Sin embargo, el propio líder hizo repetidas alusiones a la influencia que le debía en la forja de su personalidad. En dos entregas sucesivas, Pablo Cingolani desarrolla la duradera relación entre la montaña y el pensamiento y la práctica política del general Perón
“Lo que pasa es que los presidentes
no suelen ser montañeses
ni los montañeses presidentes.
Yo reúno ambas condiciones
y una explica la otra”.
Juan Perón
a los miembros de la expedición francesa
que coronó el cerro Fitz Roy (1954)
“La gran derrota, en todo, es olvidar”.
Celine: Viaje al fin de la noche
A Ricardo Labanca, in memoriam,
y con él, a todos los compañeros.
Perón fue el protagonista central de la historia argentina del siglo XX. Su influencia no sólo fue continental, sino de proyecciones mundiales y, a la vez, si bien falleció el 1º de julio de 1974, sigue irradiando sus ideas en pleno siglo XXI.
Militar de carrera, tres veces elegido presidente de la Argentina por la vía de los votos -el primero en la historia electo por sufragio universal-, Perón fue el artífice de la formación de un movimiento político-cultural multitudinario que expresó una síntesis sensitiva y concreta de los anhelos de las mayorías populares, de los más pobres y más desprotegidos de la sociedad, y para quienes como gobernante volvió realidad efectiva derechos y beneficios sociales que nunca pudieron ser igualados en su impacto transformador.
Esa tarea de reparación histórica fue llamada por el mismo Perón como “justicia social” y su cumplimiento también estuvo asociado a la mítica figura de su segunda esposa, Evita, Eva Perón, también protagonista crucial, hasta su prematura muerte en 1952, de una década de realizaciones que cambiaron para siempre a la República Argentina.
Perón fue también un pensador incisivo y original y un escritor de vasta producción. En su obra, se revelan tanto su rol de ideólogo militar (fue profesor de la Escuela Superior de Guerra) como su faceta más conocida de conductor y estratega político, aunque en conjunto tiene rasgos que la singularizan: está atravesada por un profundo humanismo, un genuino patriotismo, un arraigo a lo nacional y un visionario encuadre latinoamericanista.
Aunque hasta hoy Perón sigue suscitando adhesiones sinceras y también rechazos y controversias, lo que está más allá de cualquier discusión fue su decisiva centralidad política y el incomparable amor que supo ganarse de parte de los más humildes, de todo un pueblo.
Mucho se ha escrito sobre su innegable capacidad de liderazgo, sobre su visión estratégica y revolucionaria de los problemas argentinos y de las soluciones de fondo que aportó como acción o como legado; páginas y más páginas se han leído sobre su carisma, su don de gentes y su impactante capacidad oratoria.
Sin embargo, aún hoy, sigue existiendo poca luz sobre algunos facetas de la personalidad avasallante de Perón, facetas que tal vez fueron opacadas por su rol político descollante pero que, bien miradas, son claves para entender, precisamente, ese rol en el devenir histórico de un hombre, su raíz y la forja de un destino que fue, a la vez, la raíz y la forja de un destino para millones de seres humanos. El Perón “montañés” –como el mismo se calificaba- es, tal vez, la más olvidada de esas facetas poco conocidas de la vida y el pensamiento de Juan Perón.
La relación que Perón forjó con la montaña es una relación matricial, nutriente, vital y verdaderamente reveladora de los detonantes que explican o pueden intentar explicar la magnitud de las tareas emprendidas por Perón en su vida pública, los motivos que explican o pueden intentar explicar su voluntad, su tenacidad -puesta a prueba dramáticamente a partir de su sangriento derrocamiento en 1955-, y pueden terminar de descubrir el lado más decididamente humano, el lado más descarnado, el más despojado de cualquier contaminación interesada, de alguien que tuvo el valor de enfrentarse a todos los poderes en aras de lograr concretar un objetivo supremo, una cima: la causa más justa de todas, la causa de los pueblos.
* * *
¿Porqué el Perón montañés no es un hecho arraigado en el imaginario que rodea a un líder excepcional? Es una cuestión paradojal. Tal y como se anota en el epígrafe de este texto, cuando Perón le afirma a los franceses que encararon el Fitz Roy (valga decirlo: con su apoyo total para la aproximación a esa montaña emblemática), que la combinación entre el ser “montañés” y el ser “presidente” sólo se entiende fusionando ambas condiciones ya que “una explica la otra”, fiel a su estilo de patear el tablero, Perón está diciendo una verdad inédita e irrepetible en los anales de la historia y la mentalidad argentina.
La reivindicación de lo “montañés” rompe el paradigma y la imagen de un país que se había organizado de manera cruel y parasitaria en torno a la llanura y el puerto de salida de esa llanura, una de las más fértiles del mundo, negando al resto de sus realidades geo-históricas, esas realidades que constituían, a la vez, núcleos de origen y de irradiación de lo que con el tiempo se empezó a asumir como “lo argentino”.
Nos referimos a lo “andino” y a lo “patagónico”. La forja del Perón político está allí. Está anclada a una vida familiar y una vida militar que tuvo en la Patagonia primero y en el corazón de la Cordillera de los Andes después, sus centros de gravitación. La auto conciencia de Perón sobre este hecho es definitoria.
Sobre el influjo patagónico en su vida, Perón mismo lo explicó así:
“(…) creo que toda la familia recibió de la Patagonia una lección de carácter. Yo doy gracias a Dios por eso: he comprendido que esos cinco años en los que se formó mi subconsciente ejercieron una influencia favorable sobre el resto de mi vida”.
Pero no fue sólo el medio geográfico el que influyó en el pequeño Perón. El contacto con los trabajadores rurales de un área remota de la Patagonia de los primeros años del siglo XX también fue decisivo. Cuenta Perón que en una estancia llamada Chankaike, donde vivía con su familia,
“el capataz era un escocés marinero y la mayoría de los peones tenía origen chileno. Pero eran gente también de primera, porque de uno y otro lado de la cordillera, los hombres son los mismos. Cuando era chico –recuerda un hombre memorioso que ya frisaba los 75 años de edad- mi ambición era ser como ellos: hombres extraordinarios en lucha continua con la naturaleza”.
Esa naturaleza era despiadada pero nunca un obstáculo para el Perón niño:
“En invierno el termómetro llegaba a los veintiocho grados bajo cero: la lucha con la naturaleza era el pan nuestro de cada día, pero a esa edad todas las aventuras nos parecían pocas. Así crecimos, en libertad absoluta…”.
Como diría el propio Perón: quien quiera oír, que oiga.
* * *
Verdad y consecuencia: hete aquí, digo, los hilos invisibles con los cuales se teje, con paciencia y con ardor, la historia.
No es posible explicar el ímpetu libertario de un Mariano Moreno sin su paso por la Universidad de Charcas y su conocimiento directo de la salvaje explotación de los indígenas en las minas de Potosí.
No es posible entender la audacia táctica y la clarividencia estratégica de un San Martín sin comprender que -tras su fragua militar en la España invadida por las tropas napoleónicas-, durante su jefatura del Ejército del Norte –tras las derrotas aplastantes que sufrió ese mismo ejército, conducido por Belgrano, en Vilcapujio y Ayohuma, en el corazón altoperuano-, el decide organizar y ejecutar su hazaña militar más memorable de todas: el cruce de la Cordillera de los Andes para invadir el Chile español.
En esa lógica desencadenante, tampoco es posible entenderlo a Perón, entender a ese Perón revolucionario, ese Perón constructor de esa patria con la cual soñó el mismísimo San Martín, sin su experiencia vital forjada en las soledades patagónicas y en la relación entrañable que anudó con esa misma Cordillera de los Andes.
Con referencia a ésta última y a la inspiración siempre presente de un San Martín, genio militar y liberador de pueblos, el propio Perón anotó:
“…he estudiado profundamente la vida ejemplar del General San Martín y así fue que en los Andes mi primera preocupación fue recorrer día a día y jornada por jornada, su memorable campaña del paso por esa cordillera, no igualada en los fastos de la historia del mundo. En cada lugar donde él pernoctó estuve, y recorrí sus campos de batalla y reconstruí “in mente” momento a momento cada una de las acciones en que él intervino”.
Este abordaje a la gesta militar sanmartiniana se enhebró con el afán de Perón en torno al estudio sistemático de la historia y el pensamiento de San Martín. En realidad, podemos decir que San Martín fue la gran pasión histórica de Perón, completada a su vez con la gesta similar que encabezó Simón Bolívar desde el norte de Sudamérica: la visión histórica de Perón era integral, era totalizadora, era estratégica. Era continental.
En esa toma de conciencia de una historia común de lucha contra el colonialismo español por la independencia política, Perón, a su vez visualizó correctamente el rol de la Cordillera de los Andes, tanto como el eje geográfico articulador del espacio sudamericano y, a su vez, como el espinazo a quebrar en la lucha por la liberación del suelo americano. La hazaña sanmartiniana y bolivariana fue, precisamente, esa: sorprender a los españoles con una guerra de movimientos que, hoy por hoy, resultaría impensable.
Los Libertadores, a diferencia de otros estrategas militares, comprendieron que la guerra en un continente signado por la presencia de la cordillera más larga y abrupta del planeta, una cadena inverosímil de nevados de más seis mil metros de altura, se resolvería rompiendo sus eslabones más débiles y, en un movimiento envolvente de pinzas que se terminaron de articular en Guayaquil, en ese mítico encuentro entre los dos ases de la lid continental, daría fin en las alturas de esa misma cordillera, donde el poder español se atrincheró para resistir.
Daría fin en Ayacucho, donde un ejército continental, multinacional y pluricultural, terminaría de enterrar a un poder despótico y decadente que había colonizado América por más de trescientos años.
La fascinación de Perón con la guerra en las montañas, siguiendo sus trabajos de investigación de San Martín y su diseño de la guerra continental, se explica, en la perspectiva histórica, por el apego riguroso de Perón a las enseñanzas de esa misma historia –lo que fue bueno, puede ser bueno dos veces- y, en lo personal, por esa identificación sensible que Perón sintió desde niño con ese medio geográfico que ahuyenta a los débiles de convicción, que despoja al ser humano de todos sus atributos y los pone a prueba, que se constituye en la forja o la tumba de todas las ilusiones: la montaña.
Continuará….
Acerca del autor/a / Pablo Cingolani
Nació en Argentina en 1963. Vive en Bolivia desde 1987. Estudió historia. Es escritor y periodista. Su obra publicada incluye libros como Toromonas, Amazonia Blues, Aislados y Nación Culebra, una mística de la Amazonia.