En los meses siguientes al 17 de octubre, la lucha política se desarrolló a través de las campañas para las elecciones de febrero de 1946 que se realizarían, por primera vez en 18 años, sin proscripciones ni trampas.
El fraude patriótico durante la Década Infame, los ecos de la Segunda Guerra mundial, el golpe de los coroneles del 4 de junio de 1943, las medidas a favor de los obreros adoptadas por el Coronel Perón desde la Secretaria de Trabajo y Previsión y, finalmente, la movilización popular que colmó la Plaza de Mayo el 17 de octubre de 1945 exigiendo su libertad, constituyen la secuencia de eventos fundamentales del proceso que llevó al nacimiento del peronismo como movimiento político y el lanzamiento de la primera candidatura presidencial de su creador.
En la campaña electoral de 1946 se enfrentaron dos versiones de la democracia, gestadas a lo largo del siglo XX y reformuladas por la Segunda Guerra Mundial; las denominadas “democracia formal” y “democracia real”.
De un lado, la Unión Democrática, que con algunas fisuras logró reunir a todos los partidos políticos tradicionales detrás de los candidatos radicales Tamborini y Mosca. Presentó un programa democrático y republicano, “formal”. En ella se agruparon la Unión Cívica Radical, el Partido Socialista, el Partido Demócrata Progresista y el Partido Comunista.
Por el otro, una alianza novedosa y heterogénea integrada por los sindicatos y un sector de las Fuerzas Armadas y con el apoyo de la Iglesia Católica, encabezada por la fórmula Perón y Quijano que propuso una nueva democracia social organizada por la acción del Estado a favor de la justicia social; una democracia “real”. El Partido Laborista, los Centros Cívicos Independientes y la Unión Cívica Radical-Junta Renovadora lo dotaron de la estructura política necesaria.
La campaña en acción
Los partidos tuvieron menos de cuatro meses para organizar sus campañas. El poco tiempo no fue el único obstáculo. Estas se realizaron bajo el estado de sitio, régimen de excepción que dejaba en suspenso garantías constitucionales y limitaba la libertad de expresión. Pese a estas condiciones la actividad proselitista logró que la vida política volviera a todo el país luego de las severas restricciones impuestas por el golpe de junio de 1943. Se multiplicaron los locales partidarios, los actos públicos, las charlas y cursos de los políticos, la confección y difusión de los materiales gráficos, periodísticos y radiales para intentar ganar la batalla de los votos.
Los militantes de ambas coaliciones pusieron a disposición de la campaña sus automóviles. Los pintaban con los nombres de los postulantes, los dotaban de altoparlantes y salían a recorrer los barrios y las zonas céntricas de las ciudades instando a la población a acompañarlos.
Ambas campañas
El tren llevó a los candidatos por gran parte del país. Perón hizo el primer viaje de la campaña para adelantarse a sus competidores. La Unión Democrática respetó la tradición política que señalaba que el proselitismo comenzaba recién cuando las candidaturas ya eran oficiales. Perón, en cambio, inició su viaje aún antes de haber sido proclamada su fórmula presidencial. De esta manera, el 26 de diciembre de 1945, una multitud lo acompañó a Retiro y luego de pintar el tren con su nombre, lo saludó antes de su partida al noroeste. Durante todo el recorrido viajó en un tren de dos coches bautizado “La Descamisada”. Lo acompañaba una pequeña comitiva cuidadosamente formada por laboristas y radicales renovadores. La siguiente gira lo llevó a Cuyo, el Litoral, y el interior de la provincia de Buenos Aires. Todos los trayectos tuvieron características similares. Luego que “La Descamisada” llegaba a las principales ciudades, generalmente con un considerable retraso, era recibida por una gran cantidad de gente. Perón iba en auto hasta la plaza principal donde daba un discurso, después visitaba la catedral o la iglesia más importante y se realizaba un banquete en su honor.
Los candidatos de la UD iniciaron su primera gira un mes después que Perón, el 21 de enero. Ese día partieron hacia el noroeste en el “Tren de la Victoria”. Después recorrieron el Litoral, Cuyo y el interior bonaerense. En cada viaje hubo numerosos actos, algunos bajo las banderas interpartidarias y otros de cada uno de los partidos de la alianza. Todas las giras de la UD tuvieron una amplia cobertura de los principales diarios. Al volver a Buenos Aires el 19 de febrero, los candidatos fueron recibidos por una multitud en la estación de Once.
La campaña gráfica de las dos coaliciones fue muy abundante, se utilizaron miles de afiches, folletos de propaganda y se acentuó la tradición de pintar muros y paredes. Una fugaz comparación entre ambas permite contrastar cierta rigidez formal en la de la UD con la frescura irreverente propia del humor popular de la peronista.
El humor jugó un rol en la campaña peronista. Partió de las canciones que se entonaban en los estadios de fútbol y se expandió de boca en boca hasta crear un cancionero propiamente peronista que transmitía el sentimiento popular. Algunas de sus piezas más recordadas, recicladas con el tiempo, siguen vigentes 80 años después.
“Aquí están, estos son los muchachos de Perón” / “Yo te daré, te daré Patria hermosa, te daré una cosa, una cosa que empieza con P. ¡Perón!” / Sube la papa, sube el carbón, el 24 sube Perón” / “Viva la cana, viva el botón, Viva Velazco, Viva Perón” / Perón no es comunista. Perón no es dictador, Perón es hijo del Pueblo. Y el Pueblo está con Perón.” / “Sin corpiño y sin calzón, somos todas de Perón”
La misma desvergüenza se notaba en la propagación del uso de los juegos de palabras. En El 45, Félix Luna recuerda que los peronistas jugaban con los nombres. Dice que “a Elpidio González (radical ex vice de Yrigoyen) le llamaban Alpedio González” y que “ la Unión Democrática era la fórmula de la bosta, por de lo Tambo, Orín y Mosca (…) Emilio Ravignani era Rapignani y Palacios, Falacios”.
El uso de los medios de comunicación de masas en la campaña
En los diarios todo el apoyo fue para la Unión Democrática. Lo único que se reservaron para el partido peronista y para sus candidatos a presidente y vice fueron críticas, con la única excepción de La Época. Para la prensa de prestigio la campaña en curso era el momento de la vida política argentina en el que se elegía entre democracia y totalitarismo.
En los dos meses previos a la elección, La Nación y La Prensa le dedicaron al peronismo menos del diez por ciento de sus secciones de información política, mientras que a la UD más del noventa por ciento. Todos los diarios utilizaron una gran cantidad de páginas para transmitir la totalidad de los discursos, manifiestos y movimientos de los partidos radical, socialista, comunista y demócrata progresista, mientras que los discursos de Perón siempre aparecieron sintetizados en apenas un par de frases. En las pocas oportunidades en las que salía información destacada sobre el peronismo, era para señalar algún escándalo o alguna deserción en sus filas.
Como un presagio de lo que sucediera luego del golpe de estado de 1955 la hostilidad de los diarios hizo que incluso evitaran prolijamente el nombre de Perón. Se usaron eufemismos tales como “el candidato continuista”, ” el ex vicepresidente de la nación”, “el ex secretario de trabajo y previsión” y “el coronel retirado”.
La Prensa fue el diario que tuvo la posición de preferencia más clara hacia la UD durante la campaña. Todos los actos de sus candidatos eran cubiertos por el diario con la transcripción completa de sus discursos, mientras que la de los partidos laborista y de la UCR Junta Renovadora tenían un lugar secundario en sus páginas. Así como todos los discursos de Tamborini y Mosca fueron transcriptos de comienzo a fin, ni siquiera las palabras del cierre de campaña de Perón lograron tener una cobertura similar. En el diario de los Gainza Paz las manifestaciones de la UD eran “las de la ciudadanía reunida”, mientras que las de los seguidores de Perón eran “manifestaciones de elementos en mangas de camisa”.
En las radios, sin embargo, el panorama fue distinto. En este medio, más moderno y atractivo que la prensa gráfica, hubo más pluralidad y el peronismo supo sacar partido de ello. En los años cuarenta, en el país funcionaban medio centenar de emisoras y los argentinos compraban unos doscientos mil aparatos de radio por año. Las principales radios eran El Mundo, Belgrano y Splendid.
El 14 de mayo de 1946 un mes después de conocidos los resultados finales de la elección ganada por el peronismo, el gobierno militar publicó el decreto 1413/474, que creaba el Manual de Instrucciones para las Estaciones de Radiodifusión. En sus 307 artículos el manual regulaba cuidadosamente los contenidos radiofónicos. Entre 1948 y 1951, casi todas las radios pasaron al Estado y luego a nuevos propietarios privados y fueron un claro apoyo al gobierno peronista.
Fue precisamente por radio que Perón cerró su campaña. Y fue entonces cuando pronunció la frase que encuadró la campaña: ¡Braden o Perón! Luego del acto, el peronismo saturó obsesivamente con esta consigna el panorama político y las calles de la ciudad.
A diferencia de otras ocasiones, el discurso de cierre de Perón no fue improvisado y, en lugar de terminar con una arenga, irradió una serie de recomendaciones para que los peronistas supieran cómo comportarse durante la votación, también muy recordadas.
“No concurra a ninguna fiesta que inviten los patrones el día 23. Quédese en casa y el 24 bien temprano tome las medidas para llegar a la mesa en que ha de votar (…) Evite todo incidente para impedir que lo detengan. No beba alcohol de ninguna especie el 24. Si el patrón de la estancia cierra la tranquera con candado ¡Rompa el candado o la tranquera o corte el alambrado y pase para cumplir con la Patria! Si el patrón lo lleva a votar acepte, y luego haga su voluntad en el cuarto oscuro. Si no hay automóviles ni camiones concurra a votar a pie, a caballo, o en cualquier otra forma. Pero no ceda ante nada. Desconfíe de todo; toda seguridad será poca. Las fuerzas del mal y la ignominia pondrán en juego todos sus recursos para burlar la voluntad popular…”
Los actos de clausura de la campaña de la UD y del laborismo se realizaron en la Capital Federal y evidenciaron la fragmentación de unos frente a la unidad de los otros. En efecto, la UCR convocó al Luna Park el viernes 22 de febrero. Mientras los radicales colmaron el Luna, los comunistas y los demócratas progresistas proclamaron la lista de la Unidad y Resistencia en Plaza Once; y los socialistas consagraban a sus candidatos frente a la Casa del Pueblo.
El último mitin de la campaña de Perón fue impresionante. Luego de que la Unión Democrática colmara la Plaza del Congreso, el peronismo redobló la apuesta y, por primera vez en la historia, programó un acto en el ámbito más vasto de la Capital Federal: la Plaza de la República, con el Obelisco de fondo. Hasta el momento, ningún político se había atrevido a llenar ese enorme espacio público. Perón salió airoso de esta prueba, ya que las multitudes ocuparon incluso las avenidas circundantes.
La cantidad de gente reunida era tal que los dirigentes no pudieron llegar hasta el palco, sino que tuvieron que saludar a sus simpatizantes desde el balcón de un edificio. Durante todos los anteriores encuentros con sus seguidores, Perón había cumplido con el invariable rito de sacarse el saco antes de empezar cada uno de sus discursos. Pero esta vez eligió quedarse con su saco y saludar, y luego dirigirse a un salón para transmitir su discurso por radio.
Finalmente, el 24 de febrero de 1946 sobre un padrón masculino de 3.405.173 electores habilitados votaron el 83 % de los argentinos, es decir 2.839.507 hombres mayores de edad. Dos días después comenzó el lento escrutinio. Dos meses más tarde, el 8 de abril, se abrió el último sobre.
El sistema electoral vigente, de elección indirecta (a través del Colegio Electoral), lista completa y mayoría simple para el Poder Ejecutivo tradujo la diferencia de 285.806 votos (el 10 % de los votos emitidos) entre ambas coaliciones en una contundente victoria en el Colegio Electoral (307 electores para la coalición laborista y radical renovadora vs 72 de la Unión Democrática). Adicionalmente, la combinación del Sistema de lista incompleta para Diputados Nacionales y de elección indirecta para Senadores Nacionales tradujo el 1.487.886 de votos obtenidos por el naciente movimiento peronista en el control de las dos Cámaras del Poder Legislativo.
Campañas gráficas, pintadas callejeras, mítines electorales, autos con altoparlantes, extensos viajes en tren de los candidatos a lo largo del país, grandes actos de masas en Buenos Aires, jingles improvisados por el ingenio popular, uso partidario de la prensa de prestigio y de las radios, los habituales actos de violencia (incluidos tiroteos y víctimas fatales) de la “política criolla” y una consigna decisiva que logró enmarcar en una sencilla fórmula los proyectos que estaban en disputa fueron los elementos de marketing político (el término por supuesto todavía no existía) que se utilizaron en una campaña tan intensamente polarizada como determinante para el futuro de la historia política argentina.
Los estilos comunicacionales de las campañas que desarrollaron ambas coaliciones representaron claramente sus diferencias de fondo. Unos se organizaron para enfrentar electoralmente al nazi-fascismo, que imaginaban como un plan orquestado por agentes nazis en connivencia con elementos nacionalistas para entronizar un régimen fascista, capaz de construir una bomba atómica en el país, a través del coronel Perón y su naciente movimiento político. Los otros se pensaron a sí mismos como el pueblo que se enfrentaba a una minoría poderosa y egoísta, la oligarquía. La complejidad comunicacional del primero es tan evidente como la simplicidad y sencillez del segundo. A ambos los unía, sin embargo, la pretensión de hegemonizar el campo político negándole la existencia al otro.
Así se construyó la primera victoria electoral del peronismo en sus ochenta años de vida. Vendrían otras nueve. Pero esas ya son otra historia.
Acerca del autor / Rafael Ruffo

Profesor de Historia (UBA). Licenciado en Ciencias Políticas (UBA). Es docente titular ordinario e interino en las Universidades Nacionales Arturo Jauretche, de La Matanza y Almirante Brown. Subsecretario de Comunicación y Relaciones de la UNAJ.


