Historia

150 AÑOS DE LA INGENIERÍA EN ARGENTINA

Luis Huergo, un ejemplo para repensar en clave nacional

Por Damián Andrieu y Miguel Binstock

Desde 1895, cada 6 de junio se celebra en la Argentina el Día de la Ingeniería. Y ello es así porque en esa fecha del año 1870 Luis Augusto Huergo se convirtió en el primer ingeniero civil graduado (diploma N°1) en el país. Así contado resulta un dato anodino. Una breve recorrida por la vida y obra de este personaje poco conocido para los argentinos aventa esta idea. 

La carrera de Huergo se inició en el año 1866 en el Departamento de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires, cuya primera cohorte estuvo integrada por Valentín Balbín, Santiago Brian, Adolfo Büttner, Jorge Coquet, Francisco Lavalle, Carlos Olivera, Matías Sánchez, Luis Silveyra, Miguel Sorondo, Zacarías Tapia, Guillermo Villanueva, y Guillermo White. A ellos se los suele recordar con el mote de “Los doce apóstoles de la ingeniería”. 

Sin embargo el dato no es del todo riguroso, pues si se consideraran también a los graduados fuera del país, el primer ingeniero argentino fue Prilidiano Pueyrredón, egresado de la École Polytechnique de Francia.

Vale la pena eludir este dato para centrarnos en la figura de Huergo. Fue un hombre destacado en su época, no solo como ingeniero sino también como político. Ocupó la cartera de Obras Públicas de la provincia de Buenos Aires, fue Senador y Diputado en la misma. Cofundó y fue presidente de la Sociedad Científica Argentina, del Instituto Geográfico Argentino, de la Sociedad Científica Argentina y del Centro Nacional de Ingenieros que diera origen al actual Centro Argentino de Ingenieros (CAI). También ejerció la docencia y la gestión universitaria.

Su primer foco de interés lo acompañó el resto de su vida y de alguna manera la signó. Su tesis de grado versó sobre las vías de comunicación en la Argentina. Desde allí comenzó a proyectar obras fundamentales para la integración y la consolidación del territorio nacional; canales para facilitar la navegación en los ríos, obras portuarias (algunas de ellas pioneras en el mundo), obras ferroviarias, edificios emblemáticos, diques, etc. Fue él quien convenció al francés Charles Thays de ocuparse de arbolar el espacio público de la ciudad de Buenos Aires. Las grandes avenidas de Buenos Aires recuerdan aún hoy las líneas violetas de los jacarandás y las amarillas de las tipas que nacieron en la imaginación del francés. 

El más conocido de sus proyectos fue el del Nuevo Puerto de la Ciudad de Buenos Aires. Y fue este el que lo convirtió en protagonista en un debate público y político que vale la pena traer hasta nuestros días. 

 El diseño pensado por Luis Huergo respondía a los criterios y tendencias más modernas de la época. Estaba localizado sobre la costa del Río de la Plata con un canal de acceso central y dársenas ubicadas en forma de dientes oblicuos. 

Sin embargo el Presidente Julio Argentino Roca desechó su idea y se inclinó por el proyecto elaborado por el Ingeniero inglés John Hawkshaw, miembro de la Royal Society, quien nunca visitó el país. El diseño de Hawkshaw fue presentado y promovido por Eduardo Madero, un comerciante ligado a los intereses financieros internacionales y a la sazón sobrino de Francisco Bernabé Madero, el vicepresidente de Roca. Su costo quintuplicaba el Proyecto de Huergo. 

La idea del Ingeniero inglés patrocinado por Madero consistió en una serie de cuatro diques lineales concatenados. Y se llevó a cabo. Pero su vida fue breve. Rápidamente quedó obsoleto debido a la combinación de dos factores;  el aumento de tamaño de los buques de ultramar y la modificación de la operatoria de carga y descarga de los mismos. 

En 1904 Luis Huergo tuvo la oportunidad su revancha. Expuso en el Congreso Internacional de Ingeniería celebrado en St. Louis, Missouri, un trabajo titulado  “Historia Técnica del puerto de Buenos Aires” en el que demostraba las razones por las cuales el puerto de Buenos Aires era considerado el más caro y lento del mundo. La responsabilidad le cabía —afirmó Huergo— a su diseño importado, obsoleto desde su origen, y no a la impericia de la ingeniería argentina. 

Pocos años más tarde, en 1907, el Gobierno Nacional encargó la construcción del Nuevo Puerto de Buenos Aires, donde se encuentra emplazado hasta el día de hoy. La obra fue finalizada en 1927 de acuerdo a la idea original planteada por Huergo.

Menos conocido es el rol que jugó en los inicios del desarrollo de la historia del petróleo argentino. A pesar de su escasa experiencia en las cuestiones relacionadas con los combustibles y la minería, fue designado Director de la Presidencia de una compañía de minería carbonífera de Mendoza. Esta experiencia le resultó muy valiosa para comenzar a indagar en la cuestión petrolera. 

El descubrimiento de petróleo en Argentina, el 13 de diciembre de 1907, marca el inicio de esta historia. Durante los siguientes tres años el impulso a esta novedad que captaba la atención de los capitales más dinámicos del mundo fue muy pobre. Fue obturado por actores políticos sin la capacidad y voluntad necesarias para promover el tema y por otros interesados en su fracaso. 

El 24 de diciembre de 1910 se creó la Dirección General de Explotación del Petróleo de Comodoro Rivadavia, institución que años después sería YPF, la mayor industria de nuestro país. A presidir esa institución fue convocado como resultado de su fuerza, tenacidad y capacidad Luis Huergo.

La lectura desde el presente de la disputa entre Huergo y Madero abre nuevos significados. En ella se representan las tensiones entre un proyecto de desarrollo autónomo, fundado en una mirada propiamente nacional, y otro centrado en la incorporación de tecnología importada desconectada de las problemáticas locales. Para muchos, esta dicotomía no resuelta representa el verdadero “nudo gordiano” del desarrollo tecnológico nacional que todavía la política no ha podido cortar. 

La Argentina cuenta con grandes capacidades en el uso de la tecnología, sin embargo su posibilidad de generar nueva tecnología es menor. Esto determina la imposibilidad de apropiarse de las rentas extraordinarias que generan los procesos innovadores en la economía global. 

La incorporación de nuevas variables a la ecuación del desarrollo, tales como el cuidado de medio ambiente, la equidad y la accesibilidad ponen de relieve la importancia de dominar no sólo la tecnología que se produce en los países centrales, sino la de generar las capacidades locales para concebir soluciones que respondan a estas nuevas demandas. 

Por ello, a 150 años de la primera graduación de aquellos “Doce Apóstoles” resulta fundamental que los estudiantes y los nuevos ingenieros e ingenieras se piensen a sí mismos como actores sociales decisivos en el desarrollo económico y humano de su Patria y no como meros ejecutores técnicos de las especificaciones que le sean requeridas.  

La figura de Huergo sintetiza una serie de significados que deberíamos realzar. La decisión de crear capacidades nacionales para producir las soluciones que el desarrollo del país requiere, la negación de la pretendida neutralidad de la técnica, la utilidad de la participación política en la definición de las estrategias de crecimiento y la lucha por la defensa de los intereses nacionales.

Acerca del autor / Damián Andrieu

 

Ing. Civil y en Vías de Comunicación – UNLP. Coordinador de la carrera de Ingeniería en Transporte de la UNAJ. Consultor. Se ha desempeñado en diferentes cargos de gestión en entes públicos y privados en el área de Transporte Urbano.

 

Acerca del autor / Miguel Binstock

Ing. Electrónico – UBA. Director del Instituto de Ingeniería y Agronomía de la UNAJ. Ha sido Director Nacional en el sector de Telecomunicaciones y Director en el área de inversiones productivas en la provincia de Buenos Aires, entre otros cargos de gestión pública.

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