Edificios

LA CIENCIA Y LA TÉCNICA NOS SON NEUTROS

Héctor Abrales, militante de la ciencia nacional

Por Gustavo González

La ciencia y la técnica no son neutras” afirmaba Héctor Abrales. Un ingeniero “maldito” que proponía “una revolución social que modifique profundamente la estructura productiva y la distribución de bienes”. En esta nota Gustavo González recupera como legado sus  principales ideas y su vigencia en la actualidad.

 

Héctor Abrales nació en Mendoza, el 18 de abril 1936, en el seno de una familia de origen libanés. Sus padres eran comerciantes y atendían un sencillo almacén de barrio en esa ciudad. En su adolescencia cursó estudios en el Liceo Militar General Espejo, donde tuvo un destacado desempeño académico y del cual egresó en 1953 con el grado de Subteniente de Reserva. En 1954 ingresó a la carrera de Ingeniería Química de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires, donde volvió a destacarse como alumno y tuvo una participación activa en el CEI (Centro de Estudiantes de Ingeniería) como representante del Humanismo.

Al poco tiempo de graduarse, comenzó hablarse de él en distintos ámbitos como de un talentoso ingeniero con cualidades políticas excepcionales. Provenía de la militancia en el cristianismo social, tenía fuertes vínculos con algunos sacerdotes que alentaban los cambios en el Concilio Vaticano II y no tardó en sumarse a distintos grupos de estudios políticos que terminarían confluyendo en el peronismo.

Su carrera como investigador comenzó en el Laboratorio de Semiconductores del Departamento de Electrónica de la Facultad de Ingeniería de la UBA, donde también se desempeñó como docente. Entre los años 1965 y 1968 se instaló en París con su esposa y trabajó como investigador en el Centro Nacional de Investigación Científica de Francia (CNRS). Luego, desde 1968 a 1969, realizó el montaje de un laboratorio de electrónica en la Universidad de Chile, hasta que un grupo de argentinos que trabajaba con él fue expulsado. En solidaridad con sus compatriotas, decide renunciar y volver a Argentina. Ya de regreso, se incorporó como investigador a la Comisión Nacional de Energía Atómica. Años más tarde, fue nombrado Director de la Comisión de Investigación de la Facultad de Ingeniería de la UBA.

FATE División Electrónica

En el ámbito de la actividad privada, su participación en FATE tuvo una notable trascendencia debido a la importancia de ese particular proyecto industrial y a su significado político. A fines de los 60, la empresa FATE División Electrónica convocó a un grupo de científicos de primer nivel, expulsados de las universidades como consecuencia de La Noche de los Bastones Largos, para emprender un proyecto de desarrollo nacional de tecnología de punta. Se trató de una experiencia inédita en el país, que apuntaba a producir conocimiento propio y de vanguardia para colocar a esta empresa nacional en condiciones de competir con las multinacionales. Especialistas y trabajadores de diferentes inclinaciones políticas, entre los que se encontraba Héctor Abrales,  aunaron esfuerzos en ese proyecto industrial con la certeza de que, desde allí,estaban haciendo una verdadera revolución. De acuerdo a lo publicado en el libro “FATE División Electrónica 1969-1976 – Una Experiencia de Desarrollo Independiente de la Industria Electrónica Argentina de Tecnología de Punta”, el proyecto quedó frustrado cuando la última dictadura puso punto final a esa aspiración a sangre y fuego.

Ciencia y liberación nacional. Ciencia Nueva

Además de la actividad profesional como ingeniero, se vinculó a otros espacios en los que pudiera difundir su pensamiento acerca de la ciencia y el desarrollo del país.   En 1969, algunos meses después del Cordobazo, aparece la revista Ciencia Nueva, una propuesta dedicada a la divulgación científica y a las reflexiones políticas sobre el vínculo de la ciencia y la tecnología con la sociedad. Héctor Abrales integró el equipo de dirección de la publicación en la que escribieron, entre otros, Manuel Sadosky, Gregorio Klimovsky, Jorge Sábato, Rolando García, Oscar Varsavsky. La revista fue creciendo junto a sus hacedores y abrió espacios de discusión necesarios para el vertiginoso clima político de la época. Los vínculos internacionales de sus miembros le permitieron la interacción con otras prestigiosas revistas científicas del mundo y la colaboración de investigadores extranjeros. El debate político nunca estuvo ausente en la publicación y fue ganando cada vez más espacio. Ya en la editorial del primer número se señalaba:

“La humanidad dispone hoy de conocimientos científicos y técnicos como para terminar con las necesidades más acuciantes, pero la concentración del poder económico y político en manos de pequeños grupos privilegiados hace que estos recursos sólo sean utilizados en su exclusivo beneficio”.

Hacia fines de la dictadura del general Alejandro Lanusse, Perón desde su exilio impulsa la creación de un Consejo Tecnológico que se abocaría a trazar lineamientos para la acción del futuro gobierno. Son convocados intelectuales y cuadros técnicos de distintas ramas de la ciencia para colaborar científica y tecnológicamente. Héctor Abrales, uno de ellos, fue designado Secretario del Consejo Tecnológico del Movimiento Nacional Justicialista.

En agosto de 1972, la revista Ciencia Nueva publicó un documento dando cuenta de la creación del mencionado Consejo. Entre otras consideraciones, el texto señalaba:“La ciencia y la tecnología, al igual que los medios económicos y las riquezas del suelo, deben considerarse como recursos que el país debe movilizar para ponerlos a disposición del pueblo argentino”. Si bien en la revista tenían lugar opiniones de otras corrientes políticas,este documento expresaba el acompañamiento a la experiencia política que desembocaría en el retorno de Perón.

Abrales, ciencia nacional e imperialismo. La revista Envido

Entre julio de 1970 y noviembre de 1973 se publicó la revista Envido, dirigida por Arturo Armada e integrada por un grupo heterogéneo de personas vinculadas, en su mayoría, con la Universidad de Buenos Aires. Entre sus colaboradores se encontraban José Pablo Feinmann, Horacio González, Alcira Argumedo, Ernesto Villanueva. La publicación tenía como influencias las producciones de referentes del nacionalismo antiimperialista: John William Cooke, Hernández Arregui, Rodolfo Puiggrós, Arturo Jauretche, Abelardo Ramos, Scalabrini Ortiz, José María Rosa, entre otros.  

Abrales, que provenía del Centro Argentino de Economía Humana (CAEH), integró el consejo de redacción de la revista y escribió los artículos “Situación del investigador científico en la Argentina” y “La Transferencia de tecnología, arma del imperialismo”, en los que expresaba sus más profundas convicciones, que hoy conservan una asombrosa vigencia. Convocaba, desde esos textos, a desmitificar la propaganda cientificista y tecnocrática, a fin de desbaratar los proyectos colonialistas de los países centrales. Así, planteaba la opción fundamental: una ciencia para la dependencia o una ciencia para la liberación”. En este sentido, estimaba imprescindible la discusión de lineamientos para imponer una ciencia nacional, ya que tanto la tecnología como la ciencia gozan de inmunidad para introducir pautas culturales en los países sometidos. También analizaba los supuestos del desarrollo en clave de soberanía y denunciaba:

“una de las formas más nocivas de propaganda que utilizan los países centrales a través de su dominio de los organismos internacionales, del periodismo y la literatura científica especializada, es la propaganda disfrazada de ciencia”

Sostenía que esta propaganda atribuye a la brecha tecnológica la razón de todos los males, instalando el concepto de “subdesarrollo”, y que el mecanismo para contrarrestar la rebeldía de los países sometidos consiste en lograr que se sientan parte del sistema:

“el modo de lograr esto es hacer que los países periféricos tomen conciencia de su atraso, es decir, que asuman su condición de subdesarrollados y que acepten las teorías sobre el desarrollo, científicas e incuestionables, propuestas por los sociólogos y economistas de los países dominantes”

En relación al comportamiento de la ciencia local, afirmaba: “la ciencia y la técnica no son neutros”. Y lamentaba que la buena voluntad de nuestros científicos fuera funcional a la estrategia colonizadora, ya que permitía consolidar una ciencia subsidiaria. Esto garantizaba un dominio local mínimo de la técnica para satisfacer la operación de las empresas extranjeras que se instalaban para crear mercado y abastecerlo, trasladando a nuestro país la insalubridad de sus procesos y el consecuente daño ecológico. Este rol de nuestra ciencia dejaba imposibilitado el desarrollo de tecnología propia y fortalecía la dependencia tecnológica. En este sentido, y escudada en el supuesto de la división internacional del trabajo, la transferencia de tecnología aseguraba a los países centrales la canalización de su sobreproducción a la periferia. Bajo este paradigma, se desarrolla un único sector de la economía para atrofiar el resto del sistema productivo y se alienta la importación de productos, beneficiando a las oligarquías locales y reduciendo a la miseria a la mayoría de la población. Para Abrales, la estrategia de dominación consiste en una colonización integral de los países dependientes que incluye el aspecto cultural:  

“Al tratar de introducir los hábitos de consumo de las sociedades masificadas del norte, no solo se provoca una asimilación en cuanto a los gustos sino también en cuanto a los valores asociados a los mismos. De este modo se busca provocar una identificación total que destruya la idiosincrasia nacional. El complemento eficaz de este proceso se da a través del dominio que tienen los intereses internacionales sobre los medios de comunicación de masas”

En estos artículos, Abrales señalaba que el dominio de la naturaleza, el aumento de la capacidad productiva y la adopción de nuevos métodos industriales son medios necesarios para el desarrollo nacional. No obstante, advertía: “La afirmación fundamental que debemos hacer en este campo es que el avance científico y tecnológico tiene sentido en la medida que sea instrumento de transformación social y de liberación nacional”. Desde su visión crítica del modelo de desarrollo, identificaba ciertas prioridades:

“Lo que necesita nuestro país es una revolución social que modifique profundamente la estructura productiva y la distribución de bienes. Y es sólo a partir de esta perspectiva que es lícito plantearse el problema de la tecnificación, de la incorporación de nuevos métodos de producción y de gestión. Todo proyecto de desarrollo que pretenda tener su justificación en sí mismo y no en una perspectiva política clara que lo trascienda lleva implícita la opción por la dependencia”.

Proponía, en suma, que toda política de ciencia y tecnología,así como la perspectiva profesional de los científicos, debe estar al servicio de los objetivos de un proyecto político de liberación nacional:

“una ciencia nacional sólo puede formularse en el contexto de un proceso de liberación política, económica y cultural. Dentro de este proceso tiene un objetivo muy claro: romper la sujeción científica y tecnológica y echar las bases de una ciencia autónoma que inspire sus opciones en nuestra realidad”

En el Ejemplar Nº 6 de la revista Envido (julio 1972), escribió :“Hasta que las universidades no pierdan su carácter de lugar  exclusivo, formador de oligarquías y burocracias y adquieran el de simples centros de entrenamiento y capacitación para desempeñar ciertas tareas en la sociedad, la tentación tecnocrática acechará a quienes por ella pasen.”

Quizás como una respuesta a través del tiempo, los laboratorios integrados y aulas-taller de Ingeniería de la UNAJ funcionan en el edificio que lleva su nombre. Allí se capacitan en tecnología jóvenes de una región históricamente postergada con el objetivo de aplicar sus conocimientos al desarrollo nacional.

En el recuerdo de su familia afloran sus otras pasiones. Su voracidad lectora, de la que da cuenta una enorme biblioteca, y su sensibilidad con los animales, aunque no precisamente los considerados domésticos. En sus viajes al campo, volvía con animales que encontraba heridos para intentar sanarlos en el departamento familiar. Fue así como sus hijos convivieron temporariamente con mulitas, crías de ñandú, conejos y otros ejemplares hasta que eran devueltos a su hábitat natural.

El 22 de enero de 1979 Abrales no llegó a su casa donde lo esperaban para festejar el cumpleaños del menor de sus tres hijos. En su búsqueda se movilizaron autoridades eclesiásticas, políticas e incluso pidieron por su vida varios organismos y científicos extranjeros. Continúa siendo una ausencia que duele en todos los ámbitos a los que llevó su compromiso con el sueño de una ciencia nacional al servicio de un país soberano.

Bibliografía:

Baschetti, R., Militantes del peronismo revolucionario uno por uno.
En: http://www.robertobaschetti.com/biografia/a/14.htm
Bauer, H., “Un maestro de la militancia y la ciencia”, Página /12, 14/12/2012
Borches, C., “Ciencia Nueva: la revista científica de los 70”, La Ménsula, Año 7, nº 18, abril de 2014
Dip, N.; Pis Diez, N. (2010), “Análisis de la revista Envido”, VI Jornadas de Sociología de la UNLP, 9 y 10 de diciembre de 2010, La Plata, Argentina. En: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.5140/ev.5140.pdf
“Noticias y Protagonistas. La calculadora nacional”, en: https://noticiasyprotagonistas.com/actualidad/la-calculadora-nacional/
Testimonios de la familia Abrales, compilados por Cecilia Abrales (Hija)

Acerca del autor Gustavo González

Ingeniero en Sistemas de Información, egresado de la U.T.N. La Plata. Tesista de la Licenciatura en Tecnología Educativa de la U.T.N. Buenos Aires. Docente de Matemática Inicial e integrante del equipo UNAJ Virtual. Miembro de proyectos de investigación referidos a la incorporación de tecnologías en la educación.

Leé también: Héctor Abrales. Ciencia y Peronismo. Por: Guillermo Daniel Ñañez

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